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Entrevista a Stathis Kouvelakis, miembro del Comité Central de Syriza

El referéndum y la desintegración de Syriza

Fuentes: Jacobin

El acuerdo reciente entre el Gobierno de Syriza y las instituciones acreedoras de la troika sorprendió a mucha gente de izquierda que ha seguido los acontecimientos en Grecia. El acuerdo parece indicar el final de un ciclo político. En la siguiente entrevista, publicada en inglés a comienzos de agosto, Sebastián Budgen, editor de la revista […]

El acuerdo reciente entre el Gobierno de Syriza y las instituciones acreedoras de la troika sorprendió a mucha gente de izquierda que ha seguido los acontecimientos en Grecia. El acuerdo parece indicar el final de un ciclo político. En la siguiente entrevista, publicada en inglés a comienzos de agosto, Sebastián Budgen, editor de la revista norteamericana Jacobin, conversa con Stathis Kouvelakis, miembro de la Plataforma de Izquierda y del comité central de Syriza sobre los acontecimiento más recientes en Grecia y las expectativas confirmadas o desmentidas y los próximos pasos del ala radical del partido. Kouvelakis reflexiona sobre la estrategia de la Plataforma de Izquierda, sobre si las cosas se podrían haber hecho de otra manera y sobre las perspectivas de ruptura de Syriza y recomposición general de la izquierda. 

 

¿Cuáles fueron las causas del referéndum de julio? Muchos lo vieron como si surgiera de la nada, como un comodín que el primer ministro griego Alexis Tsipras se sacó de la manga. Pero también hay dudas sobre sus motivaciones, incluso se especula que Tsipras pensó que iba a perder.

Creo que el referéndum fue claramente un intento de salir de la trampa en la que el Gobierno estaba cayendo a través del proceso de negociación. En realidad era bastante obvio que durante la espiral descendente de concesiones, el Gobierno y Tsipras se dieron cuenta de que lo que proponían no iba a ser suficiente para la troika. Hacia la última semana de junio se veía claro que el acuerdo que estaba tomando forma no pasaría la prueba interna dentro de Syriza y no pasaría tampoco la prueba de la opinión pública. Los mensajes que llegaban a la dirección y a Tsipras mismo desde el interior del partido, desde mucho más allá de las filas de la Plataforma de Izquierda, indicaban que lo que se estaba conformando no era aceptable. Los últimos días de esa semana hubo también un cambio significativo de la opinión pública. La gente decía que estaban hartos de estas negociaciones interminables. Se entendía que la troika estaba tratando de humillar al Gobierno griego. Tsipras, que como político tiende a ser del tipo que juega y apuesta fuerte, pensó en el referéndum. La idea no era del todo nueva y había sido sugerida antes por otros, incluyendo Yanis Varoufakis, no como ruptura con el proceso de negociación, sino como un movimiento táctico que podría fortalecer la postura negociadora. Estoy seguro acerca de esto que digo porque conozco informes detallados de la reunión clave del Gobierno la noche del 26 de junio, cuando se anunció el referéndum.

Aquí hay que decir dos cosas. La primera es que Tsipras y la mayoría de las personas cercanas a él pensaban que el referéndum iba a ser un paseo. Y eso era lo que parecía antes del cierre de los bancos. La sensación general era que el referéndum se ganaría abrumadoramente, con más del 70 por ciento. Esa expectativa era bastante realista, sin el cierre de los bancos el referéndum se habría ganado con facilidad, pero la significación política del No habría sido distinta, ya que no habría existido la atmósfera de confrontación y dramatismo creada por el cierre de los bancos y la reacción de los europeos.

Lo que sucedió en esa reunión del Gobierno fue que varias personas, el ala derecha del Gobierno, liderada por el Viceprimer ministro Yanis Dragasakis, no estuvo de acuerdo con la convocatoria del referéndum. Dragasakis es en realidad la persona que ha estado supervisando todo el proceso de negociación del lado griego. Todos en el equipo de negociación con la excepción del nuevo ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, son del grupo de Dragasakis y él era el ministro más destacado que quería deshacerse de Varoufakis. Ese ala derecha del Gobierno pensó que el referéndum era una propuesta de alto riesgo. A diferencia de Tsipras, que no era consciente de lo que se planteaba, el ala derecha se daba cuenta de que se trataba de una decisión muy polémica que daría lugar a una dura reacción de la parte europea. Lo cual se confirmó luego. También estaban asustados de la dinámica de base que pondría en marcha esa iniciativa. Desde otro sector, el líder y ministro de energía y reconstrucción productiva y miembro de la Plataforma de Izquierda, Panagiotis Lafazanis, dijo que el referéndum fue la decisión correcta, aunque tardía, pero también advirtió que equivalía a una declaración de guerra, que la otra parte cortaría la liquidez y que en cuestión de días los bancos estarían cerrados. La mayoría de los presentes pensó que eso era un chiste.

Creo que esa ignorancia, esa falta de realismo sobre lo que iba a suceder, es absolutamente clave para entender la lógica de cómo ha actuado el Gobierno hasta ahora. Simplemente no podían creer que los europeos reaccionarían de la manera que realmente reaccionaron. En cierto modo, como ya he dicho, el ala derecha de Syriza era mucho más lúcida.

Esto explica también lo que sucedió a nivel gubernamental durante la semana del referéndum. Tsipras estaba bajo una enorme presión de Dragasakis y otros para que se suspendiera el referéndum. No lo hizo, por supuesto, pero dejó claro que sus próximos movimientos serían los que la derecha quería, y que la medida no era una ruptura con la línea que se había seguido hasta ese momento, sino una especie de movimiento táctico dentro de ese marco.

¿Y ese fue el significado del retroceso aparente del miércoles antes de la votación?

Exactamente. Ese miércoles algunas personas incluso hablaron de un golpe interno, y en Atenas circulaban rumores de que Tsipras iba a suspender el referéndum. Durante su discurso confirmó que el referéndum se haría, pero también dejó claro que el referéndum estaba pensado como herramienta para conseguir un mejor acuerdo y que no era el final de la negociación, sino sólo la continuación bajo condiciones supuestamente mejores. Y se mantuvo fiel a esa línea durante toda esa semana.

Una cosa que yo no entiendo sobre el proceso, incluso desde el punto de vista de las relaciones públicas, es que Tsipras convocó un referéndum sobre una serie de propuestas que pidió rechazar y aún en el período previo al referéndum hizo gestos hacia las instituciones acreedoras que parecían proponer medidas aún peores que las que él estaba llamando al pueblo a rechazar. La impresión era de incompetencia y caos.

He tratado de explicar las intenciones de Tsipras para responder a la pregunta sobre si él pensaba que iba a perder el referéndum, y para aclarar el significado que el referéndum tenía para él. Pero lo que está absolutamente claro es que el referéndum desató fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de Tsipras y del Gobierno, que fueron claramente superados por el impulso desencadenado por el referéndum. Entonces hicieron todo lo posible para poner otra vez al genio en la botella. La forma en que Tsipras hizo frente a la presión de Dragasakis -por eso ese miércoles es tan importante- fue aceptar su línea y enviar esa carta infame al Eurogrupo y antes de esa carta, otra solicitando un nuevo préstamo. Eso abrió camino para lo que iba a venir la semana después del referéndum.

