El primer ministro húngaro, Viktor Orban, se mostró dispuesto a discutir con la UE aspectos técnicos pero rechazó modificar la esencia de la nueva Constitución del país, tal y como exigen algunas voces en el Parlamento de Estrasburgo. Justificó sus reformas, que «se basan en lo hecho» en otros estados europeos, en nombre del anticomunismo.
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, reivindicó «orgulloso» su polémica y en muchos puntos retrógrada reforma constitucional y se limitó a prometer «correciones» pero limitadas a los tres aspectos sobre los que la Comisión Europea abrió la víspera tres expedientes sancionadores.
Estos puntos se refieren a la reforma de la Justicia, a la independencia del Banco central y a la nueva agencia de protección de datos. Bruselas ha dado a Budapest un mes de plazo para que modifique esas nuevas legislaciones con la amenaza de llevar a Hungría ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. No obstante, lo que verdaderamente preocupa a Orban es que la UE y el FMI le cierren el grifo de los entre 15.000 y 20.000 millones de euros de préstamo que ha pedido para intentar reflotar su crítica economía.
En su comparecencia ante el Parlamento de Estrasburgo, Orban aseguró que «estos problemas podrían ser resueltos de manera fácil, rápida y eficaz». Ya lo hizo hace un año cuando, a instancias de la propia UE, maquilló la ley de medios (bautizada como Ley Mordaza) para dejarla igual a todos los efectos.
Olvido de lo esencial
El primer ministro tiene a su favor que, de momento, la UE no está dispuesta a ir más allá y a denunciar la deriva ultra de su nueva Constitución. Verdes y liberales, junto con la izquierda europea, critican la timidez de la amenaza de Bruselas a Hungría por fijarse en cuestiones técnicas y olvidarse de lo esencial y pidieron abiertamente lanzar un procedimiento sobre la base del artículo 7 del Tratado de Lisboa, que permitiría sancionar al país por violación grave de los valores europeos, lo que conllevaría la suspensión de su derecho de voto en la UE.
Mientras el Grupo Socialista coquetea con la idea, los padrinos de Orban, el Partido Popular Europeo, ya se han encargado de minimizar el alcance del desafío húngaro hablando de exageraciones y mostrando su esperanza en la negociación.
La aplicación del artículo 7, que sería además la primera en la historia de la Unión, necesita además el técnicamente casi imposible apoyo unánime de los otros 26 socios de la UE.
Al otro lado del espejo
En su defensa ante los diputados de Estrasburgo, Orban presentó como una «necesidad» reformar la Constitución «comunista» de 1949. «Vivían más personas del dinero del Estado que de la economía», señaló intentando regalar los oidos de la actual Europa de los recortes sociales y desmintiendo la comparación con los progresistas líderes cubano y venezolano, Fidel Castro y Hugo Chávez, que se oyó en la Cámara por boca del diputado verde, Daniel Cohn-Bendit.
«Nosotros (los húngaros) tenemos sentimientos cristianos, pensamos que el sentimiento de formar parte de una nación es importante y que la familia es importante», insistió.
Finalmente, el primer ministro magiar recordó, esclarecedor, que todas sus reformas constitucionales «se han basado en (lo hecho en otros) estados miembros y en la UE». No estimó necesario poner ejemplos.
Una Carta Magna de corte integrista y que resucita la idea de la «Gran Hungría»
La nueva Constitución húngara, impulsada por el conservador Orban, y que entró en vigor el pasado 1 de enero, ha sido duramente criticada dentro y fuera del país por atentar contra los principios democráticos.
La nueva Ley Fundamental fue redactada exclusivamente por el gubernamental Fidesz gracias a la mayoría de dos tercios que posee en el Parlamento desde mediados de 2010.
Identidad, religión y moral: En su preámbulo, la Constitución se encomienda a Dios, al orgullo patrio, a la cristiandad y a la familia tradicional.
Estipula que la vida del feto debe ser protegida desde la concepción y define el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. No especifica la protección de los derechos de los ciudadanos si son discriminados por su opción sexual. Incluye la cadena perpetua sin opción de reducción de pena para delitos graves.
La Gran Hungría: La nueva Constitución insta al Estado a asumir la responsabilidad de los dos millones de húngaros que viven en los países vecinos, sobre todo en Rumanía (enclave de Transilvania), y en menor medida en Eslovaquia y Serbia (en el enclave de la Vojvodina). Les otorga además el derecho a voto.
Reforma electoral: Sanciona una nueva legislación que beneficia claramente al Fidesz, hasta el punto de que le hubiera dado la victoria en las elecciones de 2002 y 2006, de las que salieron ejecutivos de coalición entre socialdemócratas y liberales.
Justicia: Limita las funciones del Tribunal Constitucional, a la vez que incrementa el número de jueces de la Alta Corte -con afines al Gobierno-. Abole el Consejo Judicial sustituyéndolo por una oficina unipersonal. Finalmente, rebaja la edad de jubilación de los jueces, en lo que se interpreta como una purga de togados críticos y faculta a la Fiscalía para que pueda elegir qué tribunal juzgara cada caso.
Banco Central: El primer ministro designará a dos vicegobernadores del Banco Central. Paralelamente, aumenta de siete a nueve el número de consejeros -los dos nuevos, por supuesto, serán nombrados por el presidente del país, cuya elección depende del Parlamento.
Libertad de prensa: Anterior a la Constitución, la «Ley Mordaza» fue aprobada hace un año.