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Ante un nuevo aniversario del mayo francés

«El 68 es un momento en la historia, una mentalidad, una atmósfera»

Fuentes: Rebelión

Presentación «Del sueño a la vigilia. Estudios en torno a los movimientos de 1968» de Daniel O. De Lucía en el Centro Cultural de la Cooperación (Buenos Aires-Argentina) el 26 de junio 2018.

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L.R.M.: Me presento, soy Lucas Ricci Marchand integro el Departamento de Historia del CCC y trabajo en la cátedra de Historia Argentina y Americana II con Daniel De Lucía. La mesa que nos va a acompañar está integrada por Martín Cremonte, Licenciado en Letras y Dr. en Filosofía, experto en etología y estudios bíblicos. Mario Hernandez, editor del libro, periodista radiofónico, sociólogo y profesor de bachilleratos populares. Y el anfitrión Daniel Omar De Lucía, historiador especializado en Historia Argentina, Latinoamericana y de África. Ha escrito una gran cantidad de libros y prologado otros. Entre ellos Bernardo de Monteagudo, revolución, independencia y confederacionismo;Quebracho Liborio Justo; Pampas y lanzas, la gesta de las tierras y de las vacas y su incidencia en la formación de la conciencia nacional; América en África, sociedades de retorno en África occidental; Entre cabezas y trash. Cine y clases subalternas 1990-2016 y su último libro Del sueño a la vigilia. Estudios en torno a los movimientos de 1968 que nos presenta hoy. 

Una breve reseña: En el presente trabajo nos propusimos estudiar los movimientos que se produjeron en los países del capitalismo central y el llamado “socialismo real” a fines de la década del 60. El ´68 representó un momento caracterizado por la instalación de determinados interrogantes, ideas, sensibilidades y estéticas que se constituyeron en los ordenadores principales de los movimientos de contestación al establishment del mundo capitalista desarrollado y de los regímenes burocráticos del Este.  

También fue un momento caracterizado por el protagonismo de determinados actores sociales y políticos, así como existieron una serie de movimientos del ´68 del mundo desarrollado a ambos lados de la frontera, trazada por la guerra de bloques. También existió un momento del ´68 que se proyectaba desde la periferia hacia el mundo desarrollado. Nunca antes los movimientos sociales del mundo colonial y sub colonial arrojaron tantas influencias y posibilitaron tantas reapropiaciones desde los países centrales. Nunca el mundo pareció estar más cerca de llegar a ser de una vez y para todas, de todo el mundo.  

M.H.: A Daniel lo conozco hace 20 años, en 1998 se incorporó a la redacción de la revista Herramienta y ahí nos conocimos. Compartimos durante 3 años la redacción de la revista y después volvimos a reencontrarnos en la radio. Daniel es uno de los columnistas de mis programas de radio, en temas de historia mundial, latinoamericana y nacional. Produjo en el medio de esa relación lo que yo creo es uno de sus trabajos más importantes, América en África, una obra única desde mi punto de vista, que hemos trabajado mucho en la radio abordando distintos temas de ese libro.  

Luego tuve la satisfacción de que me confiara la edición de Entre cabezas y trash del cual el crítico de cine Héctor Freire señaló: “Creo que en el completísimo corpus de películas seleccionadas y analizadas en esta ocasión son en el fondo un hecho político. Básicamente de reivindicación de la memoria frente a las estrategias de olvido implementadas por el poder”. Este libro lo considero fundamental también para aquellos que les interesa el cine. Que es una faceta que desconocía de Daniel. Y luego Del sueño a la vigilia.  

Martín Cremonte hizo un prólogo que alguno podría considerar excesivamente elogioso, porque habla de que a Daniel no se lo puede encasillar, de una corriente “koselleckiana” de izquierda. Pero indudablemente es otro gran aporte de Daniel. El análisis del movimiento juvenil en Yugoeslavia y del movimiento juvenil del ´68 en Japón y ese cruce con la literatura y el cine japonés, ese capítulo es riquísimo.  

Me quedo con dos cosas del prólogo que escribe Martin, él señala de este movimiento del ´68  el aspecto de la democracia directa y el de la autogestión. Particularmente hoy, que no es un día más, este libro se está presentando un 26 de junio, nada más ni nada menos cuando se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Kosteki y Santillán. Yo creo que estos jóvenes del ´68, sobre todo los jóvenes franceses e italianos que empalmaron con el movimiento real, tienen mucho que ver con esos otros jóvenes, como Maxi y sobre todo como Darío que supieron empalmar con el movimiento real en los años 2001/2. Empalme que tanto nos costó a muchos. Porque cuando hablo de Herramienta digo que hicimos una revista para empalmar con el movimiento real y después resulta que cuando apareció el movimiento real eran todos lúmpenes. Eso también hay que decirlo. Más allá de los aportes que hizo y hace la revista Herramienta. Pero en aquella época las cosas fueron así.  

