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El blindaje regional

Fuentes: Debate

Cuando en setiembre de 2008 el banco de inversión Lehman Brothers quebró y la debacle económica que había comenzado en el sector de hipotecas de alto riesgo de los Estados Unidos estalló en pedazos, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) era poco más que un anhelo. La Argentina y Brasil intentaron capear la recesión que […]

Cuando en setiembre de 2008 el banco de inversión Lehman Brothers quebró y la debacle económica que había comenzado en el sector de hipotecas de alto riesgo de los Estados Unidos estalló en pedazos, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) era poco más que un anhelo. La Argentina y Brasil intentaron capear la recesión que se avecinaba, con una activa participación en el Grupo de los 20, junto con las potencias tradicionales, China y otros. Hoy, la nueva fase de la crisis encuentra a la Unasur consolidada y con una ambición clara: que América del Sur soporte y reaccione ante los cimbronazos financieros y comerciales en bloque.

Esto quedó plasmado en las últimas semanas. El viernes 12 tuvo lugar en Buenos Aires la primera reunión del Consejo de Economía y Finanzas de Suramérica, compuesto por los ministros de Economía y presidentes de bancos centrales de los doce países que forman la Unasur. Presidido por el ministro argentino de Economía, Amado Boudou, el Consejo resolvió consensuar un plan de acción para enfrentar la crisis, que será evaluado en sesenta días en la Cumbre de Presidentes, en Paraguay.

Los responsables de la política económica de la región emitieron una declaración de seis puntos. Acordaron impulsar el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), o algún instrumento similar, para responder ante ataques especulativos contra algún país de la Unasur; fomentar el uso de monedas regionales para el intercambio comercial intrarregional para desdolarizar las economías; analizar sistemas regionales de compensación y unidad de cuenta para despegarse del dólar; acelerar la formación del Banco del Sur; fortalecer la Corporación Andina de Fomento (CAF), e incentivar el comercio intrabloque, «contemplando las asimetrías».

La cumbre

El 28 de julio, días después de que el pánico financiero volviera a Europa y mientras Estados Unidos evitaba un default con un ajuste que trajo polémica y no despejó dudas sobre su futuro económico, ministros de Economía y presidentes de bancos centrales de la Unasur se reunieron en Lima, Perú. El encuentro había sido pedido por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ante la posible cesación de pagos de Estados Unidos. Fue la primera vez que los países dejaron de lado sus alineamientos económicos (Chile, Colombia, Perú, por un lado, y Venezuela, Ecuador, Bolivia, por otro, por ejemplo) para pensar en conjunto medidas de integración y defensa mutua.

Según la secretaria general de la Unasur, la colombiana María Emma Mejía, los miembros deben «responder como grupo subregional fiscalmente, un grupo que tiene mucho que mostrarle al mundo, que aprendió de sus lecciones en crisis pasadas».

Los funcionarios salieron de allí con el compromiso de actuar de forma coordinada. Se propusieron avanzar sobre tres puntos: la maximización del comercio intrarregional para compensar la probable menor demanda mundial, la adopción de medidas para proteger a los países de ataques especulativos y la ampliación del financiamiento dentro del bloque.

Esas intenciones fueron discutidas a fondo la semana siguiente en Buenos Aires, donde quedó inaugurado el Consejo Suramericano de Economía y Finanzas. Las discusiones técnicas fueron extensas y arduas, contaron a Debate fuentes de distintos países que participaron de ellas. La elaboración de los documentos, que serían rubricados por los funcionarios de primera línea, se demoró más de la cuenta, «para no dejar ninguna posición fuera», contó una fuente diplomática de un país vecino. Había que incluir tanto a quienes reclamaban eliminar barreras comerciales como a aquellos que hacían hincapié en la defensa financiera de la región y los que impulsaban la desdolarización del comercio. Pero ningún país pateó el tablero. Prevaleció la intención de actuar de forma coordinada.

Boudou fue el encargado de llevar la voz argentina a la reunión: la intención de profundizar el intercambio comercial en la región para suplir, en parte, una caída en los precios internacionales de las exportaciones y la menor demanda que acarreará la probable recesión en Europa y Estados Unidos. «Se buscará avanzar en el direccionamiento del comercio interregional, que está en el 20 por ciento del total de las transacciones, porque Sudamérica será uno de los motores de la economía», afirmó el jefe del Palacio de Hacienda, antes de la firma del documento final.

Luego del encuentro en Buenos Aires, Boudou abundó: «El fondo de la cuestión es trabajar en la integración productiva. Tenemos una experiencia muy exitosa junto con Brasil en la industria automotriz. Estoy convencido de que con el acercamiento de más países de la Unasur vamos a poder integrar cadenas productivas, que significa redireccionar el comercio dentro de Suramérica».

