Traducido del ruso por Josafat S. Comín
Alfreds Petrovich Rubiks, famoso dirigente soviético y del partido, nació en 1935. Es ingeniero de profesión. Sirvió en el ejército, trabajó en su especialidad, fue elegido dirigente del Komsomol letón, primer secretario del CC del Partido Comunista de Letonia y miembro del Politburó del CC del PCUS.
En 1991 fue condenado a 8 años de privación de libertad por defender el Poder Soviético en Letonia. Salió en libertad condicional en 1997. desde 1999 es presidente del Partido Socialista de Letonia y diputado del Parlamento Europeo.
El presidente del Partido Socialista de Letonia responde a las preguntas de nuestro periódico.
– En un periodo relativamente corto de tiempo el Partido Socialista de Letonia ha conseguido un éxito significativo. ¿Dónde reside el secreto?
– Me alegro de haber recibido la invitación de «Pravda» para responder a sus preguntas. Enhorabuena por haber mantenido el nombre del periódico de Lenin. El Partido Socialista de Letonia fue fundado con mi activa participación el 15 de enero de 1994, cuando me encontraba en la cárcel de la Letonia burguesa, condenado a 8 años de privación de libertad por haber defendido el Poder Soviético en la república. El Partido Socialista nace de las ruinas del comunista, prohibido en 1991. El PSL sigue siendo un partido marxista (así lo recogen sus estatutos y programa), un partido internacionalista, el partido del pueblo trabajador.
No puedo decir que al PSL le respalde abiertamente mucha gente. La gente tiene miedo: por algo la propaganda del ideario comunista es equiparada con la propaganda del fascismo y está prohibida por ley. Además el veterano líder del partido ha estado varios años en la cárcel por su actividad política. Pero el programa del partido, sus ideas y objetivos son comprendidos y cercanos para la gente. Ese es al parecer nuestro «secreto».
Pero después de todo, eso sería insuficiente, si el partido no adoptase una táctica acertada, si se cerrase en sí mismo y actuase de forma dogmática, poco creativa. Hace varios años que integramos una coalición de partidos de centro-izquierda, «Centro de la Armonia» (Saskanas Centrs), lo que nos ofrece más posibilidades y nos refuerza. El logro común de la alianza son nuestros éxitos en las campañas electorales. Por ejemplo en las últimas elecciones parlamentarias el «Centro de la Armonía» formado por 5 partidos, obtuvo 29 escaños, de ellos 4 para el PSL, de los 100 que componen el «Saeima» (parlamento). En las elecciones locales en Riga, la alianza logró 26 asientos, 7 de ellos para el PSL, de los 60 escaños. Gracias a ello el candidato por el «Centro de la Armonía», Nil Ushakov, pudo salir elegido alcalde de la capital.
Da la impresión de que Letonia como miembro de la Unión Europea, cada vez más se está convirtiendo en la periferia de Europa, como ya sucediera en la década de los 30 del siglo pasado. ¿Hasta que punto es acertada esta apreciación?
Por desgracia, no es sólo una impresión, es la realidad. En los casi veinte años de la llamada independencia de Letonia ha pasado de ser una república desarrollada de la Unión Soviética -donde como integrante de la misma ofrecía unos indicadores macro y micro económicos superiores al resto-, a convertirse en un país retrasado de la Unión Europea, donde de acuerdo con todos los indicadores, ocupa uno de los últimos lugares. En el 2009 Letonia se declaró insolvente y hubo que pedir préstamos al FMI y a países de la UE, cuyo monto supera un tercio del producto interior bruto del país. El crédito le fue concedido en condiciones leoninas, que no permiten que sea invertido en el sector real de la economía. Solo se puede hablar de «gastar en comida», salvar bancos y tapar agujeros presupuestarios.
En el 2012 hay que comenzar a devolver el crédito, pero el gobierno no tiene planes de cómo hacerlo. De momento el país solo es capaz de hacer frente a los intereses, y eso asumiendo grandes privaciones. El volumen del producto interior bruto no deja de descender; siguen sin alcanzarse los niveles de la época soviética en cuanto a desarrollo de la producción industrial y agrícola. La gente se siente decepcionada y sin perspectivas de mejora en el futuro opta por abandonar el país y marchar a trabajar al extranjero. Pronto toca actualizar el censo y deduzco que sus resultados van a ser muy tristes: el número de habitantes de la república puede caer por debajo de los dos millones, frente a los 2,63 que tenía. Como comparación: en los años de la Gran Guerra patria la población de Letonia disminuyó en 400 mil personas. Es una situación muy dura…
Como es sabido en Letonia existe una categoría de población que son los «no ciudadanos». ¿Cuál es la postura de su partido en esta cuestión?
