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El doble rasero ante lo nuclear

¿Determina Netanyahu la política de la «comunidad internacional»?

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Los que en EEUU y Occidente no hacen más que pensar en bombardear Irán -y su histeria alcanza niveles febriles antes de las conversaciones nucleares multilaterales del jueves en Ginebra- harían bien en hablar con el presidente brasileño Luis Inacio Lula da Silva.

Lula realmente habló cara a cara con el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad durante más de una hora aprovechando la Asamblea General de las Naciones Unidas de la semana pasada. Invitó a Ahmadineyad a visitar Brasil en noviembre. Después de la reunión, fue directo al grano: «Lo que deseo para Irán es lo que siempre quise para Brasil, un programa nuclear civil pacífico.»

Lula es una isla de sentido común en un océano de histeria. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, fijó en público un plazo hasta diciembre para que Irán no cometa un «trágico error,» como provocar el Apocalipsis. El ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, reiteró que el Grupo de los Ocho daba a Irán sólo tres meses más.

El presidente de EEUU, Barack Obama, que ahora libra tres guerras (Iraq y el combo AfPak), exigió que Irán (que no está en guerra con nadie) demuestre «sus intenciones pacíficas o tenga que rendir cuentas ante los estándares internacionales y el derecho internacional.»

El primer ministro israelí, Benjamin «Bibi» Netanyahu, anunció a las Naciones Unidas que «la mayor amenaza que enfrenta el mundo de hoy es el matrimonio entre el fundamentalismo religioso y las armas de destrucción masiva.» Insensible a la ironía, Netanyahu evidentemente olvidó que Irán -como Iraq en 2003- no tiene armas de destrucción masiva (ADM), según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Israel no sólo tiene ADM, sino que además se niega a firmar el Tratado de No Proliferación (TNP) o a permitir que sus armas sean inspeccionadas, como el Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, se apresuró a aclarar. En cuanto al fundamentalismo religioso, el sionismo es más que comparable con el chiismo de Irán.

Como si no fuera suficiente histeria, filtraciones en Gran Bretaña revelaron que el jefe de M-I6 Sir John Scarlett y el jefe del Mossad Meir Dagan pueden haber establecido que Arabia Saudí está dispuesta a permitir que Israel bombardee Irán. La Casa de Saud mantuvo su mutismo. Pero no así el Cuerpo de Guardias Revolucionarios Iraníes (IRGC, por sus siglas en inglés), que controla de facto el programa de misiles de Irán. Probaron con éxito misiles de largo alcance Shahab-3 y Sajjil de combustible sólido con un alcance máximo de 2.000 kilómetros. Por lo tanto, aún más histeria.

El general Hoseyn Salami, comandante de la fuerza aérea del IRGC, dijo a la red IRINN TV que Irán tiene una política firme de «ningún primer ataque» en términos de una guerra de misiles con Israel, y defendió los ensayos como vinculados al próximo aniversario del ataque iraquí contra Irán, el comienzo de una horrible guerra de ocho años que mató a por lo menos 250.000 iraníes. (EEUU, a propósito, apoyó en esa guerra a un personaje que más tarde personificó al «nuevo Hitler», Sadam Husein.)

Ahora, comparemos todo esto con la reacción occidental a lo que sucede este jueves en Pekín en el desfile del Día Nacional de China para el sexagésimo aniversario de la fundación de la República Popular China; una colección de dos tipos de misiles convencionales tierra-tierra, un nuevo misil crucero basado en tierra, misiles tierra-tierra de mediano y largo alcance que podrían transportar ojivas nucleares, y misiles nucleares intercontinentales serán todos exhibidos en una pasarela de asfalto. Ni un ruido de Occidente. Como si formara parte de la Semana de la Moda de Pekín.

Un secreto no secreto

Esta histeria generalizada alcanza niveles ridículos cuando tiene que ver con la campaña de desinformación respecto a la ya icónica planta de respaldo de enriquecimiento nuclear iraní, construida en la base de una montaña dentro de una instalación subterránea ultra-protegida controlada por el IRGC a unos 30 kilómetros al noreste de la ciudad santa de Qom. La planta fue construida con hormigón fuertemente reforzado y tiene aproximadamente el tamaño de un campo de fútbol, lo suficiente para albergar 3.000 centrífugas refinadoras de uranio.

La instalación fue debidamente anunciada por Teherán en una carta al OIEA; según las reglas se debe hacer seis meses antes de que una instalación sea operacional. El vicepresidente iraní Ali Akbar Salehi, jefe también del programa nuclear de Irán, ha subrayado que nunca hubo nada «secreto» respecto a la planta; y justificó su construcción por las «amenazas» contra Irán.

Ahmadineyad -que es ingeniero- subrayó por su parte que la planta sólo será operacional en 18 meses. Y estará abierta a inspecciones del OIEA según un programa que ya se está discutiendo. Esto es lo importante: si el OIEA inspecciona, no hay manera de que la planta produzca armas nucleares.

