Traducción para www.sinpermiso.info: Roc F. Nyerro
Carbón y nuclear. Se diría que hemos retrocedido unas cuantas décadas. Y sin embargo, se trata del nuevo plan para el futuro energético de la Unión Europea. Barroso anuncia una «nueva revolución post-industrial», afirma querer combatir contra el cambio climático y a favor de la seguridad energética del viejo continente. Pero luego, en los hechos, Bruselas sigue anclada en el tótem de la primera revolución, la del carbón. La presentación del Plan europeo para una nueva estrategia energética, compuesto de 12 documentos, aparece así como un regreso al futuro. Para la energía nuclear, las alabanzas, aun si con la voz queda. El asunto de la energía nuclear es, de hecho, competencia estrictamente nacional, de manera que Barroso no puede proponer nada a los 27, y no le queda sino optar por el perfil bajo declarándose oficialmente un «agnóstico» del átomo. Pero se trata de un agnosticismo que apenas es capaz de ocultar grandes simpatías hacia una fuente energética que redunda en una menor dependencia, en nulas emisiones de dióxido de carbono y que representa ya un 31% de la electricidad consumida en la UE. Todo lo contrario de la agenda energética para la Europa del siglo XXI de Jeremy Rifkin: apuntar a las renovables, sol, viento y agua, y al hidrógeno. Sólo así puede la energía ser desarrollada y compartida localmente, sin ser proyectada desde arriba. Para él, el plan de la Unión Europea es tradicional y está lleno de zonas de sombra. Le entrevistó en Bruselas Alberto D’Argenzio para Il Manifesto.
Tiene las cuerdas vocales tocadas, pero no se recata Jeremy Rifkin. Para él, Europa debe optar por el hidrógeno y las fuentes renovables de energía, si quiere de verdad salir de la tenaza del sobrecalentamiento del planeta y la dependencia energética. De aquí que el plan presentado ayer por la Comisión europea no le parezca a la altura: «recoge sólo los elementos» positivos, pero no representa un cambio real de filosofía energética. Y justo cuando Barroso presenta su estrategia para la UE en la sede de la Comisión, Rifkin explica su Agenda energética para la Europa del siglo XXI en un seminario desarrollado en el Parlamento europeo. En línea recta, los dos edificios están a menos de 500 metros de distancia.
Barroso habla de un plan energético para una nueva revolución industrial. Pero ¿se trata de una verdadera revolución?
Usa esa expresión porque la ha leído en un libro mío que ha tenido cierto éxito en Europa. Yo hablaba allí de una tercera revolución industrial, y ciertamente, tenemos necesidad de ella. Tiene que fundarse en la convergencia entre un nuevo modelo de comunicaciones y un nuevo modelo energético. Para realizar éste último tenemos que apostar por fuentes renovable sde energía, a fin de crear una sociedad de las energía renovable, una sociedad, sin embargo, imposible de realizar sin un vector capaz de almacenar la energía: el hidrógeno. Porque las fuentes renovables se hallan por doquier, pero son intermitentes. Almacenando la energía con la tecnología del hidrógeno podemos resolver este problema y crear una producción y distribución descentralizada de la energía, de manera que cada región sea autónoma, capaz de generar la energía que necesita. En la tercera revolución industrial tendremos que producir y hacer circular la energía del mismo modo en que ahora circulan las informaciones a través de internet; ya no tendremos una energía generada de forma centralizada y luego distribuida, sino una energía difusa. La Comisión ha recogido sólo algunos de elementos de esta revolución, pero no el diseño general: hablan de eficiencia y de independencia energéticas, pero falta el cuadro general. Lo que yo aconsejaría a la Comisión europea es que entendiera el marco completo de la tercera revolución industrial, sin encerrarse en algunos capítulos de la misma. Eso significa que el proyecto tiene que definirse de manera mucho más clara. El plan de la Comisión, en cambio, está lleno de debilidades y zonas de sombra.
El plan Barroso va ligado al relanzamiento del carbón, a través del desarrollo del llamado carbón depurado. ¿Es un progreso real?
El carbón, el petróleo, el gas y el uranio son tecnologías energéticas del siglo XX y no están difundidas por todo el mundo como, en cambio, sí lo están el sol, el viento y el agua. Por eso las fuentes clásicas exigen un gran esfuerzo económico para asegurarse estratégica o militarmente su control, y a fin de extraerlas y distribuirlas. Eso crea enormes centros de poder, gigantes que controlan la distribución de la energía y pugnan por el control de la misma. En la tercera revolución industrial, según yo la concibo, las cosas van en una dirección totalmente contraria: la energía se desarrolla y se comparte localmente. Eso entraña conferir el poder a las personas, porque es energía distribuida horizontalmente y no de arriba abajo. Llegó la hora de que las nuevas generaciones elijan un nuevo tipo de energía que debe ser difusa, transparente, una suerte de open source.
El conflicto entre Rusia y Bielorrusia vuelve a poner sobre el tapet el asunto del aprovisionamiento y de la inseguridad energética. ¿Cómo salir de esa dependencia?
No hay día sin noticias como ésta de Rusia, o de la destrucción de un gaseoducto en Azerbaiyán, o de una explosión en Nigeria. El futuro de las próximas generaciones no puede basarse en acontecimientos tan poco previsibles. Europa tiene toda la energía que necesita, tiene las fuentes renovables, el sol, el viento, la biomasa; lo que necesita es encontrar el modo preciso de utilizar mejor esos recursos y almacenar la energía a través del hidrógeno, de manera que sea una fuente utilizable en cualquier momento y por doquier. Europa se convertirá así en la primera sociedad con una capacidad de autonomía energética sostenible; pero no es éste el camino que la Comisión europea propone.
Le acusan a usted de ser un visionario, de promover una revolución que todavía parece lejana.En las próximas semanas lanzaremos una gran coalición para una dimensión social de la energía. Lo anunciaremos en breve, pero ya hay grandes grupos industriales que han hecho importantes inversiones en hidrógeno, y algunas regiones, como la Toscana, están invirtiendo en este nuevo modelo energético.