Luego de casi cuatro años del gobierno Funes-FMLN [3], se ha evidenciado cada día más su carácter burgués, reformista, desmovilizador de las luchas sociales; ha quedado claro, además, que la alta cúpula del FMLN se ha convertido en una cúpula burguesa con afanes oligárquicos que se disputa contra la burguesía tradicional u oligárquica absolutamente todo […]
Luego de casi cuatro años del gobierno Funes-FMLN [3], se ha evidenciado cada día más su carácter burgués, reformista, desmovilizador de las luchas sociales; ha quedado claro, además, que la alta cúpula del FMLN se ha convertido en una cúpula burguesa con afanes oligárquicos que se disputa contra la burguesía tradicional u oligárquica absolutamente todo (instituciones del Estado y mercado). Ha quedado claro también que en esta enorme disputa inter-burguesa el empresariado expresado políticamente en GANA (Salume y otros) ha encontrado afinidades empresariales con el bloque burgués del FMLN, conformando política y económicamente la ya mencionada burguesía emergente.
De ese concierto empresarial se deriva la formación política del «bloque de partidos», la correlación de fuerzas «progresistas» en la Asamblea Legislativa: FMLN-GANA y demás partidos clientelares. Pero este bloque es progresista sólo en el marco de una contra hegemonía frente a la oligarquía financiera que encarna el ala dura de ARENA, pero no de cara a la conformación de un proyecto político-revolucionario, es decir, cuya base programática sean los intereses de las clases explotadas y oprimidas.
Entonces, a 4 años del gobierno de Funes-FMLN, cabe someramente contestarnos ¿Qué es este gobierno? Fácilmente podrá contestarse el lector: «un gobierno burgués». Y efectivamente estará en lo correcto. Pero ello no es todo. El gobierno Funes-FMLN, como expresión fiel de una burguesía emergente, requiere de la mayor concentración de poder político y económico que sea posible. El carácter burgués del gobierno Funes-FMLN y la impronta de poder de la cúpula farabundista están llevando a echar mano de todo lo que sea posible ocupar en la conformación de su estrategia empresarial. En este punto entran en el juego otros actores -más fuertes y decididos- que tienen mucho qué decir y, sobre todo, imponer. De ahí que no sea despreciable el coqueteo vulgar del gobierno y las camarillas del Frente con los gobiernos de los Estados Unidos y Brasil, con la Unión Europea y con organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial.
En río revuelto, ganancia de pescadores. Así reza el dicho popular y es cierto. En la riña de las burguesías autóctonas, con todo y su ceguera ideológica y política, otros agentes ganan terreno, asumen posiciones estratégicas en la región y socavan los derechos de la clase trabajadora con la máscara del progreso, el empleo, la competitividad y esa sarta de ingenuidades que ya es lugar de «nuestras» derechas e izquierdas institucionales. Esos agentes no son otros que las formas institucionales de los imperialismos en pugna: el gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea -al menos en nuestra región-, y de las empresas transnacionales como concreción de la explotación y la dominación que los centros capitalistas ejercen sobre la periferia.
La ambivalencia del gobierno se muestra en que, mientras deja el paso libre a las inversiones ALBA, alimentando con ello al bloque burgués de la cúpula del FMLN, ejecuta políticas económicas pro-oligárquicas, como el mantenimiento del dólar como moneda de curso legal [4], el pago de la deuda externa [5], la política fiscal profundamente regresiva, injusta e insostenible [6], la política comercial de liberalización y la política laboral de repartimiento de migajas.
Otros elementos del gobierno burgués: la desmovilización y la legitimación social del proyecto de neoderecha
Además de su carácter burgués y pro imperialista, el gobierno actual es un gobierno de conciliación de clases, un gobierno de «frente popular preventivo» que aplica fielmente las políticas de los imperialismos en pugna (Asocio para el Crecimiento, Asocios Público-Privados, Proyecto de Ley de la Función Pública, reformas a la Ley de Zonas Francas, «tregua entre pandillas», Acuerdo de Asociación). Este gobierno, pues, viene en gran medida a complementar lo que los gobiernos de ARENA, por su desgaste político, ya no podían llevar adelante, es decir, todas las políticas pro-imperialistas (principalmente el Asocio Para el Crecimiento y el acuerdo «Stand By» con el FMI y a partir de allí todos los recortes sociales).
Así, pues, el imperialismo decidió (y lo hizo expresamente) apoyar a Funes-FMLN en la cuestión electoral del 2009, para lograr derrotar a su contendor ARENA. Al imperialismo poco podría importarle los intereses rancios de la oligarquía salvadoreña que se jugaban con su salida del control del ejecutivo, al imperialismo le interesaba únicamente el establecimiento de un gobierno que aplicara fielmente su política imperialista, tanto internamente como a nivel regional (baste recordar, pues, el nefasto papel del gobierno de Funes-FMLN en la legitimación del golpe de Estado en Honduras, mediante sus gestiones para integrarlo nuevamente a la OEA) y para ello necesitaba estabilidad interna en El Salvador. Eso ya no era posible para ARENA, por su tremendo desgaste político sufrido por 20 años de gobiernos neoliberales.