Además de Letonia los «no ciudadanos» también existen en Estonia y otros países. Sin embargo en un número tan alto -350 mil personas- con respecto a la población total, no se encuentran en ningún sitio.
La postura de nuestro partido no ha variado y viene reflejada en el programa del PSL: la gente que tenía ciudadanía de la URSS y Letonia (como recogían las constituciones de la URSS y de la RSS de Letonia) y que residía en Letonia en el momento de la adopción de la nueva constitución (21 de junio de 1991), deben ser considerados ciudadanos de la República de Letonia, -en caso de que no manifiesten lo contrario-, sin someterse a ningún procedimiento de naturalización.
Los «no ciudadanos» aparecieron en Letonia y Estonia gracias al ex presidente ruso Boris Yeltsin. Incluso los EE.UU. no se apresuraron a reconocer esta propuesta de Letonia. Actualmente esta categoría de población existe con el silencio cómplice y la connivencia de la Unión Europea y de sus comisiones correspondientes; esas que tanto buscan las violaciones de derechos humanos en Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Uzbekistán y demás países, mientras que dentro, en su propia UE, como por ejemplo en Letonia y Estonia, «no los ven».
La condición de «no ciudadano» vulnera los derechos de las personas, incluidos los políticos. Aparte de no poder ejercer una serie de profesiones, tampoco tienen derecho a participar en las elecciones y referéndums.
-En muchos países de Europa hay desatada una campaña anticomunista. ¿Cómo está la situación en Letonia?
En nuestro país todos estos años la campaña anticomunista y antisoviética se ha mantenido. Como ya he mencionado, con la prohibición del Partido Comunista de Letonia, sus antiguos miembros, los que siguen activos después del 13 de enero de 1991, no tienen derecho a presentar sus candidaturas en ningún proceso electoral. El grupo parlamentario «Centro de la Armonía» en el Saeima, en repetidas ocasiones ha presentado un proyecto de ley para derogar esa prohibición, algo que siempre ha rechazado la mayoría gobernante. En dos ocasiones nos hemos dirigido al Tribunal Constitucional, con la petición de suprimir esa prohibición por considerarla anticonstitucional y contraria al derecho internacional, sin que nuestro requerimiento haya sido tomado en consideración. Cierto que en su última resolución, el tribunal reconoce que la prohibición no puede ser indefinida y recomienda al parlamento retomar esta cuestión en breve.
Precisamente bajo el lema de acabar con todo lo soviético y comunista, es que arruinaron la economía de Letonia (una de las más desarrolladas dentro de la URSS). Se cerraron y saquearon grandes fábricas como la de construcción de maquinaria de Riga, la de construcción de vagones de ferrocarril, la de material eléctrico «VEF», la de semiconductores «Alfa», la de electrodomésticos «Radiotécnica», la de fibras textiles en Daugavpils, y decenas de otras fábricas de la industria ligera, aparte de los koljoses y sovjoses.
Decenas de millonarios de la Letonia actual, no son sino símbolos ambulantes de ese saqueo y «patriótica destrucción». Karl Marx estaba en lo cierto cuando dijo que el capital original solo puede ser fruto de la expoliación. Letonia es un ejemplo vivo de esto. Los expertos europeos, financieros y economistas ya determinaron hace diez años, que el estado letón había sido robado. Y seguimos existiendo con esa «marca de fábrica».
Por si fuera poco el gobierno actual aspirar a lavar la cara al fascismo, equiparando el régimen de ocupación de Hitler con el sistema soviético en Letonia. En el libro «Historia de Letonia. Siglo XX», editado en 2005, y que fuera elogiado por la entonces presidenta Vaira Vike-Freiberga, hay un intento de demostrar que el campo de concentración fascista de extermino en Salaspils (Schtallag 350-S) era una «cárcel ampliada y un campo de reeducación».
Los antiguos combatientes de las «Waffen SS» celebran sus fiestas con marchas por Riga, reuniones en los bosques -en los que no es raro encontrar a personalidades de la vida política letona, y reciben subvenciones del estado. Hemos llegado incluso a ver como resulta elegido diputado del Saeima un antiguo legionario de las «Waffen SS» y algunos miembros del partido ultranacionalista «Visu Latvijai», abiertamente antirruso y antisoviético. En Letonia juzgan a un antiguo partisano antifascista como Vasili Makarovich Kónonov. Hay muchos otros factores, que demuestran que sigue en la mesa la carta anticomunista y antirrusa de los juegos políticos y de la formación de la opinión pública.