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Alemania-Polonia:

De víctimas y victimarios

Fuentes: IPS

El gélido vínculo entre Alemania y Polonia se enfrió algunos grados más al inaugurarse la exposición «Senderos forzados» en el museo berlinés Kronprinzenpalais.

La muestra ilustra con fotografías, textos y diversos objetos las historias de millones de refugiados obligados a huir de sus países a lo largo del siglo XX, incluidos los alemanes expulsados de Europa oriental al cabo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Indignados de que se retratara a los alemanes como víctimas de la guerra que ellos mismos provocaron, un grupo de polacos protestaron en la noche de apertura de la muestra, el 10 de este mes. La exhibición seguirá abierta al público hasta octubre.

El primer ministro polaco Jaroslaw Kaczynski consideró que la exposición restaba importancia al sufrimiento de millones de personas que vivieron bajo el dominio del Tercer Reich (imperio nazi alemán), y constituía, por lo tanto, un «acontecimiento muy malo, preocupante y triste».

Coronando las tensiones diplomáticas, el alcalde de Varsovia, Kazimierz Marcinkiewicz, canceló una visita a la capital alemana mientras la exposición tuviera lugar.

Los organizadores de la muestra están vinculados con la Federación de los Expulsados, organización que representa a los 12 millones de alemanes obligados a abandonar sus lugares de residencia cuando la caída del Tercer Reich en 1945 determinó un corrimiento de las fronteras europeas.

En el caso de Polonia, Alemania invadió ese país vecino en septiembre de 1939. La caída del régimen nazi corrió la frontera polaca hacia occidente. Muchos alemanes tuvieron que huir por sus vidas.

Los organizadores esperan que luego de esta exhibición se instale otra de carácter permanente con el mismo motivo. Esa intención, controvertida en Alemania, resulta intolerable para los polacos, para quienes el pueblo alemán no debe olvidar su responsabilidad en los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

«Muchos polacos creen que Alemania no es consciente de sus temores y preocupaciones», dijo a IPS Marcin Zastrozny, del Instituto Polaco, organización con sede en Berlín patrocinada por el Estado alemán. «Esta exhibición complica el vínculo entre Alemania y Polonia».

«Sería bueno para nuestras relaciones que el gobierno cuestionara la exhibición. Pero, desafortunadamente, ocurrió lo contrario: representantes del gobierno asistieron a la inauguración», agregó.

La desconfianza mutua tradicional entre estos dos países vecinos se ha sido avivada por una reciente avalancha de discusiones diplomáticas.

La escalada comenzó a mediados de 2005. Políticos polacos fustigaron el plan de Alemania y Rusia de instalar un gasoducto bajo las aguas del mar Báltico, en el que percibieron un ejemplo de conspiración secreta de sus vecinos mayores en su perjuicio.

A comienzos de este año, Polonia decidió tomar medidas drásticas contra lo que vio como un relato erróneo sobre la Segunda Guerra Mundial.

El motivo de la campaña fue el uso del término «campos de la muerte polacos», cada vez más usado para describir a centros de exterminio nazis como el de Auschwitz, donde fueron asesinados millones de judíos e integrantes de otras minorías religiosas, étnicas y sexuales.

Según alegan intelectuales y políticos polacos, estos campos de concentración fueron, en realidad, construidos por los nazis alemanes en territorio ocupado.

Algunos de los impulsores de esta campaña advirtieron, incluso, que el término «campos polacos» era parte de una conspiración alemana para reescribir la historia y evitar la atribución de culpas por el Holocausto.

El gobierno de Kaczynski pidió a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que el «Campo de Concentración de Auschwitz» pasara a llamarse «Auschwitz-Birkenau, Ex Campo de Concentración Nazi Alemán» en su lista de sitios del Patrimonio Mundial.

Mientras, las embajadas de Polonia sugirieron a los medios de comunicación de diversos países que dejaran de emplear la expresión «campos de la muerte polacos» y utilizaran, en cambio, el término «campos de concentración nazis alemanes».

Hace apenas dos meses, enfrentamientos diplomáticos volvieron a inundar la prensa, cuando el gobierno polaco objetó una sátira publicada en el periódico alemán Tageszeitung.

Se trataba de un artículo con burlas al presidente Lech Kaczynski y a su hermano y primer ministro, Jaroslaw, a quienes calificaba a ambos de «papas nuevas». Un dato destacado en la nota era el hecho de que Jaroslaw Kaczynski aún vivía con su madre.

Esto desató lo que la prensa alemana etiquetó como «la guerra de las papas». El propio presidente polaco calificó el artículo de «desagradable y malo». Varsovia exigió a Berlín una disculpa oficial y amenazó con demandar por difamación al autor de la sátira.

Pero no hubo comentarios oficiales del gobierno alemán, al margen de reivindicaciones de la libertad de prensa. En privado, voceros oficiosos calificaron el altercado diplomático de ridículo.

Mientras, la reacción polaca a la sátira abolló entre los alemanes la imagen de sus vecinos. Analistas consideran que la reputación de Polonia viene en caída libre desde octubre, cuando Kaczynski ganó las elecciones con una plataforma basada sobre la seguridad nacional y los valores tradicionales.

El ex presidente del Partido Verde y actual presidente de la Fundación Heinrich Böll, Ralf Fücks, dijo que las principales objeciones se refieren a la tendencia conservadora y patriótica del gobierno polaco.

«El tratamiento negativo de los homosexuales, el aumento del euro-escepticismo y las actitudes culturalmente represivas hacia grupos como las feministas deterioraron la imagen de Polonia en Alemania desde que Kaczynski asumió el cargo», explicó a IPS.

«El gobierno polaco vuelve a usar viejos estereotipos de los alemanes, tal vez con la intención de mejorar su posición política dentro de su país», agregó.

El orgullo nacional y la atención por el favor del público son claves de la tensa relación. Aún está por verse cuán preparados están los dos países para recomponer las relaciones.

Una mejor atmósfera sería un avance tanto para el vínculo bilateral como para la Unión Europea, a la que Polonia se unió en 2004 y de la que Alemania es el país más poblado, con 82 millones de habitantes.

La economía también juega: Alemania es el mercado exterior más importante de Polonia, pues le compra casi un tercio de sus exportaciones.

Pero todavía falta mucho para una solución, según observadores de ambos lados. Y mientras la exhibición continúe en Berlín, las viejas heridas seguirán sensibles.

Al dejar en evidencia la persistente desconfianza en relación con la Segunda Guerra Mundial, la muestra exposición dejó al descubierto problemas que deben ser resueltos para mejorar las relaciones polaco-alemanas.

«No hay una solución fácil», admitió el periódico alemán Süddeutsche Zeitung en su editorial. «Primero, los políticos alemanes deben aclarar pacientemente que no tratan de reescribir la historia. Y, segundo, que los alemanes expulsados no pueden ser dejados fuera del proceso.»