Creo que el tema de los Partidos Políticos panameños no difiere mucho de lo que está ocurriendo con los mismos en otros países, pero el caso panameño es muy ilustrativo. Durante la modernidad, estas agrupaciones jugaron un papel de interlocutores validos entre el Estado y la Sociedad; pero no debemos perder de vista que el […]
Creo que el tema de los Partidos Políticos panameños no difiere mucho de lo que está ocurriendo con los mismos en otros países, pero el caso panameño es muy ilustrativo. Durante la modernidad, estas agrupaciones jugaron un papel de interlocutores validos entre el Estado y la Sociedad; pero no debemos perder de vista que el primero fue creado por las clases dominantes para defender y mantener sus intereses. Toda reforma o «concesión» popular no fue el producto de las buenas intensiones de los dueños del capital durante la etapa de fortaleza de los Estado-Nación; al contrario, las mismas fueron producto de grandes luchas de los trabajadores. El 1 de mayo de 1886 es una fecha histórica de esas movilizaciones. A partir de allí, de manera progresiva, se fueron introduciendo reformas en los Códigos Laborales que beneficiaban a los trabajadores. Podemos agregar que durante la Modernidad, los partidos políticos tenían sus propias concepciones ideológicas, y según las mismas, podían acceder a administrar el Estado al delegar los ciudadanos en ellos esa responsabilidad. Pero esos partidos en esa época tenían la libertad de la mosca: su vuelo era posible dentro el vaso. Cundo Salvador Allende llegó a la Presidencia de Chile, en 1970, apoyado por un grupo de partidos de izquierda e intentó implementar un modelo de producción socialista, fue derrocado el 11 de septiembre de 1973, por medio de un sangriento golpe de Estado organizado por la CIA, el Pentágono y la ATT, lo que dio inicio a una de las dictaduras más brutales de América Latina, comandada por Augusto Pinochet. Vale decir, la izquierda, cuando accede a administrar el Estado dentro de las normas impuestas por el capitalismo, a lo sumo logra avances reformistas. No es el caso cuando se accede al control del Estado por vías revolucionarias.
Pero ahora, en la Posmodernidad, ese muñequeó desapareció. Cada día, los Estado Nación pierden importancia para manejar sus asuntos internos. Son dirigidos por los amos del mundo, ubicado en el club de Bilderberg, la Comisión Trilateral y el Concejo de Relaciones Exteriores, los que, a través de un sinfín de Think Thank (generadores de ideas) perfeccionan las directrices, que le imponen a los minusválidos Estado Nación. Ante estos mandatos que viene del exterior, cuál es el papel de los partidos políticos? Competir para administrar el Estado, para ejecutar los enlatados que les envían los Centros de Poder. De la competencia para administrar el Estado, se pasa a la competencia entre los Estado, para determinar quién es el que mejor favorece los intereses del Imperio. Lo que sucede dentro de sus fronteras, no importa.
En Panamá, los partidos políticos se han degenerado a tal punto, que los mismos han quedado reducidos a un grupo de amigos que se unen para dirigir el Estado, no cuestionar el orden imperante y hacerse para ellos de los dineros públicos. Hemos señalado que no puede haber dependencia sin corrupción, ni corrupción sin dependencia. La corrupción y la dependencia son las dos caras de la misma moneda. ¿Les importa a los amos del mundo la corrupción que se da en nuestros países? No, la necesitan. En Panamá se han dado dos hechos que confirma lo aquí dicho. En primer lugar, la alianza de gobierno entre el Partido Panameñista y Cambio Democrático (CD), que preside el actual Presidente de Panamá, Señor Ricardo Martinelli Berrocal. Esa ruptura fue una decisión del señor Martinelli. Muchos diputados, alcaldes, representantes del panameñismo fueron comprados por el Presidente, adosando sus «principios» a la suela de sus zapatos. En segundo lugar, lo que quedó del panameñismo se declaró en «oposición». ¿Oposición a qué? Mañana logran un acuerdo y vuelven al gobierno. Los medios de comunicación social le dan una exagerada tribuna a estas luchas intestinas, lo que es indicativo de que el Capital Nacional abanican la participación de estos partidos en el manejo de la cosa pública; es decir, para mantener el Statu Quo.
Lo más vergonzoso de todo es que la alianza entre los dos partidos políticos se selló en la embajada de los Estados Unidos, en una ceremonia pública en la que participaron corresponsales extranjeros, que difundieron la noticia a nivel mundial. El mensaje fue claro. «Aquí se hace lo que nosotros queremos». Naturalmente que eso ocurre con muchos países, para no decir con todos, pero la desfachatez con que se hizo en Panamá no tiene parangón.
¿Por qué digo que presenciamos el funeral de los Partidos Políticos panameños? Porque más del 60% de la población ha adquirido consciencia de esa realidad. Todos los partidos políticos panameños son respaldados por la Gran Capital. Todos están cuadrados con la globalización: se deben a ella. La apoyan. Ya aparecieron las cuñas televisivas de los precandidatos a la elecciones de 2014. La inversión mediática les generará grandes dividendos, tanto a los que ganan, como a los que pierden. El mensaje que pretendo enviarles a los lectores es que no se animen por los partidos políticos. Ellos responden a intereses distintos a los intereses nacionales. Ya la democracia representativa fracasó en el mundo. Nuestros pueblos están reclamando, no por la cogestión, sino por la participación directa en la toma de decisiones y en la fiscalización de las mismas. No quiero pecar de optimista, pero el cambio está cerca. Todo depende de nosotros.
Blog del autor: www.maurozunigaarauz.com
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.