EL CAMINO TURCO HACIA EUROPABuena parte de los ojos de los diferentes actores turcos estaban observando con inquietud la decisión que adoptase la Unión Europea el día 17, en la reunión del Consejo Europea en Bruselas. La reunión analizaba si Turquía ha cumplido los requisitos impuestos en la cumbre de Copenhague, y de ser así, […]
EL CAMINO TURCO HACIA EUROPA
Buena parte de los ojos de los diferentes actores turcos estaban observando con inquietud la decisión que adoptase la Unión Europea el día 17, en la reunión del Consejo Europea en Bruselas. La reunión analizaba si Turquía ha cumplido los requisitos impuestos en la cumbre de Copenhague, y de ser así, se abrirá la puerta para iniciar las conversaciones de cara al acceso de Turquía al club europeo.
Ese visto bueno debe ser adoptado por unanimidad, es decir, los veinticinco miembros de la Unión Europea (UE) deberán aceptar que se han cumplido los criterios mencionados, y a partir de aquí se abrirá un período de duras negociaciones que durarán al menos una década. Por eso esta reunión de ser fructífera par los intereses turcos, tan sólo será un paso en el largo camino que todavía tiene que recorrer.
Turquía, un país mayoritariamente musulmán, y considerado como puente entre Europa y Asia, ha jugado durante mucho tiempo con su privilegiada posición geoestratégica, lo que le ha llevado a ser un fiel aliado de Estados Unidos en la región, al tiempo que buscaba un mayor acercamiento al proyecto europeo. Así, el estado moderno turco fue uno de los fundadores de las Naciones Unidas, miembro de la OTAN desde 1952, del Consejo de Europa en 1949, entre otros cosas. Sin embargo todo esto no ha sido suficiente para obtener el rango de miembro de pleno derecho en la nueva estructura que se está gestando en Europa. Desde 1963 ha sido un miembro «asociado2 de la UE, y un candidato oficial para la ampliación de la misma desde 1999, sin embargo ha visto cómo otros estados han pasado a formar parte de un club que todavía se resiste a abrir de par en par la puerta para los turcos.
Tras la crisis económica que comenzó en el año 2000 y se agudizó en el 2001, el gobierno turco ha sabido reconducir la situación, y en estos momentos se vive, a pesar de las dificultades, una situación impensable hace unos años. Por otra parte, la inestabilidad política de estos años parece haberse superado también, y el triunfo del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) puede contribuir a enderezar esa posición. A pesar de todo esto todavía quedan fuertes reticencias de cara a la integración turca entre los estados europeos de la UE.
Cara y cruz
Si bien es cierto que la mayoría de los informes oficiales que emergen de la UE apuntan hacia el cumplimiento por parte turca de la mayoría de las reformas exigidas en Copenhague, todavía quedan serios obstáculos por superar. Recientemente, algunas encuestas de importantes medios de comunicación reflejaban la oposición de la opinión pública de al menos cinco estados de la UE al ingreso turco.
El abanico de razones para oponerse a la entrada de Turquía en la UE están en boca de la mayoría de los retractores. El factor demográfico es uno de ellos, en caso de su acceso, Turquía se puede convertir en el estado más numeroso, superando dentro de veinte años a Alemania. También está el geográfico, pues si estratégicamente la posición turca es inmejorable, su participación dentro de la UE ampliaría las fronteras de ésta hasta lugares muy alejados de lo que hoy se considera el centro de la misma, al tiempo que abriría las puertas a las demandas marroquíes o israelitas, lo que en definitiva rompería en pedazos el proyecto europeo según esas mismas fuentes.
Otros prefieren centrarse en las diferencias culturales y religiosas. Este argumento de un posible choque entre dos civilizaciones, la cristiana de Occidente y la musulmana de Turquía, en el fondo no hace sino poner en entredicho la tan cacareada defensa de la multiculturalidad de esos protagonistas. Aspectos como la defensa de los derechos humanos (del pueblo kurdo o de la mujer) también juegan en contra de los intereses turcos, a pesar de las reformas aplicadas en los últimos meses, esta asignatura pendiente está por superar, aunque conocida las dificultades de algunos estados miembros de la UE en este campo, no sería de extrañar que esta barrera se saltase sin mucho problema. Finalmente, el espinoso tema de Chipre también condiciona los deseos de Turquía para llegar a la UE. Los avances en este campo no han estado tampoco exentos de contratiempos.
