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El avance de los pueblos y la contraofensiva del imperialismo

Fuentes: Rebelión

¿Por qué decimos que hay un avance de los pueblos y cómo lo podemos caracterizar? El rol del Estado ha sido el eje central para el avance de los pueblos Podríamos identificar entre las contradicciones principales por las que se define el contexto político de América Latina durante los últimos 20 años, a dos en […]

¿Por qué decimos que hay un avance de los pueblos y cómo lo podemos caracterizar?

El rol del Estado ha sido el eje central para el avance de los pueblos

Podríamos identificar entre las contradicciones principales por las que se define el contexto político de América Latina durante los últimos 20 años, a dos en particular. La primera es generada por el neoliberalismo y enfrenta fundamentalmente dos visiones sobre el rol del Estado. Por un lado, un Estado colocado al mismo nivel o incluso por debajo de la persona, ya sea natural o jurídica. En los hechos, no es un Estado al mismo nivel de cualquier persona sino de ciertas personas. Ello dio lugar en los años 90 a conceptualizaciones tales como, «la superación del Estado Nación» y otra mas acertada como fue transnacionalización de la economía. Es la concepción propia del liberalismo y del neoliberalismo que en nombre de la libertad de las personas consagra en la practica, una desigualdad éticamente reprobable, convirtiendo la noción de libertad en un paradigma ajeno a la mayoría de la población que no goza de las libertades garantizadas por el ordenamiento jurídico y que asocia libertad a la ausencia de dictadura, en circunstancias que lo contrario a una dictadura es una democracia. De lo que se trata es producir, por mandato de esta libertad, una mínima intervención estatal en la vida de la sociedad para así asegurar que los procesos de acumulación de capital sean definidos íntegramente por quienes detentan el poder que no son necesariamente aquellos que están en el gobierno sino los dueños de esos procesos de acumulación.

Podríamos sintetizar esta visión de Estado expuesto con una pregunta. ¿Durante los años 80 y 90, las políticas económicas se definieron soberanamente en cada país de América Latina o, en cambio en el Fondo Monetario Internacional y las instituciones financieras interamericanas donde coludían «en libertad» los grandes capitales nacionales con los extranjeros? Claramente las políticas económicas aplicadas por los gobiernos se enmarcaron en una visión de Estado a favor del capital trasnacional creando una enorme desigualdad y desprotección social a lo largo y ancho del continente.

Las nefastas consecuencias para millones de latinoamericanos de la aplicación del modelo neoliberal desató la necesidad de elaborar políticas que pudiesen enfrentarse a estas consecuencias. Muchos gobiernos recurrieron a la represión y el Estado se fue crecientemente militarizando llegando a los extremos odiosos como el que tenemos hoy en Colombia: Un Estado intervenido y dominado por sectores oligárquicos coludidos con los sectores mas militaristas de Estados Unidos, que han llevado a la practica la guerra sucia mas costosa en vidas humanas de la que podemos tener memoria bajo el argumento de impedir el trafico de drogas cuyos resultados no son escasos, sino inexistentes, sirviendo únicamente para promover la violencia que ahora se ahondara con la presencia de bases militares estadounidenses. En otros países, la resistencia fue menor y sencillamente el neoliberalismo se adueñó de los Estados, como en Chile, Bolivia, Argentina, donde los Tratados de Libre Comercio y la mansedumbre de Gonzalo Sanchez de Lozada, Menem y Lagos convirtieron esos Estados en meros títeres de las necesidades económicas del gran capital transnacional.

El Estado neoliberal v/s un Estado democrático y popular

Lo anterior significó un deterioro del Estado a manos de un rol subsidiario. Vale aclarar que no es lo mismo un Estado que subsidia a aquel que posee rol subsidiario, lo cual quiere decir que el Estado interviene en todo aquello que el privado no quiera o no pueda realizar. El Estado ahí, actúa de forma subsidiaria, de donde obtiene su nombre. Esta visión, en los años 80 y 90 predominante, se confrontó con aquella donde el Estado interviene en función del interés nacional y no se coloca debajo de ninguna persona. Esta disputa entre visiones de Estado ha provocado dos efectos de nuestro interés acá.

