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Con los 20.000 millones de dólares que los hombres y mujeres de EEUU y Europa dedican al campo de la cosmética, se podría alfabetizar tres veces la población del planeta

El mercado de la eterna juventud

Fuentes: Fusion

El dinero que actualmente el primer mundo invierte en cremas, tratamientos de belleza, gimnasios y cirugía estética, permitiría reducir significativamente hambre y enfermedades. Mientras que los estadounidenses son los que gastan más dinero en este concepto, España tiene el dudoso honor de ser el primer país de la UE en operaciones de cirugía estética. La belleza se ha convertido en un objeto de consumo al alcance de todos, que nos promete juventud de por vida

En cualquier revista de las consideradas femeninas, pero también en suplementos dominicales y en la sección de belleza de los semanarios de política es posible encontrar reportajes dedicados a las nuevas cremas del mercado. A través de ellos el gran público sabe que la crema por la que sienten debilidad las famosas cuesta 210€, o cuál es la antiarrugas más conocida del mundo por su eficacia y su asequible precio de 12€. Todos los sectores sociales se han rendido al llamado mercado de la eterna juventud, a la lucha contra la arruga, e invierten lo que pueden en ello. De hecho, hay estudios que afirman que entre los ciudadanos de EE.UU. y Europa se gastan al año 20.000 millones de dólares en la compra de cosméticos, cantidad con la que se podría alfabetizar tres veces la población del planeta.

Uno se pregunta por qué esa obsesión por combatir la arruga. Elena Gismero, Doctora en Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, asegura que «hay una presión social importantísima hacia dos cosas: la delgadez y la juventud. Parece que tener arrugas o signos de envejecimiento es un problema». La necesidad de una piel sin arrugas, firme, sin manchas, con poros cerrados y sin granos ha ido más allá que las simples cremas, las limpiezas de cutis y los tratamientos que practica la esteticista. Según un informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS), el bótox es el tratamiento más demandado del mundo. No entra en la categoría de cirugía porque no es una operación, sino que mediante un pinchazo se inyecta bajo la piel del cliente una ínfima dosis de la toxina botulínica tipo A. Este líquido paralizante es un veneno que actúa localmente, bloqueando los impulsos nerviosos que controlan los movimientos musculares. Así, la frente no se arrugará aunque reciba la orden de fruncir el ceño, dando la apariencia de piel sin arrugas. El producto se comercializa en nuestro país bajo el nombre de Vistabel y su efecto desaparece a los seis meses, expulsándose por la orina. A muchos quizás les produzca perplejidad que haya personas que se gasten cada seis meses unos 400€ para evitar las arrugas, inyectándose una toxina purificada que en estado natural es uno de los venenos más potentes y mortíferos que existen en la naturaleza. Pero estudios sociales aseguran que cada vez se asume mejor el que uno mejore su cuerpo sea como sea, y de hecho las cifras económicas les dan la razón. «La actitud social está cambiando de forma muy rápida hacia tolerar, admitir y tomar como normal lo que antes ni siquiera era aceptable -afirma Gismero-. Hace quince años se consideraba que la cirugía estética era algo sólo para las actrices, sin embargo hoy cualquiera piensa en la posibilidad de pasar por un quirófano pidiendo un préstamo. Es algo admitido socialmente y casi valorado. Mientras que antes se veía como una banalidad, ahora entra incluso en los planes de los más jóvenes, apoyados por sus padres».

Cirugía estética, millones de euros

Una cosa es probar una crema, otra es dar un paso más allá y operarse. Los psicólogos se ponen de acuerdo al afirmar que la cirugía estética es positiva cuando su utilización puntual y menor soluciona un problema de autoestima de la persona. Podría ser el caso de una quemadura, una cicatriz producida por un accidente, unas orejas de soplillo… Sin embargo la más común de las operaciones estéticas en el mercado español es la liposucción, un remodelado de la silueta mediante la lipoaspiración de la grasa corporal no deseada. Le sigue en la lista el implante de prótesis mamarias, y luego la remodelación de la nariz, la eliminación de ojeras y el retoque de párpados; la reducción de mamas, la corrección de las orejas de soplillo y los miniliftins. Este gusto por la cirugía estética se importó desde Norteamérica, y ha logrado convertir la belleza en objeto de consumo cotidiano.

