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El Mayo 68 francés en la memoria

Fuentes: Rebelión

No es una metáfora sostener que el Mayo Francés de 1968 remeció el mundo y que su onda de choc recorrió las avenidas del planeta sacudiendo con fuerza los valores conservadores. Pero mayo del 68 comenzó el 22 de marzo de 1968 cuando una cincuentena de estudiantes dirigidos por el joven estudiante franco-alemán Daniel Cohn-Bendit […]

No es una metáfora sostener que el Mayo Francés de 1968 remeció el mundo y que su onda de choc recorrió las avenidas del planeta sacudiendo con fuerza los valores conservadores. Pero mayo del 68 comenzó el 22 de marzo de 1968 cuando una cincuentena de estudiantes dirigidos por el joven estudiante franco-alemán Daniel Cohn-Bendit -un libertario – ocupan la torre central administrativa de la facultad de Nanterre situada en medio de barrios populares, lejos del centro de París, para denunciar las listas negras de estudiantes hechas por la dirección, la libertad de un compañero preso miembro del Comité de solidaridad con Vietnam y … la libre circulación de estudiantes hombres y estudiantas mujeres en las residencias universitarias. Fue el detonador. De ahí la contestación se traslada a la Sorbona, en pleno centro de París.

Las primeras imágenes del movimiento tenían incluso glamour y charme. El de la revuelta estudiantil de muchachos y muchachas francesas en la flor de la vida vestidos con ese cuidadoso desdén, pero según los cánones de la moda de la ciudad Luz. Era la apariencia. Pero una estética que por suerte suplantó la del fin de la II Guerra mundial: la de los jeep con soldados yankees repartiendo chocolates y chewing gum.

Más que imágenes, vientos de libertad

Esas primeras imágenes que nos llegaban, sólo políticamente comprensibles desde la rebeldía juvenil, tenían un gran poder mimético sobre los estudiantes y la juventud alemana, italiana y latinoamericana inquieta y sedienta de polémica y de acción.

Luego fueron las banderas rojas y negras que ondularon sugestivas al ritmo de canciones revolucionarias y partisanas (Bella ciao). Hasta que los adoquines, que solo hacía algunas semanas relucían aptos para escenas románticas a lo Woody Allen en las apacibles calles del Quartier Latin, ahora servían de proyectiles contra los CRS (la policía de choque francesa) o para construir barricadas. ¡Qué fuerza simbólica!

Entre tomas y barricadas, enfrentamientos, debates y arengas sobresalían las figuras de dirigentes como Daniel Cohn-Bendit, Alain Krivine y Daniel Bensaïd. En eso sucesos se condensaron tendencias culturales, sociológicas, políticas, subjetivas, literarias y filosóficas que estaban invisibles en Francia. Se insinuaban la potencia intelectual de Simone de Beauvoir, de Sartre y de Lacan, que ya habían hecho su trabajo de zapa del orden establecido. Y, de improviso cayó la idea de que el mundo puede cambiar. Todo puede volar en el aire; el orden político es temporal, no es algo definitivamente sólido; nuevos espacios comunes donde circulan nuevas comunidades de lenguajes y de acciones por la emancipación se construyen.

Las calles, los anfiteatros universitarios y las salas de concierto y teatro como el Odeon, en esas semanas de Mayo, van a servir para debatir y manifestar en un mundo que da sus primeras señas de anquilosamiento; es el primer mensaje a la idiosincrasia occidental. Claro, en un primer momento, antes que los obreros de las fábricas de automóviles emblemáticas de Peugeot y Citröen ocupen y salgan a manifestar con los estudiantes, son las clases medias parisinas, habitantes de esos barrios agitados, las que solidarizan con los estudiantes que habían esparcido el ánimo de la revuelta.

… Y sin embargo Francia se aburría en un mundo agitado

Georges Pompidou, Primer Ministro con Charles De Gaulle, el héroe de la Liberación de París en el Eliseo, azorados, no entendieron qué pasaba. Como Pangloss en Candide de Voltaire en su Consejo de Ministros debían de haberse dicho: «todo va maravillosamente bien en el mejor de los mundos posibles». No obstante, el prestigioso vespertino francés Le Monde, algo pesimista, pero sin tomarle el pulso real a la nación, titulaba en su editorial «La France s’ennuie«; Francia se aburría parece el 15 de marzo de 1968.

Cuando algunas semanas más tarde la famosa arteria de Saint-Germain-des-Prés se convertía en un espacio común discursivo de la palabra liberada de trancas con el «está prohibido prohibir«, y los alrededores eran un campo de batalla entre los estudiantes y la policía, los Beatles ya cantaban una música pop muy sugestiva, los Rolling Stones se veían bastante comprometidos con las luchas de la clase obrera británica y Bob Dylan, que no se imaginaba que algún día sería premio Nobel de literatura, cantaba como disidente de la Guerra de Vietnam.