  1. La socialdemocracia latinoamericana ha adherido a la visión del Estado neoliberal abandonando la visión keynesiana que fundamentó el Capitalismo de Estado. El debate en torno a sí los partidos social demócratas son o no de izquierda es un tanto estéril por cuanto elude caracterizar los rasgos actuales de la política socialdemócrata. Su abandono del keynesianismo explica por qué en América Latina se habla del muy difuso término de progresismo por cuanto apareció un espacio político muy amplio de promotores de un Estado con vocación pública desde el marxismo al keynesianismo, ambos enemigos del neoliberalismo declarado así por sus propios autores, lo cual generó la posibilidad de producir instancias de convergencia entre defensores de un rol estatal democrático y nacional cuya expresión mas nítida ha sido nivel social y menos entre partidos políticos. Los puntos de convergencia entre visiones keynesianas y marxistas – con incorporaciones importantes en la evolución del pensamiento de ambas doctrinas – hoy es palpable y define la posición política de varios gobiernos en la región. Por ello, anclarse dogmáticamente sería un craso error por cuanto la línea que uno logra divisar en el devenir inmediato, implica que es necesario impulsar la derrota del neoliberalismo. Conservar visiones asentadas en viejas rencillas políticas y no dando cuenta lo que acabamos de señalar, lleva muchas veces a descalificar o no dimensionar adecuadamente el valor de las políticas en Argentina o Brasil, por ejemplo. Puesto en otros términos mas complejos pero reales: la línea del futuro inmediato del progreso está dado por la distancia del que se está del neoliberalismo y no lo cercano que se pueda estar de un socialismo del siglo XXI, sin perjuicio de admitir que ello puede variar en los próximos años en algunos países.
  1. El segundo efecto, en alguna medida relacionada con el anterior, es que este debate sobre Estado ha abierto la discusión sobre el carácter de la democracia. La razón no resulta siempre evidente e incluso, algunos autores señalan, erróneamente a nuestro juicio, que existiría una suerte de democracia neoliberal, lo cual resulta falaz por cuanto con esa lógica habría que admitir igualmente la existencia de una democracia keynesiana y además, coloca el neoliberalismo a nivel de un paradigma de participación o de sistema político. El Estado neoliberal obligatoriamente es centralizado, con una democracia representativa sumamente restringida y tutelada. Su naturaleza excluyente se deriva no de un enunciado crítico nuestro, sino de su propia concepción de libertad acotada a las elites. Una sociedad democrática para el neoliberalismo, implica desplegar – a lo menos – una acción del Estado educador, de carácter republicano que no se condice con sus propios requerimientos. En consecuencia, democracia y neoliberalismo son antónimos.

Antes de pasar al siguiente tema, es importante contestarse la siguiente pregunta ¿Por qué razón habría que considerar un Estado fuerte, un avance para los pueblos? La pregunta tiene una enorme validez y aun cuando no pretendo agotar ahora el tema, debemos puntualizar que no existe una relación de determinación teórica. Es decir, el Estado fuerte de por si, no es un avance de los pueblos. Lo que hemos señalado es una consideración práctica. Un Estado dominado por el capital transnacional y sustentado filosóficamente en asegurar las libertades de unos pocos, como el neoliberal, es la razón de fondo que explica la desigualdad en la distribución del ingreso y la mercantilización de la sociedad y sus negativas secuelas. Hoy un Estado más fuerte pero enfocado hacia el desarrollo nacional y democrático, es un avance. Hay compañeros minimizan esto y no consideran hechos trascendentales la creación de Asambleas Constituyentes, la nacionalización de algunas empresas estratégicas o la constitución del ALBA. Los consideran meros logros a lo más, dificultando con ese tipo de planteamiento, la defensa así como la crítica acertada a los procesos por cuanto no están apropiados ideológicamente del carácter de la contradicción que vivimos y, en consecuencia, no valoran ciertos cambios como estructurales restándole valor y sentido histórico. Así, en el marco del dominio neoliberal que vivimos, son ejemplos de cambios estructurales, el adueñarse de empresas y áreas estratégicas de la economía haciéndose de recursos fundamentales para distribuir de forma mas justa la riqueza producida por el trabajo de millones posibilitando educación, salud, alimentación y vivienda para ciudadanos que antes, solo soñaba con ejercer sus derechos. Eso no puede ser visto como mero hecho.