Desde el punto de vista de Teherán, todo esto tiene sentido; una planta de respaldo protegida por el IRGC es un hecho después de que el gobierno de George W. Bush e Israel han amenazado repetidamente con bombardear Irán. La ubicación lo dice todo; hay que imaginar a Israel bombardeando las afueras de Qom. Es como si el Pentágono bombardeara el Vaticano.

En cuanto a Washington, podría haber sabido de esa planta «secreta» durante el gobierno de George W. Bush – como los sospechosos de costumbre, «altos funcionarios», confirmaron a medios corporativos de EEUU. Pero eso provoca la pregunta: ¿por qué no la denunciaron Israel y EEUU cuando era «secreta», es decir, cuando todavía no se había informado al OIEA?

En todo caso, lo que permanece excluido del ciclo noticioso saturado de histeria es que la nueva planta no-tan-secreta no enriquecerá uranio más allá de un 5%, el nivel adecuado en un programa de energía civil. Un arma nuclear requiere un enriquecimiento de un 90%. La planta no producirá hexafluoruro de uranio, o sea UF6, que se utiliza para enriquecimiento. Lo esencial, una vez más: la planta de respaldo de Qom no cambia nada en cuanto al programa nuclear iraní tal como lo reconoce el OIEA.

Habla primero, bombardea después

Y eso nos trae de vuelta a Lula. Brasil, como Irán, es signatario del TNP. Igual que Irán, está enriqueciendo uranio. Igual que Irán, no permite inspecciones ilimitadas e invasivas del OIEA. E igual que Irán, ha mantenido «secretos» algunos aspectos de su tecnología nuclear.

Brasil enriquece uranio a menos de un 5%, como parte de su industria nuclear de 1.000 millones de dólares, que invertirá en siete nuevas plantas nucleares para diversificar el consumo de petróleo y de energía hidroeléctrica del país. Brasil tiene la intención de comenzar a exportar uranio enriquecido antes de 2014. Las centrífugas brasileñas podrían ser utilizadas para producir uranio altamente enriquecido. Pero es un asunto de voluntad política. La letra de la constitución brasileña prohíbe efectivamente la construcción de armas nucleares.

En Irán la situación es realmente similar. Tanto el fundador de la República Islámica, Ayatolá Ruhollah Jomeini, como el actual Supremo Líder Ayatolá Ali Jamenei, han dejado muy claro que las armas nucleares son contrarias al Islam.

Obviamente, el Departamento de Estado de EEUU siempre descartará cualquier comparación entre Teherán y Brasilia. Después de todo, Brasil es una democracia de estilo occidental e Irán es ahora, después de las últimas elecciones presidenciales, una dictadura militar del «mullahtariado». Brasil podrá ser un líder natural en Sudamérica, pero no amenaza a nadie, mientras que Irán, un líder regional, amenaza la hegemonía nuclear «secreta» de Israel en Oriente Próximo. Pero en ambos casos, el punto principal es el mismo: tener un programa nuclear exitoso es, sobre todo, asunto de orgullo nacional.

Las sanciones no pueden lograr su objetivo. Y una vez más, salta a la vista que la actual histeria muestra que, cuando tiene que ver con Irán, se aplican dobles raseros.

Washington se vio obligado a admitir que las sanciones no funcionaron con la dictadura en Myanmar. Ahora Washington quiere hablar. Las sanciones tampoco funcionarán en el caso de Irán. Es ridículo, por ejemplo, que Iraq se sume a un embargo de gasolina impuesto por Occidente contra Irán. Además, los persas son demasiado orgullosos y cargados de demasiada historia como para sucumbir ante amenazas.

Israel, gobernantes y dictadores árabes suníes variados, la patética derecha estadounidense y la derecha europea, todos temen la influencia regional de Irán y quieren derrocar el régimen. El expediente nuclear podría no ser otra cosa que una cobertura conveniente para un cambio de régimen.

Por más que la dictadura militar del «mullahtariado» sea desagradable para el mundo y para muchos ciudadanos iraníes, el fin no justifica los medios. Y los medios no llevarán al fin deseado, ya que un ataque contra Irán hará que toda la población se una tras el régimen. Algo está profundamente podrido en el reino de la así llamada «comunidad internacional» -menos Rusia y China, a propósito- cuando deja que la política global sea determinada por alguien como Netanyahu.

Obama y Lula se reunirán este viernes en Copenhague para ver si Chicago o Rio ganarán la carrera para realizar los Juegos Olímpicos de Verano 2016. La química entre ellos es excelente. A Obama le convendría consultar a Lula sobre su reunión cara a cara con Ahmadineyad.

Pero tal como están las cosas, parece que la «comunidad internacional» está siendo llevada a una carrera olímpica para bombardear Irán.

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Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalizaed World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge». Su nuevo libro, que acaba de publicarse, es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected]

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/KJ01Ak01.html