Según la Asociación Española de Cirugía Estética, en 2001 los españoles gastamos en estas intervenciones 900 millones de euros. En 2004 unos 350.000 españoles se hicieron la cirugía estética, gastándose más de mil millones de euros anuales, y convirtiendo a España en el país de la Unión Europea donde se realizan más operaciones de este tipo. Estas crecen aquí a un ritmo anual de un 15%, materializándose gracias a la labor de los 800 cirujanos plásticos que trabajan en nuestro país.
Según un estudio de la profesora Mª Rosa Raich, de la Universidad Autónoma de Barcelona, entre la gente que se gasta ese dinero hay un 32% de personas que padecen dismorfofobia, la no aceptación de uno mismo. Esos pacientes piden ser operados de defectos inexistentes. El gran negocio que supone la cirugía estética hace que muchos profesionales les operen sin un estudio psicológico previo, debido al dinero fácil que producen. Para la doctora Gismero, el origen de este mercado de la belleza es la insatisfacción personal: «Sentirse bien con uno mismo es fundamental, para lo que puede ayudar la estética cuando hay un problema real. Pero la búsqueda y la persecución obsesiva de un cuerpo perfecto o joven avoca a estar infeliz e insatisfecho. Entonces partiendo de esos niveles de insatisfacción es natural que se cree todo ese mercado, y esas imágenes que nos venden a su vez crean más insatisfacción, con lo cual se convierte en la pescadilla que se muerde la cola. Mientras se mantenga el nivel de insatisfacción hay mercado asegurado. Y según un estudio que realicé hace un par de años, el 90% de las mujeres españolas presenta un alto grado de insatisfacción con su cuerpo». La paradoja es que muchas personas desean parecerse a iconos sociales que a su vez también han operado alguna parte de su cuerpo, con lo cual se sigue un modelo creado de belleza irreal. Los medios de comunicación entran en ese juego publicando fotos de esas personas retocadas, falseadas o mejoradas, que alimentan los deseos de imitación de muchos.

Belleza, sello personal

El auge de la lucha por la belleza es muchas veces generado desde el exterior, mediante la publicidad y las promesas de conseguir un cuerpo eternamente joven. Pero por otro lado, muchas personas han depositado en su cuerpo sus limitaciones y se autoconvencen de que operándose dejarán de ser lo que son. Según Gismero, «el cuerpo es un reflejo de problemas y también un intento de solución de otros vacíos. Así, me es más fácil la idea de pasar por un quirófano y verme diferente, a trabajarme por dentro y verme diferente. Es más fácil ponerlo en algo físico, algo que la sociedad me vende como manejable. De este modo atribuimos a una parte del cuerpo ciertas dificultades que están en otro ámbito. Si te operas la nariz vas a seguir con la inseguridad por dentro, porque no has solucionado el problema donde realmente está».

Desde el exterior nunca recibiremos el mensaje de que somos bellos tal y como estamos, porque nuestra insatisfacción corporal genera cantidades ingentes de dinero para los fabricantes de cosméticos, los gimnasios, las esteticistas, los centros estéticos, los cirujanos… Los psicólogos están de acuerdo en que sólo la aceptación de uno mismo, la reflexión profunda y la capacidad crítica nos llevarán por caminos personales que cuestionen las normas que el exterior nos marca. Para ayudarnos en la tarea, Elena Gismero nos da una definición de belleza sobre la que merece la pena reflexionar: «La belleza no es como una foto fija, sino que está formada de muchas cosas. El bienestar con uno no se refleja solamente en el físico sino también en la forma de hablar, en la seguridad, los movimientos corporales, los gestos, la expresividad… Eso forma parte del encanto y el atractivo de una persona. No es malo cuidar la estética, pero no es lo único de lo que nos deberíamos ocupar. Hay dimensiones más profundas en nosotros para cuidar». Mientras, millones de euros engrosan las cuentas de médicos y multinacionales.