Pero, por otro lado, para justificar que no podía suspender el referéndum sin quedar totalmente en ridículo, tenía que dar alguna justificación de su iniciativa. Y así habla de luchar contra las medidas de austeridad incluidas en el paquete Juncker, sobre el chantaje de la troika y el ultimátum al que había sido sometido. Y, por supuesto, la dinámica que se desarrolla desde abajo en ese momento le toma la palabra y sigue librando la batalla contra la troika. Este es un buen ejemplo de una iniciativa que partió de arriba, como resultado de contradicciones internas, pero que terminó liberando fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de un líder. Me parece que esto es muy importante, porque también hay que entender que una de las mayores dificultades que Tsipras enfrenta ahora, después de la rendición del acuerdo de ayer, es la legitimidad política muy dudosa de esa iniciativa después del referéndum.

Es una completa ilusión pretender que el referéndum no tuvo lugar. El referéndum se celebró y hoy está claro tanto para la opinión pública internacional como para la sociedad griega que Tsipras está traicionando el mandato popular.

Entonces, en este gran debate, ¿es Tsipras una especie de genio maquiavélico supertáctico o más bien es un jugador que apuesta fuerte y se ve superado por los acontecimientos?

Bueno, yo creo definitivamente lo segundo, siempre que aclaremos lo siguiente: en realidad Tsipras y la dirección han estado siguiendo muy coherentemente la misma línea desde el principio. Pensaban que mediante la combinación de un enfoque «realista» en las negociaciones y una cierta firmeza retórica, obtendrían concesiones de los europeos. Pero cada vez se veían más atrapados en esa línea, y cuando se dieron cuenta de que estaban totalmente en una trampa, no tenían ninguna otra estrategia. Se negaron sistemáticamente a pensar cualquier otra estrategia, y también hicieron que fuera prácticamente imposible aplicar otro enfoque cuando todavía había tiempo.

En la entrevista de hace un par de días en la revista New Statesman, Varoufakis dice que un pequeño equipo de personas a su alrededor trabajó durante la semana previa al referéndum sobre un plan alternativo que incluía el control estatal de los bancos, la emisión de pagarés y desconexión del banco central de Grecia del Banco Central Europeo en Frankfurt, en lo que sería una especie de salida gradual. Pero eso fue claramente demasiado tarde y fue rechazada por casi todo el resto del equipo económico del Gobierno, lo que en esencia significa Dragasakis. Y Tsipras, por supuesto, validó esa decisión.

Así que hay que insistir en la continuidad de la línea de Tsipras. Esa es también la razón por la que creo que la palabra «traición» no es apropiada si queremos entender lo que está sucediendo. Por supuesto, objetivamente podemos decir que ha habido una traición al mandato popular, que la gente muy legítimamente siente que han sido traicionados. Sin embargo, la noción de traición por lo general significa que en algún momento se toma una decisión con consciencia de incumplir los propios compromisos. Lo que creo que en realidad sucedió fue que Tsipras creía honestamente que él podría conseguir un resultado positivo con la presentación de un enfoque centrado en las negociaciones y mostrar buena voluntad, y esto explica también por qué dijo muchas veces que no tenía ningún plan alternativo. Pensaba que apareciendo como un «europeo leal», sin ninguna «agenda oculta», podría obtener algún tipo compensación. Por otro lado mostró durante algunos meses una capacidad de resistir a la presión creciente e hizo algunos movimientos impredecibles como el referéndum o el viaje a Moscú. Creía que estaba aplicando las medidas adecuadas para resolver el problema. Y lo que pasa es que al seguir persistentemente en esa línea se llega a una situación en la que quedan solamente malas opciones.

¿Y cuáles son las raíces de esa estrategia? ¿Ceguera ideológica, pura ignorancia? Lo que confunde a muchos es un Gobierno compuesto sobre todo de intelectuales, personas que pasaron toda su vida estudiando la economía política del capitalismo contemporáneo, tanto en lo abstracto como en lo concreto, personas que son activistas políticos. ¿Cómo se explica lo que parece una tremenda ingenuidad acerca de sus adversarios políticos? ¿Está arraigada en un fondo de ideología o es sólo la falta de experiencia en la «alta política»?

Yo creo que tenemos que hay que distinguir dos elementos dentro del Gobierno. El primero es el ala derechista del Gobierno liderada por dos de los principales economistas, sobre todo Dragasakis, pero también Yorgos Stathakis. Y luego el núcleo dirigente, Tsipras y las personas de su entorno. El primer grupo tenía una línea coherente desde el principio, no había absolutamente ninguna ingenuidad de su parte. Sabían muy bien que los europeos nunca aceptarían una ruptura con el memorándum. Por esa razón Dragasakis desde el principio hizo todo lo que pudo para que no cambiara el enfoque general. Dragasakis saboteó claramente todos los intentos de Syriza tener un programa económico propio, incluso un programa que estuviera dentro del marco que había sido aprobado por la mayoría del partido. Dragasakis pensaba que lo único que podía conseguirse era una versión mejorada del memorándum. Quería tener las manos completamente libres para negociar el acuerdo con los europeos, sin aparecer él mismo en el escenario. Y tuvo éxito en el control del equipo de negociación, especialmente una vez que Varoufakis fue apartado.

En el verano de 2013 Dragasakis dio una entrevista muy interesante que creó mucho revuelo. Lo que proponía no era ni siquiera una versión aguada del programa de Syriza, sino un programa diferente que era una ligera mejora del acuerdo que Nueva Democracia había firmado en su momento.

Y luego está el otro enfoque, el de Tsipras, hecho desde una ideología de europeísmo de izquierda, que tiene su mejor ejemplo en Euclides Tsakalotos, que se considera a sí mismo un marxista firme, que viene de la tradición eurocomunista (estuvimos en la misma organización durante años). La declaración más típica de él, que captura su ideología y la perspectiva dada al Gobierno por la presencia de todos los académicos, es lo que dijo en una entrevista en el web francés Mediapart en abril. Cuando se le preguntó qué le había sorprendido más desde que estaba en el Gobierno, respondió que él era un académico, que su trabajo era enseñar economía en una universidad, por lo que cuando fue a Bruselas se había preparado muy en serio, que tenía todo un conjunto de argumentos y esperaba contraargumentos bien elaborados para responderle. Pero en lugar de eso, sólo tuvo que enfrentarse a personas que recitaban interminablemente normas y procedimientos. Tsakalotos declaró en la entrevista que estaba muy decepcionado por el bajo nivel de la discusión. En la entrevista para New Statesman, Varoufakis dice cosas muy similares acerca de su propia experiencia, aunque su estilo es claramente más antagonista que el de Tsakalotos.

Esto muestra bastante claramente que estas personas estaban esperando que la confrontación con la UE ocurriera como en una conferencia académica cuando vas con un trabajo bonito y esperas que los que no están de acuerdo presenten contraargumentos bien elaborados.

Todo esto dice mucho acerca de lo que la izquierda es hoy en día. La izquierda está llena de montones de personas bienintencionadas, pero totalmente impotentes en la política real. Pero también dice mucho sobre el tipo de devastación mental causado por una creencia casi religiosa en el europeísmo. Esto significa que, hasta el final, esta gente creía que podrían conseguir algo de la troika, que pensaban que entre «socios» iban a encontrar algún tipo de compromiso, que compartían algunos valores fundamentales como el respeto al mandato democrático, o la posibilidad de una discusión racional basada en argumentos económicos.

Toda la postura de mayor confrontación de Varoufakis se resumía realmente en lo mismo, pero con un envoltorio de jerga de teoría de juegos. Lo que Varoufakis decía era que había que jugar el juego, y seguir, y seguir jugando, hasta que finalmente el contrincante tuviera que retirarse, porque supuestamente el daño que iba a soportar si no se retiraba era demasiado grande para aceptarlo.