Y en escenario cercano se adivinan también algunas «nuevas» exigencias hacia Turquía por parte de los gobiernos europeos, como la reciente demanda de Francia para el reconocimiento del genocidio armenio a manos de las tropas del imperio otomano, y todo ello estará sujeto en buena medida a la postura de las opinión publica de esos países que pueden condicionar las decisiones de sus gobiernos.
Muchos flecos
Los deseos de parte de la élite política y económica todavía tienen que sortear las reticencias dentro de su propio país. Si a su favor juega la «lluvia» en formas de ayudas económicas que podrían llegar desde la UE, así como la apertura de un importante mercado, las dudas que intentan utilizar los euroescépticos agrupados en torno a la derecha más reaccionaria del país pueden poner trabas a una incorporación. Estas fuerzas no dudarán en buscar contradicciones entre el gobierno del AKP y los militares, todo ello para desgastar al primero y volver a recuperar ellos el poder que anteriormente controlaban.
Y tampoco conviene olvidarse del tema kurdo, este pueblo está llamado a ser nuevamente olvidado y abandonado por todos. Sus deseos de que Turquía entre en la UE están directamente unidos a la defensa de sus propias demandas, y las recientes imágenes de la policía turca reprimiendo con violencia esos deseos no pueden augurar nada bueno, incluso en el hipotético caso de que Turquía ingrese en el club de los «elegidos».
De momento las reticencias externas se concentran en torno a países como Francia, Holanda, Austria o Suecia, mientras que el estado español, junto a Gran Bretaña, Italia y el gobierno alemán se muestran más abiertos al ingreso. Turquía cuenta con el apoyo de Estados Unidos, quien puede presionar para que países como Polonia y los nuevos socios puedan decantarse también a favor de Turquía.
En el hipotético caso de que Turquía vea cumplidos sus objetivos, la alineación de ésta será variable, según las diferentes divisiones que hoy perduran dentro de la UE. Se enmarcará en el grupo de los países «grandes» frente a los pequeños, en el eje de los pobres frente a los ricos, y entre los partidarios del centralismo ante las propuestas de los federalistas.
Turquía es consciente de todas las dificultades que tiene delante suyo, de ahí que esté esperando la concreción de una fecha para iniciar las negociaciones como su ultimo agarradero. Si la puerta se le cierra, es evidente que estaremos ante una grave crisis para diferentes actores, pero si ésta permanece abierta, los retos a afrontar no serán tampoco de escasa consistencia. Esas conversaciones que seguirían estarían centradas en torno «al proceso de negociación mismo, a Chipre, las reformas que todavía tendría que llevar adelante el gobierno turco, la posibilidad de suspender las negociaciones, la capacidad de veto…». No será un camino nada fácil el que Turquía pretende iniciar hacia la Unión Europea, tal vez nos encontremos en torno al 2015 para cuando la meta turca esté cerca, e incluso para entonces la propia UE habrá variado, con nuevos miembros y con un nuevo contexto internacional.
Con Turquía dentro de la UE, estaría sobre la mesa otro debate interesante, la apropiación por parte de la Unión del concepto de Europa, y dejando fuera de sus «fronteras» a países europeos como Rusia. Pero ese es otro debate dentro de los diferentes caminos que llevan, hasta ahora, a Bruselas.
LOS ESCOLLOS DEL ACUERDO
La aprobación europea para comenzar las negociaciones de cara al posible acceso turco al club europeo supone la culminación de un proceso de reuniones y discusiones entre la Unión Europea y Turquía que se remonta a comienzos de los años sesenta.
Este logro era algo por lo que venían suspirando buena parte de los dirigentes turcos, lograr mantener la puerta abierta para su ingreso, porque más allá de esta lectura, a corto o medio plazo, y sobre todo en base a las condiciones impuestas o que se le impondrán en el futuro, la plena incorporación de Turquía estará todavía en el aire durante bastantes años, y eso en caso de que llegue algún día a materializarse, porque no conviene olvidar que tras esa puerta, además de un importante número de escollos por resolver, también quedan por venir nuevas condiciones o nuevos obstáculos que tal vez no sean tan sencillos de superar para Turquía.
