¿Qué nos hace el colonialismo? Para Césaire (1955), nos “inculca el miedo, a desesperación, el complejo de inferioridad” (p. 24). Para Fanon (1952), nos convence de ser inferiores, nos “inferioriza” para “superiorizar” a nuestro colonizador, nos hace “interiorizar” y “epidermizar” la inferioridad (pp. 8, 75), nos “mutila”, nos “deshumaniza”, nos “animaliza” (1961, pp. 44-45, 146). El colonialismo, además, nos impone una forma violenta de existencia, nos compele a volvernos unos contra otros y contra nosotros mismos, nos enajena y nos divide, nos hace identificarnos al mismo tiempo con el agresor europeo y con su víctima indígena, condenándonos así a ser culpables y víctimas, verdugos y mártires (PAVÓN-CUÉLLAR, 2020b). El colonialismo nos convierte en nuestro peor enemigo, nos hace odiarnos o despreciarnos, recelar o avergonzarnos de lo que somos. Nos vuelve, de manera única en cada caso, inseguros, temerosos, desconfiados, agresivos o sumisos en las relaciones que establecemos con los otros, entre nosotros y cada uno consigo mismo. Nos habitúa poco a poco a la subordinación, la servidumbre, el despotismo, el abuso, el robo, la impunidad, la injusticia, la envidia, el resentimiento, la impotencia, la dependencia, la pasividad, el mimetismo.1
La formación cultural del pueblo, así como está impregnada de rebelión potencial, con variadas influencias de Ideologías de la izquierda; también lo está de autoritarismo, militarismo, sumisión desde la religiosidad y las fuerzas armadas, una educación que reafirma cada día esos rasgos, un racismo que sigue afectando la identidad, sumado a las viejas taras patrimonialistas, caudillistas y clientelares. La particularidad peruana es que gobierna alguien que postulo tres veces a la presidencia, siempre perdió, pero es la que gobierna con sus aliados conservadores y los corruptos de todo tipo. Keiko hija de japoneses, es alguien que no solo es maquiavélica, sino que carece de la mínima ética, odia a los peruanos porque no votan por ella y pretende naturalizar la corrupción para que sus delitos no sean considerados como tales. La pregunta es, porque el Estado profundo, los criollos y extranjeros que controlan la economía, la eligieron para defender sus intereses? Y la respuesta es, porque su política de despojo y saqueo, solo pudo imponerse usando la Constitución del 93 y múltiples ilegalidades. El desprecio al pueblo los lleva inevitablemente a la corrupción, a rechazar la democracia, los derechos, las instituciones y a confundir el sentido común, distorsionar conceptos básicos de la política. La estrategia de Keiko fue partir del control del Congreso con sus aliados conservadores, enviaron tres listas y una gran inversión mediática, con eso consiguieron mayoría. Sus escasos seguidores son una ínfima base social compuesta por mestizo-indígenas blanqueados- de clase media baja de derecha y ex izquierdistas conversos, La jefatura de la mafia, para garantizar su control, sometieron a los caudillos de la izquierda corrupta y con ella destituyeron al Presidente y controlaron todas las instituciones. Esclarezcamos la parte ideológica, donde la derecha conservadora, la izquierda llamada caviar y la fundamentalista han reducido la democracia al sufragio, la idea de patria ha sido apropiada por los militares y la de república quedo en manos de la derecha. Veamos.
Tanto el concepto de democracia como el de república han sido distorsionados por la derecha conservadora. República proviene del vocablo latino res (cosa) pública, perteneciente al “populus”, pueblo, significando que el poder reside en el pueblo, que lo delega transitoriamente en sus representantes. Ese régimen no ha sido permitido en el Perú. Otras características de la república, son: la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos; los gobernantes son responsables ante el pueblo que los eligió, por sus actos de gobierno; y la difusión de dichos actos, deben ser puestos a conocimiento del público para poder ser controlados. El territorio y sus culturas ancestrales es fundamental para entender esto. Perú, Bolivia, Ecuador y Guatemala son los países más parecidos en América Latina, con su diversidad étnica y viejas divisiones. Desde que llegan los españoles, aunque el rechazo a la invasión es predominante, unas colectividades oprimidas apoyan al invasor, por su parte, los españoles deciden mantener las clases, divisiones, castas y jerarquías y dividen a las sociedades aún más. Los originarios de abajo se rebelan y los de arriba terminan colaborando antes que ser exterminados. Situación muy compleja que aún se investiga. Como dice Lorena Cabnal, si no entendemos esos tiempos y los que siguieron no entendemos lo que hoy ocurre.2 Hoy en día, cuando vemos que unos pueblos originarios son más sumisos o rebeldes que otros, son cosas que vienen desde esos tiempos. Sin embargo, después de muchísimos años resurgen las coordinadoras regionales y nacionales de la resistencia, que recién se van reconociendo y vinculando. Sin conocer la historia, es muy difícil construir un movimiento indígena plurinacional porque además muchos evitan reconocerse como indígenas. Liberarse algo de los grilletes físicos y mentales, significaba integrarse a otra sociedad opresiva. Hemos llegado al momento en que mientras el extractivismo criminal, los despoja y homogeniza, por otro lado, la subjetividad y las distancias los alejan. Pero hay más problemas, v.gr. obreros, mineros que apoyan a las empresas ecocidas y campesinos de los alrededores que tienen fuertes conflictos territoriales y ambientales con las mismas empresas.3 Y, otra vez, como dice Lorena el lugar de la mirada es importante, puede ser desde un cubículo o desde los lugares en conflicto.