Siempre las modificaciones del centro de poder se traducen en situaciones de crisis, inestabilidad y recomposición política de las periferias. Este proceso va siempre acompañado de un cambio en la dinámica de los partidos políticos: el péndulo se mueve hacia aquel partido que más cerca se encuentra del proyecto histórico del centro de poder y que además debe ser receptáculo de legitimidad social. Así sucedió a finales de los 80 y principios de los 90, cuando la difusión de las políticas neoliberales, de la mano del Consenso de Washington, hallaron eco en la agenda política del partido ARENA y en sus grupos afines [7].
En la coyuntura 2008 – 2009, el imperialismo necesitaba un gobierno en el que no sólo se mantuviera, sino que se revitalizara el modelo neoliberal [8], que aplicara su política en la región y que fuera capaz de detener el inicio de una serie de luchas sociales que comenzaban en el país y que, seguramente, se intensificarían en el marco de la crisis. El neoliberalismo requiere de estabilidad: una estabilidad idiota propia de una sociedad de masas. Sólo un gobierno de derecha disfrazado de izquierda no radical podía lograr ofrendar esa estabilidad al imperio.
A casi cuatro años de gestión, el gobierno de Funes-FMLN logró ese objetivo. Ha desmovilizado al movimiento social, sindical y popular salvadoreño, ha firmado el Asocio Para el Crecimiento y aplica fielmente las políticas pro imperialistas en la región. Así pues, en la práctica el gobierno de Funes-FMLN es un gobierno de frente popular [9] preventivo impulsado por el imperialismo norteamericano [10], fenómeno que se articula con las disputas inter-burguesas al interior del país.
Pero ¿cómo explicar el fenómeno aucontraire? Es decir: cómo explicar el poder que legitima al frente como fuerza política si ya no le queda nada más que una depauperación teórica e ideológica, una identidad de la nada que recuerda un pasado que nunca fue, una rotura estructural con el presente en función de un futuro imposible, una inconsciencia de la inconsciencia de la consciencia, una normatividad utópica que es la muerte de la utopía.
No es la intención del presente artículo profundizar en este fenómeno. Pero señalamos que esa legitimación nace de la conversión de la sociedad salvadoreña en una «sociedad de masas». Ello en el sentido de una pérdida paulatina y creciente de la subjetividad, donde la inmediatez de «El Partido» llena el vacío dejado por la utopía, la necesidad de pertenencia sustituye a la crítica, el sentirse parte de algo -sea lo que esto sea- con un discurso panfletario al cual recurrir sustituye al proyecto político revolucionario.
La lección del 1 de mayo: ¡la verdadera izquierda se separa del gobierno y del FMLN!
Sin embargo, la realidad no es tan estática; cierto es que a casi 4 años del gobierno de Funes-FMLN el movimiento social salvadoreño está prácticamente descabezado y la situación social es estable, pero también es cierto que existe un sector de la izquierda que se ha separado del gobierno y del FMLN.
Todo ello se expresó en la marcha del 1 de mayo. En este año, por primera vez un sector del movimiento sindical, estudiantil y popular marchó de forma paralela a la marcha convocada por el oficialismo. Unas 3000 personas asistieron a la marcha convocada por la Coordinadora Sindical Salvadoreña, gritando consignas en contra del gobierno de Funes-FMLN y contra la aplicación de las políticas del imperialismo, principalmente contra los Asocio publico-Privados, el Acuerdo de Asociación y el proyecto de Ley de la Función Pública.
Cabe reflexionar, pues, que a pesar de la dinámica desmovilizadora del gobierno de Funes-FMLN, las contradicciones del capitalismo subdesarrollado salvadoreño, vuelven de nuevo a brotar y se cumple nuevamente la sentencia: «toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de la luchas de clases… Velada algunas veces y otras franca y abierta» [11] .
Notas
Joel Arriola, Estudiante de sociología, miembro del movimiento social y estudiantil salvadoreño. Militante del Colectivo 25 de Julio.
Alberto Quiñónez, Estudiante de economía. Miembro del Colectivo de Estudio de Pensamiento Critico.
[3] El lector crítico o el dogmático militante del Frente podrían argüir que caemos en un equívoco impensable al decir que el gobierno es compartido por Funes y el FMLN, y que, además, es obvio que la argolla de poder del FMLN dentro del Ejecutivo es más bien reducida -Funes mismo nunca fue militante y de ahí su debilidad ideológica- y que ello explica la tibieza de las reformas implementadas en el actual gobierno. Algo de razón hay. No obstante, el FMLN mismo asume el gobierno de Funes como suyo propio: nadie hablaría más elocuentemente sobre esto que el candidato presidencial del Frente en su discurso del Primero de Mayo.
