I
En el contexto actual de nuestra realidad peruana, se observa una falta de práctica de valores que se ha generalizado e institucionalizado en las diversas esferas de la sociedad. Esta carencia se extiende desde los niveles básicos de educación, como la Inicial, Primaria y Secundaria, y se acentúa aún más en la educación superior. La gravedad de esta crisis se incrementa cuando los futuros profesionales de diversas ramas, especialmente en la carrera docente, no reciben una preparación adecuada acorde a las exigencias de esta nueva sociedad.
Las políticas educativas no están acordes a las exigencias del perfil del educando. Se mantiene un currículo antiguo que, en su diagnóstico, aborda problemáticas que datan de hace una década. Pareciera que, para los expertos en educación, el Currículo Nacional de la Educación Básica Regular (EBR) y los planes de estudio de las universidades e institutos no han considerado la pandemia ni los cambios radicales que el mundo ha experimentado después del COVID-19.
En las últimas décadas, los cursos de ética y los códigos de ética en los colegios profesionales han perdido su significado y se han convertido en meros formalismos. Aunque es cierto que están incluidos en los planes de estudio como cursos de ética, en la práctica, se les considera cursos generales y no se les da prioridad para aplicar la ética y la moral en la profesión. Los colegios profesionales tienen los códigos de ética solo en documentos, y a diario vemos en las noticias cómo profesionales de diversas ramas violan estos códigos, como si tuvieran licencia para infringir las normas de la sociedad.
II
La mercantilización de la educación desde la década de los noventa y los actos de corrupción institucionalizados por la dictadura fujimorista han profundizado la crisis en la educación y corrompido la práctica de valores. El problema fue que el neoliberalismo que se implementó radicalmente para cambiar el modelo económico trajo consigo como efecto el cambio de la mirada de la realidad, ya no filosóficamente, sino más coloquial. Es por eso que en la década de los noventa se eliminaron cursos que permitían al estudiante tener un pensamiento filosófico, crítico y creativo, y se cumplía con la práctica de valores.
Las políticas educativas implementadas en la década de los noventa eran estrictamente para controlar la educación peruana con fines políticos del régimen. Por lo tanto, no se trabajó para articular los diversos planes y enfoques curriculares en todos los niveles, y en la educación superior se permitió el lucro de la educación. Es a partir del 2016 y 2017 que recién se implementa la articulación del currículo nacional para la educación básica regular; en la educación superior, no es sino hasta el año 2014 que se implementa la ley universitaria. En ambos documentos se propugna la práctica de valores explícitamente en la ética y valores morales que deben ser promovidos para una educación de calidad.
Los cursos de ética profesional tienen como fin crear conciencia y fomentar una práctica correcta con ética y moral por parte del estudiante y del futuro profesional. Se implementan en diversas carreras, como en educación ética, en derecho ética legal, en medicina ética médica, etc. Estos cursos deben servir para mejorar la calidad humana, tanto a nivel individual como colectivo.
III
Es necesario un cambio estructural político, económico y social en la sociedad peruana. Un nuevo modelo sería la mejor solución para mejorar la educación y desechar los vicios que nos dejó la implementación del neoliberalismo. Una sociedad que parta de su propia creación, con identidad propia y valores sólidos que permitan a las nuevas generaciones convertirse en individuos capaces de contribuir a la sociedad y romper el círculo vicioso que ha degenerado el modelo actual.
Las políticas educativas deben basarse en nuestra realidad concreta. El currículo nacional y los planes de estudio ya no son adecuados para el nuevo escenario. Deben ser revisados y actualizados tomando como base el colectivismo. Como primera etapa, es urgente una nueva ley de educación y una auténtica ley de reforma universitaria que permita cambiar los vicios y deficiencias que nos ha dejado la política actual en la Educación Básica Regular (EBR) y la educación superior. Además, deben estar articulados desde el nivel inicial hasta el nivel superior.
Lo enseñado en las aulas debe servir como guía tanto para los futuros profesionales como para los profesionales en ejercicio. La formación no debe limitarse a aprobar una determinada área, sino que debe ir más allá de lo académico. Debe enfocarse en la humanización de las personas y en la práctica constante de la ética y la moral, que deben aplicarse en la vida cotidiana en lugar de ser meramente teoría.
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