Algunos aspectos estructurales de la sociedad turca pueden jugar en su contra, lo mismo que la compleja red de relaciones que hay establecidas entre los diferentes actores políticos y sociales.
Así, Turquía tiene el mayor número de personas que dependen del sector agrícola, en comparación con cualquier otro estado de la Unión Europea (UE), al mismo tiempo la participación de la mujer en el mercado laboral arroja las cifras más bajas en sa misma tabla comparativa.
En el ámbito político, los problemas que tiene sobre la mesa el actual gobierno turco también son importantes. Algunos dirigentes locales están estudiando fórmulas para lograr mayor poder político, y para ello están solicitando algunas líneas de cierta descentralización. Otra vía de conflicto está en torno al pueblo kurdo. Por un lado las demandas del mismo están siendo rechazadas brutalmente por parte de Ankara, y también está el papel que pueda desempeñar Turquía en el sur del Kurdistán, bajo dominio iraquí hasta la fecha. De todas maneras, y otra vez más en su larga lucha por sobrevivir como pueblo, los kurdos están siendo olvidados por parte de los gobiernos occidentales. La centralidad que estos días ha tomado el caso del genocidio armenio (impulsado en buena manera por los intereses franceses) ha vuelto a esconder u ocultar la realidad kurda, para cuya sociedad en esa coyuntura no se vislumbra un futuro muy optimista.
Finalmente, la lucha contra la corrupción ha obtenido importantes logros, pero al mismo tiempo ha predispuesto contra el gobierno turco a importantes actores, algunos de los cuales no dudarán en utilizar cualquier oportunidad para sabotear los deseos de integración en Europa.
La importancia del acuerdo es innegable, como lo es también que las fuerzas vivas de Turquía estarán analizando con lupa en las próximas semanas. Militares, conservadores, empresarios, reformistas, islamistas entre otros, buscarán sacra partido de la lectura que hagan del mismo, anteponiendo sus propios intereses a los de la sociedad turca, como han venido haciéndolo desde hace décadas. Por eso no es descartable la posibilidad de obstáculos desde dentro de Turquía, por parte sobre todo de alguno de los poderes fácticos mejor instalados en el sistema.
La amplitud del acuerdo actual, que permite a los miembros de la UE incorporar en cualquier momento nuevas condiciones no ha sentado muy bien en alguno círculos turcos, desde los que no se ha dudado en poner en entredicho la autoridad moral de esos estados europeos a la hora de exigir a Turquía algunas demandas que ellos han incumplido a lo largo de la historia, y para ello se remiten a la larga lista de atropellos dirigidos por los estados europeos en las diferentes etapas coloniales, y de estos se salvan muy pocos señalan esas mismas fuentes.
Además, con los discursos divisionistas, sobre todo en temas culturales y religiosos, esos mismos autores afirman que el proclamado multiculturalismo europeo queda hecho añicos a la sombra de determinadas posiciones. Esas llamadas a la Europa cristiana y a sus supuestos valores comunes, no pretende otra cosa que la asimilación del resto de culturas, lejos de las declaraciones integracionistas que se alojan en el discurso de la multiculturalidad.
Los escollos están sobre el terreno, y seguirán apareciendo en los próximos tramos del camino. Todavía falta bastante para que algunos dirigentes europeos disipen sus miedos y dudas en torno al acceso de Turquía. En esa línea están las voces que señalan que esta entrada es la puerta para que el caballo de Troya islamista penetre en el corazón «de la vieja Europa», al tiempo que éste se pueda servir también de las «oleadas de emigrantes turcos» que intentarán acceder al mercado europeo.
Turquía por su parte, además de superar esas reticencias ideológicas, deberá demostrar que los paso reformadores iniciados se complementan con actos, y en este aspecto, al gobierno turco todavía le queda mucho por avanzar, para que sus declaraciones de buenas intenciones tengan su plasmación y constatación real. A la vista de todo ello, la puerta europea de momento permanece abierta para Turquía, pero la dinámica negociadora aprobada permitirá a cualquier miembro de la UE cerrar en cualquier momento, y eso puede encerrar el principal escollo para la culminación definitiva de los deseos turcos de integración en la Unión Europea.