Los flamencos secesionistas son ya el primer partido de Bélgica
Dos partidos antagónicos negociarán desde hoy el futuro y hasta la existencia misma del Estado belga. La Nueva Alianza Flamenca (N-VA), un partido conservador y abiertamente separatista, se alzó con cerca del 30% de los votos de Flandes. En Valonia, la otra gran región belga, los socialistas arrasaron con casi el 34% de los votos francófonos y la promesa de luchar por la pervivencia del Estado.
«Escribimos una nueva página en la historia», aseguró Bart de Wever, líder de la N-VA, arropado por la bandera europea y cientos de militantes. Su partido no existía hace una década, pero desde entonces ha logrado convencer a los electores de Flandes, la mitad norte y próspera del país, con gestos de calculada rebeldía ante los partidos tradicionales y una estructura federal que considera injusta. «Tiendo la mano a los francófonos» para «hacer lo más rápidamente posible reformas importantes», prometió.
Entre ellas está la transformación de la economía, pero, sobre todo, la de un Estado presa de tensiones territoriales que han derivado en la ingobernabilidad del país. El reparto de los impuestos entre regiones y el estatuto electoral y lingüístico del área de Bruselas centran un debate para el que los socialistas valones se sienten preparados.
«Nos han votado los ciudadanos que no quieren ver como enemigos a sus semejantes», aseguró Elio di Rupo, líder de la izquierda francófona, quien prometió «sentido de la responsabilidad» para acometer una «reforma del Estado» . Una reforma «que muestre a toda Europa que somos capaces de superar nuestras diferencias internas y asumir nuestro rol de capital europea».
No está nada claro que Bélgica pueda satisfacer sus obligaciones comunitarias. Las negociaciones para formar Gobierno serán sin duda complejas y podrían dilatarse meses, mientras que la presidencia belga de la Unión Europea comenzará en menos de tres semanas. La identidad del primer ministro es todavía una incógnita. «Para mí, ser primer ministro no es importante», señaló sin despeinarse De Wever. «Si para los francófonos es importante, estoy dispuesto a hacer el sacrificio» , aseguró, renunciando a un cargo ocupado por flamencos durante las últimas tres décadas.
El líder liberal francófono y actual ministro de Economía, Didier Reynders, consideró «problemático» el viraje de Flandes hacia el separatismo conservador, mientras que el verde Jean-Marc Nollet celebró «que De Wever nos tienda la mano». Eso sí, los francófonos quieren «ver qué guarda en la otra y cuál es en realidad su programa, porque ganar las elecciones es una cosa, y reconstruir el país, otra». El líder de la N-VA se esforzó en atender a las televisiones de sus vecinos del sur, a quienes pidió en un francés precario «que no tengan miedo, que tengan confianza en sí mismos para poder hacer reformas que serán buenas también para los francófonos».
Bajan los xenófobos
Los democristianos flamencos se conformaron con una segunda posición ante la «radicalización» del electorado que considera que «a partir de ahora no se puede gobernar sin la N-VA», en palabras de Yves Leterme, el primer ministro saliente. Los partidos más radicales y xenófobos de Flandes (Vlaams Belang y Lista Dedecker) también perdieron apoyo en favor de una N-VA que cree que Bélgica desaparecerá como país, pero que no puede permitirse que suceda de manera traumática. «Será una evolución», aseguró De Wever. «Hacia las regiones y hacia Europa», prometió.
Decidido a liquidar el Estado belga
Descrito como un «intelectual» por sus adversarios, sus votantes ven en él la alternativa a los partidos tradicionales y la extrema derecha populista. Bart de Wever, historiador de 39 años, confirmó su plaza en la primera fila de la política belga de los próximos cuatro años creando un espacio político inexistente hace una década. Conservador en lo económico y social, el líder de la N-VA propone la independencia de Flandes como punto principal de su programa electoral. Sin embargo, no pretende una «revolución, sino una evolución» de las estructuras institucionales hacia la liquidación del Estado belga, creado de manera artificial en 1830. De Wever fue más moderado que nunca, consciente de que su furia electoral requiere una gestión responsable ahora que su partido es decisivo. «Quiero tender puentes», prometió.
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