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Tsipras ahoga a Syriza en el Rubicón

El laberinto griego

Fuentes: Rebelión

Un jarro de agua helada ha caído sobre los sectores más combativos de la izquierda europea que seguíamos día a día la odisea del pueblo griego, la lucha titánica de la clase trabajadora que había conseguido derrotar a su burguesía en las calles y en el Parlamento, que llevó a sus representantes al Gobierno, y […]

Un jarro de agua helada ha caído sobre los sectores más combativos de la izquierda europea que seguíamos día a día la odisea del pueblo griego, la lucha titánica de la clase trabajadora que había conseguido derrotar a su burguesía en las calles y en el Parlamento, que llevó a sus representantes al Gobierno, y que humilló a los partidos de la burguesía griega en el referéndum dando una bofetada a los planes de la clase dominante europea al rechazar el memorándum del «rescate». Y después de tantas proezas «su gobierno», los dirigentes de Syriza encabezados por Alexis Tsipras, han claudicado sin lucha, se han rendido dando la espalda a largos años de lucha.

El gobierno de Tsipras pareció dar un paso audaz y decidido al convocar el referéndum en Grecia, llamando a que su pueblo rechazase las ominosas condiciones impuestas por los administradores del capitalismo europeo.

«Alea iacta est» (la suerte está echada), inmortal frase de César, quizá es la cita en latín más popular del mundo. Indica un alto contenido de riesgo, pues es la misma expresión que se refiere a los juegos de dados. En esta reflexión del genio romano hay una gran cantidad de audacia al aceptar el riesgo de perder la batalla, sabiendo que ya no hay vuelta atrás, que sólo cabe la victoria o la derrota. Por ello transgredió las normas establecidas y cruzó al mando de sus tropas el río Rubicón, para penetrar en Roma enfrentándose a Pompeyo.

Leones dirigidos por corderos

Tsipras ha sido una parodia de un César que llama a sus tropas a entrar en las aguas del Rubicón pensando que esa escenificación sería suficiente para conseguir un trato «entre caballeros». Ese es, precisamente, el error de todos los «reformistas» del mundo que han encerrado el marxismo en un cajón: ¡no se trata de un diálogo entre caballeros, sino de la lucha de clases!

El Gobierno heleno cometió el peor error: declaró la guerra, desafió al capital y después quedó atrapado por la imprevisión, paralizado por el miedo, tratando de retroceder, y ahogándose. Una vez en la corriente se asustó y se rindió, y ha provocado el estupor, la desbandada, la desorganización y la derrota, no sólo del gobierno sino del Partido, provocando su escisión. Todo ello hace que una victoria de la clase trabajadora griega se haya convertido en una derrota. No hay mejor ejemplo de lo que Alejandro el Grande, hubiese definido como «leones dirigidos por corderos».

Toda la burguesía europea se frota las manos. Rajoy y la derecha no pierden ocasión para utilizar el ejemplo del Gobierno de Tsipras para alertar contra el «populismo». Tampoco la dirección del PSOE. De hecho, los dos partidos han votado a favor del tercer plan de ajuste, llamado de «rescate», en Grecia. Ya se han encargado ellos de contribuir a que las cosas acabaran así, pero sería un error no llamar a las cosas por su nombre: la actuación del Gobierno heleno es equivocada y una derrota. ¿Definitiva? No, pero se ha perdido una batalla y habrá que sacar conclusiones de porqué. Ni debemos justificarle por el acuerdo ni felicitarle por convocar elecciones anticipadas, si no queremos repetir los mismos errores.

Sin embargo, ésa está siendo la actitud de la dirección de Podemos y, por desgracia, también la de parte de la dirección de IU. «El acuerdo es injusto pero lo impone la Troika». Entonces ¿sólo cabía aceptar el acuerdo? Parece ser que sí. Pero su convocatoria de elecciones es «ejemplar» y hay que apoyar a Syriza. ¿A cuál? ¿A la de Tsipras o a la de Lafazanis? O, en otras palabras, ¿la que vota con la derecha y la socialdemocracia que llevó al país a este desastre, o la que se mantiene coherente con el programa de Syriza y con lo que votó la mayoría del pueblo en el referéndum del 5 de julio?

