Originaria del sudeste asiático, la caña de azúcar llegó a las islas del Caribe en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1494; su cultivo rápidamente se expandió por todo el continente. En la actualidad el azúcar es uno de los principales productos de exportación de países tropicales como El Salvador. La siembra de caña […]
Originaria del sudeste asiático, la caña de azúcar llegó a las islas del Caribe en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1494; su cultivo rápidamente se expandió por todo el continente. En la actualidad el azúcar es uno de los principales productos de exportación de países tropicales como El Salvador. La siembra de caña y la producción de azúcar representa el 2.28% del Producto Interno Bruto (PIB) del país y casi el 20% del Producto Interno Bruto Agrícola.
Mario Salaverría, presidente de la Asociación Azucarera Salvadoreña y ex Ministro de Agricultura, manifiesta que la caña de azúcar no sólo ha resistido los impactos del cambio climático, sino que también ha mostrado un incremento del 10% en la última cosecha (2011 – 2012), alcanzando 15 millones de quintales. Con lo cual El Salvador se ha convertido en el país con mayor producción industrial azucarera de Centroamérica y en el noveno exportador de azúcar cruda del mundo.
Uno de los factores principales que estimula este incremento en la producción de azúcar es el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés), que asigna una cuota de exportación con un programa de crecimiento anual, por ejemplo para la cosecha 2011 – 2012 esta cuota fue de 645, 217.38 quintales de azúcar y para la cosecha del presente año será de 673,913.03 quintales.
Pero la bonanza económica que obtiene el sector azucarero contrasta con la tragedia que viven las comunidades, ubicadas en las regiones, donde se expande a pasos de gigante. Una de las zonas fuertemente afectadas por el monocultivo de caña es el Bajo Lempa, su población ha denunciado la destrucción de la biodiversidad, agotamiento de fuentes de agua, desgaste de los suelos agrícolas y daños a la agricultura campesina y a la salud de las personas, por los agrotóxicos utilizados y métodos de aplicación como el riego aéreo.
Un estudio reciente que incluyó la región del Bajo Lempa, realizado por la Confederación de Federaciones de la Reforma Agraria Salvadoreña (CONFRAS), determinó que en los cultivos de caña se utilizan por lo menos 8 diferentes plaguicidas, entre ellos el glifosato, cuyo componente activo está considerado por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) como extremadamente tóxico.
Esta es una de las razones por la cual en el Bajo Lempa se reporta alta incidencia de enfermedades renales, problemática que se puso en mayor evidencia por los resultados que arrojó un estudio realizado en 2009, por médicos del Instituto de Nefrología de La Habana, Cuba.
La investigación reveló que 11 de cada 100 habitantes de la zona padecen de enfermedades renales y que en la comunidad Ciudad Romero, 30 personas han fallecido por este mal en tan sólo tres años. La mayor incidencia de la patología es en hombres, al 25.7% de los estudiados se les encontró problemas en sus riñones, y en mujeres fue el 11.8%.
El nefrólogo Carlos Orantes, quien estuvo a cargo de la investigación, explicó que el problema se asocia a diversos factores, entre ellos la exposición a agroquímicos.
Pero el verdadero problema para las comunidades es la quema de los cañales, que se realiza con el objetivo de aumentar el rendimiento de los trabajadores que la cortan y disminuir una cantidad importante de materia innecesaria que iría al central azucarero, consecuentemente reduce los costos de producción.
Sin embargo, Ricardo Navarro de CESTA Amigos de la Tierra, asegura que esta práctica tiene altos costos ambientales como el deterioro del suelo, la destrucción de biodiversidad, la alteración del microclima, la contaminación del aire y la generación de gases de efecto invernadero.
Por su parte la Asociación Azucarera de El Salvador expresa que el cultivo de caña de azúcar se caracteriza por su impacto ambiental positivo, «Sembrar una hectárea de caña de azúcar equivale a sembrar dos hectáreas de bosque nativo», se lee en su portal de internet.
Así, mientras pocos disfrutan el dulce beneficio económico del azúcar, muchos sufren los amargos impactos de su producción, sin que las instituciones del Estado salvadoreño actúen de forma relevante para evitar esta problemática.
José Acosta es parte de la organización VOCES EN LA FRONTERA, con sede en los Estados Unidos, coordinando el trabajo de campo en El Salvador (América Central), particularmente en las regiones de Bajo Lempa y Segundo Montes, en Morazán. Es trabajador Social, ha laborado en la organización CESTA Amigos de la Tierra, también ha sido profesor en la Universidad Luterana Salvadoreña.
Fuente: http://www.diariocolatino.com/es/20130205/opiniones/112404/El-sabor-amargo-del-az%C3%BAcar.htm