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Pakistán, la última amenaza orquestada y el fin de la historia

El «peor enemigo» de EE.UU.

Fuentes: Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

¿Habéis oído hablar alguna vez de los Haqqanis? No. Lo creo. Como al Qaida, del que nunca había oído hablar nadie antes del 11-S, la «Red Haqqani» ha emergido en tiempo de necesidad para justificar la próxima guerra de EE.UU., Pakistán.

La afirmación del presidente Obama de que había exterminado al líder de al Qaida Osama bin Laden, desinfló la amenaza de ese coco que sirvió durante tanto tiempo. Una organización terrorista que abandonó a su líder, desarmado y sin defensa, como presa fácil de asesinar, ya no parecía formidable. Era la hora de un nuevo coco, más amenazador, cuya persecución mantuviera viva la «guerra contra el terror».

Ahora los «peores enemigos» de EE.UU. son los Haqqanis. Además, a diferencia de al Qaida que nunca estuvo vinculado a un país, la Red Haqqani, según el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., es un «verdadero brazo» del servicio de inteligencia ISI, del gobierno paquistaní. Washington afirma que el ISI ordenó que su Red Haqqani atacara el 13 de septiembre la embajada de EE.UU. en Kabul, Afganistán, junto con la base militar estadounidense en la provincia Wadak.

El senador Lindsey Graham, miembro del comité de Servicios Armados y uno de los principales belicistas republicanos, declaró que «todas las opciones están sobre la mesa» y garantizó al Pentágono que en el Congreso existe amplio apoyo bipartidista para un ataque militar estadounidense a Pakistán.

Como Washington ha estado matando con drones a numerosos civiles paquistaníes y ha obligado al ejército paquistaní a perseguir a al Qaida por casi todo Pakistán, produciendo decenas de miles, o más, de paquistaníes desplazados al hacerlo, el senador Graham tiene que estar pensando en algo más grande.

El gobierno paquistaní también lo piensa. El primer ministro paquistaní, Yousuf Raza Gilani, hizo volver a su ministro de Exteriores de las conversaciones en Washington y ordenó una reunión del gobierno para evaluar la perspectiva de una invasión estadounidense.

Mientras tanto, Washington acumula más motivos que agregar a la nueva amenaza de los Haqqanis para justificar una guerra contra Pakistán: Pakistán tiene armas nucleares, es inestable y las bombas podrían no caer en buenas manos; EE.UU. no puede ganar en Afganistán hasta que haya eliminado los refugios en Pakistán; y bla-bla-bla.

Washington ha estado tratando de intimidar a Pakistán para que lance una operación militar contra su propio pueblo en Waziristán del Norte. Pakistán tiene buenos motivos para resistir a esa demanda. La utilización por parte de Washington de la nueva «amenaza Haqqani» como excusa para una invasión podría ser el modo de Washington de superar la resistencia de Pakistán a atacar su provincia de Waziristán del Norte, o podría ser, como dicen algunos dirigentes políticos paquistaníes, y lo teme el gobierno paquistaní, un «drama» creado por Washington para justificar un ataque militar contra otro país musulmán.

Durante los años de su servilismo como marioneta estadounidense, el gobierno de Pakistán se lo buscó. Los paquistaníes dejaron que EE.UU. comprara al gobierno de Pakistán, entrenara y equipara a sus fuerzas armadas y estableciera una interconexión con los servicios de inteligencia paquistaníes. Un gobierno tan dependiente de Washington no podía objetar cuando Washington comenzó a violar su soberanía, enviando drones y equipos de fuerzas especiales a matar a presuntos miembros de al Qaida, pero usualmente a mujeres, niños y agricultores. Incapaz de reducir después de una década a una pequeña cantidad de combatientes talibanes en Afganistán, Washington echó la culpa de su fracaso militar a Pakistán, precisamente como Washington culpó de su interminable guerra contra el pueblo iraquí al supuesto apoyo iraní a la resistencia de Iraq contra la ocupación estadounidense.

Algunos analistas informados de los cuales nunca oiréis hablar en los «medios dominantes», dicen que el complejo militar/de seguridad de EE.UU. y sus rameras neoconservadoras están orquestando la III Guerra Mundial antes de que Rusia y China se puedan preparar. Como resultado de la opresión comunista, un porcentaje significativo de la población rusa está en la órbita estadounidense. Esos rusos confían más en Washington que en Putin. Los chinos también están demasiado ocupados encarando los peligros del rápido crecimiento económico como para prepararse para la guerra y son muy inferiores a lo que les amenaza.

La guerra, sin embargo, es la sangre vital de los beneficios del complejo militar/de seguridad, y la guerra es el método preferido de los neoconservadores para alcanzar su objetivo de hegemonía estadounidense.

Pakistán limita con China y antiguas partes constituyentes de la Unión Soviética en las cuales EE.UU. tiene ahora bases militares en las fronteras de Rusia. La guerra y ocupación de Pakistán por parte de EE.UU. probablemente despertará a los somnolientos rusos y chinos. Como ambos países poseen misiles balísticos intercontinentales, el resultado de la codicia de beneficios del complejo militar/industrial y la codicia de un imperio de los neoconservadores podría ser la extinción de la vida en la tierra.

Los patriotas y superpatriotas que están de acuerdo con los planes del complejo militar/de seguridad y los patrioteros neoconservadores impulsan el «fin de los tiempos» tan fervientemente deseado por los evangélicos del rapto, quienes flotarán hacia el cielo mientras todos los demás morimos en la tierra.

No es el resultado del fin de la Guerra Fría esperado por el presidente Reagan.

El Dr. Paul Craig Roberts fue nombrado secretario adjunto del Tesoro de EE.UU. por el presidente Reagan y confirmado por el Senado de EE.UU. Fue editor asociado y columnista en el Wall Street Journal y sirvió en los equipos personales del representante Jack Kemp y del senador Orrin Hatch. Fue asociado del personal del Subcomité de Apropiaciones para la Defensa de la Cámara de Representantes, asociado del personal del Comité Económico Conjunto del Congreso, y Economista Jefe, Personal Republicano, Comité Presupuestario del Congreso. Escribió la ley de reducción de la tasa de impuestos Kemp-Roth, y fue un líder en la revolución de la oferta. Fue profesor de economía en seis universidades y es autor de numerosos libros y contribuciones académicas. Ha testificado ante comités del Congreso en 30 ocasiones.

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article29228.htm

rCR