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Los chalecos amarillos es un movimiento que va más allá de Francia

¿Debe darnos la fiebre amarilla?

Fuentes: Krítika

Lo reconozco, tengo la fiebre amarilla. La de los «chalecos amarillos» franceses. Es todavía una revuelta que ya ha cumplido su segundo mes, ha entrado en su novena semana. Una revuelta que poco a poco va entrando en un camino revolucionario, en un rechazo frontal contra la conducta liberal y globalista de una élite corrupta […]

Lo reconozco, tengo la fiebre amarilla. La de los «chalecos amarillos» franceses. Es todavía una revuelta que ya ha cumplido su segundo mes, ha entrado en su novena semana. Una revuelta que poco a poco va entrando en un camino revolucionario, en un rechazo frontal contra la conducta liberal y globalista de una élite corrupta y depredadora.

Este sábado pasado ha tenido lugar el Acto VIII, la octava movilización y han ocurrido tres cosas relevantes: la primera, que ha habido mucha más gente que en las dos precedentes, recuperándose la gente tras las navidades; la segunda, que los manifestantes arremetieron contra un alto cargo del gobierno en su despacho y tuvo que salir escoltado; la tercera que un ciudadano -boxeador profesional, eso sí- se enfrentó con los puños a la policía en un ejercicio claro de autodefensa.

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