El acceso a la educación superior en el país se erige para la juventud como un costoso privilegio. Por una parte, para poder estudiar en una universidad privada se tiene que tener la suficiente solvencia financiera para cubrir con los costos y gastos -que son altos para el presupuesto de una familia salvadoreña con ingreso […]
El acceso a la educación superior en el país se erige para la juventud como un costoso privilegio. Por una parte, para poder estudiar en una universidad privada se tiene que tener la suficiente solvencia financiera para cubrir con los costos y gastos -que son altos para el presupuesto de una familia salvadoreña con ingreso promedio- durante todo el proceso de formación; como alternativa muchos jóvenes deciden trabajar para costearse sus estudios, otra minoría busca ingresar a programas de becas universitarias, el resto se queda sin opciones de estudiar.
Por otra parte, la Universidad de El Salvador (UES), única universidad estatal, que ofrece cuotas mucho más bajas que las universidades privadas -su razón de ser es el beneficio social- no tiene la suficiente capacidad para cubrir la demanda total de nuevos estudiantes que aspiran a ingresar, por ello realiza una prueba de conocimientos como instrumento para seleccionar a los estudiantes mejor formados, prueba que se convierte para muchos jóvenes de escasos recursos económicos en un fuerte obstáculo para continuar una carrera universitaria.
Por cierto, recientemente se dieron a conocer los resultados del examen de admisión de aspirantes a nuevo ingreso a la UES para 2015 y los resultados obtenidos no son, en lo absoluto, favorables para la gran mayoría de aspirantes: aproximadamente 23.154 aspirantes se sometieron al examen, de los cuales sólo el 4% logro aprobarlo y, por tanto, tienen el derecho de ingresar a estudiar a la Universidad; el restante 96% fue reprobado, una parte de ellos -los de mayor puntaje cercano al requerido- tendrán derecho a un nuevo examen, el resto se queda sin opciones de ingresar. Esta masiva reprobación de aspirantes a nuevo ingreso a la UES deja dos importantes mensajes:
a) queda al descubierto la debilidad del sistema educativo en cuanto a la formación de los estudiantes de educación media; un problema que tiene raíces estructurales por la falta de planificación de las funciones estratégicas que tiene el sistema educativo en el desarrollo económico y social y;
b) esta situación se convierte en un componente que viene a socavar la cruel realidad que viven los jóvenes, incentivando la inmigración, el desempleo, la pertenencia a grupos delincuenciales, la frustración personal, entre otros.
El problema se torna cada vez más complejo y no aparece en la agenda de la administración pública como una prioridad a solventar. El problema va mucho más lejos del examen de admisión; aunque la totalidad de aspirantes a nuevo ingreso hubiese aprobado el examen de admisión, las plazas disponibles de nuevo ingreso, según las autoridades universitarias, eran de 10,500; es decir, un 45% de capacidad para dar cobertura a la demanda total. La incapacidad de la infraestructura y el bajo presupuesto destinado a la Universidad son las principales limitantes para suplir las demandas de ingreso, según las autoridades universitarias.
Es urgente que el Estado planifique el sistema educativo en función de las estrategias para el desarrollo económico, social y cultural -nada claras en la actualidad-. Sin duda, en esa transición es perentorio hacer de la educación superior pública, más que una oportunidad, un derecho para los jóvenes. El Estado tiene a la vista pública un problema que es obligatorio tratar: fortalecer el financiamiento para el presupuesto en educación es sólo una parte, garantizar a la juventud una educación de calidad con enfoque alternativo para la convivencia social es otro gran reto, como gran reto es construir un nuevo paradigma de sociedad.
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