Creo que es necesario ser claros en este punto: la presencia del ministro Iván Canelas en Damasco para apoyar a la dictadura siria de Al Assad es incompatible con valores de una izquierda emancipatoria y remiten a las viejas tesis de la guerra fría: se apoya a un gobierno en función de consideraciones puramente geopolíticas […]
Creo que es necesario ser claros en este punto: la presencia del ministro Iván Canelas en Damasco para apoyar a la dictadura siria de Al Assad es incompatible con valores de una izquierda emancipatoria y remiten a las viejas tesis de la guerra fría: se apoya a un gobierno en función de consideraciones puramente geopolíticas sin preocupación por lo opresivo que pueda ser con su pueblo si su posición es en teoría «antiimperialista».
Sin duda, la presencia de cancilleres y ministros del ALBA en Siria, deja a este bloque de gobiernos latinoamericanos en la vereda de enfrente de la revolución democrática árabe; de los jóvenes, las mujeres y los trabajadores movilizados. Mientras los ministros se reunían con el dictador las balas seguían alcanzando a opositores en las calles.
Sería bueno conocer las fuentes con las que se informaron los enviados del ALBA para sostener que todo es obra de una gran conspiración mediática proimperialista ¿acaso se entrevistaron con más fuentes que los funcionarios de Al Assad algunos de los cuales seguramente pertenecían a la temida Mujabarat -la policía secreta?
El historiador y escritor libanés Fawaz Trabulsi explica que la rebelión siria es básicamente rural. «Existe una relación explosiva entre crecimiento demográfico y desempleo, sobre todo en el campo». ¿Los enviados del ALBA habrán recorrido estas zonas rurales? Seguramente no. Tampoco entrevistaron a Trabulsi, que explica en una entrevista en el diario Jaddaliya -accesible incluso en castellano-: «contrariamente a la retórica de Siria de que es una fuerza antiimperialista (mumana’a) en la región, la economía siria bajo Bashar al-Assad, ha sido neoliberalizada muy rápidamente y de la peor manera posible, con altos niveles de corrupción y control monopolístico. Las industrias productivas que generalmente daban trabajo a los jóvenes han disminuido y la economía se ha transformado en una economía rentista. Sin duda ha habido capas de la burguesía que se han beneficiado, y ha llegado cierto bienestar a segmentos de las clases medias, pero por otro lado ha habido un aumento constante de la pobreza y la marginación de las zonas rurales y del sector agrícola. Es por ello que las regiones más pobres de Siria estuvieron listas para movilizarse de inmediato… los mueve [además] un sentimiento de discriminación contra la mayoritaria población suní. Les mueve un sentimiento de repulsa contra un régimen tremendamente represivo y sanguinario que los humilla».
El Canciller venezolano Nicolás Maduro habló de una gran conspiración mediática. Yo solo escuché una vez a un periodista de la TV siria -justamente entrevistando a Chávez hace unos años-, y con esos pocos minutos que recuerdo el comentario de Maduro no puede generar sino una sonrisa. ¿Habrá mirado el ministro Canelas al menos cinco minutos de televisión en su hotel junto a su traductor? si lo hubiera hecho al menos hubiera matizado sus apreciaciones. Ya sabemos que un viaje no alcanza para ver todo, se ve lo que se quiere (o se tiene) que ver.
Después de la experiencia del socialismo del siglo XX, y de los esfuerzos por pensar un socialismo del siglo XXI -que entre otras cosas debía dejar atrás los vínculos y justificaciones de las experiencias autoritarias- no deja de ser preocupante que el bloque supuestamente más dinámico de la izquierda continental tenga tan pocos reparos en ir a apoyar a una dictadura y a darle la espalda a miles de jóvenes que ponen el cuerpo en su lucha contra la tiranía, por la dignidad y la libertad. Y contra un régimen en el cual, como explica un alto oficial militar a Le Monde Diplomatique, el partido, la burocracia estatal y el ejército están hoy subordinados a los servicios de inteligencia.
Pero lamentablemente una parte de la izquierda sigue teniendo una atracción psicopolítica por los dictadores que asusta, especialmente a quienes somos de izquierda, no pensamos que los regímenes del bloque boliviariano sean dictaduras y apoyamos las reformas en marcha. No me gustó ver a nuestro ministro ni la bandera boliviana bajo la foto del dictador sirio. Y por si acaso, como decía Rafo Puente, yo tampoco me pasé a la oposición.