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Italia

El honor de ser recordado por sus orgías

Fuentes: Público

«La Fiscalía ha usado técnicas propias de redadas contra la mafia, contra chicas que sólo son culpables de ser mis invitadas a cenar.» -Silvio Berlusconi, primer ministro italiano- En su decadencia política, cuando parece próximo su fin político, Berlusconi tiene al menos un consuelo: la posibilidad de que sea recordado para la posteridad por sus […]

«La Fiscalía ha usado técnicas propias de redadas contra la mafia, contra chicas que sólo son culpables de ser mis invitadas a cenar.» -Silvio Berlusconi, primer ministro italiano-

En su decadencia política, cuando parece próximo su fin político, Berlusconi tiene al menos un consuelo: la posibilidad de que sea recordado para la posteridad por sus escándalos sexuales; pasar a la historia como putero aficionado a las orgías y a las menores. Vaya consuelo, dirán algunos. Pero seguro que el primer ministro italiano está encantado con esa posibilidad. No sólo porque parezca orgulloso de sus aventuras, sino porque siempre será mejor que te recuerden como un playboy que como un corrupto.

De hecho, yo diría que esa posteridad está garantizada, puesto que ya en el presente ha logrado que su costumbre de meter mano a las velinas eclipse su pasión por meter mano también a la democracia, a la justicia o a los medios de comunicación. Hagan la prueba, pregunten en su entorno y verán como la mayoría relaciona a Berlusconi con asuntos genitales antes que con corrupción, sobornos, populismo, monopolio televisivo o impunidad mediante leyes a medida.

Y me imagino que en Italia pasará algo similar, favorecido por su control de los medios de comunicación públicos y privados, que con alegría airean sus líos de faldas. No parece descabellado pensar en una estrategia intencionada para reforzar esa imagen de picha loca, que probablemente despierta simpatía en parte de la población masculina (¡Qué machote! ¡Qué tío!), pero sobre todo deja en segundo plano sus chanchullos políticos, económicos y legales.

Lo irónico es que al final, después de escapar mediante tretas y leyes ‘ad hoc’ de tantos procesos judiciales, pueda acabar cayendo por una noche loca, por haber pagado para tener sexo con menores y por abuso de poder para ocultarlo. Más o menos como le pasó a Capone, que tras años de dirigir el crimen organizado en Chicago terminó en la cárcel no por mafioso ni por ordenar asesinatos, sino por evasión de impuestos. Pues lo mismo Berlusconi: que alguien que ha pagado a un abogado para que mienta en juicio, que ha retorcido leyes para blindarse, que ha mezclado sus negocios con su actividad política, acabe tumbado por su furor genital, tiene guasa.

Fuente: http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2011/01/23/el-honor-de-ser-recordado-por-sus-orgias/