Esta tendencia a minimizar, no da cuenta de la envergadura de la transformación social en curso, valorando como concesión aquellos logros conquistados con la lucha. No es trata de conformismo, sino de calibrar los avances en términos prácticos, no con la vara de los manuales.

Hay otros rasgos de este avance de los pueblos que corresponde caracterizar, sin ahondar en todos ellos aunque vale la pena al menos mencionarlos. Sabemos que hay un sujeto social nuevo y es interesante observar en nuestro continente la integración definitiva de los pueblos originarios a la lucha por la superación del neoliberalismo, así como una relativa disminución del papel del movimiento sindicalizado. Digo relativa porque en países como Brasil y Argentina es sumamente relevante, pero su expresión no es homogéneo y no hegemoniza la conducción política de esos procesos. Y por ultimo, con respecto a los sujetos, hay una clara desideologización de los mismos pero no así, despolitización. Puesto de otra manera, los enfoques teóricos son menos rígidos, dotando a los movimientos de mucha flexibilidad sin renunciar a la actividad política ni menos aun, a la obtención del poder.

Otro rasgo es lo diferenciado del rumbo entre países. No quisiéramos caer en clasificaciones que a veces no representan la realidad, pero evidentemente existen diferencias entre los procesos desde la perspectiva de su orientación general siendo los más nombrados Venezuela y Brasil. Nos parece necesario sin embargo, resaltar que una parte de esas diferencias, tiene su origen en el rol que juega Brasil en la comunicad internacional y no estriba tanto en la diferencia de orientación. Es decir, Brasil aspira a jugar un rol que Venezuela no desea, ni puede por razones económicas. Es preferible y mas cercano a la realidad, en nuestra óptica, afirmar mas bien que estamos ante un proceso diferenciado en contenido, un proceso no uniforme lo cual, además, no tiene por qué ser considerado como algo negativo sino todo lo contrario. La riqueza de la diversidad y la unidad de lo diferente deben ser factores de fortaleza y no debilidad.

La conquista del gobierno con el voto en el camino hacia el poder

Otro rasgo relevante de este avance y su caracterización, es ponderar el impacto que produce el que el nuevo escenario en América Latina sea resultado del posicionamiento político logrado en las urnas con el voto con lo cual se puso fin, a través de los hechos, a la compleja discusión entre la vía pacifica y la armada. Tal distinción no contribuyó a la claridad necesaria en torno a las formas de lucha y el protagonismo del pueblo y ahora partimos de la premisa que ninguna victoria electoral es posible sin la movilización y acción popular. La violencia en nuestro continente la ha puesto, y la sigue poniendo, el imperialismo estadounidense por cuanto es su naturaleza y tal como nos recuerda la historia de la rana que es socorrido por un escorpión que luego la pica, no puede actuar en contra de su naturaleza. Cuando las organizaciones populares han recurrido a las armas, ha sido resultado del cierre de otra expresión de lucha por parte de las fuerzas reaccionarias y retrogradas, no por apología a la violencia. En consecuencia, las luchas políticas se manifiestan de múltiples maneras, solo que en el último decenio, el énfasis se ha puesto desde lo electoral por las condiciones objetivas y lo concreto es que se ha avanzado con transformaciones sociales, económicas y políticas jamás vistas, acumulando grandes fuerzas a favor de los pueblos, lo cual tampoco es una apología a las elecciones.

Lo anterior deviene en varias consideraciones:

Primero, los logros electorales han sido abrumadores. Mas de 50% en todos los casos, incluyendo recientemente Uruguay y Bolivia. La legitimidad que ello otorga a los procesos de cambios es indudable así como indudable es la necesidad de profundizar los cambios. Le da, en definitiva, un piso político ético que legitima y los hace incuestionables del punto de vista de la simpatía popular. Es un punto a favor en la correlación de fuerzas.

En segundo lugar, las victorias electorales se hacen inicialmente de acuerdo a la institucionalidad vigente. Ello implica aceptar unas reglas del juego que abre un periodo de tensión política en donde las fuerzas de la reacción han tendido a argumentar que las fuerzas del cambio actúan al margen de la ley mientras que éstas empujan la legalidad a su mayor límite. En varios países, el resultado ha sido adoptar caminos de Asambleas Constituyentes cuya conquista es un cambio estructural en la democratización. Valdría la pena señalar que en esos casos, claramente esa modificación de la institucionalidad permitió al proceso de cambio avanzar aunque está por verse si ese avance le permiten a esos pueblos fortalecerse. Lo señalo por cuanto aun en Bolivia, la lucha de clases está aún en una fase aguda, a pesar de las numerosas derrotas de la reacción, la que ha utilizado la democracia conquistada por el pueblo para provocar la división. Es decir, democratizar la nación le permite a las fuerzas de cambio avanzar más y debemos estar atentos a que ese avance también sea mejor.

