Tres muertos y decenas de heridos, es un saldo escandaloso. Las fuerzas represivas sembraron el terror en Salcedo. Si hoy permanecen en sus puestos el jefe de la Policía, el ministro de Interior, el ministro de las Fuerzas Armadas y el procurador general de la República, es porque hicieron la voluntad de Leonel Fernández. El […]
Tres muertos y decenas de heridos, es un saldo escandaloso. Las fuerzas represivas sembraron el terror en Salcedo. Si hoy permanecen en sus puestos el jefe de la Policía, el ministro de Interior, el ministro de las Fuerzas Armadas y el procurador general de la República, es porque hicieron la voluntad de Leonel Fernández.
El envío de unidades Swatt, Lince y Toppo, fue decidido en las altas instancias del poder político, y salió de ellas la orden de disparar a matar y atropellar sin reparo. Las tropas élites de la Policía Nacional y del Ejército, golpearon a la gente en las calles, y penetraron al hospital Pascasio Toribio para sacar de allí a varios jóvenes heridos. ¡Así se define la sed de sangre!
Quedará en la memoria de mucha gente la imagen de una mujer de mediana edad, pelo corto y piel oscura que aprovechó la presencia de varios reporteros para subir a una camioneta del Ejército junto a su hijo, quien había sido sacado por la fuerza del hospital.
Fue oportuna y valiente la actitud de los reporteros, aunque, en sentido general, los medios de comunicación no han destacado la magnitud del atropello. Se impuso la influencia de Leonel Fernández, lograda a través de la dádiva y el soborno.
Y si deliberadamente tibia es la posición de los principales medios de comunicación, irresponsablemente fría es la del presidente electo, Danilo Medina.
¿No constituye esta masacre motivo suficiente para proponer que se adelante la fecha del traspaso de mando? Sucede que una propuesta de este tipo implicaría el compromiso de desmontar la maquinaria de represión, y Danilo Medina planea utilizarla. Cuenta con ella para seguir haciendo convivir la estabilidad con la injusticia.
En el contexto político, los sectores más retrógrados de la clase dominante están actuando a las claras, y lo hacen en defensa del sistema. El compromiso de seguir aplicando los ajustes fondomonetaristas y su compromiso con Leonel Fernández, impiden a Danilo Medina plantear una ruptura con el sector gubernamental después de estos hechos.
Tenía razón Rosa Luxemburgo cuando dijo que los sectores dominantes temen a la toma de conciencia de las masas populares.
Ese temor se manifestó en abril de 1984, cuando el gobierno de Salvador Jorge Blanco con el apoyo del poder permanente y de la plana mayor del Partido Revolucionario Dominicano, ordenó una masacre para reprimir una jornada de acciones de masas, y se manifiesta ahora, cuando Leonel Fernández inserta otro capítulo de horror al final de su gestión.
¿Hay mejor constatación de la certeza de lo dicho por la teórica marxista que el hecho de que, al final del paro, las fuerzas élites desfilaron por los barrios pobres de Salcedo? La clase dominante exhibe su fuerza para intimidar a las mayorías.
Leonel Fernández actuó como agente de la coerción de clase, y si no ha pagado por ello un costo político, es porque Hipólito Mejía está sucio del mismo lodo. Pero además, a través del uso de los recursos del Estado y de la maniobra política, Fernández ha acumulado un enorme poder personal.
Joaquín Virgilio Pérez Féliz, Ramón Fadul y Radhamés Jiménez, anuncian que habrá sanciones contra quienes cometieron los abusos. Pero de la responsabilidad institucional y de la culpa de los dirigentes políticos, nada dicen… Preservan su inserción en el sistema, y, por supuesto, temen que caiga la rama que los sostiene…
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