El descontento prende estos días como la pólvora en las refinerías del Reino Unido. El detonante aparente es la decisión de la petrolera Total de contratar a un puñado de italianos y portugueses para la ampliación de una de las alas del edificio. Lo sucedido tiene sin embargo raíces más profundas que conviene examinar por […]
La primera tiene que ver con la torpeza política del primer ministro, Gordon Brown, que prometió nada más llegar al poder algo que no podía cumplir. Conviene poner en contexto lo ocurrido. Corría septiembre de 2007 y Brown vivía una luna de miel con la opinión pública que se antojaba sólida e imperecedera. Había gestionado con cierta pericia un puñado de crisis, había cincelado con mimo una imagen de ruptura con lo peor de la era de Blair y había dado un espectacular vuelco en las encuestas, dejando contra las cuerdas al joven aspirante conservador, el dinámico David Cameron.
Así las cosas, Brown empezó a acariciar la idea de aprovechar este súbito tirón para ir inmediatamente a las urnas, sin esperar a agotar la legislatura en junio de 2010. Con ello en mente, preparó su primer discurso como líder laborista y lo pronunció entre vítores en el congreso septembrino del partido en Bournemouth.
Fue una pieza oratoria sólida y personal, trufada de referencias bíblicas y soflamas patrióticas dirigidas a seducir a un electorado conservador con el que Brown había congeniado durante sus primeros días. Entre aquellas frases, hubo una que no pasó inadvertida a los comentaristas. Aquella en la que el primer ministro prometía «empleos británicos para trabajadores británicos».
En realidad, Brown no la estrenó en el congreso de otoño sino en los días previos a su toma de posesión como primer ministro, como se puede ver en este link del ‘Telegraph’. Era un eslogan para captar el voto de lo que aquí se conoce como Middle England, algo así como la Inglaterra profunda. También, por qué no decirlo, para difuminar los orígenes escoceses del premier, que siempre tuvieron moscas a sus asesores.
Como suele ocurrir con los eslóganes, «empleos británicos para trabajadores británicos» era una frase huera, sin contenido. ¿A qué se refería Brown? ¿Acaso se proponía sacar al Reino Unido de la UE? ¿Iba a suspender la libre circulación de trabajadores entre países miembros? Por supuesto que no. Se trataba tan sólo de cortejar a los votantes más cavernícolas de la derecha con una frase que el líder ‘tory’, David Cameron, nunca se habría atrevido a decir, maniatado por la correción política.
Aquel verano glorioso pasó. Brown titubeó a la hora de ir a las urnas, le pilló desprevenido la crisis y empezó a desplomarse sin remedio en las encuestas. Y la frase de marras se mantuvo en barbecho hasta la madrugada de ayer, cuando miles de trabajadores la enarbolaron como una bandera contra el primer ministro. «Empleos británicos para trabajadores británicos» se leía ayer en las pancartas de Grangemouth, Lindsey o Teesside. Folios escritos humildemente a mano por empleados que ven sus empleos al borde del abismo y tienen en casa hijos titulados incapaces de emanciparse.
Atraídos por la llamada de GMB y Unite -sindicatos que por cierto financian con sus cuotas al laborismo-, no hicieron otra cosa que recordarle su promesa a Brown.
Por desgracia para el atribulado premier, no será la última vez que lo hagan. El paro -que roza hoy el 6%- seguirá creciendo al menos hasta el verano de 2010, la fecha tope en la que Brown debe ir a las urnas. Mientras, la libra se desploma, la economía se encoge y el déficit crece al calor de los sucesivos rescates a los bancos y a distintos sectores. Hay quien ya traza paralelismos con el invierno del descontento que sacudió el Reino Unido hace ahora tres décadas y cercenó prematuramente la carrera de Jim Callaghan, otro premier laborista torturado, ex canciller y con poco carisma.
El tiempo dirá si Brown es Callaghan o John Major, que ganó unos comicios en plena recesión contra todo pronóstico. Entretanto, debería aprender al menos una lección de la huelga proteccionista y xenófoba de Lindsay. Un líder es aquél que trata de doblegar los prejuicios de su pueblo, no aquél que los potencia. En Westminster alimentar el mito de la inmigración o de la inoperancia de los tecnócratas de Bruselas siempre reporta réditos políticos. Sólo que a veces acarrean en diferido un pernicioso efecto boomerang.
Habrá que ver ahora cómo les quita de las manos Brown a los trabajadores esa pancarta que él mismo les escribió hace dos años de su puño y letra.