El mismo Tony Blair que después del triunfo del no en Francia y Holanda suspendió el proceso de rectificación del Tratado por el que se establece una Constitución europea en el Reino Unido, alterando gravemente un proceso político comunitario de manera unilateral, y que vinculó la defensa del «cheque» británico a la reforma de la […]
El mismo Tony Blair que después del triunfo del no en Francia y Holanda suspendió el proceso de rectificación del Tratado por el que se establece una Constitución europea en el Reino Unido, alterando gravemente un proceso político comunitario de manera unilateral, y que vinculó la defensa del «cheque» británico a la reforma de la Política Agraria Común y, por lo tanto, a la reducción del gasto agrícola comunitario (también haciendo gala de un unilateralismo británico sen precedentes), acaba de acceder a la presidencia de la Unión Europea en un momento de gran debilidad del eje franco-alemán (ni Chirac ni Schröder están pasando por su mejor momento, como tampoco las economías francesa y alemana), asumiendo el espíritu europeísta: «creo en Europa como proyecto político. Nunca aceptaría una Europa que fuese únicamente un mercado», dijo recientemente en el Parlamento europeo.
No obstante, ¿en qué consiste ese europeísmo tan contradictorio con su comportamiento reciente con respeto al referendo y al «cheque» británico? De acuerdo con su declaración de intenciones, recordemos que convocó para otoño una cumbre extraordinaria para «debatir el futuro del modelo social europeo», su europeísmo se reduce a una extensión del modelo social triunfante en el Reino Unido y en los Estados Unidos al resto de Europa. Un proyecto que no ocultan estas palabras pronunciadas en el transcurso de la primera conferencia de prensa concedida como presidente de turno de la UE en compañía de Durão Barroso el pasado viernes: «creo en la UE, en Europa como una dimensión social y no sólo como economía, pero no podemos competir en un mundo competitivo a no ser que podamos modernizar nuestro modelo«.
«Modernizar nuestro modelo»: he ahí la clave de su discurso reformista y de su modelo. Modernizar, un feliz eufemismo empleado tanto por los conservadores como por algunos socialdemócratas (entre los que se encuentra Blair, el promotor de la tercera vía, en un lugar preeminente) bajo el que se esconde una menor protección al desempleo, la desregulación laboral, las diversas subvenciones, desgravaciones y ayudas que reciben las empresas en el marco de una política empresarial que sólo favorece a los empresarios y la privatización de los servicios sociales (sanidad y enseñanza, sobre todo), en definitiva, el deterioro progresivo de las conquistas sociales y laborales adquiridas por el movimiento obrero desde hace más de 150 anos.
En este sentido, es preciso no olvidar que las políticas económicas y sociales del neolaborista de Blair son dignas herederas de las políticas que pusiera en marcha Margaret Thatcher en el momento en que accediera al gobierno británico en 1979 (un acontecimiento que marca, junto con la llegada de Reagan a la Casa Blanca, el inicio de la globalización): «una economía donde el sector financiero es el rey y la industria el pariente pobre, una fiscalidad atractiva para los inversores que recompensa a los ricos y obstruye la redistribución y una ideología oficial que adula a la empresa privada y el dinamismo de los emprendedores y que considera a la pobreza y a los pobres necesariamente sospechosos», como señala Keith Dixon en su obra Un digno herdeiro: Blair e o thatcherismo (Laiovento, 2004).
De hecho, la flexibilización británica, que provocó la retirada del Estado de la vivienda social, de la salud, de la enseñanza o de los transportes colectivos, por sólo mencionar algunos de los sectores más afectados en el ámbito británico, no sólo no aportó ninguna solución a la mayoría de la población, si no que provocó un deterioro significativo de las condiciones de vida de un amplio sector de la población británica: desempleados, asalariados en precario producto de la «revolución neoliberal» y otros sectores marginados y precarizados.
Así pues, en un momento en el que la izquierda francesa mostró su fortaleza logrando la victoria del no en el referéndum del pasado mes de mayo defendiendo un modelo solidario y social frente al modelo neoliberal del Tratado constitucional europeo, Blair defiende que el único modelo posible para salir de la crisis europea que lleva a la actual tasa de paro estructural, al bajo crecimiento económico o a la inestabilidad laboral, es el mismo que provocó la crisis: el neoliberalismo, que se presenta como inevitable y único deseable. Sin embargo, frente a los pretendidos efectos beneficiosos de ese modelo, que sólo produce precariedad e inestabilidad, es preciso señalar los beneficios reales y objetivos que para la mayoría de la población europea tuvo el tan criticado modelo social en su momento de máximo apogeo, entre los años 1945 y 1980: bienestar, seguridad y prosperidad.