Recomiendo:
0

Entrevista a Gabriele del Grande, periodista experto en inmigración

«El trabajo sucio, aquello que aquí sería ilegal, se delega en los otros»

Fuentes: Diagonal

Desde 1988 ha habido 13.000 muertos en el paso del Mediterráneo. ¿El objetivo de tu libro era demostrar que detrás de esas 13.000 personas había unas vidas, unas familias y unas historias?  GABRIELE DEL GRANDE: Primero habría que precisar esa estadística. El número de 13.000 muertos sale de la prensa internacional: son los muertos de […]

Desde 1988 ha habido 13.000 muertos en el paso del Mediterráneo. ¿El objetivo de tu libro era demostrar que detrás de esas 13.000 personas había unas vidas, unas familias y unas historias? 

GABRIELE DEL GRANDE: Primero habría que precisar esa estadística. El número de 13.000 muertos sale de la prensa internacional: son los muertos de los que tenemos pruebas, documentación de las autoridades españolas, italianas, maltesas, griegas, tunecinas, etc. Pero es una aproximación, sabemos que, al menos, han sido 13.000 porque ninguno sabe lo que pasa de verdad en el mar: hay muchos naufragios de los cuales no se sabe nada. Por ejemplo, a finales de octubre, en Malta, a 50 millas del puerto se encontraron los cuerpos sin vida de cinco personas en medio del mar. Eran las víctimas de un naufragio fantasma. Son cinco cuerpos recuperados, pero nadie sabe si dentro del barco había 20 personas o 300, y nadie lo va a saber. Entonces, 13.000 es lo mínimo, pero puede que hayan sido 20.000 o 50.000. Nadie lo sabe. Por otra parte, lo que comentabas es importante. Mi objetivo con este libro era poner un nombre al lado de las estadísticas. Porque la gente se acostumbra a las estadísticas. Las estadísticas son algo práctico, pero se olvidan. Los nombres, las historias no se olvidan. Yo no voy a olvidar la voz de un niño magrebí de diez años que me preguntó dónde estaba su padre, porque su padre salió hacia Italia por el mar y nunca llegó, el barco se hundió y nadie en su casa le ha dicho la verdad… Historias así no pueden olvidarse. La idea es, por un lado, poner nombres, historia, dignidad a la gente que está muriendo y, por otra parte, denunciar, acusar a las políticas europeas, porque tiene que haber responsables de tantos muertos.

¿Qué consecuencias tiene la externalización de las fronteras, al dejar como gendarmes a Gobiernos como el marroquí o el libio? 

G.G.: Se trata de que el trabajo sucio, aquello que aquí sería ilegal, se delega en los otros. Las consecuencias son las que hemos visto en enero con la muerte del joven camerunés en la frontera de Melilla por los soldados marroquíes que patrullan la frontera española desde el otro lado de la alambrada. Nadie va a hacer una investigación sobre el militar que mató a este inmigrante. Si esto hubiera pasado en España seguro que sería un problema, también para la Guardia Civil. ¿Quién tiene la responsabilidad política? ¿Quién es el que arma al ejército marroquí para controlar nuestras fronteras? Es España, es Europa. Lo mismo pasa en Libia: hay un flujo de inmigrantes mucho más grande en dirección a Lampedusa y cada año hay entre 50.000 y 60.000 personas arrestadas. Hay gente que es detenida en la noche, en su casa, cuando la policía llega a los barrios de inmigrantes y va puerta por puerta deteniendo a la gente, los llevan a cárceles donde viven en condiciones inhumanas, en una habitación de 3×4 metros, encerradas más de 20 personas durante meses, sin ver abogados, sin poder pedir asilo político… A esto se une la gente que es expulsada al desierto. En el libro cuento la historia de dos futbolistas de Camerún que estaban cerca de Ceuta. Antes de intentar saltar la valla fueron arrestados por la policía marroquí que los expulsó a la frontera de Argelia. Después la policía argelina les expulsó a la frontera sur con Mali, pero esta frontera está en medio del desierto. Esto pasa cada año con miles de inmigrantes, con refugiados políticos, muchos se quedan en los pequeños oasis del desierto donde se quedan bloqueados: no pueden partir, no pueden volver y tienen que buscar dinero para pagar. Estos chicos cameruneses se fueron andando por el desierto durante una semana y tuvieron la suerte de encontrar unos tuaregs que los ayudaron. En octubre, en Marruecos, 20 o 25 personas que habían sido interceptadas en el mar, fueron detenidos y los llevaron de la cárcel a la frontera con Mauritania, en medio del desierto. Cuando Médicos del Mundo encontró a los supervivientes, hallaron también los cadáveres de tres personas y había otras desaparecidas de las que no se sabe si han muerto, si han conseguido llegar a Nuadibú (Mauritania)… Lo que es más grave es la hipocresía europea: si lees los informes oficiales de la UE se dice que la cooperación se incrementa, que hay buenos resultados. Lo único que les importa es que baje el número de inmigrantes que llegan. Todos los medios para hacerlos son bienvenidos. Por ejemplo, en Libia, hay testimonios de refugiados políticos en cárceles libias y eso lo han visto funcionarios italianos y han hablado de las condiciones inhumanas en las que viven: eso lo ha dicho la policía, no los propios inmigrantes.

¿Cómo afecta esta situación a los refugiados? 

G.G.: Estamos hablando de países en los que no existe ningún derecho de asilo: los países del norte de África, desde Marruecos hasta Egipto. En 2005, en Marruecos más de 15 personas fueron asesinadas por disparos del ejército. En esta guerra contra los inmigrantes, la situación de los refugiados es dos veces peor que la de los inmigrantes económicos, porque si uno económico tiene posibilidad hasta cierto punto de elegir si partir o no, el refugiado no tiene esa opción: tiene que salir porque, de un día a otro, su vida está en peligro.