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Ucrania

Día de elecciones

Fuentes: Rabkor

Traducido del ruso por Carlos Valmaseda

El 25 de mayo de 2014, en ese mismo día, se celebraron elecciones al Parlamento Europeo y elecciones presidenciales en Ucrania. En esta coincidencia hay un simbolismo sombrío, teniendo en cuenta en uno y otro caso que las elecciones terminaron teniendo resultados catastróficos para aquellos quienes organizaron e intentaron utilizarlas para la legitimación del dominio del sistema político en desarrollo.

El parlamento europeo no tiene ningún poder serio ni siquiera en relación con el proceso presupuestario de la Unión Europea. Su influencia real es mucho menor que la de la Duma estatal rusa, la cual solo forzando mucho se la puede llamar poder legislativo. Sabiendo esto, los electores reaccionan regularmente en la campaña electoral con franca indiferencia, y que un 43-35 por ciento de los ciudadanos de la UE vayan a las urnas para votar se considera un gran éxito. Sin embargo, el Europarlamento interpreta un papel importante en el sistema institucional de la UE, por cierto, con muchas coincidencias con el rol de la Duma estatal rusa: el mismo hecho de su existencia debe ser una prueba de la existencia de democracia. Y los ciudadanos que van a las urnas muestran su lealtad hacia el sistema existente o, al menos, su buena voluntad para soportar este sistema. Los electores, por su parte, adivinando el sentido de esta acción, cada vez más lo utilizan para apoyar directamente a aquellos que se oponen a lo que se considera la élite de la Unión Europea, convirtiendo su voto en una excusa para expresar la protesta contra las antidemocráticas instituciones de la «Europa unida».

Un resultado similar se preveía claramente en esta ocasión. Pero en cualquier caso el resultado superó todo lo esperado. Los partidos y candidatos que se presentaban contra la misma existencia de la Unión Europea consiguieron una cifra récord de votos. Además, en Francia el Frente Nacional de Marine Le Pen quedó vencedora de la carrera, superando a los conservadores y dejando a los socialistas en un vergonzoso tercer lugar. Es revelador que la izquierda, aunque mejoró sus posiciones en la mayoría de países lo hizo en realidad muy ligeramente en porcentaje. En Alemania Die Linke incluso perdió un 0,1% de los votos aunque se consolaron con que su número de votantes creció en 200 mil.

Los flojos resultados de la izquierda son un castigo merecido a su política, que per se es una versión suave del liberalismo. Naturalmente se repitieron las palabras rituales a favor de la lucha contra el neoliberalismo y la defensa de los intereses de los trabajadores, pero la gente necesita posiciones políticas concretas llevadas a cabo por partidos y candidatos y no la repetición ritual de eslóganes abstractos. Y esto explica que no la izquierda sino el Frente Nacional en Francia ganase la campaña al dedicarla a temas sociales: la vivienda, el paro, la organización de la oposición a las reformas neoliberales llevadas a cabo bajo la égida de la UE. Es característica la relación con el problema de la inmigración. Ya se ha repetido muchas veces que la necesidad de una drástica reducción del flujo de nuevos emigrantes, sobre todo en interés de los emigrantes ya llegados a Europa, aparece como una de las principales condiciones para la estabilización del mercado de trabajo, el fortalecimiento de los sindicatos y la consolidación de la clase obrera mediante la superación de diferencias culturales, religiosas y raciales. En lugar de esto la izquierda junto con los liberales apoyan una política de multiculturalismo, que lleva a la división de la población trabajadora por grupos étnicoreligiosos y nacionalculturales, el debilitamiento de la solidaridad y la disminución del mercado de trabajo. No es sorprendente que los trabajadores, incluidos los emigrantes de los países árabes, prefieran dar du voto a Marine Le Pen.

En general, se puede exclamar como el personaje de la dramaturgia clásica rusa: «¡He aquí del malvado por naturaleza los frutos merecidos!». La debilidad de la izquierda es el resultado natural de muchos años de política de traición a los intereses de clase. No se trata de la renuncia a la «ideología revolucionaria» sino precisamente de la traición en relación a los intereses sociales cotidianos básicos, la defensa de los cuales debería asegurar la unidad de fuerzas de todos los partidos de izquierda, de los más radicales a los más moderados.