Un siglo después de la llamada independencia, Mariátegui caracterizó a la sociedad y al régimen de semifeudal y semicolonial. Transcurridos cien años más, los poderosos empresarios criollos y extranjeros recolonizan el país y vuelven a las formas de dominación autoritarias semifeudales. Familias japonesas, añorando el periodo imperial japonés, llegan al gobierno y se convierten en sicarios de las familias con poder. Políticamente, hemos retrocedido más de 16 siglos desde la República de Aristóteles, para quien los puntales de la república son, la participación política activa de la ciudadanía por parte de los ciudadanos informados tanto de los conceptos básicos como de los actos estatales. La representación de todos los ciudadanos dentro de las instituciones de gobierno tenía iguales atribuciones y sin prevalencias (no es que el Congreso sea el mas valioso), aunque el acceso a las magistraturas debían ser necesariamente colegiadas en razón de la materia. Los fines supremos de las formas de gobierno deben ser la libertad-igualdad, entendiendo las limitaciones de clase y casta de la época. A su manera, eran libres entre iguales y buscaban la realización de la justicia y del bien común y la realización plena del desarrollo de las capacidades cognitivas humanas. Inclusive, la ciencia ha entrado de lleno en el proceso de mercantilización de toda manifestación cultural o simbólica, sigue destellando sobre un fondo de ignorancia.4
La idea de patria varía de acuerdo a consideraciones etnico clasistas y de castas, con el neoliberalismo, al desaparecer la idea de soberanía esta palabra se ha reducido en la práctica al futbol y a los símbolos nacionales: bandera, himno, escudo, y a la comida, la marinera y el denominado folklore. A la imagen de las fuerzas armadas y sus desfiles y a un gobierno, generalmente rechazado. En realidad, esta idea tiene orígenes diversos que se han modificado a lo largo de la historia y que hoy está vacía de significancia para los poderosos al rechazar la idea de pueblo, soberanía y democracia, liberando el sentido territorial, asociándolo al mero crecimiento económico y a un sentimiento, donde la identidad, la cultura y la pertenencia a una comunidad desaparecen. La patria entendida como tierra natal para los pueblos originarios tiene una connotación descolonizadora y a la vez unificadora del país real que hoy está en el fondo de la resistencia a la recolonización.
Cuando se arraiga la ideología neoliberal en la mencionada base social del régimen, la recolonización es aceptada por el sujeto alienado y este queda proclive a ser avasallado por los medios y cautivado por lo moderno y el consumismo, listo para ser objeto de manipulación, adaptación y disciplinamiento. Una forma de alienación se basa en la difuminación de los límites entre lo real y lo virtual, la confusión entre lo verdadero y lo falso, la ruptura de todo limite social y ético, la seducción del consumo sin fin, la primacía otorgada a la apariencia y la separación de las propias necesidades auténticas. También tiene mucho que ver con el valor, el sentido, la libertad, la vida social e institucional: así, en su conexión con el concepto y la praxis de la libertad. Los invisibles pueden tolerar, aguantar o sufrir, como agentes pasivos que soportan algo que consideran equivocado o injusto. U oponerse a la acción o violencia, y defenderse de ella, haciendo énfasis en las prácticas y actos conscientes y deliberados de quienes resisten. Una sociedad marcada por la segmentación multicultural y el racismo multidireccional, es campo fértil para sembrar más divisiones que generalmente no son visibles. En las clases medias, en los estudiantes universitarios y los blanco-mestizos coexisten elementos de ambos mundos, el criollo y el indígena, se dá la diferencia, como tensión y contradicción, entre partes opuestas y yuxtapuestas. La condición histórica tiene su base en que lo indígena y lo europeo, lo afro y lo asiático también; subsisten, dos o más culturas con sus identidades y escasos factores de unidad, en una misma persona o grupo no se funden, sino que coexisten de modo antagónico o complementario. De allí que el desafió de crear un nuevo ethos en una revolución cultural y crear las bases de una economía solidaria, sea tan vital para la lucha futura como el adquirir una consciencia de clase desde la práctica de la resistencia.
