El sistema apartheid ha desaparecido en Sudáfrica, pero, en la práctica, el sistema sigue vigente en varios aspectos. Según dos revistas de consumidores de Dinamarca (Taenk) y de Suecia (Råd och Rön) que al principio de esta primavera publicaron artículos muy críticos, las condiciones laborales en las explotaciones vinícolas de Sudáfrica son pésimas y se pueden comparar con el sistema apartheid. Los dueños de las grandes bodegas son blancos y viven en total lujo mientras que los trabajadores negros trabajan en condiciones similares a la esclavitud, viven en miseria, les pagan mal, no tienen viviendas, a los trabajadores fijos les han echado y sólo usan trabajadores temporales. En fin, los tratan como animales según las publicaciones
Etimológicamente la palabra «crisis» viene del griego «krisis» y este del verbo «krinein», que significa «separar» o «decidir». Y es precisamente la acción que se practica con los seres sobrantes, con los inmigrantes sin papeles, se decide separarlos, excluirlos del colectivo de seres humanos, percibirlos sólo como cupos excedentes, evidenciándose la capacidad de anulación moral de las sociedades democráticas y políticamente correctas, donde los derechos universales pasan a ser diferenciados y privativos, aceptándose con naturalidad lo que en ese sentido se legisle. En estos tiempos que corren, es el peor aviso a navegantes, no sólo porque la restricción de derechos se filtra en todos los campos y actividades, sino porque involucra además la degradación social de asentar normas jurídicas que penalizan los más elementales principios éticos.
La crisis se extiende e injiere en todos los niveles, y, desde los medios de comunicación, desde los puestos de dirección de las grandes empresas, desde la banca, de las oficinas de desempleo, siembran cada día más desesperanza. La crisis tiene dimensiones trágicas en los sectores sociales más indefensos, y no cabe duda que los inmigrantes sin documentos son, quizás, los más desguarnecidos de todos.
Dentro de las medidas de choque para frenar la crisis financiera además de insuflar créditos sin control a los grandes bancos, continuar sin cargas impositivas a las grandes fortunas, aprobar el aumento de la asignación a la familia Borbón, se encuentra la reformulación de la ley de extranjería que en acuerdo con los diferentes Estados de la Unión Europea avanzan en la restricción de derechos y en el endurecimiento de sanciones.
Muchos de los empresarios agrícolas que vieron enriquecer sus cultivos con el trabajo barato de los inmigrantes, hoy se abstienen de contratarlos ya que la legislación en materia de extranjería prevé multas de 500 a 10.000 euros. Estas sanciones se extienden a quienes cobijen a inmigrantes sin papeles según el anteproyecto de reforma de la Ley de Extranjería que tipifica como infracción grave «promover la permanencia irregular en España de un extranjero». El texto en trámite entiende que se respalda la estancia ilegal «cuando el inmigrante dependa económicamente del infractor y le prolongue la estancia autorizada más allá del período legal». El endurecimiento se concreta en multas para infracciones muy graves hasta 100.000 euros, graves hasta 10.000 y leves hasta 500 euros.
El enunciado involucraría a organizaciones que llevan a cabo proyectos para la inserción laboral de inmigrantes «irregulares», a quienes les proporcionan alojamiento en el ciclo formativo y atienden a inmigrantes menores de 18 años que llegaron a territorio español de manera clandestina y fueron ‘internados’ en centros de menores. El anteproyecto considera asimismo elevar a 60 días la permanencia máxima en un centro de internamiento, limitar las reagrupaciones familiares, entre otras.
Mientras estallan los flashes de la banalidad cubriendo la pasarela atascada de autoridades y cónyuges de autoridades y de improductivos e improductivas, en Francia se aplica también el rigor en materia de inmigración: desde el ministerio francés se asegura sin rubor haber emprendido 5.000 acciones legales en contra de «cómplices de la inmigración ilegal». En varias ciudades, miembros de asociaciones humanitarias se han autoinculpado del «delito de ayudar».
En Alemania, la ley de extranjería que se denomina Ley de Permanencia discurre por caminos similares en cuanto a advertencias, sanciones, multas y penas según el grado de intervención en la ayuda a los inmigrantes, abarcando complicidad, instigación, encubrimiento; es decir, tipifica penalmente conductas solidarias y de cooperación.