Convocar unas nuevas elecciones abre la puerta a una posible victoria de la derecha, aliada con los socialdemócratas, por no hablar de los neonazis, lo que sería un desastre para los trabajadores y trabajadoras. El miedo a que eso suceda es lo que puede permitirle a Tsipras vencer. Pero ¿qué política hará ese gobierno? La de recortes a la que le obliga el tercer rescate de la Troika. Esa es una receta para el desastre.

¿Puede sorprendernos la actitud de la Troika?

Al final, la cuestión es si el gobierno de Tsipras podía haber actuado de forma distinta y, por extensión, si un futuro gobierno de izquierdas en el Estado español puede hacer algo distinto o está condenado a seguir los pasos del ejecutivo heleno. Lo queramos o no, al justificar a Tsipras, se refuerzan las críticas del PP y se dice que no tenemos alternativa.

Decir que la culpa es de la Troika, que rechaza cualquier tipo de acuerdo que no sea la rendición, equivale a reconocer que no tenemos alternativa. Sólo quienes pensaban que era posible un acuerdo con las instituciones de UE, del FMI y del BCE, y con las grandes corporaciones empresariales a las que representan, que podían convencerles de que otra gestión de la crisis sería buena hasta para ellos, pueden sorprenderse de lo que ha ocurrido.

Sin embargo, no tenemos ninguna posibilidad de persuadirles. El «austericidio», los recortes, no son un «error», una obsesión «ideológica», sino la defensa de sus intereses de clase a toda costa. Y les está resultando extraordinariamente rentable, como demuestra el incesante aumento del número de ricos en Europa y de la cuantía de sus fortunas. Lo que son es un desastre para la clase trabajadora y la pequeña burguesía.

La Troika, con el Gobierno alemán al frente, ha decidido dar un escarmiento en Grecia, para evitar que cundiera el ejemplo de que otra política es posible. Apenas vieron que el Gobierno de Tsipras no estaba dispuesto a llegar hasta el final, pusieron condiciones aún más duras. No podemos olvidar que días antes del referéndum, Tsipras manda una carta a la Troika aceptando lo fundamental de las condiciones que unos días antes rechazaba [2]. La debilidad invita a la agresión.

Y nadie puede alegar una correlación de fuerzas desfavorable políticamente. La victoria en el referéndum con más del 60% del apoyo, a pesar del «corralito» impuesto por el BCE, pone en evidencia el enorme respaldo con el que contaban para luchar. El problema es que no tenían alternativa, y cuando la Troika se dio cuenta, no lo dudó: exigió la rendición sin paliativos.

Hay dos errores destacables. El primero es que parece que el gobierno de Syriza infravaloró el carácter del enemigo al que se enfrentaba. Se ve incluso por las declaraciones de Varoufakis, diciendo que «ha sido un golpe, pero en lugar de tanques han usado el poder financiero». Sería de risa de no tener consecuencias tan trágicas ¿cómo puede alguien pensar que no iban a utilizar todos los recursos para someter al pueblo griego? Lo que Varoufakis y los demás debían preguntarse es por qué ellos no se prepararon para eso y por qué acudieron desarmados al campo de batalla. Y ahí está el segundo error, el más grave, los dirigentes de Syriza han infravalorado sus propias fuerzas, las fuerzas de la clase trabajadora y el pueblo griego que han demostrado durante años que estaban preparados para la lucha. Los generales de Syriza no se han atrevido a ponerse al frente de la batalla, han claudicado sin lucha, han dado la espalda a su clase y se han arrodillado ante el enemigo.

Quizá la imagen de la paradoja de este camino al desastre es ver a Alexis Tsipras, formar coalición con los enemigos de ayer, un frente patriótico con Nueva Democracia y con el PASOK, que acababan de sufrir una derrota en el referéndum que los había destrozado, y esa alianza se constituye para llevar a cabo la política que Syriza había prometido combatir.

Tsipras afirma que han logrado que se aborde la reestructuración de la deuda. Pero, cuando ésta se haga, no se hará en beneficio del pueblo sino de los de siempre y, mientras tanto, las privatizaciones, las reducciones de pensiones y la precariedad laboral seguirán creciendo.

