En el 2014 se llevarán cabo las elecciones presidenciales en El Salvador. La carrera electoral empieza a calentarse; los equipos en competencia dan retoques a sus fórmulas en aras de alistarse para el banderillazo de salida. Los partidos políticos se consolidan para presentarse en buenas condiciones a la competencia; sin embargo hay un actor que […]
En el 2014 se llevarán cabo las elecciones presidenciales en El Salvador. La carrera electoral empieza a calentarse; los equipos en competencia dan retoques a sus fórmulas en aras de alistarse para el banderillazo de salida. Los partidos políticos se consolidan para presentarse en buenas condiciones a la competencia; sin embargo hay un actor que seduce a más de alguno, el cual pintado de sociedad civil, corre sus apuestas a todas las ofertas sin ofrecer nada más que un caudal de votos de los desencantados por la política representativa.
Esta carrera implica una serie de etapas donde quien logre una mayor correlación en el camino podrá garantizarse el triunfo en las elecciones de 2014. Se prevé un «sprint» muy apretado y quien logre hacer crecer sus fuerzas verá reflejado en los resultados el buen manejo del mapa electoral. Es así como la táctica electoral conlleve una dosis de dulce encanto de ese actor multiforme al cual en la medida que avance la agenda electoral irá tomando forma y mostrar su verdadero rostro.
El sistema electoral como dato previo
El sistema electoral salvadoreño para elegir la presidencia funciona a partir de la elección del 50% más uno de los votos válidos. Para ello, las fórmulas presidenciales deben estar adscritas a un partido instituto político. Es decir, que los candidatos deben presentar su afiliación al partido político para poderse inscribir como candidatos.
Para las elecciones presidenciales del año 2009, el FMLN -con un candidato proveniente de fuera quien tuvo que afiliarse para poder correr en las elecciones- obtuvo una victoria de del 51.3% frente a un 49.7% de los partidos de derecha que se aglutinaron alrededor de la fórmula de ARENA. Ese triunfo se logró con una participación del 61% de votos emitidos de un universo de unos 4.3 millones de personas aptas para votar.
Eso supuso, además del triunfo electoral de la izquierda por primera vez en la historia del país, el declive del partido ARENA como principal representante de los intereses de la burguesía. La respuesta no se hizo esperar, frente al desgaste interno y a la cada vez menor aceptación por parte de la población hacia ese partido, la configuración de un movimiento de oposición vino desde las gremiales empresariales en alianza con sectores vinculados a izquierdas menos «radicales», desde sindicatos hasta ONGs, y se configuró un «movimiento ciudadano» bajo la bandera de los «Aliados por la Democracia» como una herramienta «desde la Sociedad Civil», para denunciar la corrupción de la sociedad política y denunciar los «excesos de la partidocracia«. Casualmente ahora que la derecha después de muchos años no estaba en el poder ejecutivo resultó que toda la política (las instituciones) son nidos de corrupción, ahora que el FMLN tiene mayor cuota los espacios de toma de decisión. Noción que caló en mucha de la población desencantada, más por el sistema político que por lo político en sí.
El encanto de la Sociedad Civil
El desencanto por los partidos políticos y por el funcionamiento de las instituciones políticas, solo es tomado como dato previo. Es decir que se toma a la política sin cuestionar ni el tipo de política ni para qué tipo de sociedad. De esta manera la Sociedad Civil y lo privado se contraponen al Estado.
La sociedad civil se presenta como adversario de la sociedad política, o como se denomina de forma aberrada a «la clase política». Es decir que se coloca a las direcciones partidarias y a funcionarios de los poderes gubernamentales como una clase aparte y uniforme mientras que la sociedad política sería en este caso, la pulcra e inmaculada unidad donde cabe el resto de la sociedad (sin distinciones de clase sobre todo).
Partiendo del planteamiento de Enrique Dussel «La corrupción de lo político, el «campo político». Lo público y lo privado [1]«, el contexto actual salvadoreño, se podría estudiar la política como un campo; este «campo» de lo político trasciende más allá de las instituciones del poder estatal resumido en lo que se daría por llamar «la política». En un campo -imaginado algo así como un escenario donde actúan diversos actores que se interrelacionan a partir de intereses que pueden llevarlos a ciertos consensos, disensos o conflictos- se parte desde el punto que lo político es una interrelación, una «intersubjetivacion» de este actuar cuya sede serían las instituciones del Estado; es decir que por ser un «campo político» implica una «relación de poder» donde los actores o sujetos actúan a partir de las condiciones o la ubicación en que se encuentran en esa relación.
A partir de este planteamiento hay una idea central, que tiene que ver con la idea que en esa relación la «sociedad política», es decir, la parte de la sociedad que se encuentra fungiendo roles dentro de las instituciones del Estado, se enfrenta con la «sociedad civil» o sea, la parte de la sociedad que se encuentra «fuera» de las instituciones.