El funcionario impulsó aquí el comercio en monedas locales para desdolarizar el intercambio en la región. La Argentina y Brasil establecieron, hace dos años, el Sistema de Pago en Monedas Locales (SML), por el cual empresas de ambas naciones comercian en pesos y reales. No es algo que se haya expandido con fuerza: sólo el 8 por ciento del creciente comercio bilateral se efectúa mediante el SML. Pero se expande año a año. En paralelo, países andinos implementan el «Sucre», por el cual efectúan su intercambio en monedas locales. La Unasur acordó que Venezuela y Uruguay conformarán una comisión para analizar la expansión de estos mecanismos a la región. «Los países de la Unasur comercian entre ellos por 120.000 millones de dólares y eliminar el dólar de esas tratativas favorecerá la acumulación de reservas», argumentó Boudou.

Otra idea fuerte que se trató en la cumbre fue la de idear mecanismos para combatir ataques especulativos contra las monedas de los miembros de la Unasur. Brasil y aquellas naciones de economías abiertas -como Perú y Colombia- fueron los principales impulsores de este debate. Los países se comprometieron a estudiar una ampliación del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), que componen Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela y cuenta con unos 1.000 millones de dólares.

«Vamos a conversar sobre el ingreso de nuevos países al FLAR, como la Argentina o Brasil, para que aumente el poder de su fuego», anticipó el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega. El viceministro de Economía argentino, Roberto Feletti, agregó: «La región tiene más de 500.000 millones de dólares de reservas. Por lo tanto, los bancos centrales tienen fuerte capacidad de intervención frente a movimientos especulativos». Brasil sólo posee reservas por 350.000 millones de dólares.

Pero la conformación del nuevo FLAR no será sencilla en el corto plazo, admitió Mantega, quien insistió con implementar en tanto mecanismos de «swaps» de monedas, como los que usa Asia desde 2010 como protección anticrisis. Por eso, el documento final dejó abierta la posibilidad de instrumentar un fondo alternativo.

Las líneas de financiamiento también tendrán un rol importante en la respuesta coordinada a la crisis que quiere la Unasur. Los funcionarios coincidieron en fortalecer la Corporación Andina de Fomento (CAF) y en acelerar las aprobaciones parlamentarias requeridas para crear el Banco del Sur -en la Argentina, tiene media sanción del Senado-.

Globales o regionales

En 2008, la Unasur era una ambición. Para entrar en vigencia, necesitaba la aprobación de nueve Parlamentos. Eso ocurrió el 11 de marzo de 2011. Sus doce miembros son Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. Los países vienen trabajando en medidas económicas desde hace tres años. Feletti es el presidente del Grupo de Trabajo de Integración Financiera que necesitó de once reuniones, con la de Buenos Aires, para dar lugar al Consejo de Economía y Finanzas.

La heterogeneidad de las políticas económicas de los países impidió resoluciones puntuales instantáneas. Pero, como dijo el canciller venezolano Nicolás Maduro, «es la primera vez en 200 años de historia que Sudamérica se reúne para hablar de economía. Es un hecho histórico. En otra época, el FMI ya hubiera llegado con sus programas de ajuste. Estamos rompiendo las amarras con el neoliberalismo».

El documento del Consejo de Economía será tratado por los presidentes en dos meses. Ante la adopción de políticas de ajuste en Europa y Estados Unidos, la Unasur dejó plasmada una suerte de declaración de principios de lo que pretenden sus miembros: «La crisis financiera iniciada en los países desarrollados continúa sin resolverse. Durante esa debacle, las economías de la Unasur fueron capaces de mantener importantes tasas de crecimiento de la producción y el empleo. Los países deben continuar adoptando las medidas necesarias para fortalecer su desempeño macroeconómico, financiero, social y productivo».

Mirada crítica

La Argentina y Brasil dieron el impulso necesario a la Unasur y dejaron trascender su disconformismo con la forma en que los países desarrollados lidian con la crisis. En los últimos encuentros, lograron incluir en las declaraciones del G20 menciones a la necesidad de proteger el empleo, pero consideran que el organismo no es eficaz en detener la crisis financiera con regulaciones de fondo. Un funcionario de Economía manifestó a la agencia Télam que «el G20 está perdiendo liderazgo político mundial». El gobierno había apostado buena parte de su protagonismo geopolítico a esa organización.

En una entrevista con Página/12, Boudou indicó que Europa y Estados Unidos «están agravando la crisis». Y amplió: «Como no pueden romper la lógica del modelo de valorización financiera, los problemas se agudizan. Muchos actores de la política económica de esos países vienen del sistema financiero. Cuando se pone un énfasis religioso en el tema fiscal, lo que consiguen es profundizar las dificultades. Acá la cuestión es generar capacidad de repago de la deuda y con el ajuste no lo van a conseguir, todo lo contrario».

El brasileño Mantega tuvo opiniones similares. En la reunión constitutiva del Consejo Suramericano de Economía y Finanzas, a puertas cerradas, cargó contra el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). «Así no le sirve a Latinoamérica ni está controlado por latinoamericanos», dijo ante sus pares. Acordaron, como bloque, llevar esa discusión a la asamblea anual del BID.