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Entrevista al historiador Giaime Pala sobre la situación política italiana (y III)

«El euro es una jaula en la que se produce una lucha de todos contra todos a golpes de devaluación interna y recortes de derechos sociales»

Fuentes: El Viejo Topo

Giaime Pala es un historiador italiano afincado en Barcelona desde hace más de un década y es miembro de los consejos de redacción de las revistas mientras tanto y Segle XX. Revista catalana d’història. Su tesis doctoral, «Teoría, práctica militante y cultura política del PSUC (1968-1977)», fue dirigida por el profesor y filósofo Francisco Fernández Buey.

Letta, Renzi, decía, son dirigentes del Partido Demócrata, una organización que remite en última instancia al PCI. ¿Qué ha pasado? ¿Qué queda de aquel gran partido de la izquierda europea?

Es una pregunta que me han formulado muchas personas en los últimos años. Por supuesto, no es este el lugar para explicar en profundidad la transformación del PCI en el Partido Democrático de la Izquierda, antes, y en el PD, después. Pero creo no alejarme básicamente de la realidad si digo que, una vez que el PCI se transformó en 1990-1991 en un partido socialdemócrata, siguió la trayectoria de todos los partidos europeos pertenecientes a la Internacional Socialista, esto es, asumir progresivamente puntos sustanciales de la concepción neoliberal de la sociedad. Con todo, el actual PD fue incluso más allá: cuando se fundó en 2007, sus líderes lo presentaron como una organización que superaría a la vieja socialdemocracia europea para mirar al modelo estadounidense de «partido líquido», de cuadros, sin una ideología definida y genéricamente «reformista». De ahí que, en su interno, pudieron convivir hasta hace poco socialdemócratas y democristianos, laicistas y católicos conservadores, blairianos y activistas del «tercer sector». En fin, un partido «atrápalo todo».

Si he dicho que estas sensibilidades diferentes pudieron convivir hasta hace poco…

Sí, eso, ¿por qué lo has dicho, ¿por qué hasta hace poco?

Porque Renzi ha prácticamente liquidado las corrientes socialdemócrata (la de Bersani) y democristiana (la de Letta) del PD. Tras tantas derrotas electorales, y dos gobiernos no elegidos democráticamente que no han frenado el declive del país, los militantes y electores del PD han otorgado en las primarias abiertas un poder inmenso a Renzi, convirtiendo al PD en un partido personalista. De hecho, han atado su futuro al político de Florencia: si él fracasa, ellos también habrán fracasado. Y me cuesta imaginar cómo Renzi pueda dar un vuelco a la situación: la UE ya le ha comunicado que deberá seguir con los planes de austeridad previstos; y a partir de 2015, entrará en vigor el Pacto Fiscal por cual el gobierno deberá recortar unos 50.000 millones cada año (durante veinte años).

¡50 mil millones de euros anuales! ¿Dices bien?

Sí, digo bien. Así las cosas, el declive económico y el sufrimiento social están asegurados. Con el añadido de que el gran sueño del muy europeísta PD, es decir, la unión político-fiscal de la eurozona que aliviaría la situación con fuertes transferencias fiscales del norte al sur, ni está ni se le espera.

¡Hombre, como Armada en la Zarzuela el 23-F y con los resultados sabidos! ¿Y la izquierda comunista italiana, muy a tener en cuenta en su día? ¿Dónde está? ¿Qué grupos la representan actualmente? ¿Cuáles son sus propuestas?

La izquierda comunista, y más en general la izquierda transformadora italiana, está en su peor momento desde el nacimiento de la República: fuera del parlamento desde 2008, olvidada por los grandes medios de comunicación y con una militancia menguante y desalentada. Esta es la realidad, mal que pese. Las continuas escisiones y la larga gestión de Fausto Bertinotti, un político seductor que conjugaba la retórica antisistema más sanguínea con una realpolitik parlamentaria de vuelo gallináceo, destrozaron el proyecto de Rifondazione Comunista. Ahora mismo, sólo Sinistra Ecologia e Libertà (una escisión de Rifondazione) tiene diputados en el parlamento, pero sólo porque se alió con el PD en las elecciones de 2013. Y su líder, Nichi Vendola, está empeñado en convencer a los militantes a adherirse al grupo socialista europeo. Esta situación de deterioro se ha notado en la vida política italiana: apenas ha habido una oposición, tanto dentro como fuera de las instituciones públicas, que hablara realmente en nombre de las clases populares. Y, ahora que el gobierno de Renzi aprobará una nueva ley electoral ultramayoritaria, las perspectivas de volver al parlamento en el corto plazo son casi nulas.