Aparte de esto, quiero destacar otro elemento, esa juventud del ´68 tiene mucho que ver con lo que hoy está pasando en el Congreso. He hablado con viejas feministas, como Mabel Belucci, la compañera Laura Marrone y otras, que verdaderamente se encuentran sorprendidas de lo que significa el movimiento por el aborto en la juventud, en las jóvenes que desafían al gobierno de la Ciudad ocupando los colegios, inclusive en los colegios privados desafiando a la Iglesia, un movimiento que veremos hasta dónde llega, pero que indudablemente si empalma con otras expresiones sociales y políticas va a dar mucho que hablar.  

Y otra cosa que destaca Daniel en el libro, cómo golpea en aquellos años 60 el Tercer Mundo sobre Europa fundamentalmente y sobre EE UU. Y también yo creo que lo que pasó en aquellos años 2001/2 fue muy parecido. Me acuerdo que Ska-p cuando fue a Zanón dijo: “Los europeos no tenemos nada que enseñarles a los latinoamericanos. Tenemos que aprender de ellos” y de alguna manera creo que eso también sucedió y tiene que ver con esa vinculación entre aquel momento y nuestro 2001/2, el cuestionamiento al neoliberalismo y sus políticas. 

Una última cuestión, corrigiendo este libro, descubro otra faceta de Daniel, así como descubrí el cine, que es su faceta de poeta, que él oculta bajo el seudónimo “El Ángel Exterminador” en el poema “El 68 de Julio”, por Cortázar. El viernes pasado cuando nos encontramos para entregarle los libros y me preguntó de qué iba a hablar hoy, le dije de Darío y Maxi, haciendo la presentación un 26 de junio, de qué otra cosa se puede hablar. Y el sábado me llega “Darío y Maxi” un poema de “El Ángel exterminador”:

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón 

Es un dato que no figura en el diccionario Espasa Calpe  

Ni lo anunciaron las trompetas de los ángeles que forman un coro frente al trono de Dios 

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón  

Las cacerolas de los piquetes se callaron un instante 

Y el padrino del cartel de Lomas anunció que dejaba la banda albiceleste y el sillón 

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón 

Los chicos de un comedor del Gran Buenos Aires le rezan en silencio 

Y entre las casas de cartón la sombra de Lenin 

Con el capote al viento como en el film de Eisenstein 

Y con el índice marcando el horizonte como en la Estación Finlandia 

Les recuerdo una vez más que la ética de hoy será la estética del mañana 

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón 

En el más allá de los rebeldes los recibe el Che 

Que con benévola ironía se refleja en sus remeras  

y les dice que ellos sí supieron lo que significa endurecerse sin perder la ternura 

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón 

Cortázar con su pipa y sus anteojos se sienta en una mesa junto a ellos 

Y les dice que fueron muy realistas porque se animaron a luchar por lo imposible 

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón 

Ahora don Pablo el que se acerca, con su boina y su acento les recuerda que hasta que llegue el día que ellos ya conocieron somos todos hijos del amor y lo llevamos por bandera 

Dos muchachos fueron muertos en un puente llamado Pueyrredón 

Su único delito fue querer tomar por asalto un fragmento del cielo 

Ese cielo medio gris de las tardes de Avellaneda, desplegado con una sábana sucia entre la autopista y el puente 

Se llamaban Darío y Maxi 

Su nombre no figura en el libro de la vida eterna 

Ni en el libro de entrada al reino de los cielos 

Sino en el libro de la vida tal cual es 

En el larguísimo apartado de los que aguardan justicia por una muerte injusta 

Y a los que son el pueblo, con su penosa victoria sobre el pasado y su renacida vocación por ser feliz será capaz de vengar de una vez por todas y para siempre. 

Los jóvenes.  No tenemos que olvidar que también fueron jóvenes los que de alguna manera empalmaron con el movimiento real en los 70. El primer muerto de la dictadura de Onganía fue Santiago Pampillón. A quien siempre recordaba Agustín Tosco. Y fueron jóvenes los que iniciaron todas esas luchas que tienen que ver con el Cordobazo, el Rosariazo y esas grandes gestas. Hoy charlando con el papá de Darío, justamente hablaba de eso, cómo en el Puente Pueyrredón siempre se renueva la juventud. Esos chiquitos que cuando Darío tenía 21 años, subían al Puente con sus mamás y hoy están allí y eso habla también de aquella juventud de los 60, de aquella juventud que queríamos tomar el cielo por asalto.  