Lo que en realidad sucedió fue parecido a una pelea donde un contrincante arriesga un dedo del pie y el otro arriesgo sus dos piernas.

Así que, ciertamente, había una falta elemental de realismo y esto está conectado directamente con el principal problema que la izquierda tiene que hacer frente hoy en día, nuestra propia impotencia.

¿Y cuál es la naturaleza ideológica de este europeísmo que describes en la facción central de la dirección de Syriza? Esas personas no son liberales ni federalistas a lo Negri, ¿no son más bien gente que se considera a sí misma marxista en la mayoría de los casos? ¿Existe una influencia de Habermas o Étienne Balibar?

Creo que, en este caso, Balibar es probablemente más relevante que Habermas. Y aquí también creo que hay que creer en lo que dice Tsakalotos en una entrevista a Paul Mason justo el día después de que las contrapropuestas muy humillantes del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, fueran recibidas.

Cuando Mason le preguntó sobre el euro, Tsakalotos dijo que la salida sería una catástrofe absoluta y que Europa reviviría los años treinta con el regreso de la lucha entre monedas nacionales y el resurgimiento de diversos nacionalismos y fascismos. Así que para quienes piensan como él hay que elegir entre dos cosas: o bien ser «europeo» y aceptar el marco existente, que representa de alguna manera objetiva un paso adelante comparado la vieja realidad de los estados-nación, o ser «antieuropeo», lo que sería equiparable con volver a caer en el nacionalismo, un movimiento regresivo reaccionario. Esta es una forma débil de legitimar la Unión Europea, que se ve como no ideal, pero mejor que cualquier otra cosa posible.

Aquí puede verse claramente qué ideología está detrás. No se suscribe positivamente el proyecto y se tienen serias dudas sobre la orientación neoliberal y la estructuración de arriba abajo de las instituciones europeas, pero se integra uno en sus coordenadas y no se puede imaginar nada mejor fuera de ese marco. Este es lo que significa denunciar el «Grexit», la salida de Grecia de la EU, como si fuera un regreso a la década de 1930 o una especie de apocalípsis. Todo un síntoma del atrapamiento de la dirección en la ideología del europeísmo de izquierda.

¿Es como si pareciera más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin de la Unión Europea, o incluso del euro?

Exactamente, eso escribí hace unos años.

Y sin embargo, esta actitud amistosa hacia la Unión Europea es incompatible con la propia opinión de Nicos Poulantzas, a pesar de algunos intelectuales que utilizan a Poulantzas para defender la posición de la dirección.

Sí, Poulantzas habló de la integración europea en la primera parte de su libro sobre las clases sociales en el capitalismo contemporáneo, en el que analiza los procesos de internacionalización del capital. Y allí consideró a la Comunidad Económica Europea como un ejemplo de una forma imperialista de internacionalización de la Europa del capital en el marco de lo que él consideraba la nueva hegemonía estructural de posguerra de los Estados Unidos.

Hablemos del referéndum otra vez. El referéndum ocurrió en un contexto de crisis de liquidez, con los bancos cerrados, los medios de comunicación lanzando una campaña de histeria y los demás partidos propugnando el «sí». Entonces algo debió suceder para provocar una reacción contraria de enorme escala del pueblo griego. ¿Fue un impulso de orgullo nacional, fue principalmente una cuestión de clase, o fueron, como especulan Paul Mason y otros, los recuerdos de la guerra civil? ¿Cuáles son las principales causas del «no»?

De todos los factores mencionados, lo menos relevante es la Guerra Civil. Hay que ver que el No ganó en zonas de derecha, muy tradicionales, como Laconia, cerca de Esparta, Mesenia y otras áreas del centro de Grecia como Evrytania donde la derecha domina. El «no» fue mayoría en todos los distritos de Grecia. La dimensión de clase fue sin duda el más importante de los tres factores mencionados, que repasaré por orden de importancia. Incluso comentaristas de los medios de comunicación principales reconocieron que esta fue la votación más polarizada por clases de la toda la historia griega. En los barrios obreros el no obtuvo el 70 por ciento o más mientras que en los distritos de clase alta el sí fue el 70 por ciento o más.

La reacción histérica de las fuerzas dominantes y la situación dramática creada por el cierre de los bancos y el límite a las retiradas de efectivo creó dentro de las clases populares una identificación muy fácil con la idea de que el campo del «Sí» representaba todo lo que ellos odiaban. El que el campo del Sí movilizara a todos esos políticos detestados, supuestos expertos, líderes empresariales y famosos televisivos para su campaña sólo ayudó a inflamar esa reacción de clase.

El segundo factor que es igual de impresionante es la radicalización de la juventud. Este es el primer momento desde que comenzó la crisis en que los jóvenes toman una postura unificada. El 85 por ciento de los jóvenes de 18 a 24 años votó «no», lo que muestra que esta generación que ha sido completamente sacrificada por el memorándum, es muy consciente del futuro que tiene por delante y tiene una actitud clara en lo que respecta a Europa. El diario francés Le Monde sacó un reportaje en el que se preguntaba a esos jóvenes, que se habían criado con el euro, con los programas Erasmus, y con la Unión Europea, cómo es que estaban volviéndose contra ella. La respuesta de los entrevistados era sencilla: hemos visto qué es Europa, y Europa significa austeridad, Europa significa chantaje a los Gobiernos democráticos, Europa significa la destrucción de nuestro futuro. Eso también explica las manifestaciones masivas y combativas de esa semana, especialmente el viernes 3 de julio en Atenas y otras ciudades importantes de Grecia.

La tercera dimensión es sin duda la de orgullo nacional. Esto explica por qué fuera de los grandes centros urbanos, donde las líneas de clase son más borrosa, en la Grecia de la campiña y las pequeñas ciudades, el «no» también obtuvo mayoría. Fue un «no» a la troika, fue un «no» a Juncker. Incluso para quienes son escépticos del Gobierno y no se identifican con Syriza o Tsipras vieron que se trataba de humillar a un Gobierno elegido y mantener al país sometido a la troika.

Tú hiciste una gira por centros de trabajo para hacer campaña por el No. ¿Puedes hablar un poco de eso y de cómo te recibieron?

Por supuesto, fue una experiencia única. Las situaciones eran muy distintas, por ejemplo la situación era dura en la empresa de ferrocarriles, que ya ha sido desmantelada en gran parte y que va a ser privatizada. Y los trabajadores sabían que el Gobierno de Syriza ya había aceptado la privatización de los ferrocarriles, se había anunciado en la primera lista de reformas anunciadas por Varoufakis después del acuerdo de 20 de febrero.

Pero a pesar de las situaciones diferentes, en todas partes la discusión fue en torno a dos cuestiones diferentes: ¿por qué el Gobierno ha hecho tan poco hasta ahora, ¿por qué ha sido tan tímido? Y también, ¿qué vais a hacer después de la victoria del No? Para la gente era evidente que el No iba a ganar, porque la campaña del Sí era invisible en los lugares de trabajo y entre la clase trabajadora en general, así que no había ninguna duda sobre cuál sería el resultado. Pero había una enorme ansiedad acerca de lo que pasaría después de la victoria. Así que las preguntas eran: ¿Cuáles son vuestros planes? ¿Qué van a hacer? ¿Por qué todavía hablan de negociaciones cuando en cinco meses y medio se ha visto que eso no conduce a nada?

