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En la muerte de Costas Tziantzís, comunista griego

Fuentes: Αυγή (Aurora)/Tlaxcala

Traducido por Anna Coccali y revisado por Eva Monzón,


Hay personas que pasan por nuestras vidas y cuando se van dejan un rastro único, una huella en el pasillo de nuestra pequeña y gran historia, una sonrisa en nuestra vida diaria o la marca de una patada repentina en nuestras imperecederas convicciones. A veces incluso, como más silenciosos sean, como más humildes y determinados enemigos sean de su reconocimiento personal, más profunda es la huella que dejan.

Costas era una de esas personas. Y de repente te das cuenta, en el dolor de su pérdida, que era una gran suerte conocerle. Que era una gran suerte haber conversado con él, habiéndote alegrado, o habiendo pasado malos momentos, habiendo luchado con él en tiempos difíciles y oscuros. Haber estado de acuerdo y en desacuerdo con sus opiniones y con su actitud durante los años de la legitimidad, los años que resultaron ser más difíciles que lo difícil y más oscuros que la oscuridad.

Era valiente ante el enemigo y este mérito nadie puede arrebatárselo, por muchos que hayan sido los intentos. Permaneció erguido en la clandestinidad – líder de la Unión de Estudiantes la Juventud del Partido Comunista(KNE) en esa época eso le convirtió en número uno de los más buscados por la dictadura. Estuvo presente en las grandes luchas de la Facultad de Derecho y de la Escuela Politécnica, pero también en las pequeñas luchas diarias que se planteaban. Y durante ese tiempo de persecuciones y de oscuridad, aún tenía la valentía de sonreír y bromear.

Pero su valentía era comparable a la que pocos tenían y tienen en el ámbito político, a la que su alma y su mente eligieron servir. La valentía de permanecer erguido dentro su mismo Partido, de no sucumbir a las presiones que fueran en contra de sus opiniones, incluso de sufrir su propia eliminación, sin embargo nunca conformándose con todo lo que consideraba equivocado y morboso y nunca estando a favor de métodos de aniquilación política en nombre de cualquier pretendido bien superior.

Y cualquiera que le conoció sabe bien que todo esto occurió sin ningun rencor, sin el conocido fanatismo de los defensores de una única verdad y ,finalmente, sin perder la ironía crítica incluso para consigo mismo. Sonriendo, algunas veces amargamente, pero sonriendo. De modo que ahora todos le debemos una sonrisa y muchos una disculpa…

 

 

 

Thanassis Karteros es periodista y autor griego.