«La familia -dice Morgan– es el elemento activo; nunca permanece estacionada, sino que pasa de una forma inferior a una forma superior a medida que la sociedad evoluciona de un grado más bajo a otro más alto(*)» En el debate mediático en torno a la familia -el que reproduce el grueso de la […]
«La familia -dice Morgan– es el elemento activo; nunca permanece estacionada, sino que pasa de una forma inferior a una forma superior a medida que la sociedad evoluciona de un grado más bajo a otro más alto(*)»
En el debate mediático en torno a la familia -el que reproduce el grueso de la sociedad-, se interseccionan varios temas cuyo contenido despierta pasiones entre las partes involucradas.
Los sectores más conservadores interpelan a todos los que se oponen al concepto tradicional de familia. A las feministas se les acusa de querer imponer la «ideología de género», y a la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero e Intersexuales de que si se acepta el matrimonio igualitario, luego vendrá la «poligamia» y la «zoofilia» etc.
Los sectores modernizantes, para no entrar en conflicto con el ideal ascético y no alistarse en una discusión filológica en torno a la familia, proponen «uniones civiles.» En el sector conservador prevalece por un lado un positivismo jurídico, y por otro, una subjetivización de los problemas sociales, que da por hecho que en una opinión puede estar contenida la «verdad.» La ciencia y el pensamiento crítico no tienen cabida en éste sector que elevó el sentido común a «verdad;» los mass media en nombre de la libertad de expresión (en buena hora) hacen eco de estas subjetivizaciones.
Sin lugar a duda, esto tiene aceptación en la sociedad, porque muchos piensan a partir del sentido común, desde su subjetividad como fundamento último. Gramsci señaló: «La filosofía es la crítica y la superación de la religión y del sentido común, y de este modo coincide con el «buen sentido» que se contrapone al sentido común(**)». Esa estructura mental abigarrada se encuentra tan asentada en nuestra cultura que lo viejo nos parece nuevo.
La «batalla» entre ambos sectores se fragua con intensidad y pasión tanto en los mass media como en las redes sociales, donde todos los amigos de Umberto Eco son expertos. Los que optan por la defensa de la familia tradicional son legiones. En cambio, los modernizantes son pocos, pero militantes. La cuestión será más compleja cuando el escenario cambie a la esfera jurídica, política y la disputa social más allá de lo virtual, y cada sector manifieste en la práctica sus ideas. Para ese momento debemos estar preparados.
Notas:
* Engels, F., 2010 (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. España: Diario Público. p, 45.
**Gramsci, A., 2013 (1970). Antología. México: Siglo XXI. p, 366.
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