Ese enfrentamiento ha sido el argumento principal, durante mucho tiempo atrás y profundizado en la actualidad, en que la sociedad política vista como una corrupción de lo político, ejerce un rol de dominación, de poder como un ente malvado, y por lo tanto que el poder no interese o alimente los planteamientos de «antipoder». De ahí que se generalice al decir que los «todos políticos son corruptos» y que la sociedad civil es inmaculada por no interesarse en esos asuntos o por no ser, en apariencia, parte de esa corrupción; no obstante como se ha hablado de una relación de poder, tanto la sociedad política como la sociedad civil, serían cómplices de esa corrupción desde el rol de dominadores o detentadores del aparato del Estado, como desde el rol de sumisión o subordinación o separación de la sociedad civil frente a aquellos.
Muchos de los movimientos sociales de la actualidad han tomado el papel de observadores, «críticos» distantes de esa forma de ejercer el poder. Los casos de México y España, son paradigmáticos en ese sentido.
Esa manera de actuar, parte de la idea de que estos sujetos son desvinculados unos de otros, de no tener una relación u origen común y peor aún, de no entender las interacciones entre el campo político y otros campos. Entonces se cae en la generalización de que los sujetos que actúan dentro de un campo son unos totalmente distintos de los que no actúan. Para ejemplo en El Salvador, esta idea se ve reflejada -reitero- al oír de las demandas hacia «los políticos corruptos» «todos son corruptos» y por lo tanto son los enemigos principales de los «no políticos» quienes tendrían que unirse en «Santa Alianza» -indistintamente de su condición socioeconómica- para enfrentar a aquellos que viven del Estado. Se pierde la perspectiva de clase y por lo tanto la lucha de clases deja de ser vigente.
Esto último implica un error práctico puesto que en el Estado actual, existen representantes de la burguesía que también hacen parte de la sociedad civil y de ciertos movimientos sociales y en el que parece que ellos son capaces de tener dos almas o de jugar con máscaras distintas en los diferentes campos como se puede evidenciar de la participación de representantes de la burguesía local tanto en ARENA (Partido Político), ANEP (Gremial empresarial), FUSADES (Instituto de «análisis»); mientras que la clase trabajadora se aísla y juega solo en uno de los campos aquí planteados (lo social). Este modo de actuar en el momento actual no ha hecho sino reforzar el aparato de dominación no solo en el «campo político», sino en otros campos de la realidad. Primero, porque se asume lo político como exclusivo de los funcionarios, segundo porque a nivel movilización no importarían los intereseS de clase siempre que vayan en oposición a una «clase» burocrática y tercero, porque la burguesía lo ha entendido mejor.
La partidaria sociedad civil
Este panorama ha llevado a los partidos políticos -principalmente a los de derecha- a gUiñar un ojo a la «sociedad civil» para generar adeptos no partidarios. En una entrevista reciente, el candidato por ARENA afirmó que la sociedad civil es «la reserva moral de nuestra democracia» [2], al argumentar la decisión de llevar una persona fuera de la institución partidaria como candidato a la vicepresidencia. Así mismo, recientemente se confirmó la candidatura del ex presidente Antonio Saca, desde una alianza denominada UNIDAD, la cual se presenta como la única candidatura no partidaria, aunque es apoyado abiertamente por los partidos GANA, PDC y CN. Mientras el CD busca su propia candidatura a partir de representantes de la sociedad civil.
El FMLN es el único partido que hasta hoy que ha consolidado su fórmula presidencial a partir de reconocidos militantes de ese partido, el cual ha recibido el apoyo de sus naturales aliados que se asumen como movimientos y organizaciones populares, aunque no reflejan la correlación suficiente para ganar las elecciones en primera vuelta, por lo cual tienen que abrirse a otros actores de la sociedad civil y de ahí el proceso dE consulta que se lleva a cabo para elaborar su plataforma de gobierno a través del «Diálogo de país» donde participan representantes de diversos sectores de la sociedad, que no necesariamente refleje la dosis exacta para obtener un triunfo electoral en primera vuelta.
La importancia de las alianzas
No obstante lo anterior, esta sociedad civil es vista como un sujeto homogéneo, entendido como un grupo de la sociedad organizada o no, que en ciertos momentos se aglutina en torno a intereses comunes. Estos sujetos surgen o aparecen a partir de contextos concretos y de interrelaciones que se van configurando en la medida que avanzan o retroceden alrededor de unoS objetivos no siempre claros. Es por ello que consciente o no, la llamada sociedad civil tiene como fin la sociedad política, sea para consensuar, para confrontar o para destruir el ejercicio del poder de la manera en que particularmente se desarrolla. Esto último, por ahora no entra en juego.
Así las cosas, la carrera electoral presenta una competencia cerrada, por lo cual la conformación de alianzas, sobre todo previendo una segunda vuelta, implica ceder a una probable alianza táctica para continuar en avanzada y poder llegar a la meta en primer lugar, que para el caso del FMLN, significa garantizar un segundo período presidencial y la continuación de su programa, aun cediendo a los sortilegios del rol que asuman los desencantados con la política actual.
Notas
[1] Cfr. Enrique Dussel: «20 tesis sobre política».
[2] http://www.laprensagrafica.
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