Una nueva Honduras está naciendo, se trata de la Honduras de la Alianza, la del gobierno de Xiomara Castro. De este nuevo estado hondureño se esperan muchas cosas: más democracia, menos corrupción, más participación de las clases populares y un mayor respeto a los derechos humanos.
Desde el golpe de estado del 28 de junio de 2009, Honduras vivió un auténtico descenso a los infiernos, del que ahora se espera salir. El nuevo gobierno está trabajando rápido para avanzar en una agenda consensuada que permita poner las bases de una nueva nación. Y uno de los pasos más importantes ha sido garantizar el retorno de quienes tuvieron que huir del país como consecuencia de la represión de la narcodictadura. René Amador es una de esas personas que, muy a su pesar, tuvieron que abandonar Honduras y a todo lo que amaban durante más de una década, debido a las amenazas que pesaban sobre su cabeza. La recientemente aprobada amnistía política, le ha permitido regresar a su país y hoy nos concede esta entrevista para narrar su historia.
- Lo primero René, que alegría saber que estás de vuelta en Honduras. ¿Cuándo regresaste? ¿Cómo te sientes ahora?
Regresé hace unos días, el 27 de abril, tras más de doce años de exilio. La verdad, me siento muy feliz. Como dice mi gente, “nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino”. Honduras me ha recibido con alegría, y me siento abrumado por la cantidad de personas que me abordan, y hasta siento pena por no reconocer a algunas después de tanto tiempo fuera.
Además, me siento fortalecido y apoyado por las nuevas autoridades, que me están dando seguridad en estos primeros días, y estoy deseoso de integrarme al trabajo de reconstrucción de este país que está en las cenizas, en bancarrota. Está claro que es necesaria una ingeniería total que acabe con el clientelismo político, y con esa superestructura gubernamental corrupta e insostenible.
- ¿Quién era el René anterior al exilio?
Toda mi vida la dediqué a formar parte de las luchas sociales de Honduras, era un luchador anónimo más en Honduras. Ahora me he convertido en un personaje conocido y todo es diferente.
Crecí en un hogar politizado. Mi padre, José Manuel Amador Padilla, fue vicepresidente del Sindicato de Trabajadores el Instituto Nacional de Formación Profesional (SITRAINFOP) a finales de los años 70 y principios de los años 80, en los años de plomo en Centroamérica. Existía una fuerte persecución política contra la izquierda y él estaba vinculado al Partido Comunista de Honduras. De hecho, formaba parte de una célula clandestina dirigida por Pedro Brizuela, y como sindicalista se dedicaba a realizar acciones móviles de formación profesional en ebanistería en territorios de El Salvador. Incluso trabajó para la OEA en el Bolsón de Zazalapa, que en aquellos años era un territorio en disputa entre Honduras y El Salvador, y en el que existía una fuerte actividad y base social de la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Su rol fue evitar que las Fuerzas Armadas de ambos países que persiguieran a la población. Posteriormente, el abandonó el Partido Comunista y se integró en el Partido Liberal de Honduras, bajo el movimiento M-Líder, de Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina.
Con este bagaje familiar comencé a involucrarme en la lucha social y sindical. Durante once años fui instructor de formación profesional en el INFOP, y fue ahí donde me vinculé con el SITRAINFOP. De este sindicato llegué a ser Secretario y parte de su Junta Directiva central. También formé parte del Bloque Popular y de la Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH).
En los últimos años, estuve vinculado a la Organización Política “Los Necios”, con gente como Gerardo Torres y Gilberto Ríos. Ahí trabajé durante seis años en temas de formación de conciencia política e ideológica. Durante el gobierno de Manuel Zelaya, nos acercamos al recién creado Poder Ciudadano, e incluso llegué a participar como actor en varios anuncios promoviendo la Cuarta Urna. Creo que la visibilidad que me dio estos comerciales me convirtió en objetivo de la oligarquía, ya que desde siempre consideraron este proyecto como una de las mayores amenazas a su hegemonía.
- ¿Por qué tuviste que marcharte?
Pues como te digo, ya antes del golpe era una figura visible vinculada al Poder Ciudadano. Tras el 28 de junio realizaba tareas de organización para La Resistencia, y formé parte de los muchos jóvenes hondureños que protestaban en las calles contra la dictadura.
Lo que desencadenó mi salida fue un tema complicado. Se trató de una estrategia del régimen para criminalizar a figuras visibles de la resistencia. Seguro que recuerdas el concierto que se organizó en 2009 contra la dictadura, “Voces contra el Golpe”. Aquello lo dirigía Karla Lara y otra gente, a mi hermano Guillermo y a mí nos encargaron trabajar en la seguridad de ese evento, ya que en las marchas había muchos policías y militares infiltrados. En ese marco recibimos a varias personas que venían del extranjero a darnos su apoyo solidario, precisamente en temas de seguridad.
Uno de estos personajes se acabaría revelando como un infiltrado. Robó el carro de mi compañera de aquel momento y lo dejó frente a una institución del estado con documentación relacionada a La Resistencia, y con una bomba dentro, que no llegó a estallar. Se trató de un montaje para criminalizar a la resistencia contra el golpe, a mi y a otra gente.