Yo estaba en una situación muy embarazosa, porque, en mi papel como portavoz de Syriza y miembro del comité central, no podía dar respuestas convincentes a todo esto.

El No, por supuesto, ganó masivamente. ¿Te sorprendió la magnitud de la victoria?

Sí, yo no esperaba que el No alcanzara el 60 por ciento. En la dirección de Syriza, solamente Lafazanis había previsto ese resultado y muy pocos, incluso en la Plataforma de Izquierda, estábamos de acuerdo con él. La mayoría esperaba algo así como 55 por ciento.

El primer impacto inmediato de esta enorme victoria del «no» fue aumentar la desintegración de los partidos de la oposición.

En la misma noche del resultado, los partidos de la oposición estaban derrotados y de lejos fue la derrota más dura del campo pro-austeridad desde el inicio de la crisis. Fue una derrota mucho más clara y más profunda que las elecciones de enero, debido a que se habían reagrupado y habían movilizado todas sus fuerzas, a pesar de lo cual sufrieron una derrota desastrosa. No ganaron ni en un solo distrito de Grecia. El líder de Nueva Democracia, el ex primer ministro Antonis Samaras, renunció casi de inmediato. Y fue entonces, sólo unas horas después, cuando todo este campo del Sí fue resucitado y legitimado por el propio Tsipras cuando convocó un «consejo de líderes políticos», bajo la presidencia del presidente de la República, un partidario a las claras del Sí, que había sido nombrado por la mayoría de Syriza en el Parlamento el pasado febrero. En esa reunión aconteció algo extraordinario, cuando el jefe del campo victorioso aceptó las condiciones del campo derrotado. Esto, hay que decirlo, es algo único en la historia de la política. No tiene precedentes.

El gGbierno tal vez se sorprendió por la fuerza del «no» y la naturaleza de clase de la votación debe haberla entendido también, pero su interpretación ¿no fue simplemente confirmar los planes iniciales? ¿No se pensó que algo más profundo estaba ocurriendo?

La verdad es que no puedo hablar de cómo han interpretado el referéndum, porque todo ha quedado sepultado por las llamadas negociaciones, que son sólo un chiste, por supuesto. Creo que la mejor descripción de esas negociaciones fue la del corresponsal de The Guardian en Bruselas, Ian Traynor, que escribió que un funcionario de la UE las llamó «ejercicios mentales de tortura acuática.» Lo que está claro, sin embargo, es que el Gobierno de inmediato tomó la iniciativa para desactivar la dinámica que estaba surgiendo con el referéndum. Y esta es la razón por la que horas después del anuncio del recuento final tenía lugar esa reunión de todos los líderes políticos que fijaba una agenda totalmente diferente a la expresada por el voto «no».

El contenido de ese nuevo programa es que, pase lo que pase, como, por supuesto, ya se había indicado en los declaraciones inspiradas por Dragasakis la semana anterior, Grecia tenía que permanecer en la eurozona. Y el punto más enfático de la declaración conjunta firmada por todos los líderes políticos, con la excepción del Partido Comunista Griego (KKE), que se negó a firmar, y los nazis, que no fueron invitados a la reunión, fue que este referéndum no era un mandato para romper, sino un mandato para una mejor negociación. A partir de ahí la pifia estaba hecha.

¿Hay pruebas de que la gente estaba cambiando de posición sobre la cuestión de la eurozona durante el periodo del referéndum?

Por supuesto que estaba cambiando. El argumento que se repetía constantemente en los medios de comunicación, que remachaban los líderes políticos del campo Sí, y también los líderes europeos que claramente interfirieron en el referéndum de la manera más descarada durante esa semana, era que votar No era votar contra el euro. Así que es completamente irracional decir que las personas que votaron «No» no estaban al menos asumiendo algún riesgo de una posible salida del euro si esa era la condición para decir «no» a las nuevas medidas de austeridad.

También hay que decir que lo que ocurrió durante esa semana fue un proceso de radicalización de la opinión pública. Se podía sentir y notar en las calles, en los lugares de trabajo, en todos los espacios públicos. En todas partes, la gente estaba hablando sobre el referéndum, así que fue muy fácil percibir el estado de ánimo popular. No estoy sugiriendo que fuera algo homogéneo. Mucha gente decía que votar «no» era en realidad darle al Gobierno otra carta para las negociaciones, eso es cierto. Pero también hay que entender que el carácter masivo del «no» significa que las personas, en especial los asalariados, los jóvenes y las capas medias empobrecidas, tenían la sensación de que no tenían nada que perder y estaban dispuestos a arriesgarse y dar una batalla. El espíritu combativo de los mítines del viernes era indicio de esto. Fue bastante impresionante. Personalmente, no he visto nada como eso en Grecia desde los años setenta.

Hablemos de la votación del 11 de julio en el Parlamento sobre las propuestas enviadas por el Gobierno griego para el Eurogrupo. En ese momento fue cuando quedó claro que el Gobierno había aceptado la perspectiva de un nuevo plan de austeridad. Esas propuestas fueron aprobadas por 251 diputados de 300, con los partidos pro-austeridad respaldándolas masivamente.

Una de las condiciones planteadas por las instituciones acreedoras era que las propuestas del Gobierno griego tenían que ser aprobadas por el Parlamento, a sabiendas de que esto no tiene sentido. Hablando estrictamente no es ni siquiera constitucional, ya que el Parlamento sólo puede votar proyectos de ley o acuerdos internacionales, no puede votar un simple documento que es la base para negociar y se puede cambiar durante la negociación en cualquier momento. Pero esa votación fue un movimiento simbólico que dio carta blanca al Gobierno para negociar a partir de una base reducida drásticamente. Las propuestas del Gobierno eran sólo una versión ligeramente reducida de la propuesta de Juncker que fue rechazada en el referéndum. Así que en realidad lo que el Gobierno estaba pidiendo era la aprobación de su giro de 180 grados durante esa semana.

Pero la imagen del grupo parlamentario de Syriza parece más compleja. Hablemos de la diferenciación dentro de Syriza y la posición de la Plataforma de Izquierda.

La posición de la Plataforma de Izquierda se debatió mucho internamente, especialmente en el componente principal de la Plataforma que es la Corriente de Izquierda liderada por Panagiotis Lafazanis. La opinión mayoritaria era que debíamos votar diferente en esa momento, lo que significó que algunos tuvieron que votar «presente» en la votación, lo que equivale prácticamente a un «no», aunque quizás con menor significado simbólico.

¿Por qué es lo mismo que un «no»?

Porque no cambia la mayoría necesaria que una propuesta necesita para ser aprobada. En cualquier caso, se necesitan 151 votos para su aprobación.

Otra parte del grupo votó a favor de las propuestas a la vez que declaró dos cosas, primero que se encontraba en una posición de solidaridad política con los que las rechazaron, con quienes votaban «presente» en este caso, que no aceptan este acuerdo, y que no iban a votar por un acuerdo que contiene medidas de austeridad. Y tal vez lo segundo es más importante. El razonamiento es que la práctica constitucional de Grecia exige que en cada proyecto de ley el Gobierno tiene que demostrar que tiene una mayoría procedente de sus propias filas, desde el propio partido o de la coalición, que es el caso aquí si tomamos en cuenta al partido de los Independientes Griegos, que está en el Gobierno en coalición con Syriza. Y, de hecho, el Gobierno perdió el control de su propia mayoría.

