Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Tumbas de emigrantes sin identificar ahogados en el mar, en 2013, en el intento de alcanzar la isla italiana de Lampedusa (AFP)
Europa está fallando a todos los niveles que quepa imaginar a la hora de cumplir con sus compromisos jurídicos y morales hacia los refugiados que huyen de Siria, Iraq y otros lugares.
En la isla griega de Kos, en la ciudad del mismo nombre y escondidas en la parte posterior del viejo cementerio musulmán, hay un conjunto de tumbas recientemente excavadas, de las que alrededor de la mitad tienen lápida. Gran parte de ellas, pero no todas, tienen inscrito un nombre.
Ahí están enterrados 37 refugiados que en su huida de Brodrum, en la costa turca, se ahogaron en las aguas del Egeo. La mayoría de ellos son sirios, aunque hay también muchos afganos e iraquíes. Los familiares de los refugiados enterrados sin nombre han prometido volver y pagar las lápidas en cuanto puedan permitírselo.
El autor en el cementerio de Kos, Grecia, el pasado julio
(Twitter/@doylech)
El lugar más desgarrador lo ofrece la línea de tumbas vacías cavada para los refugiados que aún no se han ahogado, un testimonio de que la crisis está lejos aún de resolverse.
A estas mismas alturas de fechas en la crisis de refugiados del pasado verano, 15.000 refugiados habían llegado a Kos. La mayoría se marchó, pero en la isla quedan aún alrededor de 677 seres en una especie de limbo con pocas esperanzas de poder seguir adelante. «¿Qué piensa de Irlanda?», me preguntó uno de ellos esperanzado. Seguro que son más afortunados que los que aún se encuentran atrapados en Siria bajo las bombas y el asedio, pero cada uno de ellos guarda una historia épica de sufrimiento y horror. Muchos son de clase media, con formación superior y desesperan por encontrar un trabajo y poder educar a sus hijos.
El sistema europeo les ha fallado a la mayoría de esos refugiados. Este fue el principal hallazgo publicado esta semana en el último informe elaborado por un selecto comité de asuntos internos del Parlamento británico. Para quienes creen que los países más ricos, incluido el Reino Unido, deben comprometerse y asumir una porción justa de refugiados, su lectura resulta muy deprimente.
A nivel de la UE, el fracaso es monumental excepto en unos pocos Estados como Alemania y Suecia. Los Estados de la UE no han cumplido sus obligaciones y deberes de ayudar a los países mediterráneos del sur, como Grecia e Italia, y ni siquiera parecen estar respetando el acuerdo de la UE con Turquía. Hasta ahora, Turquía ha aceptado a 400 refugiados devueltos desde Grecia, pero la UE sólo había reasentado 177 en mayo. Estaba previsto que fuera un acuerdo de uno por uno. Los refugiados con los que hablé en Kos estaban aterrados ante la idea de que los devolvieran a Turquía, y más aún en la época complicada que atraviesa el país tras el fallido golpe de Estado.
La UE ha eludido la cuestión en parte como resultado de las acciones de Turquía, pero de forma más significativa a causa de las barreras que algunos Estados miembros han levantado, como es el caso de la frontera entre Grecia y Macedonia. En abril de 2016, el número de emigrantes que llegaban a Grecia había descendido en un 90%. El comité afirma que la UE fue muy lenta en su respuesta, por decirlo de forma diplomática cuando lo que se intenta es no responder en forma alguna. Muchos observadores esperan que el acuerdo se venga abajo.
El comité condenó los esfuerzos británicos. De forma tardía, en septiembre de 2015, el entonces primer ministro David Cameron anunció que el Reino Unido acogería a 20.000 refugiados sirios a lo largo de cinco años en el marco de reasentamiento de personas sirias en situación de vulnerabilidad. Este era un esquema únicamente británico con el propósito deliberado de evitar tener que formar parte de un esquema más amplio de la UE.