- ¿Qué te ha permitido volver ahora?
Existía un expediente contra mí en del Ministerio Público que me había impedido volver. La aprobación del decreto de Amnistía por el Gobierno de Doña Xiomara Castro ha sido clave para que pudiera volver. Lo peor es que actualmente ese expediente parece haber “desaparecido”, pueden tenerlo escondido por ahí todavía, pero estoy tranquilo con la cobertura que me da el decreto de amnistía.
- Cuéntanos sobre tu periplo en el exilio
Bueno, pues es una historia larga de contar y llena de sobresaltos. Salí de Honduras 3 meses después del golpe, tras el falso atentado. Tras aquello tuve que escapar clandestinamente a El Salvador, donde estuve protegido por el FMLN. Tras 25 días oculto salí rumbo a España.
Nada más llegar a Europa, al aterrizar en el aeropuerto de Ámsterdam, casi fui deportado. La policía fronteriza no quería dejarme entrar y aunque trataba de justificar las razones de mi llegada, no me entendían ya que no hablaban español. Recuerdo que tuve que llamarte a ti, Javi, para que pudieses aclarar la situación. Tras eso pude tomar el siguiente vuelo a Madrid y llegué a España.
Allí fui recibido por compañeros involucrados en organizaciones de solidaridad con Cuba. Inicialmente estuve viviendo en la sede de una asociación de amistad con Cuba en Valencia. Rápidamente me trasladé a vivir a un Centro Social Okupado en la ciudad de Manresa, en Cataluña. Allí entré en contacto con el movimiento anarquista, de autogestión, del que recibí mucho apoyo y al que guardo mucho cariño. Fueron meses de mucho movimiento. Estuve en Berlín, donde mi solicitud de asilo fue rechazada. Posteriormente regresé a Madrid y con el apoyo del diputado guatemalteco de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) Osmundo Ponce, y de la organización española Comisión española de ayuda al refugiado (CEAR), tramité una nueva solicitud de asilo político, y esta vez la solicitud sí fue aceptada. Por aquella época residí en el Hostal Welcome (para refugiados) en Vallecas, Madrid. Posteriormente pasé por otro centro para refugiados en Madrid, donde estuve seis meses viviendo. En aquellos meses pude viajar a varios países europeos con Katia Lara, en el marco de la presentación del documental “Quien dijo miedo”. Estuve en alrededor de dieciséis países.
Mientras vivía en el centro de refugiados viví una situación muy tensa. Un día apareció por el lugar un sujeto que afirmaba ser exmilitar hondureño y vinculado a la Cuarta Urna. Me estuvo rondando, proponiéndome realizar acciones de carácter terrorista en España, sin lugar a dudas buscando lograr mi deportación a Honduras. Tras comunicarme con los compañeros de Honduras, logramos determinar que esta persona había estado al servicio del Clan Facussé. Ante esta situación busqué la ayuda del sindicato anarquista español, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y gracias a una de sus abogadas lograron sacarme de aquel centro de refugiados en un par de días.
Tras esto pasé 3 meses durmiendo en un despacho de abogados de izquierda en Madrid, con el apoyo de la abogada Amalia Barbero Núñez. Ante lo insostenible de esa situación, decidí volver al Centro Social Okupado de Manresa. En esa época participé en muchas acciones solidarias con Honduras, e incluso estuve con Berta Cáceres, que visitó el Congreso de los Diputados de España para hablar de la represión contra los pueblos indígenas en Honduras. Me sentí muy arropado por el movimiento anarquista catalán, y también por los independentistas catalanes de izquierda, sobre todo los de las Candidatura de Unitat Popular (CUP).
Aunque mi activismo político fue fuerte en esa época, mi sostenimiento económico siempre fue complicado. España pasaba por una terrible crisis económica y decidí regresar a Madrid para buscar trabajo. Por esa época trabajé de forma intermitente en bares e incluso jalando bultos en Mercamadrid, por un salario de 10 euros la hora, que da para muy poco allí.
Fue por aquella época, en el 2011, cuando recibí una llamada de Manuel Zelaya: era la hora de regresar a Honduras y fundar un partido político en el marco de los acuerdos de Cartagena. Regresé ilusionado a Honduras, pero en una semana ya había recibido dos avisos de persecución y hostigamiento en casa de mi hermana. En unos pocos días decidí salir del país, acompañado por Gerardo Torres.
Tras volver a España acabé en un pequeño pueblo de Segovia, llamado Riaza. Esta zona se conoce como la “España vaciada”, allí no hay trabajo y los jóvenes huyen hacia las ciudades. En aquello momento compartía mi casa con mi pareja de aquel entonces, y me dedicaba a tareas del mundo rural y a pequeños trabajos de tapicería. En ese pequeño pueblo pasé siete años de mi vida. De aquella época me queda de recuerdo mis conversaciones políticas con muchos amigos de origen marroquí que vivían en el pueblo, y con los que discutía sobre el Sahara Occidental.