Aquí seguimos con las botas puestas y es muy importante este aporte que hace Daniel, que también está con las botas puestas, en este Del sueño a la vigilia. Estudios sobre los movimientos en torno a 1968, porque nos está hablando de esa juventud que hace 50 años quería tomar el cielo por asalto y que en muchos casos supo vincularse al movimiento real, aunque no lo haya logrado. Pero lo seguiremos intentando.  

Por supuesto para mí es una gran satisfacción y un gran honor que Daniel haya confiado en nuestra pequeña editorial para editar sus dos últimos trabajos. Y una lástima que no hayamos podido editar América en África porque creo que ese es probablemente el gran aporte que Daniel hace y que de alguna manera lo lleva a Martín a plantear lo que plantea en el prólogo. Esta idea de que Daniel es inclasificable, que es un “francotirador” y todas esas cuestiones que seguro explicará mejor que yo.  

“No se ensañen con los edificios, nuestro objetivo son las instituciones” 

D.O.D.L.: El 68 es un tema fuerte, se han publicado un montón de cosas, libros, programas, muestras, ciclos cinematográficos, etc. Se lo puede abarcar de muchas maneras diferentes. Yo propongo pensar el 68, que es un tema que hace mucho que trabajo, como un momento. Una categoría que no es tan usada en la historia contemporánea, pensar que el 68 es un momento en la historia, fundamentalmente del mundo desarrollado, en el cual se vio un determinado tipo de movimientos caracterizados por la participación de determinados sujetos sociales y políticos, como adelantaba Mario, por determinadas ideas ejes, determinados cuestionamientos, etc. Una mentalidad, una atmósfera. Eso fue el 68.  

Insisto que un fenómeno centralmente de lo que se llaman países desarrollados, ya sea en el espacio capitalista o en el espacio de regímenes burocráticos o socialismo real, no obstante es un espíritu que recorrió el mundo. Justamente acá podemos ver un poco la relación centro-periferia. El 68 es un momento caracterizado por movimientos sociales protagonizados por determinados movimientos que tienen que ver con lo generacional, lo estudiantil y minorías radicales. Es un momento cultural, intelectual, artístico y político, que rompe las barreras entre ellos y donde circulan algunas ideas eje y se forma una red, lo que se llamó la “nueva izquierda”. 

Red en el sentido de un grupo de gente que en un determinado tiempo y lugar comparten ideas y posiciones y las intercambian. Las ideas eje son rupturistas en el espacio de la izquierda, antiautoritarismo, en relación a las políticas de Estado pero también a las burocracias políticas de los partidos políticos, la idea de la autogestión que en ese momento gozó de una gran publicidad, de una manera indiferenciada es una idea que también circula como novedosa en algunos ámbitos de izquierda con la diferencia que ahora se lo toma con distintas perspectivas mientras que allá era una idea más unitaria, el concepto de la anti jerarquía que está unido a lo anti autoritario, a la idea de que la superación del sistema implicaba no solo la superación de las relaciones de producción que se basan en la explotación sino también el fin de relaciones jerárquicas políticas o sociales.  

Eso se junta con el anti autoritarismo, la autogestión y también con la idea de la democracia directa. Es una idea que se complementa y que se impone fuertemente en las agendas de las izquierdas radicales. Eso fue lo que se llamó la nueva izquierda, que es toda una visión disruptiva de la realidad, en relación a las visiones hegemónicas de la realidad, hegemónicas y solidarias con el sistema; pero también con la llamada izquierda clásica.  

Es un momento que cuestiona a la izquierda clásica, la izquierda integrada al sistema. La socialdemocracia ya hacía mucho tiempo que estaba integrada al sistema, pero se estaba dando una ruptura importante porque los partidos comunistas estaban integrándose cada vez más al sistema. A la vez se cuestionaba el modelo concreto en el poder del socialismo que se estaba dando justamente en los países denominados de “socialismo real”, a los que se cuestionaba por autoritarios o por haber expropiado políticamente a las masas. Estas ideas disruptivas marcan una ruptura. 

Una idea central en cuanto a este tema está en la Carta de la Sorbona, que es uno de los documentos más importantes del mayo del 68, que plantea en un punto de las distintas tesis de la Carta “la revolución burguesa fue una revolución política. La revolución proletaria fue una revolución económica. La nuestra va a ser social”. Acá hay un concepto nuevo, y esto resume el espíritu del 68 en general, la idea de que los cambios tienen que ser integrales, por eso tienen que ser sociales, superando el concepto de democracia en sentido burgués institucional, superando la clásica idea de revolución socialista en el sentido de revolución en cuanto a relaciones de producción. No. Todas las formas de explotación y alienación que existan en el sistema tienen que ser cuestionadas y eso implica los propios modelos alternativos al sistema.  