Al inicio de la exposición señalábamos que existían dos contradicciones que permitían identificar y caracterizar el periodo por el que atraviesa América Latina. La primera, en torno al rol del Estado generado por el neoliberalismo. Como conclusión, en nuestro criterio, lo que corresponde oponer al neoliberalismo es el desarrollo sustentable y nacional para poder despejar esa contradicción en su formato de solución hacia el fortalecimiento del avance de los pueblos.

La dicotomía dependencia v/s independencia como eje de la contradicción alineado/no alineado con el imperialismo estadounidense

Al inicio de este texto, hablábamos de dos contradicciones que definían el contexto político de los últimos 20 años. La primera en torno al neoliberalismo. La segunda contradicción es la posición frente a la política imperialista. Hay quienes se identifican con ella, afectando con ello, la independencia y soberanía de nuestras naciones y hay quienes se oponen o más bien, sostienen posiciones independientes y soberanas que en los hechos, los aleja de la dominación del Departamento de Estado y su visión panamericanista. Esta consideración permite situar por ejemplo, a Brasil en una dimensión radicalmente nueva donde su pretensión de asumir un liderazgo regional está asociado a la interés brasileño de ser una potencia mundial, pretensión que corresponde meditar y a nuestro juicio, apoyar. De ello se desprende que la contradicción se da desde la perspectiva del interés nacional decidida de forma soberana, así sea que dicho interés nacional represente alguna combinación de intereses entre clases. Se trata entonces de medir cuanta autonomía tienen los gobiernos frente a Estados Unidos. En la práctica, ello se ha traducido en que algunos objetivos tienden a no coincidir, como por ejemplo, frente al G20 y las políticas proteccionistas o la democratización y reforma de Naciones Unidas.

En virtud de lo anterior, convendría ahondar en los tipos y números de contradicciones que la dicotomía genera para enfrentar escenarios políticos dinámicos por cuanto un análisis político mas acabado obliga a reconocer el papel que varios gobiernos de la región intentan jugar frente a las distintas Administraciones de la Casa Blanca y no cabe duda que el periodo que vivimos ha sido el de mayor distanciamiento de ellas. Por vez primera, varios países han roto los lazos de dependencia y este rasgo caracteriza el avance de los pueblos. Cuando los investigadores de la CEPAL profundizaron en las razones del insuficiente desarrollo en América Latina en los años cincuenta y plantearon la teoría de la dependencia, estaban hablando explícitamente de la economía, pero implícitamente de la negación de la independencia. Y aquí existe una relación relevante de destacar. En un mundo globalizado e interdependiente, la relación económica con Estados Unidos podría pasar de ser dependiente a independiente pero este transito no determinará cuán soberano es ese país. Es decir, no se trata de disolver o anular las relaciones económicas sino afirmar el hecho que no sean condicionadas o determinadas por nadie estableciendo así, el principio de igualdad en las relaciones económicas donde la asimetría es resuelta fortaleciendo la independencia y el interés nacional. Esto es lo que hace verdaderamente interesante la posición política que tienen varios países de Latinoamérica hoy y ha colocado a Estados Unidos ante una muy difícil situación. Puesto de otra forma, varios gobiernos han utilizado sus recursos naturales capitalizando el alza de sus precios para consolidar sus posiciones políticas sin renunciar a las relaciones económicas con Estados Unidos y con ello, no ahondan la dependencia. Esos mismos países, han denunciado el doble rasero de la política comercial de Estados Unidos y de los países desarrollados con gran éxito, contribuyendo a debilitar la hegemonía económica norteamericana. No está derrotada, pero eso no habría sido posible hace tan solo 15 años cuando nos enfrentábamos al ALCA que hoy es solo un recuerdo.

Pasando al segundo tema del titulo, debemos abordar la siguiente pregunta ¿Por qué decimos que hay una contra ofensiva del imperialismo y cómo la podemos caracterizar?