Aunque no es legalmente vinculante, en la historia constitucional de Grecia cuando un Gobierno pierde el control de su mayoría, el famoso dedilomeni («mayoría declarada»), tiene que convocar elecciones. Por ello la discusión de nuevas elecciones comenzó de inmediato y las elecciones ya se han anunciado, ahora es sólo cuestión de cuándo van a tener lugar.

Así vemos que esta línea, con la que yo personalmente no estaba de acuerdo (yo estaba a favor de un «no», o un voto «presente» homogéneo) realmente fracasó. Porque en realidad con los siete votos de diputados de la Plataforma de Izquierda que votaron «presente» además de algunos diputados de Syriza que también votaron «presente» (como Zoe Konstantopoulou, la presidenta del Parlamento, y Rachel Makri, ex diputada de los Independientes Griegos que ahora cercana a esas posiciones), el Gobierno ya había perdido su propia mayoría.

Sin embargo, ahora una cosa está definida: todos los diputados de la Plataforma de Izquierda rechazarán el nuevo memorando en la próxima votación, eso ya se ha anunciado. Pero tengo que añadir que los dos diputados de la Plataforma de Izquierda que no son miembros de la Corriente de Izquierda, sino cercanos a la Red Roja (y la Izquierda Internacionalista Obrera y otros), el componente trotskista de la plataforma, votaron «no», y fueron los dos únicos diputados de Syriza que votaron «no» al nuevo acuerdo.

¿Lo que dices es entonces que la Plataforma de Izquierda tomó esa posición complicada, por lo menos complicada vista desde fuera de la Asamblea Nacional, porque había calculado mal lo impopular que sería la propuesta de Tsipras? ¿Se había subestimado en qué medida la propuesta iba a suscitar oposición fuera de las filas de la Plataforma? Quizá imaginaban que eran Los últimos mohicanos y que si votaban «no» iban a echar abajo el Gobierno y provocar nuevas elecciones, cuando en realidad había una crisis más amplia en curso que no habían tenido en cuenta en sus cálculos y en la que participaba incluso la presidenta del Parlamento. ¿Quizá se dejaron llevar por un cierto legitimismo?

Yo diría que era esencialmente legitimismo, era demostrar que su intención no era derrocar el Gobierno de ninguna manera, sino expresar su desacuerdo con sus acciones, advertir que se estaba a punto de cruzar la línea roja. Así se trataba de expresar la ilegitimidad de la decisión de Tsipras en ese momento, optando por una ruptura clara.

Tengo que añadir que los dos ministros más destacados de la Plataforma de Izquierda, Lafazanis y el viceministro de asuntos sociales, Dimitris Stratoulis, votaron «no» para que no hubiera duda de su postura. Lafazanis también emitió un comunicado diciendo que, si bien esa era la posición política de la Plataforma, no estaban tratando de derrocar al Gobierno.

¿Pero crees que las capas recién radicalizados de la clase trabajadora griega que acababa de ganar un referéndum entendían lo que estaba pasando?

Bueno, entendían que el Gobierno había perdido el control de su propia mayoría. Los medios de comunicación hicieron el trabajo, centrándose en Lafazanis, dando noticia detallada de los que votaron «no», «presente», «ausente», etc. Hay que añadir que entre los ausentes estuvieron los cuatro diputados de la corriente maoísta (KOE) y el propio Yanis Varoufakis, quien supuestamente tenía «obligaciones familiares». Así que los medios hicieron el trabajo por nosotros, y todo el mundo se dio cuenta de que había una división dentro del grupo parlamentario de Syriza.

De inmediato, los elementos más derechistas de Syriza exigieron que los que habían estado en desacuerdo de una manera u otra dimitieran inmediatamente de sus cargos, incluyendo sus escaños parlamentarios. Así que fue muy claro que Syriza estaba fracturada, aunque por supuesto las tácticas no estaban claras.

El voto más simbólico y crucial sucederá ahora. La votación de la semana pasada fue sobre las propuestas de negociación. La próxima votación, que determinará el futuro de Syriza y el país, será la votación del acuerdo firmado el domingo. Y la información que tengo hasta ahora es que el voto será absolutamente claro y en la memoria popular habrá un verdadero paralelismo con los famosos votos de mayo de 2010 y febrero de 2012 votos, cuando todo el mundo estaba mirando a cada diputado, para ver cómo votaba en esa ocasión.

¿Qué opinas del argumento de gente como Alex Callinicos, con quien debatiste hace unos días, y que decía que en este momento la Plataforma de Izquierda tenía la legitimidad del referéndum y de alguna manera perdió el balón y no metió gol en esa oportunidad?

Creo que es demasiado pronto para decir si hemos perdido o no. Las cosas no se deciden en un solo momento, al menos no en ese momento. Es un proceso que se está desarrollando y creo que el verdadero shock para la sociedad en conjunto vendrá con el nuevo acuerdo firmado.

En esta etapa, lo que puedo decir es que la decisión de la Plataforma de Izquierda es recuperar el partido y exigir un congreso del partido. Creo que está bastante claro que el cambio de dirección de la política de Syriza tiene sólo un apoyo minoritario dentro del partido. Por supuesto, todos sabemos que las manipulaciones burocráticas de los procedimientos partidistas son inacabables y la burocracia tiene infinita capacidad para innovar. Sin embargo, me cuesta pensar que la mayoría de Syriza pudiera aprobar lo que se ha hecho. Claramente, la dirección resistirá ferozmente la convocatoria de un congreso. Veremos qué pasa, porque los estatutos nos permiten llamar a una reunión del comité central y así sucesivamente.

Pero objetivamente, el proceso que conduce a la desintegración de Syriza ya ha comenzado. Syriza, tal como la conocíamos, ya se acabó y la escisión es absolutamente inevitable. El único problema ahora es cómo va a suceder y qué forma va a tomar.

Sin embargo lo que también es probable que suceda es una reconformación drástica de la mayoría gubernamental, hacia alguna forma de gobierno de «unidad nacional» o de «gran coalición». Toda la lógica de la situación apunta a eso.

Los cuatro ministros de la Plataforma de Izquierda dejarán el gabinete esta semana y la votación de mañana en el Parlamento sobre el acuerdo validará la existencia de una nueva mayoría pro-austeridad, reagrupará la mayoría de los diputados de Syriza y todas las demás partes, con la excepción del KKE y los nazis. Se espera que hasta cuarenta diputados de Syriza rechazarán el acuerdo y podrían sumarse también algunos diputados de los Independientes Griegos. El líder del partido To Potami (El Río) ya se comporta como si fuera a ser muy pronto ministro y la derecha discute abiertamente la posibilidad de unirse al Gobierno, aunque la decisión no ha sido tomada aún.

Lo que describes parece una Plataforma de Izquierda actuando como un bloque disciplinado. Pero, ¿no está fraccionada internamente? ¿La votación no fue una manifestación de esa fractura o solo una maniobra táctica?

Tuvimos algunas pérdidas individuales, pero fueron bastante limitadas y hemos tenido éxito en la preservación de la coherencia de la Plataforma. Claramente, creo que fue un error no haber presentado nuestro plan alternativo antes, pero ahora se ha presentado un documento en la reunión plenaria del grupo parlamentario como declaración común de la Plataforma de Izquierda, con la participación de los dos componentes de la Corriente de Izquierda y la Red Roja. Es absolutamente crucial mantener la coherencia entre esos dos componentes. Pero es aún más importante, en realidad, que la izquierda de Syriza opere manteniendo la cohesión.

