La elevada incertidumbre y las amenazas crecientes que caracterizan a la actual situación internacional están poniendo de manifiesto una vez más la irrelevancia y sumisión de los gobernantes de la Unión Europea ante la escalada bélica promovida por su socio imperial. La crisis de la Unión -una de cuyas expresiones es la inexistencia de una […]
La elevada incertidumbre y las amenazas crecientes que caracterizan a la actual situación internacional están poniendo de manifiesto una vez más la irrelevancia y sumisión de los gobernantes de la Unión Europea ante la escalada bélica promovida por su socio imperial. La crisis de la Unión -una de cuyas expresiones es la inexistencia de una política exterior y de defensa común soberana- no es nueva, pero se ha venido agravando en los últimos tiempos. El vergonzoso acuerdo con Turquía para rechazar a los demandantes de asilo, el Brexit y el auge de nacionalismos racistas y xenófobos en parte de sus países miembros son otras tantas manifestaciones de dicha crisis. Sin olvidar, por supuesto, la profundización de las divergencias económicas y sociales fruto de los acuerdos contenidos en el Tratado de Maastricht y las políticas dictadas por la tríada compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
El tratamiento recibido por Grecia ha dejado a las claras el carácter rotundamente antidemocrático de los dictados de las instituciones europeas. También su fracaso. El pueblo griego, tras varios años de movilizaciones masivas y a pesar de la dura y sostenida campaña del miedo, tomó una doble decisión en 2015: en enero llevó al gobierno a Syriza y en julio, en referéndum vinculante, rechazó con rotundidad las condiciones del rescate impuestas por la troika. Esta pretendió entonces escarmentar a los demás pueblos europeos quebrando la dignidad y la soberanía de las decisiones de los ciudadanos griegos.
Pero hoy no solo la crisis griega sigue dramáticamente abierta, sino que los pueblos del sur de Europa están dando claras muestras de su hartazgo y de su decisión de articular el rechazo de las políticas impuestas por la Comisión Europea en las calles y en las urnas, con la construcción social y política de alternativas que dan respuesta a las demandas más urgentes y proyectan horizontes de esperanza capaces de dejar a un lado la apatía, el fatalismo y la resignación que conviene a los poderosos.
Portugal y Francia son dos cercanos y significativos exponentes de ello. Ambos interesadamente ignorados por los medios del sistema, con la salvedad de la inevitable aunque sesgada referencia a la impactante campaña electoral de Jean-Luc Mélenchon en las presidenciales francesas.
En Portugal, en las elecciones legislativas de octubre de 2015, la movilización social contra los dictados económicos de las instituciones europeas aplicados por la coalición conservadora en el gobierno desde 2011 se tradujo en un resultado que dio paso a una situación hasta ahora inédita. El Partido Socialista quedó en segundo lugar, tras la coalición conservadora. El centroderechista Presidente de la República nombró primer ministro al líder de dicha coalición, que había gobernado en los años anteriores, y expresó además su preferencia de que el Partido Socialista se integrara en dicho gobierno. Pero dos semanas después de su nombramiento cayó derrotado por una moción de censura parlamentaria votada por el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda y la Coalición Democrática Unitaria, formada por el Partido Comunista Portugués y el Partido ecologista Os Verdes. Ello dio paso a acuerdos programáticos de gobierno firmados a dos bandas por las cuatro fuerzas tras intensas negociaciones. Unos acuerdos ejemplares que pusieron fin a un «tabú», en palabras del nuevo primer ministro socialista, Antonio Costa, quien afirmó: «la izquierda quiere seguir siendo plural pero puede llegar a acuerdos; lo que permite esta alternativa es la capacidad que tiene cada uno de respetar las diferencias de identidad pero anteponer las prioridades para el país». (Creo que puedo ahorrar al lector el comentario de comparar esta posición con la históricamente adoptada por el PSOE en España desde los tiempos de Felipe González y tras las elecciones de diciembre de 2015).
Los acuerdos firmados para el período 2015-2019 por los que el Bloco de Esquerda y la CDU dan apoyo parlamentario al gobierno del PS no excluyen la expresión de sus diferencias programáticas en cuestiones como la renegociación de la deuda, la pertenencia a la OTAN o las alternativas a la crisis de la Unión Europea. Pero han dado ya sus frutos en su primer año y medio de aplicación: aumento anual del salario mínimo, subida de las pensiones, aumento de los salarios de los empleados públicos, con jornada semanal de 35 horas, recuperación de la inversión pública en sanidad y educación, paralización de las privatizaciones, disminución del desempleo y del déficit público… Creo que las distintas expresiones europeas de la izquierda cultural, social y política podríamos hacer bastante más por conocer, divulgar y apoyar la actual experiencia portuguesa, ejemplo práctico y concreto de nuestro proclamado «¡Sí Se Puede!».
En Francia, el malestar social y el desencanto ante las políticas antisociales, belicistas y represivas aplicadas por el Presidente de la República y su gobierno del Partido Socialista cristalizó en las grandes huelgas y manifestaciones de rechazo a la nueva y regresiva Ley del Trabajo presentada en marzo de 2016. En las movilizaciones participaron millones de ciudadanos y la noche del 31 de marzo, la parisina Plaza de la República fue ocupada por miles de personas que se sumaron a la iniciativa de un movimiento propiciador de la convergencia de luchas, la Nuit Debout. Movimiento de recuperación de la dignidad que se extendería por toda Francia dando lugar al nacimiento de numerosos colectivos que siguen hoy activos en múltiples frentes.
Casi a la par, en febrero de 2016, con el nombre de La France Insoumise surgía el movimiento político que lanzaría la candidatura de Jean-Luc Mélenchon a la elección presidencial del 23 de abril y 7 de mayo de este 2017. Un movimiento de ciudadanos individuales no estructurado como partido político, en el que participan miembros de colectivos tan diversos como les Économistes Atterrés, la red Sortir du Nucléaire, la asociación SOS Autisme France, sindicalistas… Y que cuenta con el apoyo de organizaciones políticas como el Parti de Gauche, el Partido Comunista Francés, Nouvelle Gauche Socialiste, una parte de Europe Écologie Les Verts y otras organizaciones menores.
Su programa, fruto de meses de elaboración colectiva con la participación de miles de personas, defiende un proceso constituyente para pasar de la actual «monarquía presidencialista» de la Vª República a una VIª basada en el poder popular garantizado por múltiples instrumentos de participación, la derogación de la Ley del Trabajo, la restauración de la jubilación a los 60 años, la equiparación de las pensiones completas al salario mínimo interprofesional y el aumento de las pensiones menores por encima del umbral de pobreza, la aplicación real e inmediata de la jornada de 35 hs semanales, la salida de los tratados europeos denunciando el Pacto de Estabilidad, la puesta en marcha de un plan de transición energética para el cierre progresivo de todas las centrales nucleares y su sustitución por energías renovables… y muchas otras propuestas y medidas que vale la pena conocer y divulgar.
En el momento de escribir estas líneas quedan aún varios días hasta el cierre de la campaña electoral para la primera vuelta de las presidenciales francesas y se mantiene la incertidumbre sobre los candidatos que pasarán a la segunda vuelta. Pero millones de personas se han puesto en pie y han empezado a trazar juntos un camino para que la libertad, la igualdad y la fraternidad vuelvan a iluminar el horizonte de la tierra francesa y proyecten su luz de esperanza hacia los demás pueblos de Europa que también nos vamos poniendo en movimiento.
Fuente: http://www.elviejotopo.com/articulo/sermon-portugal-francia-la-europa-del-sur-movimiento/