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Papandreu anuncia un referéndum sobre el segundo "rescate"

Duelo a muerte en Grecia

Fuentes: Viento Sur

1. «Los de arriba no pueden seguir gobernando como antes; los de abajo no quieren seguir siendo gobernados como antes». Con el retorno de la idea de la revolución social -retorno inicialmente jubiloso y ahora ya escarpado, como estamos viendo en Túnez y Egipto- vuelve también el diagnóstico político de la crisis revolucionarias que se […]

1. «Los de arriba no pueden seguir gobernando como antes; los de abajo no quieren seguir siendo gobernados como antes». Con el retorno de la idea de la revolución social -retorno inicialmente jubiloso y ahora ya escarpado, como estamos viendo en Túnez y Egipto- vuelve también el diagnóstico político de la crisis revolucionarias que se elaboró a comienzos del siglo XX. Entonces se pensaba que la condición para que la crisis se resolviera a favor de «los de abajo» era la existencia de un partido revolucionario. La experiencia, como siempre, ha ido mostrando una realidad mucho más compleja, incluso cuestionando el propio concepto de «partido de vanguardia».
Éste podía ser un debate teórico hasta el día de ayer. Pero el anuncio del primer ministro griego Yorgos Papandreu de someter a referéndum en las próximas semanas el segundo «rescate» aprobado hace sólo unos días en la Cumbre europea del 27-28 de octubre, lleva estos desafíos a la más candente actualidad y a la práctica, no sólo para el pueblo y las instituciones griegas, sino en todo el marco europeo… por lo menos.

2. El anuncio del referéndum ha provocado reacciones de «indignación», «irritación», «consternación» y otros términos derivados en diferentes miembros de ese consejo de administración de la banca europea llamado Comisión o Consejo de la UE. Ha producido en pocas horas una caída en picado de las bolsas y otra vuelta de tuerca en una crisis cuya única característica clara es que no tiene fin. Es sin duda el acontecimiento político más transcendente desde que empezó la política de «rescates», porque es la primera vez que existe un riesgo real de que la ciudadanía de un país de la UE desobedezca y revoque una orden de los «mercados». Entonces, ¿por qué la noticia sólo aparece en la página 24 de la última edición de El País, con una llamada casi invisible en la portada? Pues porque en el «libro de estilo» sobre el tratamiento desinformativo de la crisis económica no hay respuesta, todavía, al desafío político que el referéndum griego significa. Por el momento están desconcertados. Pero no sólo ellos.
El referéndum constituye también un reto incierto, pero también una brecha prometedora en el muro de la Troika (FMI+BCE+UE), para el movimiento de resistencia en Grecia; y también para toda esa convergencia de movimientos y aspiraciones internacionales que se vienen llamando «los indignados» (un nombre que hay que leer con lenguaje inclusivo, sabiendo que es un movimiento de mujeres y de hombres).

3. No hay que darle ningún mérito a Papandreu, un político «socialista» servil y cobarde, responsable de la situación catastrófica en que se encuentra su país. Ha convocado el referéndum porque no puede gobernar frente al rechazo activo de la mayoría de la población griega. Y ha convocado el referéndum para ganarlo. No es un desafío a la Troika; es un desafío al movimiento de resistencia que desde hace cerca de dos años está luchando con una determinación admirable, sin tirar la toalla pese a todos los golpes durísimos recibidos. Un duelo a muerte, en sentido político: si ganara el , sería un golpe terrible para el movimiento. Y puede ganar.
Por eso ha empezado ya la riada de amenazas anunciando el apocalipsis si gana el no. En los gabinetes de comunicación de Papandreu alguien debe estar ya traduciendo al griego la pregunta con la Felipe González nos derrotó en el referéndum sobre la OTAN de 1986: «¿Quién gobernará el no?»

4. Por más inciertos que sean sus resultados, y pese a todos los riesgos que conlleva, la convocatoria del referéndum es una victoria del movimiento de resistencia en Grecia. Esta victoria muestra la compleja relación entre la política de las calles y la política de las instituciones.
Las instituciones políticas griegas en su conjunto han sido el enemigo del movimiento, pese a que a su frente había un gobierno «de izquierdas» y a que en el Parlamento había una presencia notable de diputados a la izquierda del PASOK. Ha sido la calle, y sólo la calle, la que ha protagonizado la resistencia a los golpes sucesivos del poder. Pero ahora, la calle va a tener que lucha en un terreno institucional como es un referéndum decisorio.
El referéndum decisorio es el instrumento democrático que queda en la crisis de legitimidad de los regimenes parlamentarios, pero es un instrumento muy manipulable en manos del que formula la pregunta, especialmente cuando no tiene enfrente a un candidato alternativo al poder.
Un candidato que no tiene por qué ser un partido, ni una coalición de partidos. Más aún no existe ni en Grecia, ni en ningún otro país de la UE, ninguna fuerza política de estas características que pueda representar una alternativa, lo que exigiría un reconocimiento como tal por parte del movimiento de resistencia.
Pienso que ese tipo de alternativas pertenece al pasado y que ahora hay que inventar formas nuevas de articulación socio-política. Es un desafío desmesurado lograrlo en unas pocas semanas en Grecia, donde por otra parte el sectarismo existente a la izquierda del PASOK es mayor incluso que sufrimos por aquí,. En todo caso, la victoria del no sería la mejor opción para acercarse a ese objetivo.
Sin duda, si gana el no, habrá una crisis muy grave en Grecia. Pero es  la mejor opción para el pueblo griego y los pueblos europeos, la que abre mejores posibilidades para fortalecer la movilización en un escenario de derrota de las élites.

5. Las luchas del pueblo griego no han encontrado en Europa la solidaridad que merecen; incluso, no hace tanto tiempo de que un dirigente de CC OO utilizara a Grecia como ejemplo de la «inutilidad» de las huelgas generales. Ahora hace falta algo más que solidaridad, algo que podríamos llamar una «solidaridad egoísta».
Porque no se trata solamente de apoyar la lucha por el no en Grecia. Se trata de comprender lo que nos jugamos en esa lucha. 

El sistema, es decir, esa articulación de poderes económicos, políticos y mediáticos que gobierna el mundo, tiene pánico a un posible contagio europeo del referéndum griego. «Es como pedirle la opinión a un niño de dos años sobre una medicina amarga que tiene que tomar», se ha atrevido a decir uno de esos tertulianos que comen del pesebre de los que mandan. Hay muchos «niños» en Europa que ya saben que esa medicina es venenosa.
No es tanto que los gobernantes tengan miedo de perder los referendos: recordemos que si bien la mayoría de la población española era favorable a un referéndum sobre la reforma constitucional del consenso bipartidista PSOE-PP, las encuestas indicaban que, de convocarse el referéndum, el sí obtendría una amplia mayoría.
Tienen miedo a dar cauce a que se introduzcan mecanismos de «democracia directa», aún tan deformados y manipulables como los referendos, en el juego institucional. Le aterra todo lo que puede favorecer la expresión política de la calle, cuando la calle está movilizada, como lo está aquí desde el 15-M. En ese terreno de luchan, temen con razón que más tarde o mas temprano perderán.

6. Así que ante el referéndum griego deberíamos considerarnos como «votantes en el exterior», y votar de la única manera que podemos hacerlo que es mostrando con fuerza nuestro apoyo al pueblo griego.
Un no sostenido desde abajo puede ganar. Y si gana, habremos aprendido una lección importante sobre lo que tenemos que hacer.

Miguel Romero es editor de VIENTO SUR

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