Hay todo tipo de iniciativas por fuera de las filas de la Plataforma como reacciones a lo que está sucediendo. Sabemos que la llamada tendencia de los Cincuenta y Tres (el ala izquierda de la mayoría) se ha desintegrado y habrá importantes reajustes en ese lado. La clave es que actuemos como la representación legítima del campo del No, el campo antiausteridad, que es la mayoría de la sociedad griega que ha sido traicionada por lo que está sucediendo.

Y, constitucionalmente, ¿la dirección está en posición para purgar el partido?

Indudablemente está en posición de purgar el Gobierno y eso es una buena cosa. Por supuesto, eso significa que los ministros de la Plataforma de Izquierda pronto serán expulsados ​​ del Gobierno. Sobre el partido, ya veremos.

Pero ¿existen mecanismos que podrían utilizar?

Es muy difícil expulsar a alguien del partido, pero vamos a ver cómo se manipulan los procedimientos a nivel de comité central.

¿Y se puede obligar a los diputados a renunciar a sus escaños?

No, no se puede. Es totalmente imposible. Hay una especie de carta adoptada por los candidatos electos de Syriza que dice que deben renunciar a su escaño si no están de acuerdo con las decisiones de la mayoría. Pero las decisiones del Gobierno no han sido aprobadas por ninguna instancia del partido. El comité central del partido, que es el único órgano elegido por el congreso del partido, no ha sido convocado desde hace meses. Así que la legitimidad de las decisiones dentro del partido, y por supuesto dentro de la sociedad griega, es simplemente inexistente.

Pero, si hay nuevas elecciones, la dirección del partido puede excluir a ciertas personas, ¿no?

Eso es lo que pretende. Incluso se habló de eso antes del referéndum, durante la última fase del proceso de negociación, cuando el fracaso se estaba volviendo más y más evidente. Se decía que Tsipras debía convocar elecciones y en ellas purgar a todos los candidatos de izquierda de Syriza. Y creo que ese es el plan que sin duda tienen en mente. Así que será una carrera entre el funcionamiento legítimo del partido y la manipulación de la agenda y el calendario político, particularmente la convocatoria de nuevas elecciones.

¿Cuál es tu evaluación del acuerdo firmado la semana pasada entre el Gobierno griego y el Eurogrupo?

El acuerdo es en todos los aspectos la continuación de la terapia de choque continuamente aplicada a Grecia durante los últimos cinco años. Va incluso más allá de todo lo que se ha votado hasta el momento. Incluye el paquete de austeridad constantemente promovido por la troika durante meses, incluyendo un objetivo de un superávit primario elevado, un aumento de recaudación fiscal a través del IVA y todos los impuestos excepcionales que se han creado en estos últimos años, más recortes a las pensiones y en el sector público a los salarios porque la reforma de la escala salarial sin duda supondrá recortes a los salarios.

Hay también importantes cambios institucionales, con una agencia tributaria plenamente autónoma del control político interno, en realidad convertida en una herramienta de la troika, y la creación de otro consejo «independiente» para supervisar la política fiscal, habilitado para introducir de forma automática cortes horizontales si no se cumplen los objetivos en términos de superávit primario.

Ahora lo que se ha añadido y lo que le da un sabor particularmente agrio a este acuerdo, es lo siguiente: en primer lugar, se confirma enfáticamente que el FMI está ahí para quedarse; en segundo lugar, las instituciones de la troika se asentarán permanentemente en Atenas; en tercer lugar, Syriza se compromete a no aplicar dos de sus principales compromisos, el restablecimiento de la legislación laboral (había algunas vagas referencias a las mejores prácticas europeas, pero es explícito que el Gobierno no puede volver a la legislación pasada) y, por supuesto, también se bloquea el aumento del salario mínimo.

El programa de privatización se amplía hasta un nivel increíble -hablamos de una privatización de 50.000 millones de euros- de forma que todos los activos públicos se venderán. No sólo eso, sino que serán transferidos todos ellos a una institución absolutamente independiente de Grecia. Se hablaba de que estaría en Luxemburgo, pero en realidad estará en Atenas aunque sin control político griego. Este es el tipo de proceso Treuhand que privatizó todos los activos de la Alemania Oriental.

Y la más fuerte de todas estas medidas es que, con la excepción del proyecto de ley sobre medidas humanitarias -que se ha reducido en gran medida respecto del programa de Syriza, esencialmente se trata de un gesto simbólico- todo el resto de los pocos proyectos de ley aprobados por el Gobierno en materia de política económica y social tendrán que ser derogados.

¿Y qué pasa con todos estos temas que los liberales y los socialdemócratas utilizan para dar argumentos «políticamente correctos» a favor de la austeridad, como el presupuesto de defensa o los subsidios a la Iglesia Ortodoxa?

El acuerdo no dice nada acerca de la iglesia. Se recorta el presupuesto de defensa y hay una discusión vaga acerca de favorecer pagos de la deuda más factibles, al tiempo que se rechaza explícitamente cualquier condonación o cancelación de la deuda propiamente dicha. Esto no cambia casi nada porque la tasa de interés de la deuda griega ya es bastante baja y los reembolsos anuales se han extendido mucho a lo largo del tiempo, por lo que es muy poco lo que puede hacerse para aliviar la carga de la deuda de esa manera. Y no debemos olvidar que el acuerdo es sólo un elemento preliminar para el memorando que acompañará a un nuevo préstamo de 86.000 millones, que por supuesto lleva a otro incremento significativo de la deuda.

Así que la cláusula vaga acerca de una futura reconsideración de los términos de pago de la deuda es un elemento esencialmente retórico que permite a Tsipras decir que ahora se ha reconocido la necesidad de abordar la cuestión de la deuda. Es pura retórica, verborrea vacía.

¿Crees que fue un error del Gobierno y la izquierda no haber hecho algo más acerca de la iglesia ortodoxa, el ejército y el presupuesto de defensa, dando así argumentos al otro lado?

La verdad es que eso no era una prioridad. La deuda griega se debe esencialmente a la situación económica general en el país, con un crecimiento insostenible impulsado por los préstamos de todos los años anteriores y se debe a que el Estado griego no ha gravado adecuadamente al capital y a las clases medias y altas. Ese es el núcleo del problema, no el mito de la iglesia.

Es difícil gravar la iglesia, no se puede hacer de la noche a la mañana porque los bienes propiedad de la iglesia son muy diversos, la mayor parte son empresas, o son rentas de la tierra o de bienes raíces. Así que hay un mito sobre esto, cuando en realidad si se ponen impuestos a este tipo de ingresos adecuadamente, también se grava la riqueza de la iglesia.

Entonces ¿no crees que el Gobierno temiera el costo político de un enfrentamiento con los Independientes Griegos, o un conflicto más general en el país, si hubiera adoptado una línea dura con la iglesia?

Hay muchas cosas que podemos criticar a este Gobierno pero sinceramente tratar de echarle la culpa a los Independientes Griegos es lo menos relevante. Incluso me atrevería a decir que los movimientos más impactantes en el ámbito de defensa o política exterior -por ejemplo, la continuación del acuerdo militar con Israel, la realización de ejercicios conjuntos en el Mediterráneo con los israelíes-son todos decisiones tomadas por personas clave de Syriza, como Dragasakis. Es bastante elocuente que Dragasakis representara al Gobierno griego en la recepción ofrecida por la embajada de Israel al cumplirse los 25 años de relaciones diplomáticas normales entre Grecia e Israel.