Y el Canto Nuevo se instalaba en Chile de la mano de la Viola chilensis (desaparecida en 1967). Su voz y la de Victor Jara, Patricio Manns y Rolando Alarcón mandaban al trasto las tonadas con voces aflautadas y siúticas de los Huasos Quincheros. La imaginación al poder, la transgresión de las normas contra el corset conservador y la denuncia de la dominación capitalista eran ideas y prácticas que no sólo en Francia hacían camino. En Concepción, en la universidad, se desarrollaba un efervescente movimiento estudiantil por la reforma universitaria, y el MIR se implantaba al ganar la federación de estudiantes (FEC) donde en agitadas asambleas se discutía del apoyo a la Revolución Cubana y de la participación en el movimiento antiimperialista de apoyo a la lucha del pueblo vietnamita. Manifestar en Concepción era ser internacionalista como en París, Ciudad de México o Córdoba-Argentina.

«Le fond de l’air est rouge»

En París el fondo del aire se estuvo tiñendo de rojo desde el tres de mayo hasta mediados de junio de 1968. Es la manera que tiene a veces de presentarse la historia. Abrupta e intempestivamente. Pese a que al Che lo habían asesinado un año antes la CIA y los militares bolivianos, la gesta de la toma del poder en Cuba por los guerrilleros del Granma conducidos por Fidel, Camilo Cienfuegos y los legendarios barbudos armados ya había impactado a un sector de la juventud europea y de las universidades francesas donde el marxismo de Althusser y de Henri Lefebvre, junto con las lecciones de Lacan sobre el inconsciente se instalaban como crítica racional al poder del capital y del orden establecido.

En y a la base estaban lo métodos de la acción directa y ejemplar de los provos holandeses … y el poder del verbo que serían teorizados por Jacques Rancière. Mao y la revolución popular China (1949) afirmaban el despertar del gigante dormido humillado durante un siglo por los británicos, los norteamericanos y los japoneses. Y el maoísmo sería fuente de inspiración para grupos de jóvenes revolucionarios que junto con los trotskistas, los libertarios anarquistas y los cristianos de izquierda animarían la lucha callejera y las ocupaciones de universidades francesas y liceos secundarios. ¡No olvidemos que el día de la Liberación de París de los nazis, en agosto de 1944, los primeros escuadrones que entran son de anarquistas españoles!

El mundo y los estudiantes franceses también tenían en sus mentes aquellas pequeñas figuras heroicas y casi fantasmagóricas que se movían al acecho de los GI del ejército norteamericano, que embarrados y drogados intentaban enfrentarse con ese ejército de las sombras del Viet Cong, cuyo líder era Ho Chi Minh. Éstos eran los actores admirados de una escena internacional en ebullición. Los bombardeos con napalm de los tanques voladores de la US Air Force sobre las tierras vietnamitas en el norte, y las masacres de aldeas generaban un clima de indignación mundial. Y en aquella época no se ocultaron las imágenes (transmitidas todos los días en EE.UU. por las tres grandes cadenas) los muertos civiles ni las bajas de jóvenes norteamericanos, como más tarde en las invasiones occidentales de Irak y Afganistán a partir de los noventa. Por eso mismo, la guerra, los estadounidenses la perdieron en casa, mirando la tele.

El orden salido de la II Guerra mundial que permitió una onda de expansión económica en Europa desde 1945 y que se tradujo en un bienestar material con la incorporación de masas al consumo (el fordismo), era un elemento de la economía mundial. Y Paris era el centro de la industria del lujo (aún lo es). Había progreso, pero con desigualdad. Empleos, pero bajos salarios. El mundo tomaba una dirección «unidimensional» diría Herbert Marcuse, uno de los exponentes de la crítica social del momento cuyas ideas se encontraban en el Manifiesto Situacionista y la genial crítica a la «Sociedad del Espectáculo» hecha por Guy Debord en su libro y manifiestos que circulaban entre los estudiantes.

Si las universidades norteamericanas servían para experimentar la guerra y ponían la ciencia al servicio del capitalismo, en Francia ya se veía la misma tendencia. Con nitidez se manifestaban la irracionalidad del sistema y su impacto represivo sobre los individuos. Los síntomas de la alienación humana, resultado de la captación del deseo por las mercancías; los avatares de una razón que de crítica y científica al servicio de la humanidad comenzaba a someterse a la tecnología destructora de la carrera armamentista promovida por el capital y la industria de guerra, apuntaba ya para dónde iba la explotación del planeta sometida a la lógica devastadora del capital y la concentración en manos de oligarquías nacionales.

Cuando durante días Francia estuvo en mayo 68 paralizada por huelgas y ocupaciones de fábricas, liceos y universidades, las oligarquías y sus intelectuales también percibieron el peligro. Trescientas mil personas el 14 de mayo desfilan en las calles de París; días después serán medio millón en las calles. En las grandes ciudades como Lyon es lo mismo. El 20 de Mayo hay 8 millones de huelguistas. El 29 de mayo De Gaulle, el jefe del Estado Francés (V República) desaparece misteriosamente de París para descender de un helicóptero en Baden-Baden, base militar francesa en Alemania. De Gaulle estaba listo para renunciar según confesaría después su amigo, el general Massu. Un mes más tarde, en junio 1968, los trabajadores obtendrán conquistas sociales y económicas aún emblemáticas, y los y las estudiantes lograrán libertad académica, gratuidad y avance en la igualdad entre los géneros. Una nueva subjetividad llegó para quedarse.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.