Tras el batacazo en las europeas, el presidente francés abre las puertas a un Gobierno ultra convocando elecciones legislativas anticipadas. Un escenario que empuja a los partidos de izquierdas a reanudar su coalición unitaria.
El periodista Rafael Poch publicó hace siete años en la revista Ctxt un artículo que resultó premonitorio sobre la actual crisis política en Francia. El entonces corresponsal en París de La Vanguardia
advertía sobre los frágiles fundamentos en que se asentaba la
irrupción del presidente francés, Emmanuel Macron. “Para llegar a su
engañosa victoria electoral, el joven Macron ha tenido que abolir la
alternancia y casi el pluralismo institucional en Francia”, alertaba
Poch sobre el declive de los partidos tradicionales (los socialistas y
la derecha republicana) y la “gran coalición” que encarnaba el
dirigente centrista y neoliberal. “Para hacer su tortilla ha incendiado
la cocina”, concluía.
Macron tomó el domingo una decisión que puede representar la chispa final para incendiar la cocina de la política gala. Tras la imponente victoria de la ultraderecha de Marine Le Pen (31,4% de los votos, según los resultados definitivos), el presidente anunció la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas. Tendrán lugar el 30 de junio (primera vuelta) y el 7 de julio (segunda). Es decir, se celebrarán apenas tres semanas después de unas europeas en que el lepenismo ha conseguido su mejor resultado en los 52 años de historia del partido. Toda una temeridad.
Tras el 9J, la posibilidad de una cohabitación entre Macron y un Ejecutivo encabezado por Jordan Bardella, la mano derecha de Le Pen, resulta real. No obstante, esta amenaza ha representado un electrochoque para todos los partidos de izquierdas. Tras un último año de divisiones y declaraciones cruzadas, la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar), el Partido Socialista, Los Ecologistas y el Partido Comunista anunciaron el lunes por la noche que se presentarán de manera conjunta en las legislativas con un “programa de ruptura”. Si el presidente contaba con la división de la gauche para convertir la votación de este verano en un duelo con el lepenismo, su jugada va camino de salirle mal.
El mapa electoral del domingo provocó vértigo en los dirigentes y militantes de izquierdas. La Reagrupación Nacional (RN) quedó como primera fuerza en todas las regiones de la Francia metropolitana, incluida la de París, donde obtuvo su peor resultado (18,79%).
Con el 14,6% de los votos, la coalición macronista sufrió su mayor revés desde su irrupción en 2017. Obtuvo un respaldo 13 puntos inferior al de la primera vuelta de las presidenciales de 2022 y ocho menos respecto a las europeas 2019.
Las
urnas visibilizaron la profunda decepción —lleva años cociéndose— en
este segundo mandato de Macron. No solo fue un claro voto de sanción,
sino también reflejó la radicalización de la derecha francesa. Esta se
decanta hacia el lepenismo en perjuicio del macronismo y de la derecha
republicana, que obtuvo un modesto 7%.
La apuesta de Macron: el miedo a los ultras y la división de la izquierda
“No sería capaz, tras esta jornada, de hacer como si no hubiera pasado nada”, dijo el presidente en un discurso televisado desde el Elíseo, apenas una hora después de que se anunciaran las primeras estimaciones de los resultados. Curiosamente, Macron recurrió a una pulla contra la izquierda para justificar su decisión de convocar elecciones legislativas. “A esta situación (la clara victoria de la ultraderecha), se le suma una fiebre que se ha apoderado en los últimos años del debate público y parlamentario en nuestro país. Un desorden que sé que os preocupa”, afirmó refiriéndose a la oposición aguerrida llevada a cabo en los dos últimos años por la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.
Tras haberse quedado sin mayoría absoluta en la Asamblea Nacional en las legislativas de 2022 —algo poco habitual en Francia para la coalición presidencial—, Macron ha sido incapaz de encontrar una mayoría estable en la Cámara Baja. Desde la impopular reforma de las pensiones hasta los dos últimos presupuestos, aprobó las medidas más relevantes con el decretazo del 49.3. Ahora intenta revertir esta situación.
Macron confía en que el miedo a la ultraderecha le ayude en las nuevas elecciones. Le gustaría que fueran un duelo con Le Pen. Es una estrategia arriesgada, que ha empezado a torcerse desde las primeras 24 horas postelectorales. Aunque todavía no es definitivo, el acuerdo preliminar de las formaciones progresistas ha desbaratado la voluntad de la coalición presidencial de beneficiarse de las divisiones en ese espacio.
Vista desde España, esta maniobra recuerda el all-in que hizo hace un año Pedro Sánchez convocando de manera anticipada elecciones generales. Aunque al líder del PSOE esa jugada le salió redonda, Francia no es España. El macronismo cuenta con un peor balance —impopular reforma de las pensiones, revuelta en las banlieues, crisis en Nueva Caledonia…— y una menor base electoral que el socialismo de Sánchez. ¿Macron se ha hecho el harakiri? Los resultados en las urnas lo dirán. Los primeros sondeos para las legislativas apuntan que el macronismo quedaría tercero en la primera vuelta del 30 de junio, con el 19% de las papeletas, superado por la ultraderecha (34%), pero también por la izquierda (22%). Ninguno de esos bloques alcanzaría la mayoría absoluta.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/francia/ultimo-bandazo-temerario-macron