¿Y qué dirías de estas ideas a favor de Tsipras que algunos están mencionando, por ejemplo que Tsipras ha vuelto a introducir la política en estos debates técnicos, que ha expuesto el lado feo, que ahora en la opinión pública Merkel y los otros se muestran como los monstruos que realmente son, y así sucesivamente?

Creo que bastante de eso es cierto. Un compañero me envió un mensaje diciendo que es cierto que el Gobierno de Syriza ha conseguido hacer de la Unión Europea algo mucho más odiado por el pueblo griego de lo que Antarsya [una coalición extraparlamentaria de extrema izquierda] o el KKE han sido capaces de lograr en veinte años de lucha contra la retórica de la UE.

Hablemos de lo que está por venir. Hay una votación sobre el nuevo paquete de austeridad esta semana que la Plataforma de Izquierda votará en contra, un congreso urgente del partido para tratar de recuperar la mayoría con divisiones o expulsiones potenciales. ¿Entonces que? ¿Una reconstrucción de la izquierda con elementos de Antarsya?

Es pronto para hablar de esas perspectivas de futuro.

Pero las relaciones entre la Plataforma de Izquierda y Antarsya han mejorado, ¿no?

Creo que lo importante es el hecho de que la mayoría de los sectores de Antarsya realmente lucharon con un alto espíritu en la batalla del referéndum y en muchos lugares hubo comités locales en los que participaron todas las fuerzas del No, lo que significa esencialmente Syriza y esos sectores de Antarsya. Así que creo que hay una posibilidad política que necesita explorarse.

Sin embargo, yo no soy tan optimista sobre Antarsya como tal, porque creo que el pegamento que mantiene toda esa coalición en conjunto sigue siendo ultraizquierdismo típico. Ya se puede ver que lo que dicen de esta derrota es que han sido reivindicados, que este es el fracaso de todos los reformismos de izquierda y que lo que necesitamos es un partido revolucionario adecuado y que, por supuesto, ellos son la vanguardia que constituye el núcleo de ese partido y van a continuar por ese camino. Así que creo probablemente habrá alguna recomposición, pero creo que será a una escala limitada.

¿Y quizás alguna actividad en los movimientos sociales? ¿Se habla de una huelga general en el sector público?

Ese es un factor decisivo aún desconocido. ¿Cuál es la situación general ahora? Tenemos un nuevo memorando y una reconfiguración de la mayoría parlamentaria que está detrás de este nuevo memorando que será simbólicamente validado por un voto próximo en el que la mayoría de los diputados de Syriza votarán una vez más con los partidos pro-austeridad el nuevo memorando. Así que una vez más hay una brecha entre la representación política del país y el pueblo. La contradicción está por resolverse.

Es evidente también que el campo está abierto para los nazis, que sin duda tratarán de hacer el mejor uso de la situación. Ya han votado en contra de la propuesta griega, seguro que votarán en contra del nuevo memorando, que llamarán una nueva traición. La cuestión clave es cuál será el nivel de movilización social contra el maremoto que caerá ahora sobre los trabajadores y por supuesto la urgencia absoluta de reconstituir una izquierda combativa contra la austeridad. Esa es la tarea principal del momento.

Sabemos que tenemos elementos para reconstruir la izquierda, sabemos que la gran responsabilidad recae sobre la izquierda de Syriza, en el sentido amplio del término. En el sentido más estricto del término la responsabilidad más pesada recae sobre la Plataforma de Izquierda, porque es la parte más estructurada, coherente y políticamente lúcida de ese espectro de fuerzas. Esa será la prueba de los próximos meses.

Demos un paso atrás para mirar todo el proceso, volviendo al momento de tu primera entrevista en Jacobin [en enero de este año]. ¿Cómo evalúas la estrategia de la Plataforma de Izquierda trabajando dentro del Gobierno y dentro de los movimientos sociales a la vez?

En primer lugar veamos el panorama general. Lo que dije en aquella entrevista es que sólo hay dos posibilidades en la situación griega, la confrontación o la capitulación. Tuvimos capitulación, pero también tuvimos momentos de confrontación que fueron muy mal dirigidos por parte del Gobierno. Esa fue la verdadera prueba.

Es evidente que la estrategia basada en que «el euro es bueno» y en el «europeísmo de izquierda» ha fracasado. Mucha gente lo ha visto. El proceso del referéndum lo dejó claro y la prueba llegó hasta el límite. Fue una lección dura, pero necesaria.

La segunda hipótesis que formulé [en enero] era que se necesitan éxitos políticos, incluso en el plano electoral, para desencadenar nuevos ciclos de movilización. Creo que esto también resultó ser cierto, en dos momentos cruciales. El primero fue en las tres primeras semanas después de la elección, cuando el estado de ánimo era muy combativo, de confrontación, y la moral estaba muy alta. Eso terminó con el acuerdo del 20 de febrero y, desde ese momento, se volvió a la pasividad, la ansiedad y la incertidumbre acerca de lo que estaba pasando. El segundo momento fue el referéndum, por supuesto. Vimos entonces cómo una iniciativa política que abre un proceso de confrontación libera fuerzas y actúa como un catalizador para los procesos de radicalización de la sociedad en general. Esta es otra lección que hemos de aprender.

Sobre la relación de los movimientos sociales y la Plataforma de Izquierda, no se ha probado la hipótesis de que iniciativas gubernamentales específicas pudieran abrir espacios concretos para la movilización popular. El récord del Gobierno ha sido nulo en ese aspecto, nunca hubo ese tipo de medidas. Y lo que ahora tenemos enfrente es algo mucho más familiar, una movilización contra las políticas de un gobierno reconvertido a la austeridad extrema.

En términos generales, Syriza no puso en marcha casi nada de su programa electoral. Lo mejor que los ministros de la Plataforma de Izquierda han podido hacer ha sido bloquear algunos procesos, en particular la privatización del sector energético que ya se había iniciado. Ganaron un poco de tiempo, pero eso fue todo. Lo que también vimos claramente en ese período es que el Gobierno, los líderes, se hicieron totalmente autónomos con respecto al partido. Ese proceso ya había comenzado, hablamos de ello en otra entrevista, pero ahora ha llegado a su culminación. También contribuyó a ello el que todo este proceso de negociación provocó la pasividad y la ansiedad entre las personas y los sectores más combativos de la sociedad, lo que lleva al agotamiento. Antes del referéndum el ambiente era claramente de «No podemos seguir soportando esta tortura, esto tiene que acabar». Esto es algo que personalmente no había previsto. Pensé que el proceso sería más rápido. No había previsto ese atrapamiento en un punto muerto que durara tanto tiempo, limitando enormemente nuestro propio espacio para la iniciativa.

Este es el momento, por supuesto, de la autocrítica inevitable, que sólo está empezando. Claramente, la Plataforma de Izquierda podría haber hecho más en todo este período, en términos de presentación de propuestas alternativas. El error queda claro porque el documento alternativo estaba allí, sólo había vacilación interna sobre el momento adecuado para difundirlo.

Fuimos neutralizados y desconcertados por la secuencia de interminables negociaciones y momentos dramáticos y cuando ya era demasiado tarde, en la reunión plenaria del grupo parlamentario, se presentó finalmente una versión reducida de nuestra propuesta. Esto, claramente, lo deberíamos haber hecho antes.

¿Y qué opinas de las críticas a las declaraciones de Costas Lapavitsas en el sentido de que Grecia no estaba preparada para el «Grexit» y por lo tanto, de alguna manera, ya no había manera de salir? La idea tiene el problema de que aunque es cierto que no se habían hecho preparativos para salir del euro, lo que se hace es una especie de autoconfirmación, ya que quienes proponen el Grexit nunca podrían hacer los preparativos.