Este es un concepto clave y es una de las herencias del 68. La revolución tiene que ser social. Dentro del universo del materialismo histórico siempre se considera a la revolución social y económica unidas pero no obstante son dos niveles de realidad y no hay que perderlo de vista. Se puede cambiar lo económico muchas veces, pero no necesariamente producir un cambio en lo social y las experiencias históricas post revolucionarias sobre eso han dejado una serie de enseñanzas e interrogantes.  

Otra idea que es central en esto son los sujetos, es el momento de la juventud, de los movimientos estudiantiles como vanguardia radical, de la juventud en el mundo, que por supuesto es importante y central, pero quizás no lo es tanto. Sin dudas el movimiento estudiantil y juvenil es insoslayable en este momento, hay una atmósfera, hay datos de la realidad que hacen que sea así, justamente es otra de las cosas de las que me ocupo en el libro, el tema generacional; no obstante, siempre fui muy crítico de los enfoques que plantean esto como unilateral desde lo generacional, la juventud como categoría no es uniforme, está atravesada por obvias contradicciones de clase y muchas cosas más. Razón por la cual si bien lo generacional juega un papel importante, y es un momento en el que lo generacional aparece generando determinadas rupturas, implica lo generacional la apropiación de determinados capitales políticos que permiten hacer algunas alianzas que antes no existían, alianzas políticas.  

Si bien lo generacional está acá, nosotros no abonamos una visión de los movimientos del 68 como juvenilistas, con la idea de que la juventud, por la juventud misma, sea revolucionaria. Insisto en que no se puede estudiar el 68 sin el tema estudiantil y juvenil pero tampoco se lo puede ver solamente desde ahí, el tema es mucho más complejo.  

Como hablamos de ideas, redes, sujetos, habría que hablar de experiencias concretas, en ese sentido una cosa que aportan los movimientos del 68 y que analizamos en el libro, es el tema de las primaveras democráticas, no todos los movimientos del 68 tuvieron la misma representatividad, no todos provocaron hechos políticos tan importantes, el más importante indudablemente es el Mayo Francés, una huelga general que volcó estudiantes, obreros, tomas, abarcó a millones de personas. Es sin duda alguna la crisis revolucionaria más seria que se produjo en un país desarrollado luego de la Segunda guerra mundial. Eso es insoslayable. 

Luego tenemos experiencias un poco menos representativas pero muy interesantes como el otoño caliente italiano del 69. No se la menciona pero yo la incluyo como una referencia la primavera portuguesa, con la caída del régimen de Salazar y podríamos mencionar varias más. 

En EE UU y Japón, hay grandes movilizaciones, pero quizás no con la representatividad que mencionamos en los otros casos. El modelo de proceso que aparece, la forma concreta en la que se materializan estos movimientos rupturistas, es la primavera democrática, o sea de abandono del trabajo, la ocupación de los edificios y una idea nueva, la reversión de los discursos que hay en las instituciones que se toman.  

Hay un famoso grafiti del Mayo Francés que dice: “No se ensañen con los edificios, nuestro objetivo son las instituciones”. Se tomaban edificios, sedes sindicales, políticas, fábricas, universidades, pero la idea es que la toma física se tenía que traducir en una inversión de las relaciones de poder, de las prácticas concretas. Y hay un intento de aplicar la autogestión y la democracia política, con más o menos éxito.  

Como sabemos, las experiencias de tomas democráticas han sido leídas de muchas maneras distintas, no lograron formar un movimiento con continuidad. Estamos ante los límites históricos de este movimiento. Sin embargo, como decía Eric Hobsbawm, estas primaveras democráticas son rescatables en el tiempo porque muestran que se puede ensayar, que se pueden pensar las relaciones de poder horizontales o inversas. Yo soy un convencido de la democracia directa, y también viví la experiencia del 2001 que mencionaba Mario. Es un proyecto, la democracia directa en las sociedades modernas no ha pasado de ser un proyecto. No obstante, es un proyecto para ser explorado.  

Soy un convencido que la gran deuda del pensamiento socialista moderno es política, no es social ni económica. Las experiencias del Siglo XX demuestran que se puede construir una sociedad basada en relaciones de producción distintas a las capitalistas. En cambio en el plano político venimos flojos. No se ha logrado generar regímenes políticos que realmente impliquen un cambio en el poder, con democracia directa de abajo, etc.  