La importancia del manejo del derecho y del lenguaje para la resistencia cruza con el papel que jugaron los caciques y abogados: algunos no presentaron oposición y desplegaron sus habilidades para insertarse al nuevo orden a cambio de prebendas. También hubo quienes hicieron uso de su aculturación y conocimiento de la estructura jurídica, así como de los manejos que hacían los funcionarios españoles para enfrascarse en continuas disputas y farragosos litigios, que, si bien no siempre ganaban, lograban hacer escuchar su voz ante autoridades superiores y mitigar las cargas. Su actividad llegó a saturar las instancias públicas al grado que Polo Ondegardo, a mediados del siglo XVI, declaraba “Que cierto es, cosa de lástima, verlos enseñados a nuestras trampas, hechos pleitistas por las Audiencias”.5
La historia de los pueblos de América Latina ha estado marcada por un continuo ciclo de sumisión y rebelión. Aunque han enfrentado períodos de opresión y dominación, también han surgido rebeliones, movimientos y líderes que han desafiado estas condiciones y han luchado por la justicia, la igualdad y la libertad. La lucha por la emancipación y la construcción de sociedades más justas y equitativas sigue siendo un desafío constante en la región, desde la crítica y autocrítica todas son respetables. Durante el siglo XX, América Latina vivió diferentes etapas de dictaduras militares, regímenes autoritarios y represión política. Esto llevó a una intensificación de las luchas populares, movimientos guerrilleros y hasta guerras revolucionarias, en varios países de la región, como la Revolución Cubana con Fidel Castro, el Movimiento Sandinista en Nicaragua, el Farabundo Martí en El Salvador, Sendero Luminoso, MRTA y otros grupos en Perú, el MIR en Chile, las Farc y ELN en Colombia, Montoneros y el EPR en Argentina, Tupamaros en Uruguay, Varias Guerrillas en México, Brasil, Bolivia, Paraguay, Guatemala, etc. Frente a estas, el capitalismo criminal del siglo XXI se rige por la vuelta a las dictaduras, el anticomunismo, la destrucción de los resabios de democracia y estado de derechos, al uso del necropoder y la necro-política; con los que las fuerzas estatales actúan como máquinas de guerra con derecho de matar. Es por ello que, para que la idea de la violencia como partera de la historia adquiera significado, solo podrá lograrlo desde las prácticas antes mencionadas, a las que debe agregarse la autodefensa y las acciones de resistencia local, regional y nacional.
Un país no puede vivir con una destrucción del estado de derecho y de la representación como la que vive en el Perú. Al Congreso, al sistema judicial, ni a la Presidenta usurpadora nadie los quiere. La degradación de la vida pública permanente y la conversión en un Estado autoritario se reinicia en los años setenta del siglo pasado con la destrucción del proyecto velasquista y de las culturas originarias campesinas autónomas, la urbanización salvaje y los avances de la homogeneización cultural a través de los medios que socavaron las bases radicadas en los pueblos originarios sobre las que se fundamentaba la posibilidad de resistir el imaginario y narrativa capitalista. La sociedad disciplinaria y después el internet y el celular, ayudaron a ejercer el poder sobre las clases medias de manera minuciosa, microfísica, local, focalizada. Se crearon tecnologías de poder individualizantes y masificantes al mismo tiempo. Y esas clases medias se plegaron al accionar occidental. El conflicto socioeconómico-político, los dueños del poder y la riqueza, lo convierten en oportunidades de negocios, a través de leyes disfrazadas de humanismo, como se percibe con la reforma a la salud, la salarial y pensional, etc., y la tolerancia a la comercialización y tráfico de armas, producción y comercio de alucinógenos, circulación financiera y lavado de activos, todo disfrazados de legalidad. La inmoralidad, la irresponsabilidad, el desgobierno, el caos institucional, la anarquía y politiquería en el poder, crean oportunidades para obtener ganancias, para que círculos cercanos al poder, capitalicen más. La democracia para las mayorías nacionales solo va hasta el espectáculo electoral, que en muchos casos, se convierte en compraventa de votos.