Cuando la dirección de IU discutió en julio qué postura tomar en el Parlamento español acerca de la votación sobre el memorándum, algunos dirigentes de IU federal y del PCE defendían «salirse sin votar» y mostrar nuestro apoyo «al Gobierno griego y a su pueblo». El ala izquierda respondió diciendo: «sólo cabe el voto «no» que es lo que ha votado el pueblo griego, además IU tiene que elegir entre apoyar al Gobierno griego, o apoyar al pueblo griego, pues tras la claudicación de Tsipras ese Gobierno no representa al pueblo».

Podemos discutir acerca de cómo ha actuado la izquierda de Syriza en esta crisis, y desde luego aceptar que una escisión es siempre un trauma y es muy difícil evaluar qué haríamos en las mismas circunstancias. Pero de algo no cabe duda, no podemos votar contra el plan de rescate y seguir apoyando a Tsipras, Izquierda Unida debe dar todo su apoyo a quienes se opongan al «austericidio», a quienes mantengan su palabra ante el pueblo y defiendan el programa del socialismo.

Pero sí hay alternativa

«No podemos quedarnos fuera del Euro». Esa era la gran amenaza por parte de la Troika y el Gobierno alemán, y esa fue la gran excusa del Gobierno de Tsipras. Para empezar, echar a Grecia del Euro no es tan sencillo. Una parte de la Troika temía las consecuencias de la misma.

Pero esa no era la cuestión central. Ahora, con el fracaso de Tsipras, renace la idea de que lo necesario es salir del Euro, pero eso es huir del debate de fondo: el impago de la deuda y tomar el control de la economía griega.

El Gobierno griego debería haber declarado desde el principio una suspensión de pagos de la deuda, lo cual la hubiera puesto en condiciones de mucha más fuerza frente a la Troika y le hubiera ahorrado unos 12.000 millones de euros hasta finales de 2015 [3]. La auditoría de la Deuda que se ha realizado en Grecia ha demostrado que ésta ha sido engordada en beneficio de los bancos alemanes, franceses, etcétera, y de las grandes fortunas de la propia Grecia. La deuda ni se puede ni se debe pagar.

Pero, la segunda cuestión, es que el gobierno de Tsipras debía haber nacionalizado los sectores estratégicos de la economía, empezando por los bancos, para tener el control de la columna vertebral de la misma, proceder a su saneamiento efectivo y usar los recursos de las grandes empresas en beneficio de la mayoría de la sociedad. Pero ni siquiera tomó el control del Banco de Grecia, que sigue dirigido por quien puso el gobierno de la derecha, Yannis Stournaras. Y, de hecho, ha aceptado la privatización masiva de los recursos públicos, que había paralizado hace unos pocos meses.

En realidad, Tsipras renuncia a enfrentarse, no sólo a la Troika, sino a la propia burguesía griega, que es el primer enemigo del pueblo heleno y de su clase trabajadora. Las grandes fortunas griegas que, asociados con los bancos alemanes y franceses, han saqueado el país durante años, tienen más de 80.000 millones de euros en Suiza según los últimos estudios, aunque algunos elevan a 200.000 millones la cantidad de dinero en paraísos fiscales [4].

Para tomar esas medidas no hay que salir del Euro. De hecho, se podría haber emitido moneda en euros -el propio Varufakis preparó un plan para ponerlo en marcha- que le hubiera permitido al gobierno disponer de liquidez.

Por supuesto, podrían haber echado a Grecia del Euro y habría que estar preparado para ello, pero eso es muy distinto a explicar que la solución es salirse. Con euros o dracmas, el impago de la deuda y la nacionalización de los sectores estratégicos es condición sine qua non para lograr salir adelante.

Es la lucha de clases a escala europea

Y es que ahí está uno de los errores de fondo cruciales a la hora de entender lo que está pasando en Grecia y en la Unión Europea: no es un problema de griegos contra alemanes, ni de países del sur contra países del norte. Los capitalistas griegos ya están comprando, asociados con empresas extranjeras -véase el caso de los aeropuertos [5] – las empresas públicas privatizadas.

Igualmente, la derecha y la burguesía españolas que, en teoría, deberían estar interesadas en que Grecia renegociara su deuda y lograra una quita que sentara un precedente, fueron junto con las de Portugal, férreas opositoras a dicha posibilidad. Rajoy no quería quedar en evidencia antes de las elecciones, ni los capitalistas españoles querían un buen resultado en Grecia que pudiera animar un cambio en el Estado español. A fin de cuentas, la deuda la estamos pagando los trabajadores y trabajadoras, puesto que a ellos les va muy bien como atestigua que el número de ricos ha crecido un 40% desde que empezó la crisis.