Lo que ya hemos expuesto, nos sirve de antecedente para abordar esta reflexión.

En la historia de las relaciones interamericanas, siendo objetivos y apegados a los hechos, hemos estado determinados por décadas por la segunda contradicción que señalábamos recién y hemos política e históricamente transitado por periodos de flujo y reflujo del movimiento popular en su relación con el imperialismo. No ha existido, como rasgo, un avance progresivo, desde una perspectiva histórica de plazos de entre 10 a 20 años. Mas bien, podemos constatar que existe un efecto pendular, lo que Luís Suárez Salazar, destacado académico cubano llama un movimiento de interrelación entre reforma y contra reforma, revolución y contrarrevolución. En estricto sentido dialéctico, apreciamos a las claras que a cada acción, existe una reacción y así, una cadena de hechos concatenados y mutuamente dependientes.

La contra ofensiva imperialista como respuesta al avance de los pueblos

Estados Unidos ha ejercido su dominio definiendo el tipo de desarrollo, dependencia y democracia de los países latinoamericanos y, en las últimas décadas, ese dominio ha sido utilizado para aplicar el neoliberalismo. Sin embargo, puede seguir intentando dominar sin que exista neoliberalismo toda vez que el factor central de la dominación es la existencia de una cesión de soberanía a su favor. De esta manera, ante el progresivo avance electoral y político de las fuerzas anti neoliberales con tendencia anti imperialista, es evidente que debíamos esperar una reacción. Por lo anterior, en el año 2006, en un evento en el que participamos en La Habana, sostuvimos la necesidad de anticipar eventuales reveses y planteamos la tesis de la sobrevivencia ante la posibilidad de experimentar regresiones en los avances e incluso eventuales derrotas políticas o electorales. Enumeramos en ese entonces, algunas respuestas de orden estratégico, intentando diseñar propuestas que permitieran hacer frente a estas regresiones y que pudiera mantener articulado el movimiento popular. Resulta relevante resaltar que, de lo que se trata, es evitar ser consumido y neutralizados por los traspiés siendo inmovilizados como resultado de perder la iniciativa política estratégica. Mantenemos esa convicción.

Por casi una década, la Casa Blanca, sumida en una cuestionada campaña anti terrorista, no fue capaz de articular respuestas estratégicas a la irrupción electoral de las fuerzas populares. Esbozó distintos intentos, fraguó Golpes de Estado amparado en una lógica agresiva, ajenos al clima que se vivía y no contaban con el respaldo necesario para coronar el objetivo de derrocar los gobiernos legítima y legalmente constituidos. Fue victima de la perdida de la iniciativa política estratégica y sus sucesivas incursiones eran neutralizadas por un vigoroso movimiento popular ayudado por la escasa capacidad política de articular respuestas desde la reacción.

El Golpe de Estado en Honduras marca un punto de inflexión a esa capacidad. A diferencia de anteriores intentos de ejecutar lo mismo durante la década que acaba de concluir, éste se caracterizó por una actitud decidida que no pudo ser desarticulada ni derrotada políticamente y fue apoyado por el Partido Republicano en Estados Unidos valiéndose de la imagen benevolente de Barack Obama -que tampoco hizo nada- muy contrario a la deteriorada imagen y credibilidad de Bush. Así, este segmento civil oligárquico, pese al asedio y asilamiento internacional, mantuvo el poder de facto, evitando la violencia a los ya tradicionales Golpes de Estado, logrando anotar una victoria notable a su favor de las fuerzas conservadoras y reaccionarias. Ello no significa que nuevos intentos sean igualmente diseñados. Es más, nos asiste la convicción que vendrán y serán más cruentos de no existir una capacidad real de defender los avances.

La Comuna de París y la experiencia chilena de la Unidad Popular, demuestran que es más difícil mantener el poder que conquistarlo. En ello, creemos que resulta determinante dimensionar adecuadamente y con sentido histórico, los avances que el proceso logra acumular. Como dijimos, minimizar éstos, debilita el sentido ulterior del progreso histórico. Alcanzar el equilibrio preciso entre avanzar y consolidar sigue siendo escurridizo para las fuerzas populares a veces atrapadas en discusiones bizantinas.