En las últimas décadas, América Latina ha experimentado cambios políticos y sociales significativos. Persisten desafíos en términos de desigualdad, pobreza, corrupción y violencia sobre los pueblos, lo que ha llevado a la movilización social y a la emergencia de nuevos movimientos y protestas. Ciertamente, una desafortunada expresión política fueron las elecciones que perdieron significado al cobrar la forma jurídica de law fare, que materializó el despojo político legalizado, que se agregó al ingreso de territorios a la minería y las tierras y aguas a la lógica del mercado. Todo un contexto de reconfiguración social que significó la acentuación de las desigualdades preexistentes y la emergencia de nuevas brechas políticas, económicas, sociales y culturales, constituyendo así, un escenario caracterizado por la fragmentación y la pérdida de poder de los sectores populares, y, por la concentración política y económica en las elites de poder internacionalizado. Estos crean un espacio concreto, donde cuerpos, vidas y territorios son sacrificables en aras de la reproducción del capital trasnacionalizado, en consonancia con las renovadas lógicas de dominación capitalista, el paulatino afloramiento de nuevos ejes de confrontación, así como de nuevos discursos críticos, sujetos sociales y de nuevas formas de construcción popular, los movimientos sociales , conviven y coordinan con las organizaciones tradicionales, buscan erigirse en protagonistas de las resistencia.
CAMBIO DE PROYECTOS Y ESTRATEGIAS
Es vital, la construcción de un poder popular – que podría plantearse destituyente, auodeterminado y autogestivo – que instituya, asimismo, espacios, territorios, mecanismos y relaciones que prefiguren y sustenten el proyecto de una sociedad autogestionaria, tendiente a fortalecer la estructura y protagonismo popular desde abajo –donde los derechos universales, asumen un valor enormemente significativo. Se hace fundamental como elemento estratégico, no solo el fortalecimiento y consolidación organizativa de estas expresiones de base, sino, además, el desarrollo continuo de su propia capacidad de fuerza – material y contra hegemónica – opuesta y en confrontación al poder de las clases dominantes
Las políticas redistributivas propuestas por el estado como paliativos, los derechos ofrecidos de modo localizado y parcial como el derecho a la salud o a la educación, las necesidades básicas como el agua o los alimentos (comedores, vaso de leche), deben ser resignificados en términos de su generalización y alta calidad. Medidas y planteos reivindicativos que, entre otras cuestiones, busquen vigencia de derechos, aumentos salariales, fijar una renta básica, demandar empleos dignos y estables, detraer recursos de las lógicas del mercado y apuesten por su expansión y universalización en proyectos colectivos, reduzcan la jornada y repartan el trabajo formal todavía existente, socialicen y expongan la producción de riqueza como atributo histórico-social, apuesten a la desfinaciarización de la economía, al resguardo ambiental y al decrecimiento progresivo (particularmente minero); en definitiva, radicalizar reformas que tiendan a priorizar y estimular la sostenibilidad de una vida digna por fuera de los parámetros de la precariedad, a la par de que sirvan de marco para la recomposición de fuerzas desde abajo, dejen margen para la reconstitución de un imaginario social antagonista y preparen un ascendente horizonte de transformación revolucionaria.
Será imprescindible comenzar a hacer foros colectivos de debate sobre los problemas locales, regionales y nacionales. Convertirnos en investigadores de nuestra propia realidad, los pescadores, mineros, agricultores, pobladores, trabajadores, desempleados, etc. saben mas que cualquier otro de sus problemas. Los pueblos originarios saben del despojo, de la situación de las cuencas y el uso de las aguas, conocen del ecocidio y los pasivos ambientales. Los agricultores que carecen de agua por acción de las empresas mineras, que mueren por tomar agua y alimentarse con productos contaminados, etc. son ejemplos de cómo basándose en el conocimiento podemos elaborar un programa y una base constitucional para la república de nueva democracia y elaboración de una constitución desde abajo y la realidad concreta.