Por eso las primaveras del 68 son atesorables desde ese punto de vista. Las primaveras se dieron a los dos lados de la frontera que dividía al mundo en esa época, la frontera de la Guerra fría. No se puede soslayar que estábamos atravesados por la guerra de bloques. En ese sentido las primaveras de los regímenes del Este tienen otras características. Evidentemente si bien están presentes elementos sociales, económicos, si bien todo el trabajo historiográfico que se ha hecho en esos países desde la caída de los regímenes burocráticos lo demuestran, que las condiciones sociales y económicas estaban presentes, hay una dimensión política propia de los regímenes burocráticos que estaban basados en el monopolio de un partido único, en cierto autoritarismo más fuerte que el que podía tener una democracia burguesa. Eso le da a las primaveras, de la cual la más notable es la Primavera de Praga en Checoslovaquia, ese experimento que fue clausurado de manera terrible, le da características diferenciales. 

Tenemos como experiencia de ese tipo el octubre polaco que está poco trabajado por los intelectuales y un proceso específico que yo tomo en el libro que es la primavera de Belgrado, una huelga estudiantil olvidada en Yugoeslavia en 1968, duró una semana, no es un episodio con una dimensión tan grande como la del Mayo Francés ni mucho menos, no obstante fue un momento bisagra en un régimen como el de Tito.  

El régimen de Tito dentro de los regímenes de socialismo real, tenía rasgos diferenciales. Por eso creo que este movimiento que estudio en este trabajo, que creo modestamente haber sacado un poco del olvido, está más cerca de algunas inquietudes de los estudiantes parisinos o italianos de su momento, pero evidentemente no está separado de lo que pasaba en otras partes. Así y todo el régimen de Tito, que fue el de Yugoeslavia, que tuvo el final que ya sabemos, la “Yugoeslavia socialista”, tenía rasgos diferenciales a los regímenes del bloque del Este, por eso también el movimiento juvenil que le quiso contestar, tuvo rasgos diferentes. 

Mencionó también Mario que trabajé el tema de Japón. El tema de la lucha estudiantil en Japón y en Singapur son más conocidas, en su momento dieron mucho que hablar, yo recuerdo siendo un niño ver por la tele a los estudiantes japoneses con cascos y bates de béisbol corriendo a la policía y a las fuerzas de defensa de ese país en movilizaciones muy grandes.  

El caso de Japón, es un tema interesante porque se trata de un país desarrollado también, un país del Estado de bienestar y de todos los mitos de la supuesta opulencia y supuesta maravilla que era el mundo de postguerra, pero con rasgos diferenciales. Es el país del hongo nuclear también, es el país que fue derrotado en la Segunda guerra mundial y luego se convirtió en discípulo aventajado y socio principal del país que lo venció, EE UU. En ese contexto, los imaginarios, los temas políticos que hay en Japón de la nueva izquierda que surge tiene rasgos muy particulares, muy propios de un país con una historia frondosa. En ese sentido le hemos dedicado unas cuantas páginas y lo cruzamos un poco con las sensibilidades, las estéticas, el tema del cine japonés que es una de las grandes cartas de presentación que ha tenido Japón ante el mundo, el Japón moderno. Y también la literatura con la figura de Mishima, un gran intelectual japonés, un hombre de derecha nacionalista pero que llegó a tener alguna convergencia con ese estudiantado radical que había en Japón en 1969/70 que se oponía a la complicidad de Japón con la guerra de Vietnam, a la dependencia neocolonial de Japón con EE UU, etc.  

El otro tema interesante es la mirada occidental sobre Japón, sobre los 60/70 este país que había salido de la guerra nuclear, que había logrado construir grandes transistores, que hacía grandes eventos mundiales como la Feria de Osaka, las Olimpíadas, etc., ese país era muy visto y muy leído desde Occidente. Entonces analizamos una serie de visiones semiológicas, de ese Japón en un mundo donde la imagen y el de los símbolos eran cada vez más importantes, que intentaban ver ese país moderno y tradicional desde miradas solidarias con el sistema y por contraposición de miradas subalternas, y algunas intermedias. En ese sentido Japón arrojaba muchas cosas sobre el mundo; sobre Japón escribieron Lacan, Barthes, Radiguet. Ese mundo moderno y tradicional a la vez que a través de la derrota se había entregado al capitalismo supuestamente como una maravilla.  

Para ver la dimensión de esto pensemos en esa gran leyenda urbana que circula en muchos lugares de habla hispana que es “la huelga a la japonesa”, que es una mentira, no existió nunca, se inspira en una especie de quite de colaboración medio raro que se hizo en una fábrica automotriz, pero el famoso conflicto en el que supuestamente la gente produce más y que emociona a tanta gente anti obrera con esa mentalidad anti reivindicativa es un mito, no existió nunca. Es interesante ver el 68 desde Japón.  