Sin embargo, la gran obsesión de los líderes de los partidos de la izquierda radical ha sido la de volver a las instituciones. Y al precio que fuera. En las elecciones de 2013 se presentaron dentro de una coalición liderada por un famoso magistrado antimafia cuyo perfil de izquierdas era más que dudoso. El resultado fue un sonoro fracaso. Ahora, con las elecciones europeas, se repite en parte el esquema: la candidatura de Alexis Tsipras a la presidencia de la CE ha sido monopolizada por seis intelectuales de (o cercanos a) la revista Micromega, quienes han impuesto a los partidos un lema y un símbolo en el que desaparece la palabra «izquierda», que consideran desgastada y superada. Lógicamente, los militantes de los partidos han reaccionado de mala manera ante tamaña imposición.

¡Con toda la lógica del mundo y de la izquierda!

No sé si el carisma del que goza Tsipras en Italia les puede ayudar a ganar votos. Sea como fuere, no es un problema de porcentajes electorales o de tener más o menos diputados, sino de admitir que un ciclo, iniciado con la disolución del PCI en 1991, ha terminado. Y que no ha terminado bien. Hará falta que nadie (se) oculte la verdad: que la izquierda italiana necesita volver a empezar, con paciencia y tesón, un trabajo de reconstrucción ideológico, organizativo y político. Que es preciso volver a militar en los territorios, a discutir con honestidad intelectual y a formarse. Y rehuir de las lógicas electoralistas que han pulverizado a los partidos. Un trabajo molecular que requerirá años y que ciertamente no es entusiasmante, pero que es el único capaz de devolver al país una izquierda robusta y necesaria.

Cambio y no cambio de tercio. Insisto un poco sobre un punto que acabas de señalar. Hay elecciones al Parlamento europeo en breve. ¿Cómo ves la situación italiana? ¿Hay alguna fuerza política que hable de ruptura o de distanciamiento respecto a la actual construcción europea?

Estas son las primeras elecciones europeas en que se habla realmente del futuro de la UE. El grueso de los partidos italianos, empezando por el PD, se presenta con un programa cuyo lema es «Más Europa», es decir, avanzar hacia una unión política y fiscal que aliviaría las tensiones que provoca una moneda única destructiva para Italia. Pero nadie sabe cómo llegar a crearla, dada la posición contraria de Alemania. Por su parte, tanto los de Grillo como los partidos y personalidades de la «lista Tsipras» abogan por la reforma de los tratados europeos y una UE más social. Sólo la Liga Norte, siguiendo el ejemplo de Marie Le Pen en Francia, pide la salida de Italia de la moneda única, rellenando un vacío que, en mi opinión equivocadamente, ha dejado la izquierda en este terreno. 

A ver, a ver. Has dicho: rellenando un vació dejado, «en mi opinión equivocadamente», por la izquierda. Te explicas un poco más por favor. ¿Estás hablando de la salida del euro impulsada o vindicada por la izquierda?

Todos los países del sur, y la misma Francia, deben de salir del euro como medida insuficiente pero necesaria para salir del atolladero en que están metidos. Es más, soy de la opinión de que la pregunta correcta no es si deben salir o no, sino cuándo y cómo, porque el euro realmente existente está destinado a implosionar por insostenible. Tiene razón el economista Costas Lapavitsas cuando afirma que el euro es un proyecto que ya ha fracasado en la medida en que, lejos de impulsar la convergencia económica entre los países del norte y el sur del continente, ha provocado una fuerte divergencia y una inaceptable dinámica política por la que un «centro» (Alemania) impone diktats a una «periferia» (los países del sur).

