Hay una crispación que se respira en el ambiente por el supuesto fraude electoral, y todos los recursos institucionales jurídicos son válidos para desenmascarar y confirmar ese fraude.
Pero el fondo del problema, es que el Estado liberal de democracia representativa per se, es un fraude. No es como dice la CN adscrito a los principios que fueran consagrados en el contexto de la Revolución francesa a fines del siglo XVIII, que la soberanía reside en el pueblo (art.3), y que el poder público que reside en el pueblo se expresa a través del sufragio. Esa representación que resulta del sufragio, representa a los poderes fácticos y no al pueblo en general. Siendo así, el poder público reside en los poderes fácticos. Esos poderes fácticos, a través de múltiples mecanismos desde los más sutiles hasta los más brutales, acomodan ese ritual de elecciones, para finalmente ser los que controlarán el país en función de sus intereses. Ya en el siglo XIX, Ferdinand Lasalle publicó un libro llamado “Qué es una Constitución” que aparece como un texto clásico del derecho constitucional. Este señor que no era sino un plagiario de Marx, lo explicó muy bien hace demasiado tiempo.
Dicho esto, podemos afirmar que más allá de la validez de los reclamos, el fraude electoral siempre hubo en Paraguay. Los poderes fácticos siempre tienen los recursos y dispositivos para acomodar el ritual conforme a sus intereses, de manera que en el marco de las reglas de juego acordadas por el “Contrato social” y desde sus ventajas respecto al conjunto de la sociedad, las cosas resultan en base a sus presupuestos. Y hay que tener en cuenta que no sólo en Paraguay hay denuncias de fraude. En las elecciones de 2004 de EEUU, también hubo denuncias de fraude que se habrían producido para que George W, Bush gane las elecciones. Y también en las elecciones del 2020, en que habría habido fraude para favorecer al Partido Demócrata en perjuicio del candidato republicano, D.Trump. EEUU que se presenta como la meca de la democracia republicana moderna, también tiene cuestiones parecidas a la nuestra en sus elecciones. Ese gran cineasta documentalista norteamericano llamado, Michael Moore, dice que para ser senador en EEUU , hay que disponer de por lo menos 10 millones de dólares. ¿Cuántos ciudadanos norteamericanos dispondrán de esa suma?, en un sistema político partidario en que dos partidos alternan en el poder sin dar posibilidad a que líneas políticas alternativas a esos dos partidos, accedan al poder.
Pero no me voy a detener en EEUU para volver a nuestro pago. ¿Cuántos son los paraguayos y paraguayas que disponen de los recursos y la estructura necesaria para acceder a un curul y, ni qué decir, a la presidencia de la República? En nuestro país, que al igual que EEUU, padece de un bipartidismo que parece incurable desde hace más de un siglo y medio, se constituyeron dos partidos que en buena medida funcionan como castas. La casta llamada Asociación Nacional Republicana gobierna el país desde hace 76 años y en la dictadura de Stroessner se convirtió en una potencia imbatible con una infraestructura política que abarca todo el territorio nacional con seccionales y subseccionales esparcidas en todos los rincones del país. Ese partido, como su alterno, el liberal, se constituyeron y se siguen constituyendo en asociaciones políticas representativas de poderes fácticos. El primero (Partido Liberal), de las oligarquías latifundistas que se beneficiaron con la llamada guerra de la Triple Alianza, cuando las fuerzas aliadas con los auspicios del capital británico, se apropiaron de casi todas las tierras del territorio paraguayo, sobreexplotando al pueblo en esos oscuros capítulos de nuestra historia de Economía de enclave de producción de Tanino y yerba, que fueron bien relatados por el gran Rafael Barrett, cuando nos contaba sobre los esclavizados de forma brutal a los llamados mensu.
Los segundos (Partido Colorado) que se hace potencia con el sanguinario dictador, Stroessner, bajo los auspicios de los EEUU en el marco de la llamada Guerra fría que sustentó su política en el clientelismo prebendario llenando las arcas públicas primero con empréstitos externos con aval norteamericano en compensación a su línea rabiosamente anticomunista, y más tarde con la construcción de las represas hidroeléctricas binacionales. En ese ulterior capítulo aparecen nuevos poderes fácticos: contrabandistas, traficantes de toda laya, lavadores etc. Cabe apuntar a propósito, que los grandes apellidos que aparecen en el firmamento como grandes empresarios, hicieron su acumulación originaria en la dictadura de Stroessner.
Entonces, y para no aburrir, cómo piensan los que hoy expresan su legítima indignación por los fraudes, que ese monstruoso aparato o monstruosa estructura que no es sino la representación política de los poderes fácticos del presente, no utilizará todos sus recursos para mantenerse en el poder.
El Partido Colorado desde su poderosa maquinaria, creó verdaderos ingenieros en fraude. Y el fraude no se realiza solamente en las mesas; se realiza mucho antes.
Y lo que cabe agregar, es que la legitimación de las elecciones están dadas por el reconocimiento de eso que se da en llamar “Comunidad Internacional”. Ya el pdte de los EEUU, Joe Biden felicitó a Peña cuando los datos del TREP le dieron ganador, como otros gobernantes de la región. Así también, los observadores tanto de la OEA como los observadores de la Unión Europea, es decir, el poder de occidente, no dijeron ni mu respecto al fraude . Todo este patético espectáculo da cuenta de que EEUU con su parafernalia de las conferencias de prensa de su embajador, no hizo sino una hábil y pícara jugada para ilusionar a los incautos liberales, haciéndoles creer que le estaban dando un espaldarazo para que “el cambio ya llegue”. El interlocutor era ( y hoy se confirma) el candidato colorado, al cual va a tener cortito con su mecanismo extorsivo del “significativamente corrupto” para pasearse y disponer discrecionalmente de nuestro territorio, en una coyuntura global muy convulsa.
El fondo de la cuestión por tanto no está en el fraude electoral que no es sino un síntoma, sino en el Estado liberal de “Democracia representativa”, al cual no cabe sino de calificar, de Estado fraudulento.
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