Observamos finalmente que tanto la izquierda como la derecha estaban divididos en relación a Rusia, la anexión de Crimea y los acontecimientos en Ucrania. Y entonces sucede de forma inesperada que los partidos que comparativamente han tomado una posición «prorusa» han tenido casi todos unos resultados mejores que aquellos que siguieron al mainstream liberal. No es, naturalmente, por méritos o defectos de la Rusia contemporánea, sino porque la propaganda liberal claramente llevó al extremo los palos y el flujo de ataques sobre Moscú en los mass-media tuvo un efecto contrario.

Es hora de pasar a hablar sobre Ucrania. Si las elecciones fueron proyectadas para la legitimación de los resultados de Maidán entonces no se puede hablar de otro resultado que de una catástrofe. Y esto, de nuevo, no por la victoria de Piotr Poroshenko. En el escenario que se desarrolla cualquiera que fuese quien encabezase hoy el poder en Kiev, la política en lo fundamental no cambiaría, el nuevo sistema político permite una participación real en el proceso solo a aquellas fuerzas que son leales en relación a los resultados del cambio en el estado de febrero.

Es sin embargo significativo que incluso en este escenario, sobre un fondo de fracaso de las elecciones en Donetsk y Lugansk, el boicot parcial de las elecciones en otras regiones del Sur-Este (por no hablar ya de Crimea), sobre un fondo de ausencia de facto en las elecciones de la oposición de Antimaidán, el elector con gran preponderancia ha escogido al más proruso de todos los políticos antirusos, el menos maidanista de todos los partidarios de Maidán. Y al contrario, los partidos directamente asociados con el Maidán han sufrido una derrota demoledora, incluso en el oeste del país. El 13,4% recibido por Yulia Timoshenko se puede considerar que sea el fracaso de una carrera política de muchos años, y esto es evidente incluso para la misma «Princesa». Todavía hace unas pocas semanas amenazó con realizar una «nueva revolución» en caso de una salida falsa de las elecciones, pero hoy no le queda nada más que felicitar al vencedor. Y el porcentaje insignificante recibido por Dmitri Yarosh y Oleg Tiagnibok muestra que incluso el oeste ucranianohablante del país empieza a sentir como una carga la ideología neobanderista y está cansado del las actividades del «Sector de derechas».

La conclusión es evidente: la sociedad ucraniana no apoya el Maidán y no lo ha apoyado. Las regiones centrales y occidentales se resignaron con los resultados de la revuelta, a diferencia de las insurrectas Sur-Este. Pero ahora ya está claro que es solo cuestión de tiempo cuándo y bajo qué forma la insurrección se extienda a nuevas regiones tomando la forma de protesta social.

¡Ay!, precisamente la conciencia de esta triste realidad predetermina la ulterior conducta del gobierno de Kiev. Poroshenko, muy probablemente, está preparado para llegar a un acuerdo con Moscú a espaldas de los ciudadanos del Sur-Este. En las élites rusas muchos, si no la mayoría, estarían contentos con esta posibilidad. Pero difícilmente se conseguirá algo de esto. E impide la confabulación no solo la resistencia de Donetsk y Lugansk, la lucha en Odesa y Kharkov, sino el estado de ánimo absolutamente mayoritario de la sociedad rusa, que se toma esta lucha como propia. Al entender esto, los poderes de Kiev juegan con la neutralización por la fuerza de la insurrección. Como se esperaba, inmediatamente después de las elecciones empezaron los bombardeos en Donetsk y los ataques a las posiciones de la oposición.

El ejército puede aplastar a los opositores. Pero romper la resistencia de los poderes todavía no puede. Simplemente porque su propa política económica y social cada día que pase multiplicará la cantidad de los enemigos de los poderes, la cantidad de gente dispuesta a lucha e ir hasta el final.

En Kiev esperan en vano la ayuda de Occidente. La crisis social, institucional de la Unión Europea se desarrolla conjuntamente con la crisis política en Ucrania, proporcionándole combustible.

Puede ser que los futuros historiadores escriban que precisamente la lucha del Donetsk insurrecto fue el principio del fracaso de la UE.