En Italia, un anteproyecto de ley, incluye medidas tan polémicas como xenófobas, ya que no sólo considera un delito la inmigración clandestina, independientemente que el inmigrante haya cometido o no alguna transgresión, además castigará con multas económicas y con la cárcel a quienes alquilen casas a inmigrantes ilegales. Unos 300.000 inmigrantes que actualmente se encuentran en Italia sin papeles podrían convertirse automáticamente en delincuentes tras la aprobación de la nueva ley de inmigración de Berlusconi. Colectivos diversos sostienen que esta ley pueda aumentar, más aún si cabe, el racismo y la xenofobia.
En países como Reino Unido o Suecia ni siquiera existe ya un límite temporal en el «internamiento» de inmigrantes, por lo que los ilegales son encerrados hasta que se les autorice a vivir en Europa o se les expulse. Podrían ser recluidos también quienes sean demandantes de asilo político hasta que se decida su situación legal, y quienes sean expulsados tendrán prohibida la entrada a la Unión Europa durante los siguientes cinco años.
Según los últimos datos que maneja la Comisión Europea, en el 2004 se dictaron 650.000 órdenes de expulsión en la Unión Europea, de las cuales se ejecutaron 164.000 de forma forzosa y 48.000 de manera voluntaria.
Estas son algunas de las lamentables variaciones en los distintos Estados de la Unión Europea de la traslación nacional de la directiva de la vergüenza votada en el parlamento europeo en junio del 2008, y que encuentra su símil en las nuevas disposiciones y reglamentos de inmigración de EEUU. Las fuerzas de seguridad de ese país, persiguiendo a inmigrantes ilegales, han detenido e incluso deportado, a decenas de sus propios ciudadanos en los últimos ocho años. Han sido documentados 55 casos de ciudadanos norteamericanos que fueron arrestados. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) ha admitido que algunos ciudadanos terminan presos en centros de detención aún cuando es ilegal deportar a ciudadanos estadounidenses o detenerlos por infracciones a las leyes de inmigración.
La inmigración es ya tratada desde los parapetos y atalayas, sean estos reglamentos o disposiciones, murallas, o alambradas, como un «asunto» de naturaleza penal. Aún cuando los inmigrantes han aportado en 3,2 puntos porcentuales el crecimiento económico español (medido en términos de PIB per cápita) permitiendo que éste llegase al 2,6%; el inmigrante no sólo es ya considerado una mercancía que depende de las leyes de la oferta y la demanda de la fuerza de trabajo, ahora las migraciones masivas ponen en peligro la seguridad y el orden publico, pudiendo coartar la libertad de los naturales; consideración aplicable en todos sus extremos a la época del expansionismo colonial europeo.
La pobreza y la desesperación son percibidas como crímenes en la sociedad de los miedos, de las inseguridades, de los temores, de la insolidaridad, de la futilidad; las víctimas portan el delito del hambre en un mundo dónde hay reyes y magnates que dilapidan en horas lo que generaciones enteras de parias no reunirán nunca.
Mientras en Europa se multiplican las revistas de papel couché con articulistas profusos sobre los modelos que lucen mujeres de muestra, saturan con imágenes televisivas de joyas, zapatos, trajes…. a la orilla misma de la nada, sin joyas, sin zapatos y sin haute couture, en los dos últimos meses se depositan noticias que perduran lo que duran los suspiros de agonía:
El Estado sólo es abierto e inclusivo a la banalidad que convive con la permanente inseguridad, intranquilidad; un estado del malestar donde los ciudadanos atemorizados, inseguros por las penurias que constatan en el espejo rechazado de los no-incluídos, que cual Retrato de Dorian Gray, se trazan la falta de trabajo, la precariedad, la incertidumbre económica, la disolución de soportes sociales… la posibilidad concreta que su condición ciudadana pueda trocarse en los desechos que repele.
Cuando la miseria absoluta y el hambre se soportan a las puertas de la opulencia y el bienestar, cuando no hay horizonte minimamente cercano en el que se avizore que cambien las condiciones hostiles, cuando se acumulan generaciones de postergación y sufrimientos inauditos, sorteando la destrucción incluso de la propia dignidad e identidad, emerge el recurso de la autosubversión, con el que pueden explicarse, a veces, el albur tremendo de acometer periplos que terminan con la travesía de la vida.
El anteproyecto de ley de extranjería está en trámite. En palabras de Zygmunt Bauman, lo que está en juego es la humillación y la dignidad humana: el poder de humillar a los otros, haciéndolos aceptar un estatus inferior, es decir, el estatus de ser definidos por otros, en lugar de definirse a sí mismos.