La desesperación por el aislamiento que vivía me llevó a tratar de empezar una nueva vida en Buenos Aires, Argentina, donde está exiliado mi hermano Guillermo. Fui para allí, pero las dificultades económicas en Sudamérica me obligaron a regresar a Riaza. En los siguientes años subsistí gracias a las ayudas de los servicios sociales españoles, que me daban 430 euros al mes, con los que me las arreglé para sobrevivir, ya que siempre fue muy complicado conseguir un trabajo, y más en un lugar como Riaza.
Y bueno, hace dos años por cosas de la vida conocí a una luchadora social estadounidense, de origen mexicano, muy involucrada en el apoyo a las caravanas migrantes de centroamericanos. Una artista y profesora que daba soporte a los niños en las caravanas, y con la que comencé una relación. Para juntarme con ella (vive en Nuevo México) viajé a Ciudad Juárez, y traté de ingresar a USA con mi pasaporte de refugiado, pero se me negó la entrada. Así que me tocó pasar a los Estados Unidos como mojado, en una caminata de más de siete días en territorio del narco. Me tocó vincularme a un pollero al que tuve que pagar, y logré librarme de ser capturado por la migra, que sí se llevó a la mayor parte del grupo con el que crucé. Mi objetivo era poder ver a mis hijos, que viven en Arizona, a quienes llevaba muchos años sin ver. El abrazo con ellos fue uno de los mejores momentos de mi vida. Tras esto pude vivir por un año en Nuevo México, hasta que recibí la llamada de doña Xiomara Castro, que me pidió regresar a Honduras en el marco de la recién concedida Amnistía.
- Vaya aventura René, debes estar agotado. ¿Cuál fue el momento más duro?
Fueron dos principalmente: la muerte de mi padre y la muerte de uno de mis hermanos. En ambos momentos sentí un dolor inmenso por no poder acompañar a mi familia ni estar en los funerales.
- ¿Y el mejor momento?
Claramente fue el reencuentro con mis hijos.
- ¿Cuándo deseaste más volver más a Honduras?
En 2017, cuando la dictadura arreciaba en lo más duro de la crisis tras el fraude electoral. Sentía una profunda rabia, no se miraba nada bueno en el horizonte y la responsabilidad de la Embajada y Heidi Fulton era clara. Pensé en volver clandestino para integrarme a los movimientos de lucha en el Bajo Aguán, pero me convencieron los compañeros de que era una mala idea, ya que allí se encontraban cercados y en una posición débil. En aquel momento pensaba que la dictadura podría durar 10 años más y sentía una gran angustia y desesperación.
- ¿Cómo fue tu experiencia en España? ¿Viviste racismo?
Nunca vivió racismo de forma explícita, pero sí el racismo velado que puedes sentir en el metro, en zonas de clase media alta en las que te quedan viendo como si fueras un criminal por tener otro color de piel. Me reía bastante de las señoras encopetadas que se alejaban de mi agarrándose la cartera. Siempre tienen esa actitud con los migrantes, creyendo que son todos son ladrones. Yo me reía y les decía que el verdadero ladrón era su presidente, Mariano Rajoy.
- ¿Conociste a hondureños en España? ¿Qué le dirías a los hondureños que planean migrar a España y Estados Unidos?
Conocí a muchos en Riaza. Trabajaban en empleos duros que no quiere nadie: cuidadores de ancianos, niños, cocineros, trabajo agrícola. Su situación siempre era difícil, con muchas dificultades para tener papeles.
A los que quieren migrar les diría que las condiciones de trabajo en España, sobre todo en Andalucía, son bastante esclavizantes. Que lo que se ofrece en Honduras luego no se cumple. Que si deciden venir que traten de no quedar atrapados en esos trabajos de semi-esclavitud, y que se preparen para una situación muy dura.
- ¿Conoces historias de otros exiliados?, ¿puedes contarnos algo?
Sí, especialmente recuerdo a Angelina Aguilar, compañera del Bajo Aguán, que se tuvo que ir al exilio tras ser macheteada. También quiero mandarle un saludo al periodista Geovanny Sierra, que trabajaba en UNE TV, que actualmente está en Barcelona y necesita apoyo urgente.
- ¿Cómo te ha cambiado el exilio?
Crecí para ver y entender todos los movimientos políticos de izquierda, entender las debilidades que como luchadores tenemos. Mi incorporación al movimiento social del 15M fue crucial y me permitió reflexionar sobre algunos errores de la izquierda partidista. Por lo demás, ahora conozco experiencias de autogestión, incluyendo trabajo en agricultura orgánica y soberanía alimentaria.
- Para terminar René, ¿Qué le quieres decir al pueblo hondureño?
Que el proceso de reconstrucción en el que está inmersa Honduras requiere de infinita paciencia. La destrucción generada por la dictadura fue total y hay que mantenerse unidos. Hay una hambruna en el territorio y es necesario incorporar a todos los sectores sociales, incluyendo a la juventud, para combatir esta situación.
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