Una cosa sobre Yugoeslavia que me quedó en el tintero, el episodio de la huelga del 68 es casi desconocido, recuerdo que hace años estaba muy interesado en el tema porque un viejo librito, publicado por Centro Editor en 1971 por Oscar Troncoso que era el presidente del Centro Editor, que falleció hace unos años, era una recopilación como las que se hacían en esa época, de lo que eran los movimientos estudiantiles, con pocas referencias, artículos cortos. Pero le dedicaba cinco páginas a lo que pasó en Yugoeslavia, ahí me enteré que existía eso.  

Las consignas eran “Abajo la burguesía roja” y como dato curioso mencionaba que el Mariscal Tito había negociado con los estudiantes y les había hecho concesiones. El trabajo de conseguir más información sobre el tema no fue fácil. Ese movimiento del 68 que criticó por izquierda al régimen de Tito no tiene reivindicadores en la Yugoeslavia actual, que es un país que se destruyó por la guerra entre nacionalidades, el chauvinismo y hoy por hoy es una semi-colonia del capitalismo europeo. Nadie reivindica hoy a los estudiantes del 68, a los que se menciona como unos delirantes, como la Revolución cultural china, en sentido negativo.  

Nos ocupamos de algunos impactos que tuvo en el ámbito argentino, por ejemplo, en el teatro de vanguardia inspirado en las ideas estéticas del 68. Modestamente creo que este es un aporte también. La experiencia de una comuna de actores que se llamó “El centro de Buenos Aires” que existió en el barrio de San Telmo. Gente que estaba motorizada por un español con su pareja argentina y que habían participado del Mayo Francés. Se instalaron acá, hicieron una experiencia en la que vivían en comunidad, pero no en el sentido de ir a fumar un porro, sino como organización autogestionada. Sacaban una serie de publicaciones que estuve rastreando durante años. Y por sobre todas las cosas hicieron una experiencia de cruce de periferia-centro, porque esta gente participó de festivales de teatro de vanguardia que se hicieron en Europa en 1973, volvieron a la Argentina y dieron a conocer una serie de documentos de movimientos radicales italianos y franceses fundamentalmente. Estos documentos los reprodujimos en el libro y son casi desconocidos. Porque fueron revistas artesanales que casi no se vieron.  

El Mayo Francés es para mí un momento bisagra entre dos campos intelectuales, el campo intelectual del estructuralismo y el del post estructuralismo. Es difícil encontrar que un movimiento social haya estado vinculado tan directamente a debates intelectuales. Que sea un movimiento social de las vanguardias. Y por ese lado también hay muchas cosas que hacen a las ideas y a las formas de concebir. Creo que otro aporte que hacemos en el libro es pensar muchas tesis intelectuales que hubo en torno al 68, pensarlas superando ese esquema de tan larga vigencia en el pensamiento occidental que es el tema dialéctico. El viejo concepto hegeliano que toma Marx, pensar por oposición las cosas. A la tesis, la antítesis, pensando que en un momento va a surgir la síntesis.  

Si bien esa idea es un concepto presente en el pensamiento de ese momento se le suma una idea que era diferente, el concepto del giro. No pensar una idea como opuesta a la idea predominante, sino cambiar los términos de la discusión y situarse en otro lugar. En ese sentido pienso en conceptos como el de campo de Bourdieu, la deconstrucción de Derridá, hecho que me hizo notar Martín. El concepto de clase social del marxismo, ideas que son formas de pensar en otros términos, pensar en vez de oponer a la tesis la antítesis, hacer un giro, plantearlo desde otro lado. Es una idea muy presente que tiene que ver con lo que a mi juicio es uno de los grandes ejes intelectuales del 68 que es el concepto de la interdisciplinariedad, la superación de las barreras entre disciplinas, todo eso hace al post estructuralismo. La idea de lo dialógico, lo binario, que se da también en la estética en las ideas de collage, de mezclar todas las artes, se da la Nouvelle Vague en la pintura. El mismo concepto del happening. Un concepto tan fuerte del arte sesentista, del arte de vanguardia está asociado al movimiento real de la política, porque es el acontecimiento. Como también lo eran estas movilizaciones, creaban sus manifestaciones artísticas generando su propio campo simbólico, etc.  

Por último, un aporte que me atrevería a decir es audaz, es el tema de periferia y centro. Insisto en que los principales movimientos del 68 se dieron en el centro del mundo, ya sea desde el lado del capitalismo como del otro lado de la frontera. No obstante, estuvo muy presente todo lo que pasaba en la periferia del mundo. En los 60 desde el mundo central se leía con intensidad todo lo que pasaba en la periferia del mundo, y allí pasaban muchísimas cosas, movimientos de liberación, anticoloniales, la Revolución cultural china y, fundamentalmente, un episodio que es la guerra de Vietnam, como algo que golpeó a la conciencia del mundo, los pequeños, los campesinos venciendo al ejército más poderoso del mundo. La sensación de que todo se podía hacer. Eso explica mucho de la subjetividad que había en ese momento que ha sido vista desde una ingenuidad, cuando se habla de que se pensaba que “todo era posible”, lo que sucede es que los hechos avalaban esta idea.  

