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Ecuador: derroche de soberanía

Fuentes: Alai-amlatina

Mientras a escala subregional se consolida el liderazgo bolivariano de Hugo Chávez, el aymara Evo Morales jura su mandato en la sagrada Tiwanaku convocando a los pueblos latinoamericanos a «enterrar el Estado colonial y doblar el brazo al imperio» y, en Perú, el nacionalista Ollanta Humala se coloca a la cabeza de las preferencias electorales, […]

Mientras a escala subregional se consolida el liderazgo bolivariano de Hugo Chávez, el aymara Evo Morales jura su mandato en la sagrada Tiwanaku convocando a los pueblos latinoamericanos a «enterrar el Estado colonial y doblar el brazo al imperio» y, en Perú, el nacionalista Ollanta Humala se coloca a la cabeza de las preferencias electorales, Alfredo Palacio apuesta a la «globocolonización» por partida doble. Revisemos algunos tozudos hechos.

A órdenes del eje Washington-Bogotá

Las jornadas del Abril «Forajido» que culminaron con la defenestraciòn y fuga de Lucio Gutiérrez, aparte de cuestionar la política promonopólica del Coronel y sus «Mauricios» Pozo y Yépez, tuvieron como fermento la iracunda crítica a su «diplomacia arrodillada» frente a la Casa Blanca y el Palacio de Nariño, al punto que su sucesor, el vicepresidente Palacio, inauguró su gestión tipificando al Plan Colombia/Plan Patriota como a un «problema de los colombianos».

Congruente con ese viraje en las relaciones externas, el premier Mauricio Gándara informó de la intención gubernamental de revisar el acuerdo de cesión de la Base de Manta al Pentágono, en tanto que el canciller Antonio Parra Gil, ratificó esa postura nacionalista- «forajida» declarando la neutralidad ecuatoriana frente a la guerra civil del vecino norteño, impugnando el desdoroso rol de «yunque» asignado a las Fuerzas Armadas compatriotas por el recién lanzado Plan Patriota, rechazando la catalogación de las FARC como organización «terrorista», negando la inmunidad a las tropas y mercenarios norteamericanos por crímenes y actos de corrupción que pudiesen cometer en estas latitudes y anticipando que enjuiciaría a Bogotá en tribunales internacionales por las fumigaciones fronterizas con glifosato.

A las presiones de los guerreristas George W. Bush y Álvaro Uribe en contra del «canciller de la dignidad», pronto se sumó una campaña interna promovida por los nostálgicos de Patricio Zuquilanda (el folklórico canciller de las «grandes ligas»). En el Congreso, comandó la ofensiva el Partido Social Cristiano, tienda acaudillada por León Febres, titular de un régimen sicario en los años 80.

El relevo de Parra por Francisco Carrión se cumplió en nombre de la «moderación» y el «pragmatismo», viejos argumentos del rastacuerismo criollo, y llegó precedido de la destitución del ministro Gándara, decidida por el Ejecutivo para viabilizar acuerdos con el Parlamento en orden a impulsar una parodia de «refundación de la República» que nunca llegó a concretarse.

Después de la salida de Parra Gil, Gutiérrez II no se ha dado abasto en sus concesiones a Washington y Bogotá. Asumiendo como propios conceptos geopolíticos made in USA, como los de la «soberanía cooperativa» y del «nacionalismo excesivo», autorizó operativos de la Policía colombiana para la captura y deportación de reales o supuestos guerrilleros de las FARC y el ELN, incrementó a 14 mil la cifra de efectivos uniformados emplazados en las provincias norteñas, consintió que el Ejército «paisa» incursione en territorio nacional para emprender en operativos contrainsurgentes, dispuso la instalación de una base militar en Imbabura y, contrariando pruebas contundentes sobre los impactos nocivos del glifosato tanto en los seres humanos como en los animales y el medio ambiente, aceptó que los múltiples reclamos de organismos nacionales se diluyeran en los interminables informes técnicos.

De otro lado, denuncias periodísticas recientes dan cuenta de sistemáticas coacciones físicas y psicológicas instrumentadas por las fuerzas castrenses en contra de sus connacionales de Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos, por presunto colaboracionismo con los campesinos del vecino país alzados en armas para combatir a una de las oligarquías más represivas, corruptas y vendepatrias del continente. Al parecer, Carondelet ha puesto en vigor la vieja doctrina militar del «enemigo interno»; es decir, la coartada de Washington para convertir a los ejércitos latinoamericanos (y de otras latitudes) en fuerzas de ocupación de sus respectivos países, ya en nombre de la «cruzada contra las drogas», ya para erradicar el «terrorismo al por menor» (Noam Chomsky). Argumentos en los que, por lo demás, virtualmente nadie cree.

Sin temor a equívoco puede afirmarse que la obsecuencia de Palacio al diktat de Bush y Uribe, lejos de promover una salida negociada a la añeja confrontación armada que asuela a la hermana República, amenaza con la «colombianización» de la política y la economía en el atribulado Ecuador.

TLC: la Base de Manta como mercancía

El Plan Colombia tiene un hermano siamés llamado Tratado de «Libre Comercio» andino-estadounidense. Pues bien, para sorpresa y vergûenza de los 12 millones de ecuatorianos, el canciller Carrión y el jefe negociador de ese TLC, Manuel Chiriboga, acaban de declarar que, para que la superpotencia flexibilice su postura frente a las irrisorias demandas comerciales de Quito, colocarán en el tapete de la ronda final de las negociaciones, a cumplirse en Washington a fines de febrero, la cuestión relativa a la reanudación del convenio de la Base de Manta. Pronunciamiento ovacionado por los líderes empresariales y, sospechosamente, soslayado por nuestra autista «clase política».

Las leyes del mercado parecen no conocer límites y apuntan a arrasar con los últimos rescoldos de pudor del Estado oligárquico dependiente. La soberanía y la seguridad de la nación a cambio del típico y despreciable plato de lentejas, ¿hasta cuando la Patria de Manuela Sáenz y Eloy Alfaro navegará a contracorriente del movimiento integrador y nacionalista defensivo de raíz bolivariana?

– René Báez. Premio Nacional de Economía y miembro de la International Writers Association