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En defensa del voto francés

Fuentes: El Mundo

Perdónenme si prescindo de adornos y me ciño en plan telegrama al examen de algunas de las conclusiones a las que han llegado los partidarios de la Constitución Europea tras el no se cierran cursivas de Francia. Primera: «Hay que seguir adelante en el proceso de ratificación de la Constitución Europea porque, si bien Francia […]

Perdónenme si prescindo de adornos y me ciño en plan telegrama al examen de algunas de las conclusiones a las que han llegado los partidarios de la Constitución Europea tras el no se cierran cursivas de Francia.

Primera: «Hay que seguir adelante en el proceso de ratificación de la Constitución Europea porque, si bien Francia ha mostrado su oposición, son muchos más los europeos que le han dado su apoyo».

Un argumento falaz. Salvo en el caso español, los otros estados que han aprobado el proyecto lo han hecho a través de sus teóricos representantes políticos, sin permitir que sus poblaciones respectivas se pronuncien. Cuestión clave, porque éste es uno de esos asuntos en los que -como sucedió en España el 14-D de 1988- los políticos profesionales, tan dados a la defensa de sus intereses gremiales, se divorcian del sentir mayoritario de la población. El propio referéndum español confirmó ese desapego: la aplastante mayoría del Parlamento defendió el sí, pero sólo logró el respaldo del 35,8% del electorado. De haberse ceñido a la vía parlamentaria de ratificación, también Francia habría respaldado la Constitución Europea.

Otro argumento: «El voto francés ha sido resultado de una problemática interna. Los franceses querían castigar a Chirac y Raffarin».

¡Qué manía de interpretar los votos que no gustan! Investigar en cabeza ajena es un recurso tan tramposo como inútil, condenado a desembocar en hipótesis imposibles de verificar. Pero es que en este caso, además, todo es parte de lo mismo: la impopularidad que Chirac y Raffarin se han ganado a pulso se debe, en lo esencial, a la puesta en práctica de los criterios económicos y sociales que consagra la Constitución Europea.

Otro más: «Los franceses tienen una posición egoísta. Tratan de preservar privilegios que son imposibles en la nueva Europa».

Contestación: no son privilegios; son conquistas sociales que han tardado más de dos siglos en obtener y en afianzar. Es el llamado «Estado del Bienestar». Los valedores de la nueva Europa dan por hecho que sólo es posible afrontar la feroz competencia económica internacional sacrificando esas conquistas. Otros pensamos que no, y lo razonamos. Dejen de descalificarnos con simplezas y respondan a las razones.

Ultima objeción: «¿Y cómo se administra el no? ¿Ahora qué?».

Respuesta: ¿qué es eso, un reproche o una autocrítica? Si no tenían prevista la posibilidad de que les respondieran que no, ¿qué clase de consulta plantearon? Sólo una banda de irresponsables puede afrontar una disyuntiva tan importante sin prever qué hará en caso de derrota. Utilizaron su propia imprevisión como chantaje («O lo nuestro o el caos») y ahora, cuando les han dicho que no a lo suyo, se encuentran con un lío de mil pares que no saben cómo gestionar.

Lo que demuestra que, aparte de todo lo demás, son también de una preocupante mediocridad.