En ese sentido estoy convencido de que hay una presión muy fuerte de los hechos de la periferia en los hechos del centro. La periferia del mundo golpeó más fuerte que nunca en ese mundo que era el de la Guerra Fría. La Primera guerra había generado una serie de contradicciones, había pensado el mundo de manera muy binaria y muy marcada, Este/Oeste. Pero luego ese conflicto fue atravesado por el conflicto Norte/Sur. Y atravesado en más de un sentido, porque no solo en Vietnam se estaba combatiendo al imperialismo yanqui, también en el otro lado de la frontera de la Guerra fría se vivían estas contradicciones, el conflicto chino-soviético es parte de eso, la Revolución cubana que no estaba en los planes de nadie también. Que un país pequeño, que de acuerdo a determinados cánones no podía ensayar una experiencia post capitalista lo haya ensayado con éxito y se proyectara en la escena mundial era todo un tema.

Hasta podemos mencionar algo más marginal, que un país como Albania, pequeño, atrasado, campesino, perdido en los Balcanes, se haya logrado poner como modelo de un socialismo purista, ultra igualitarista y eso estuviera presente en muchos lugares del mundo, da una idea de cómo golpeaba esa periferia en el centro del mundo. Insisto, no es un hecho menor que Cuba, Albania y Vietnam desde otro lugar, hayan sido puestos como modelos por el centro del mundo. Un centro del mundo que descubría que tenía periferias adentro, Europa tenía periferias pobres. La Europa pobre, autoritaria, léase Portugal, España, Grecia, exportaban mano de obra a las sociedades más desarrolladas y ahí se demostraba la contradicción que había en ese mundo de bienestar.  

Los propios países “desarrollados” tenían sus contradicciones, en Italia el movimiento de las vanguardias, Uno de los temas que trabajo es el de los inmigrantes en el sur. Los migrantes italianos que iban a vivir a Bélgica, Suiza, y que nunca fueron muy asimilados. Ni hablar de la gente de las colonias en Inglaterra o en Francia, con un racismo que ya estaba preanunciando lo que después iba a ser la intolerancia de la nueva derecha. No está de más tener en cuenta que en los 60 detrás de esta reivindicación del migrante, por otro lado, también algunas voces de la derecha ya hablaban del peligro del mestizaje, del peligro de la barbarie, que después son discursos que van a ganar mucho peso y que hoy son los grandes baldones del mundo desarrollado.  

El hecho que las imágenes buscaran aprehender lo que era el llamado “Tercer Mundo” como arrojando ideas de la contracara del llamado mundo desarrollado. Eso es importantísimo, va desde un trabajo como el “Orfeo Negro” de Sartre, esa teoría del racismo anti racista, va a un cine como el de Pasolini, que filmó Medea, una tragedia griega que la pensó como centro-periferia. Sartre mismo hizo una versión de “Las troyanas”, que también estaba pensada desde ese punto de vista. Pasolini antes de morir dejó una película que se llamó “Apuntes para una izquierda africana”. Son apuntes de una película que no hizo, que intentaba pensar el viejo drama de la […] en África, en la Tanzania moderna. Pensemos en la carta de Rodolfo Walsh, un documento importantísimo de la historia argentina contemporánea, hace alusiones al Tercer Mundo, cuando dice que la dictadura militar está rebajando el nivel de la jornada de trabajo a brutalidades que existen solamente en reductos coloniales. Cuando dice que el FMI tiene recetas que se aplican de manera indistinta a Pakistán o a la Argentina. Con la vigencia que eso tiene. O cuando se dice “fórmulas que crean trabajo en algún lugar y miserias en otro”.  

Yo no comulgo mucho con la idea tercermundista, yo soy socialista, creo en la lucha de los oprimidos. No obstante sí es un concepto que estuvo fuerte y presente.  

Hay una cosa interesante que es el tema del mito, otra cosa que estuvo también en el 68. El pensamiento tiene mitos, y esta es una idea que no es nada occidental. Yo hago la siguiente comparación de cómo se vivía la subjetividad de la lucha de la guerra de Vietnam, la de Argelia; con un escenario del Siglo XIII, cuando se dio la presión de los musulmanes sobre Europa Medieval, surgió un mito que sostenía que a la retaguardia de los musulmanes en Asia había Estados cristianos perdidos. Un personaje que se llamaba Preste Juan, un rey cristiano perdido que podía ser la alianza de los cristianos contra la amenaza musulmana y se mandaban a buscarlo. Terminó siendo una política diplomática del Vaticano frente a los grandes Khanes tártaros. Por supuesto una alianza que no se hizo.  

