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El eterno retorno de Berlusconi. Y quién lo hace posible…

Fuentes: Sin Permiso

El ataque a Bersani para que no se presentase ante las Cámaras, el «plan B» con Berlusconi, que vuelve a ser protagonista, siguiendo el guión del Quirinal. Entre una izquierda subalterna y la carencia histórica en Italia de una derecha al menos formalmente democrática, nos deslizamos por una deriva mortal para nuestra frágil democracia. Ni […]

El ataque a Bersani para que no se presentase ante las Cámaras, el «plan B» con Berlusconi, que vuelve a ser protagonista, siguiendo el guión del Quirinal. Entre una izquierda subalterna y la carencia histórica en Italia de una derecha al menos formalmente democrática, nos deslizamos por una deriva mortal para nuestra frágil democracia.

Ni Hollande ni Bersani son revolucionarios ninguno, pero no recuerdo haber asistido a una guerra más violenta que la que se libra contra ellos. Verdadera guerra de clase, tiene razón Gallino: la derecha propietaria al ataque contra todo aquel que no sea neoliberal puro. En Francia, la derrota de Sarkozy se ha visto seguida por una ofensiva patronal durísima, cierres, despidos, deslocalizaciones que han aumentado de golpe un desempleo ya fuerte debida a la crisis: más de tres millones de parados, sin contar otros dos millones de personas que se ven forzadas a trabajillos sin continuidad ni derechos. La gente común, cuyo poder adquisitivo se va diezmando mes a mes, reprochará con mayor aspereza todavía al gobierno socialista no haber mantenido sus promesas. En resumen, fuego a discreción a derecha e izquierda.

En Italia, Pier Luigi Bersani ha sido objeto de una destrucción sistemática por parte del Quirinal [residencia del presidente de la República] y de la prensa, por haberse atrevido a proponer que se verificase en las Cámaras una propuesta de programa, desde luego modesta, pero con la esperanza no infundada de obtener algún voto del ejército de diputados grillinos, que son una «armata Brancaleone» [1] sin programa, entre los cuales se podía encontrar una docena de votos, como se ha encontrado para la presidencia del Senado. El Quirinal no se lo ha permitido, como si fuésemos ya una república presidencial. Bersani no ha aceptado, pero ni siquiera se ha rebelado contra la voluntad del jefe del Estado. Así va avanzando el llamado «plan B», que apunta a reintroducir en el gobierno a un Berlusconi más descarado que nunca: «quiero esto, quiero aquello» inoxidable, persuadido de poder proponer para el gobierno una mayoría de la que sería parte fundamental y para el Quirinal un hombre suyo («Letta [2] o, por qué no, yo mismo»).

No sé cuánto habría durado un gobierno como el propuesto por Bersani, aunque se le hubiera permitido sacárselo a las Cámaras, pero lo que es seguro es que el sentido de la prohibición presidencial estriba en reabrir el camino a una unidad nacional de la que Berlusconi debe ser una parte determinante. De algún modo, el hecho de que Napolitano le haya recibido en el Quirinal después de que el Cavaliere hubiera vomitado sus insolencias dos días antes en Piazza del Popolo, le ha legitimado, políticamente hablando. Y en toda Italia parece haberse exhalado un suspiro de alivio, basta de descalificaciones, quien propone y decide es el voto popular, tesis que en el siglo XX ha dado el poder a las dictaduras fascistas. ¿Por qué Italia no ha querido en absoluto a Bersani? No desde luego, repito, porque tuviera un programa subversivo ni extremista, siquiera antieuropeo, sino bastante vagamente reformista, porque tenía relaciones con Vendola y la FIOM [sindicato del Metal], porque había permitido que en su partido anidaran peligrosos sujetos como Orfini y Fassina [3]. Esto había que bloquearlo.

Ha llegado el momento de dejar de preguntarse cómo es que Berlusconi vuelve a reaparecer en la escena política. Hace falta reconocer que cuando parece del todo abatido, hay siempre una mano a derecha o izquierda que lo saca del pantano en el que se encuentra. Hace falta que nos preguntemos por qué por quinta vez este escenario se repite y si no hay en el país un defecto bastante profundo que permite esa inclinación. Parece evidente la responsabilidad de una izquierda – concretamente del PCI, que había sido en la postguerra la más relevante e interesante de todo Occidente – por no haber examinado las razones del derrumbe del 89, cuando los hijos de Berlinguer se han convertido de golpe a Fukuyama («la Historia ha terminado») con la misma impermeabilidad que habían opuesto a quien, hasta un mes antes, había suscitado alguna crítica al sistema soviético.

Pero, una vez admitida esta debilidad de la izquierda y de los comunistas en particular, es imposible no preguntarse porque Italia parece incapaz, ya históricamente, de dotarse de una derecha al menos democrática, no al borde de la imputación en nombre del código penal. Y esta es una maldición que nos persigue desde la unificación del país y no parece desde luego que los diez «sabios» propuestos desde la Colina [del Quirinal] estén en situación de enfrentarse a sus razones y extirpar las raíces. Derecha e izquierda parecen enfermas en su mismo fundamento cultural y moral; la razón de fondo por la que nos encontramos en la feísima situación de hoy está, evidentemente, aquí; hasta que no se haga seriamente este diagnóstico, no saldremos, ni siquiera cuando no faltan, como hoy, razonables propuestas para bloquear una deriva que parece mortal para nuestra joven y frágil democracia.

NOTAS T.: [1] L´Armata Brancaleone es el título de una legendaria comedia cinematográfica italiana de 1966, dirigida por Mario Monicelli. La expresión se utiliza como en español «el ejército de Pancho Villa» para referirse a una agrupación irregular, caótica o pintoresca. [2] Enrico Letta (1935), uno de los hombres de confianza de Berlusconi, fue candidato de la derecha a la presidencia de la República en la elección de 2006 en la que las Cámaras escogieron a Giorgio Napolitano. [3] Matteo Orfini (1974) y Stefano Fassina (1966), ambos diputados, pertenecen a los llamados «Jóvenes Turcos», una de las corrientes de izquierda del Partido Democrático. Orfini es responsable de Cultura e Información; Fassina, de Economía y Trabajo.

Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

Traducción para www.sinpermiso.info : Lucas Antón

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