[4] La dolarización, o Ley de Integración Monetaria, fue una política impulsada por el entonces presidente arenero Francisco Flores y constituye una medida de carácter burgués, orgánica a los grupos oligárquicos tradicionales (principalmente a la oligarquía financiera), puesto que permite beneficiar a las entidades financieras (asegurando la estabilidad del tipo de cambio y eliminando el riesgo cambiario), facilita la especulación, la contratación de deuda privada en el extranjero y la transacción de mercancías de los grupos ligados al comercio exterior.
[5] La deuda salvadoreña es política y técnicamente impagable. Según datos sistematizados por Arias Peñate, d el 2000 al 2011 pagamos US$17,423.4 millones de deuda externa; sin embargo, la deuda lejos de disminuir, se incrementó en US$9,700 millones. Para 2016 tendremos una deuda de US$18,302 millones y habremos pagado US$25,264.3 millones. Para 2016 habremos pagado 5.3 veces la deuda que teníamos en el año 2000 y ésta sin embargo se habrá incrementado 3.8 veces. A esto habría que sumarle la deuda previsional, con lo que para el 2016 estaríamos endeudados con el 112% en relación al PIB. (Arias Pénate, Salvador. La trampa de la deuda en El Salvador. Pág.66 – 71. San Salvador, El Salvador. 2012 Talleres gráficos UCA). Además de ello, al ser la deuda una forma de reasignación del plusvalor a escala planetaria, su pago contribuye a hinchar los bolsillos de la burguesía financiera mundial, potabiliza el proceso de acumulación del capital al ralentizar la caída tendencial de la tasa de ganancia y permite reasignar el plusvalor generado para reducir el potencial de la no realización de las mercancías. Es decir, pues, que el pago de la deuda misma es un mecanismo que coadyuva al mantenimiento del capitalismo como sistema-mundo.
[6] Estas características aluden a todos los componentes de la política fiscal; en materia tributaria, la regresividad del sistema de impuestos; en materia de gastos, el recorte para programas sociales; en materia de financiamiento, la opción por el endeudamiento. El hecho de no querer tocar temas de fondo como la progresividad de los impuestos, en el marco de la crisis fiscal, es, quizás, la más elocuente característica del carácter injusto y regresivo de tal política.
[7] De esta forma, en 1989, este partido que encarna el proyecto del consorcio FMI-Banco Mundial llega al poder y sin ninguna oposición aplica sistemáticamente todo el paquete de las reformas neoliberales en la primera mitad de la década de los 90. Un documento que recoge esa convergencia de los intereses del imperialismo (resumidos en el Consenso de Washington) y la burguesía oligárquica nacional, es la estrategia económica elaborada por FUSADES en 1989. Ver: FUSADES. Hacia una economía de mercado en El Salvador: bases para una nueva estrategia de desarrollo económico y social. FUSADES-DEES. 1989. Págs. 3 – 4.
[8] El Asocio para El crecimiento, entre El Salvador y Estados Unidos firmado en noviembre del 2011 expresa: «El Asocio para el Crecimiento es un esfuerzo que aspira a ampliar rápidamente el crecimiento económico inclusivo en El Salvador bajo un compromiso profundo con la democracia y los derechos humanos. A fin de lograr estas metas, todos los socios reconocen la importancia de una economía de mercado en buen funcionamiento y el rol fundamental del sector privado en liderar el desarrollo económico mientras que el gobierno cumple un propósito esencial estableciendo un entorno institucional propicio para el crecimiento económico». Gobierno de El Salvador. Asocio para el Crecimiento. El Salvador – Estados Unidos, plan de acción conjunto. Noviembre del 2011. Pág. 4. Versión digital.
[9] Por gobierno de frente popular o de conciliación de clases entendemos, «un gobierno en el que los partidos obreros colaboracionistas de clase ocupan ministerios y un lugar dominante». El gobierno de frente popular es un tipo diferente de gobierno burgués, con un contenido claramente contrarrevolucionario y que no tiene ninguna incompatibilidad con el régimen capitalista-imperialista. Su propósito es desmoralizar y desmovilizar a las masas.
[10] Es importante recordar, que no es primera vez que un sector la izquierda salvadoreña participa en un frente popular impulsado por el imperialismo. Ya en 1979, tras el golpe al general Humberto Romero el Partido Comunista Salvadoreño, participó de la Junta Revolucionaria de Gobierno, junto a los militares y la socialdemocracia. No creemos superfluo hacer mención de que las contradicciones internas (interburguesas) y externas (interimperialistas) juegan diferentes roles y poseen distintos grados de influencia en la coyuntura actual. Si bien el capitalismo representa el marco global donde esas luchas se presentan, la dinámica interna es la que permite asumir ese marco como palanca o como camisa de fuerza.
[11] K. Marx y F. Engels. El manifiesto comunista. Editorial Jurídica Salvadoreña. Págs. 51-52. San Salvador. 3era edición.
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