Paralelamente, desarrollar una voluntad de soberanía, deliberante y actuante, solo podrá realizarse si se autoconstruye como sujeto y como agrupación organizada, como movimiento de masas objetivo, como luchadores colectivos que comprometen a otros desde la microorganización, estable, capilar, que elabora e impone un cambio ya en la vida social con su presencia y actividad. Es más, solo se construye y existe voluntad subjetiva colectiva, capacidad de desear fines nuevos, en la medida en que se construye desde la colaboración y solidaridad, desde la vida y economía cotidianas y si existe, un movimiento democrático, articulado, objetivo y subjetivo, de cuya experiencia surja el interés de opinar, la importancia de organizarse para deliberar y actuar, el interés de imaginar junto a la comunidad universitaria de proyectos que orienten la propia praxis, de imaginar proyectos que sin esa experiencia de praxis que los hace verosímiles como expectativa, y posibles como realidad en potencia, desde el sentido común y la razón de cualquier individuo y colectividad. Solo un poder sustantivo sobre la sociedad puede fundamentar un proyecto de constitución democrática. A su vez, una democracia sustantiva, posibilita, entre otras actividades políticas, poder sobre la realidad social. Creación de parlamentos populares y votar leyes soberanas, previa deliberación colectiva, y por otra, la elección de agentes mandatados para aplicarlas; producto de la elección o mediante otras formas como el sorteo o las asambleas populares.
Una revolución cultural para ser tal requiere que sea la gente la que la realice desde su praxis habitual, en la vida cotidiana. Confrontando el debilitamiento de la memoria histórica, proceso involuntario, suele ir acompañado de una pérdida de identidad en lo cultural, equivale a un retroceso. Creando reidentificación y nuevas pautas de vivir, nuevos usos, nuevas costumbres de vida, autónomas, autodeterminadas. Se trata de una reforma intelectual y moral, de la creación de un nuevo ethos, de la forma de vida que configura un nuevo orden social, un nuevo estado, entendido también en el sentido de gramsciano como un estado integral. Un nuevo modelo educativo, el anterior, giraba alrededor del individuo aislado, egoísta, al que la escuela formaba como mano de obra capacitada para satisfacer la demanda del mercado laboral. Es la creación y articulación de un pensamiento cotidiano autónomo de las clases dominantes, pero rescatando para los pueblos las últimas tecnologías. Una acumulación de potencia cultural que es producto de la praxis y de la experiencia colectiva. No hay clase propiamente dicha sin autoconciencia. Esta afirmación se enmarca en una concepción del hombre y de su historia según la cual hacemos la historia pero en condiciones que no son las que elegimos: la clase obrera y los pueblos originarios dejan de ser sujetos históricos y se convierten en “nada” cuando por las razones que sea, no tienen o han perdido consciencia de clase o étnica.
Insistir en la construcción permanente de una organización política lo más democrática u horizontal posible, lo menos delegativa y burocrática que se pueda. Un panorama de las diferentes acciones y estrategias que pueden considerarse como resistencia, tales como la negociación, la adaptación, la recreación, y otras formas veladas y cotidianas de oponerse a la violencia ejercida por los colonizadores. Este repertorio de las resistencias es creativo, multiforme y polifacético por la variedad de actores, reivindicaciones, tácticas, coyunturas, espacios y momentos históricos. En cada caso se ponen en juego acervos míticos, memorias, concepciones del tiempo, ideales y propósitos, que pueden ser desde la destitución de un funcionario hasta la inauguración de una nueva era o la fundación de una utopía. En este sentido, asumimos que existen tantas formas de resistencia como modelos de subordinación y explotación impuestas.
Gramsci decía que las transiciones son aquellas en donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. En medio hay la deriva hacia la desintegración social, con la presencia de mafias, de corrupción , de un sálvese quien pueda y del crecimiento del autoritarismo. Más en concreto. Hay un momento para la reforma. Pero si esta no se hace, hay dos caminos: o la revolución o la reacción.
Notas:
1 Cuadernos Prolam/USP-Brazilian Journal of Latin American Studies, v. 20, n. 39, p. 95-127, jan. /jun. 2021.
2 Lorena Cabnal, Acuerpándonos para tejer pluralidades. Entrevista a Lorena Cabnal, file:///Volumes/ADATA%20HV300/3727-13236-1-PB.pdf f
3 Bolivia es un caso parecido, aunque hay grandes diferencias, pues Bolivia al menos tiene un eje de integración central de tres departamentos donde está más de la mitad del país, entre otras diferencias.
4 Francisco Fernández Buey, Sobre la construcción de la historia, Espai Marx, 11 de julio 2023
5 Polo de Ondegardo, abogado y cronista colonial 1520-1575. Planteaba respetar el orden Inca para una mejor dominación.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.