En realidad, el euro es un marco alemán devaluado, esto es, una moneda demasiado fuerte para los países del sur, y demasiado débil para Alemania. La moneda única, pues, ha permitido a los alemanes solucionar el histórico problema de la apreciación del marco a causa del empuje exportador de sus empresas. Tienen una moneda artificialmente débil que, junto a la devaluación interna impulsada por el gobierno de Schröder (como parte de la «Agenda 2010») y una tasa de inflación inferior, les ha permitido acrecentar su competitividad, acumular unos niveles de superávits enormes (que corresponden a los déficits de las economías del sur) y enjaular el resto de las economías europeas. Cuando alguien dice que un país como Italia, en caso de salida del euro, debería devaluar su nueva moneda un 20% respecto al euro, se refiere a un hecho tan simple como que el euro actual es una moneda, digámoslo así, «equivocada» un 20% respecto a las características de la economía italiana. Y ninguna economía es capaz de recuperarse de una crisis tan profunda con tamaño «hándicap».

Con todo, el problema del euro no atañe a lo estrictamente monetario.

¿Y por qué no?

Junto a la moneda, va todo un «pack» de parámetros económicos neoliberales sobre inflación, deuda y déficit públicos, que no tienen ningún fundamento racional y que impiden cualquier tipo de política anticíclica y de izquierdas. En la práctica, nos encontramos ante una situación en que, con el tipo de cambio fijo, sin poder contar con un Banco Central que garantice la deuda pública, con un nivel de deuda exterior y privada preocupante, y sin ni siquiera la posibilidad de imaginar una política industrial socialmente avanzada y ecológicamente sostenible a causa de la imposición de la «regla de oro», el destino de los trabajadores de los países del sur es terriblemente oscuro.

Hasta ahora, la mayor parte de la izquierda europea se ha negado a tomar en consideración la idea de disolver esta unión monetaria disfuncional y perjudicial para las clases subalternas. El problema es que el proceso de unificación políticofiscal de la eurozona, que sería la única manera para volver sostenible este euro para todos, está completamente estancado y nadie, empezando por el gobierno de Alemania, ha dado señales al respecto. Todo lo contrario: se sigue reforzando el sistema del euro tal y como lo conocemos. Sin embargo, para la izquierda la moneda única sigue siendo un dogma pese a la enorme dificultad que tiene para articular su idea de un «sujeto político europeo». Por poner un ejemplo, no disponemos de una esfera pública europea ni de un solo medio de comunicación común que nos permita elaborar conjuntamente propuestas eficaces para realidades económicas asimétricas. Además, no nos podemos olvidar de que cualquier reforma de los tratados europeos necesita de la aprobación de todos los países de la UE, por lo que bastaría con el veto de un solo gobierno de derecha para bloquear cualquier modificación de los tratados en un sentido progresista.

Por supuesto no se trata de volver al Estado-nación ni de ver la devaluación de la moneda como la panacea de todos nuestros males, sino de recuperar los instrumentos económicos básicos para plantear un modelo productivo de plena ocupación y que encare el problema del declive energético mundial. Por ende, de tener instrumentos que nos ayuden a plantear una política económica favorable a los trabajadores y que sepa -como recomendó Joan Robinson en los años setenta- qué, cómo y por qué producir lo que queremos producir. Y eso, con el euro, es imposible, ya que se trata de una jaula dentro de la cual se produce una inevitable lucha de todos contra todos a golpes de devaluación interna y recortes de derechos sociales. En fin, es menester salir de la moneda única.

¿No estamos algo desnudos en este sendero que señalas?

No, no tanto. Para ello, contamos con propuestas y modelos de salida progresistas y que analizan problemas que preocupan a todos: el control de la inflación, la redenominación en la nueva moneda de las deudas contraídas en euros en el país que sale de la moneda única (Lex Monetae), las medidas para controlar el coste de la energía en la fase de transición de una moneda a otra, etc. Sólo hace falta voluntad política para discutirlas entre todos con vistas a construir una Europa verdaderamente fraternal y ofrecer un futuro de esperanza a los millones de parados y precarios del continente. 

Gracias por estas esperanzadoras palabras. ¿Quieres añadir algo más?

Darte las gracias por invitarme a pensar en todas estas cuestiones y añadir que Italia empezará a recuperarse de la crisis, que no es sólo económica sino también moral e intelectual, el día en que los italianos vuelvan a ejercer plena y sustantivamente el más preciado derecho conquistado en la edad contemporánea: la soberanía popular.

Nota:

[*] La primera y segunda parte de esta entrevista pueden leerse en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184335 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184394

Salvador López Arnal es nieto del obrero cenetista asesinado en el Camp de Bota de Barcelona en mayo de 1939 -delito: «rebelión»- José Arnal Cerezuela

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.