Tengo la teoría de que en la década del 60, Ho Chi Minh, era en el plano mítico el Preste Juan de estas épocas, que también lo podrían haber sido el Che, Mao Tse Tung, Pierre Mulele que era el gran rebelde guerrillero del Congo. No lo digo en chiste, los mitos hacen a una subjetividad. El occidente estaba buscando un Preste Juan, a la retaguardia del imperialismo, cuáles eran los aliados que podían venir del mundo subdesarrollado. A la vez, también desde el mito, podríamos decir que el Che muerto en la Higuera, podría ser como el Cristo al que se refería Walter Benjamin, el Mesías que iba a venir como vencedor del Anticristo. Como un mesías guerrero. Después que vengan a decir los blancos racionalistas que el mito no mueve. El mito mueve. Y ahí se ve también la proyección de la periferia sobre el mundo.  

Una frase que menciona Lucas en la presentación y que está en el libro, es que efectivamente nunca pareció que el mundo era algo tan unitario, algo tan de todo el mundo. Por eso el concepto de revolución era mundial. Fíjense que se podía concebir la revolución en un sentido mundial, en el sentido en que los países capitalistas centrales el modelo es el de la primavera democrática, en los países del socialismo real la primavera antiburocrática, y en el Tercer Mundo la guerra, el modelo de guerra insurreccional de Vietnam. Lo que decía el Che 1, 2, 3, muchos Vietnam. No sonaba como una frase hueca era algo muy posible porque se estaba dando en la práctica. Esa es la herencia del 68.  

También tomamos el tema generacional haciendo un análisis sociológico, que ha sido tomado desde muchos lados, está quien exalta a la juventud por la juventud misma, hasta quien dice que en el fondo los movimientos estudiantiles eran elitistas, eran pequeños manipuladores que se llevaban detrás de ellos a toda una masa. Esas ideas se apoyan en la trayectoria posterior de muchos de los dirigentes de esa época, que evolucionaron hacia posiciones escépticas y reaccionarias, muy reaccionarias en algunos casos. Eric Hobsbawm dice que se dio el modelo de estudiante radical, funcionario socialdemócrata y luego completamente entregado al sistema. Esto es real, tiene una ecuación empírica en la trayectoria de estos hombres, pero sería muy pobre analizarlo desde ahí.  

Hace muchos años, cuando empecé a estudiar este tema y era estudiante de Historia, en un homenaje un poco ingenuo escribí un artículo sobre el 68 y lo firmé “Dani el Rojo” en homenaje a Daniel Cohn-Bendit. Que ya estaba empezando a pedir perdón por sus pecados de juventud, algunos han hecho cosas peores, más cínico fue Fernando Savater que en alguna polémica en los 80 cuando le preguntaron por la derrota de […] dijo que él se sentía ganador, que no los habían derrotado, porque en el fondo lo que se quería era esto, que cada cual pudiera hacer lo que quisiera y estuviera bien. Por supuesto que esa no es la idea del 68. Es cínica esa idea. Es peor que el que dice que estamos derrotados.  

Hay algunos que viraron a posiciones mucho más jodidas, la corriente de los “nuevos filósofos”, esa corriente formada por gente del 68 que fueron maoístas, se desilusionó de ese modelo y pasaron a una especie de liberalismo rabioso, pero que nunca pudo disimular que alguna vez fue de izquierda. Es una especie de derecha post marxista. Gente que fue chocada por episodios poco rescatables de los movimientos de izquierda, lo que fue la experiencia en Etiopía, Camboya, el post maoísmo.  

Pero indudablemente ha sido una derecha post izquierda que surge en los 70 y que luego se potencia con el tema de la caída del Muro y la mala prensa de las ideas de izquierda en general. Esa loza que la experiencia burocrática ha dejado. Que siendo muy generoso, Martín me atribuye un anti Furet. Furet fue un historiador volcado hacia la derecha que también escribió libros sobre la Revolución francesa, intentando demostrar que todo el concepto revolucionario, no solo ya las revoluciones socialistas, sino hasta la Revolución francesa eran autoritarias, totalitarias y que no aportaron nada, que fueron luchas de pequeñas elites manipuladoras. Lo que se está cuestionando allí no es la revolución socialista sino la propia idea de revolución, de cambio. Gente más importante que yo ha rebatido a Furet, pero modestamente me inscribo en esa línea.  

Edición: Mario Hernandez 

Desgrabación: Ana Laura Xiques