Creo que la declaración de Costas se ha malinterpretado. En primer lugar Costas es uno de los cinco firmantes del documento propuesto por la Plataforma de Izquierda que deja claro que una alternativa es posible, incluso ahora, de inmediato. Lo que Costas quiso resaltar en la declaración que hizo a puerta cerrada en el grupo parlamentario es que la salida del euro tendría que estar preparada en los aspectos prácticos, pero que había una decisión política de no preparar nada y así eliminar cualquier posibilidad de una alternativa en el momento más crítico. Esa estrategia de quemar las naves fue usada sistemáticamente por el Gobierno. Y creo que era la obsesión particular de Yanis Dragasakis, que hizo imposible cualquier acción que acercara el control público de los bancos. Él es el hombre de confianza de los banqueros y de las grandes empresas en Grecia y desde que Syriza tomó el poder ha sido quien ha asegurado que el núcleo del sistema se mantendría sin cambios.

Lo que ocurrió entonces es que se pusieron sobre la mesa preparativos iniciales para salir del euro y fueron rechazados, ¿es así?

No exactamente. En las reuniones del gabinete restringido, el llamado Consejo de Gobierno, que incluye sólo los diez ministros principales, Varoufakis había mencionado en la primavera la necesidad de considerar el Grexit como una posibilidad, y prepararse para ella. Creo que se elaboró algo sobre una moneda paralela, pero todo quedé bastante vago y mal preparado.

Como ya expliqué, en su entrevista en New Statesman, Varoufakis dice que se preparó un plan alternativo durante la convocatoria del referéndum. Pero eso es también una confesión sobre lo tardío que fue todo eso.

¿Aparte de la cuestión del ritmo y la desmoralización, qué dirías ahora que no pudiste entender en su momento, o que entendiste mal, y que entiendes mejor ahora?

He repasado en mi cabeza muchas veces los últimos años tratando de entender los momentos de bifurcación. Y me parece que el momento decisivo de la bifurcación de la situación griega fue el período que siguió a las movilizaciones populares del otoño de 2011 y antes de las elecciones de la primavera de 2012. Yo estaba entonces muy involucrado con Costas Lapavitsas y otros camaradas, incluyendo la dirección de la Plataforma de Izquierda, en las iniciativas para constituir un proyecto común de todos los antieuropeístas de izquierda.

Las discusiones avanzaron mucho, porque había incluso un documento elaborado por Panagiotis Lafazanis y luego modificados por otros participantes en estas discusiones. La idea era abrir un espacio de debates y acciones comunes entre la Plataforma de Izquierda de Syriza, ciertos sectores de Antarsya, y algunas campañas y movimientos sociales.

Esa iniciativa no llegó a puerto porque fue rechazada categóricamente, en la fase final, por la dirección del componente principal de Antarsya, la Corriente Nueva Izquierda, que demostró ser incapaz de comprender la dinámica de la situación y que había que cambiar de alguna manera la configuración de fuerzas y el modo de intervención en la izquierda.

Una vez que esa posibilidad quedó cerrada, lo único posible era lo que finalmente se dio. Las fuerzas de la izquierda radical fueron puestas a prueba y de alguna manera solo Syriza fue capaz de aprovechar el impulso y dar expresión política a la necesidad de una alternativa. Vistas las cosas desde hoy, podría pensarse que algunos sectores de la izquierda griega menos ligados a la política partidista podrían haber ido hacia una iniciativa tipo Podemos, o siendo más realistas, tipo CUP catalán, quizá con sectores de la extrema izquierda, pero de carácter más ligado a los movimientos. Pero otra vez lo mismo, no había quien estuviera dispuesto a hacer eso. Todo el mundo estaba demasiado vinculado a las limitaciones de las estructuras existentes y el único intento de redistribuir las cartas no se materializó porque el peso del ultraizquierdismo tradicional resultó demasiado fuerte.

¿Hay algo que quieras agregar?

Sí, quiero añadir una reflexión general sobre lo que significa resultar vindicado o derrotado en una lucha política. Creo que para un marxista es necesario una especie de entendimiento historizado de esos términos. Se puede decir, por una parte, que lo que se ha estado diciendo queda vindicado porque se demostró cierto. Es la estrategia habitual del «ya lo decía yo». Pero, si se es incapaz de darle poder concreto a esa posición, políticamente supone una derrota. Porque, si eres impotente y demuestras ser incapaz de transformar tu posición en una práctica masiva, políticamente no has resultado vindicado.

Por otra parte no todo el mundo ha sido derrotado de la misma manera y en la misma medida. Quiero hacer hincapié en eso. Creo que fue absolutamente crucial que se librara una batalla interna dentro de Syriza.

Quiero ser muy claro acerca de esto. ¿Cuál era la otra opción? Después de haber pasado la prueba de ese período decisivo, tanto el KKE como Antarsya han demostrado, de maneras muy diferentes, claro, hasta qué punto son irrelevantes. Para nosotros, la única opción alternativa habría sido romper antes con la dirección de Syriza. Sin embargo, dada la dinámica de la situación tras la bifurcación crucial de finales de 2011 a principios de 2012, habríamos quedado marginados inmediatamente.

El único resultado concreto que puedo ver hubiera sido añadir un par de grupos a los diez o doce que ya constituyen Antarsya y que Antarsya llegara al 1% en vez del 0,7% actual. Eso hubiera significado que Syriza habría sido ofrecida en bandeja a Tsipras y a la mayoría, o al menos a las fuerzas no pertenecientes a la Plataforma de Izquierda.

En la sociedad griega hoy está claro que la única oposición visible de izquierda a lo que está haciendo el Gobierno es el KKE. Eso no se puede negar, pero políticamente el KKE es totalmente irrelevante. No hemos hablado sobre el papel del KKE en el referéndum, pero fue una caricatura absoluta de su propia irrelevancia. Llamaron a votar con una papeleta especial que el mismo KKE había preparado, con un «doble no» (a la Unión Europea y al Gobierno). Estas papeletas por supuesto no eran válidas y toda la operación terminó en un fiasco. Los dirigentes del KKE no fueron seguidos ni por sus propios votantes, alrededor de 1% de los votantes en general, quizá incluso menos, utilizó esas papeletas nulas.

Y, por otra parte, está la Plataforma de Izquierda. Para Tsipras la espina principal es Lafazanis y la Plataforma de Izquierda. El pueblo griego lo sabe y los medios de comunicación lo repiten constantemente. Y también se puede añadir Zoe Kostantopoulou. Creo que eso es lo que hemos ganado de esa situación. Tenemos una base de partida para iniciar un nuevo ciclo, una fuerza que ha estado a la vanguardia de esta batalla política y lleva consigo esta experiencia sin precedentes. Todo el mundo entiende que si no somos capaces de estar a la altura de la situación, lo que habrá después será un paisaje de ruinas de la izquierda. Desde ese punto de vista, que es el punto de vista de la reconstrucción de la izquierda anticapitalista, sin pretender ser la única fuerza que jugará un papel, somos conscientes de la importancia de lo que está en juego. Eso hace que sea de mucha responsabilidad lo que vayamos a hacer aquí y ahora.

Traducción: José A. Tapia

Versión original de la entrevista: https://www.jacobinmag.com/2015/07/tsipras-varoufakis-kouvelakis-syriza-euro-debt/