Los partidos de la derecha con el imperialismo, ya pusieron en marcha una respuesta estratégica y, en esta dinámica pendular a la que hicimos mención, a los avances populares de hoy se les ha opuesto una contraofensiva. Las fuerzas conservadoras y de la reacción han acusado recibido de los avances y han comenzado con mucha fuerza su campaña para recuperar los espacios perdidos. Intentan, con el apoyo de Estados Unidos y los países desarrollados, recuperar la iniciativa política y arrebatarle a las fuerzas populares la conducción y el poder en la región. No se habían coordinado hacia esta finalidad hasta ahora, sin embargo, desde el año pasado están concentrados en ellos. Chile, Argentina y Brasil son países en donde preferentemente desarrollarán empeños electorales por apreciar que en ellos, esa alternativa es posible bajo el falso pero poderoso argumento de la alternancia en el poder. En Bolivia y en Paraguay, su apreciación es que la salida ha de ser al estilo Honduras y el reconocimiento político eventual que gobiernos de derecha puedan dar a esos Golpes (de ganar en Chile, Argentina y Brasil) podría consolidar para ellos la contra ofe3nsiva y su posicionamiento a efecto de poder acabar con Venezuela y Cuba de forma definitiva.

Debido a estas consideraciones, nos permitimos pensar en la necesidad de reforzar algunos planteamientos en torno a la coyuntura política. Solo nos referiremos a dos.

Primero, fortalecer la integración de los pueblos y de los gobiernos sigue siendo central. Mantener los esfuerzos de unidad y convergencia, sobre todo del punto de vista económico, que aseguren a los países latinoamericanos y en particular a sus empresas pequeñas y medianas, un rol activo en la economía y en la creación de empleo, así como traspasar al Estado las áreas estratégicas de la economía actualmente en manos de transnacionales, es un empeño medular. Fortalecer la democracia y la defensa del actual sistema democrático a través de continuas declaraciones y ejercicios democráticos, es vital. También como parte del esfuerzo de integración, la solidaridad y la amistad, el fomento de valores comunes como la identidad originaria, la educación de los pueblos y la cultura latinoamericana son parte de esa agenda. Profundizar los lazos, continuar con las declaraciones, concretizar los proyectos de intercambio, apoyar financieramente al desarrollo, compartir monedas, reducir aranceles de forma bilateral, aplicar convenios de reconocimiento de estudios, intercambiar experiencias de todo tipo, etc. siguen siendo temas a profundizar. Las alianzas militares deben ser parte de esa agenda, y no se deben excluir acuerdos que fomenten los intercambios, fiscalizaciones, ejercicios conjuntos, compartir información, Tratados de reducción de armas, etc.

En segundo lugar, resulta de todo determinante asumir el desarrollo sustentable como modelo de desarrollo para nuestros países. Se ha evidenciado en el ultimo periodo, en particular tras la reciente Cumbre de Copenhagen, que en los países ricos no existe una verdadera voluntad de abordar el calentamiento climático de forma justa y transparente y la explicación de ello radica en que el desarrollo sustentable es en el fondo, incompatible con el modelo de acumulación capitalista, al menos en las actuales circunstancias. Además, asumir el desarrollo sustentable implica modificar la asimetría de las relaciones internacionales, lo cual no forma parte de su interesada agenda. No vacilaron en gastar millones de millones de dólares en salvar su economía y ahora burocratizan la inversión en modificar los efectos del cambio climático. Las naciones latinoamericanas pueden tomar posturas unitarias. Existen posibilidades objetivas de convergencia importantes entre nuestros países desde la unidad para cristalizar esfuerzos relevantes de impacto mundial. Acuerdos energéticos, acuerdos regionales de disminución de CO2, protocolos de tratamiento, certificaciones, financiamientos para el desarrollo del mar, limitaciones para la sobre explotación de los recursos naturales, etc. Son líneas de acción donde América Latina tiene una sensibilidad importante y no existen razones por las cuales esperar foros mundiales para tomar medidas unilaterales a nivel regional.

En síntesis, la última palabra no está dicha. Sin perjuicio de los positivos pasos dado por América Latina, la contra ofensiva imperialista está en curso y lo central es no perder la iniciativa política. Es nuestra responsabilidad mantener la unidad, sostener la lucha y estar atentos para defender lo logrado y consolidar nuestras fuerzas.

Carlos Arrue. Master en Relaciones Internacionales. Comisión de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Chile.

Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.