Por supuesto, dar esos pasos no sería ningún camino de rosas. Sin embargo, Tsipras hubiera tenido el apoyo de firme de la mayoría del pueblo griego y habría podido conquistar la simpatía de los trabajadores y trabajadoras de toda Europa.

Por eso, la alternativa no es la vuelta al redil del Estado nacional, sino ponerse en marcha tomando el control de la propia economía nacional y hacer un llamamiento a crear una nueva Europa de los pueblos, frente a la Europa de los banqueros y las multinacionales, que se fundamente en los derechos sociales y la cooperación y no en la competencia entre los pueblos y la explotación de los trabajadores y trabajadoras.

Que eso es difícil no está en discusión. Pero la alternativa para la mayoría del pueblo griego, que ya ha sufrido una caída dramática de sus condiciones de vida, propia de una guerra, es seguir empobreciéndose. Realmente, como los hechos demostrarán, no tiene nada que perder, salvo sus cadenas. El hecho de que la burguesía europea haya querido dar una lección a la clase trabajadora europea en las carnes del pueblo griego, no es sino el reconocimiento de que temen una movilización política y social a escala europea. Un solo ejemplo de cambio real prendería como una chispa en un barril de pólvora.

Y, pensando ya en las elecciones generales españolas, hay que decir que el programa que esbozamos en estas líneas es el que habría que aplicar aquí. Zapatero ya tomó en 2010 el camino que ahora emprende Tsipras. El mismo que se verá obligado a tomar quien no sea capaz de cuestionar el sistema.

Se equivoca Pablo Iglesias cuando afirma que «nuestro país cuenta con mucha más fuerza como actor en Europa y con unas instituciones públicas capaces de disciplinar a nuestras oligarquías corruptas, improductivas y defraudadoras simplemente haciendo cumplir la ley» [6] . Si no se cambian las relaciones de propiedad, y las instituciones, no hay ninguna posibilidad de garantizar «pan, techo, trabajo y dignidad» a la mayoría de la población. Esa es la lección primera de Grecia y que vale para todos los Estados de la UE.

No hay atajos, es una quimera el fetichismo monetarista que piensa que la denominación monetaria en euros o dracmas o pesetas es la solución, es sólo el miedo a reconocer que sólo cabe abordar la raíz del problema en el sistema económico. Tampoco cabe «el patriotismo» la «recuperación de la soberanía popular», pues nunca ha existido semejante estado de una Arcadia feliz.

No hay burguesía progresista, no hay «patriotas» entre los propietarios de los medios de producción (las grandes empresas, la tierra, las finanzas…), ha quedado muy claro en Grecia, donde toda la burguesía y sus partidos se han agrupado junto a la troika para combatir el peligro de la revolución social. El referéndum demostró muy a las claras que se trataba de un enfrentamiento de clase contra clase, en las zonas obreras el porcentaje del «oxi» fue aplastante.

No hay revolución democrática a secas, no es una cuestión de libertades, sino de propiedad. No hay libertad sin techo, pan y trabajo, es decir, sin cuestionar la propiedad social de los medios de producción.

La idea que ya defendió Marx en el siglo XIX hoy es aún más vigente: los pueblos europeos se salvarán juntos o se hundirán en común, no hay salvación posible si no se produce una transformación social en todo el continente, el estrecho nacionalismo es un callejón sin salida.

Seguro que el pueblo griego encontrará el camino de salida de este laberinto y, con él, el conjunto de los pueblos de Europa.

Notas

[1] Alberto Arregui es miembro de la Presidencia Federal de Izquierda Unida y Jordi Escuer pertenece a la nueva Izquierda Unida de Madrid.

[2] http://www.lavanguardia.com/economia/20150701/54433134912/tsipras-acepta-ultima-propuesta-eurogrupo-financial-times.html

[3] http://www.vientosur.info/spip.php?article10316

[4] http://blogs.publico.es/eltableroglobal/los-80-000-millones-que-necesita-grecia-estan-en-suiza-y-son-griegos/1211

[5] http://www.infolibre.es/noticias/mundo/2015/08/18/tsipras_entrega_aeropuertos_griegos_una_empresa_alemana_36661_1022.html

[6] Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.