Recomiendo:
0

La ley de inmigración en Italia

El derecho a la vida

Fuentes: Il Manifesto

Traducido para Rebelión por S. Seguí

El parlamento italiano está votando la propuesta de transformar en criminales a los emigrantes en situación irregular. El éxito de la mayoría gubernamental, a las órdenes de su seductor y riquísimo sultán, se da por descontado. El ministro del Interior, Roberto Maroni, gran inspirador de la idea, destaca por su egocentrismo xenófobo y su cinismo intelectualmente miserable a la vez que moralmente deplorable. Es el triunfo, una vez más, de la vacuidad jurídica y la ferocidad social de la idea de seguridad e identidad étnica propia del presidente del Consejo. Berlusconi, como se sabe, ama a su prójimo como a sí mismo, sobre todo cuando se trata de mujeres jóvenes. Ya nada nos puede sorprender en el contexto de la deriva racista y la indigencia intelectual que asola Italia.

El asunto que merece profundizarse es, sin embargo, otro: ¿qué sentido tiene proclamar a los cuatro vientos -como han hecho ya, entre muchos otros, el presidente del Parlamento, Fini, y el romano pontífice- que Italia tiene el deber de respetar el derecho de asilo político de los inmigrantes, en lugar de expulsarlos, tout court, y enviarlos a Libia? ¿Qué sentido tiene pedir a Italia que respete los Convenios de Ginebra, cuando en realidad hace tiempo que nadie los respeta, empezando por las grandes potencias occidentales y el Estado de Israel? ¿Y qué sentido tiene invocar el artículo 10 de la Constitución italiana sobre el derecho de asilo, si es una normativa -otra más- que el Gobierno puede ignorar sin problemas, exactamente como ignora el artículo 11 que obligaría a Italia a no ser cómplice de Estados Unidos en la guerra de agresión contra Afganistán?

También el prestigioso jurista especialista en Derecho Internacional Antonio Cassese, en su artículo publicado en La Repubblica (12.5.2009), lo único que ha sabido hacer es repetir el estribillo del derecho al asilo político, pero después de haber afirmado, erróneamente, que la inmigración clandestina está aumentando a ritmo vertiginoso y que los flujos migratorios inciden seriamente en nuestro mercado laboral. Como se sabe, la presión migratoria hacia los países euromediterráneos está decreciendo. Y también se sabe que cerca del 10% de la riqueza producida en nuestro país es fruto de la actividad de empresarios y trabajadores provenientes de países extracomunitarios, en primer lugar de Marruecos, Albania, Senegal y Túnez.

La cuestión crucial es pues muy diferente, si es cierto que el derecho a la vida es el derecho fundamental que proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Es una verdad difícil de negar, tras la avalancha de retórica utilizada con ocasión del sexagésimo aniversario de la Declaración. Pero entonces, ¿por qué se ignora el derecho a la vida en las normas nacionales e internacionales que atribuyen a los extranjeros el derecho al asilo político? Hay lugares en este planeta donde centenares de miles de personas parten abandonando sus familias, sus afectos, sus tradiciones, su universo simbólico, sus creencias religiosas, sus cantos… Salvo raras excepciones, no lo hacen por ir en busca de las libertades democráticas garantizadas en el asilo político de los países occidentales. Lo hacen porque mueren de hambre.

Se calcula, por ejemplo, que ya alcanzan la cifra de dos millones los emigrantes que, en dirección Sur-Norte, atraviesan los desiertos africanos, entran en Libia por las fronteras de Sudán y Níger y se dirigen a las costas del Mediterráneo. Los desiertos africanos, entre otros los libios, están sembrados de cadáveres, como lo está el fondo del Mediterráneo.

La amplitud del fenómeno migratorio no es sólo consecuencia del carácter despótico de muchos regímenes políticos no occidentales, de sangrientas guerras civiles o de condiciones generales de atraso civil, como nos quieren hacer creer con la retórica del asilo político. Las migraciones están estrechamente vinculadas a la creciente discriminación global entre países ricos y ponentes, por una parte, y países débiles y paupérrimos, por otra.

El 20% más rico de la población mundial dispone de un porcentaje de riqueza más de 160 veces mayor que el destinado al 20% más pobre. Y la diferencia sigue aumentando gracias a las decisiones arbitrarias e incontrolables de sujetos internacionales dotados de gran poder económico-financiero, político y militar. Las causas de la discriminación global son, además de la pobreza, las enfermedades epidémicas, la ausencia de agua potable, la devastación medioambiental, las turbulencias ecológicas y la deuda exterior. El fenómeno es particularmente grave en los países en vías de desarrollo, tal como ha señalado Luciano Gallino: en India, desde 1996 a 2007 se han suicidado 250.000 campesinos, debido a la opresión del hambre y las deudas. Para todos ellos, no ha habido ningún tipo de derecho de asilo ni ha sido necesario patrullar el Mediterráneo.

¿Qué se puede hacer? ¿Qué estrategia es posible adoptar, en particular por parte de la izquierda europea, para lograr la convivencia de los valores de la ciudadanía democrática con la apertura hacia otras culturas y civilizaciones? ¿Cómo hacer del Mediterráneo un espacio de cooperación económica entre Europa y los países árabe-islámicos? ¿Cómo acoger y dar cobijo a los emigrantes, sin explotarlos, discriminarlos o perseguirlos? ¿Cómo controlar los flujos migratorios en presencia de una diferencia abismal y creciente entre el mundo de los ricos y el mundo de los pobres? He aquí los problemas que hemos de hacer frente si queremos que el derecho a la vida no sea una innoble impostura global.

Danilo Zolo (Fiume, 1936) es un distinguido jurista y filósofo del Derecho italiano. Enseña filosofía en la Universidad de Florencia y ha sido profesor asociado en Cambridge, Harvard, Princeton, entre otras. Es fundador del Centro Jura Gentium para el estudio de la filosofía del Derecho Internacional y las políticas globalizadoras. (N. del t.)

S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.

http://www.ilmanifesto.it/il-manifesto/in-edicola/numero/20090514/pagina/01/pezzo/249795/