En marzo de 2016, sólo 1.602 refugiados habían sido reubicados en virtud de ese esquema, lo que hizo que el comité afirmara que Gran Bretaña no iba a cumplir el objetivo de Cameron. No sólo eso, en el mes de mayo Cameron dijo en el Parlamento que Gran Bretaña aceptaría a niños refugiados no acompañados que estuvieran en Europa pendientes de acogida, una necesidad urgente teniendo en cuenta que Europol estima que hay 85.000 menores no acompañados en la UE, de los cuales se da por desaparecidos alrededor de 10.000, y que muchos de ellos han sufrido abusos.
Zonas diferentes de Gran Bretaña han asumido distintas cargas. Escocia ha recibido hasta ahora a 610 refugiados sirios, pero en Londres sólo se han aceptado en cuatro distritos de los 33 existentes. Se plantea por tanto la pregunta de por qué algunas zonas de Gran Bretaña no han aceptado a casi ninguno. El contraargumento utilizado es que las autoridades locales están teniendo que enfrentarse a restricciones presupuestarias y a la escasez crónica de vivienda.
La política ha cambiado algo desde el referéndum del 23 de junio, que ganó la campaña a favor de la salida de la UE en gran medida por los temores ante la inmigración. De ahí que el nuevo primer ministro sólo sienta que hay presiones a favor de reducir los flujos de refugiados e inmigrantes, no de lo contrario.
Gran Bretaña seguirá siendo un país donante destacado en la crisis de refugiados (unos 2.300 millones de libras esterlinas), pero no un país sobresaliente a la hora de acoger refugiados. Por supuesto que proporciona una gran cantidad de ayuda pero, como el comité afirma, esto «no absuelve al Reino Unido de facilitar más apoyo directo a los miles de refugiados sirios que han llegado ya a Europa, especialmente a aquellos a los que el gobierno británico, en circunstancias diversas, consideraría que están en situación vulnerable y que, por lo tanto, son merecedores de refugio».
Por el momento, hay una pausa en la crisis de refugiados en términos de las cifras que tratan de entrar en Europa pero no en las condiciones de vida de los refugiados. Fuentes como el ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, me dejaron muy claro que consideran que esta situación es temporal y que una nueva crisis al este del Egeo era sólo cuestión de tiempo. La ausencia de un sistema adecuado de reubicación controlada implica que serán las redes criminales de contrabandistas -que dirigen una industria valorada actualmente en 6.000 millones de euros- las que se beneficien, siguiendo rutas cada vez más peligrosas que expondrán a los refugiados a peligros aún mayores.
No sólo es que Europa no esté preparada, es algo aún peor, es que parece incapaz de responder de forma eficaz. Frontex, la agencia de fronteras de la UE, carece lamentablemente de recursos y personal cualificado. Considerando que hay alrededor de 500.000 personas esperando cruzar el Mediterráneo desde Libia, en algún momento habrá que concentrar la atención en esta situación.
Los Estados de la UE situados en las fronteras del bloque están claramente en terrible desventaja, y en este caso, son Italia y Grecia quienes necesitan ayuda. Por ejemplo, en las islas griegas, las autoridades griegas necesitan 740 miembros del Frontex para gestionar los puntos de acceso, recibir a los refugiados y centros de procesamiento, pero hasta ahora sólo han llegado 100.
La UE había también comprometido a reasentar a 160.000 inmigrantes del millón que llegó en 2015, pero hasta el 15 de marzo de 2016, sólo había trasladado a 937.
El fracaso se refleja en el Reino Unido en una guardia costera muy mal equipada para controlar los puertos más pequeños a los que los emigrantes están ahora dirigiéndose a través del canal de la Mancha. Sólo cuatro de los nuevos buques guardacostas están debidamente desplegados.
La crisis de los refugiados en Europa es diminuta en comparación con la que se está produciendo en el mismo Oriente Medio, pero nuestro rico continente sigue aún fracasando a todos los niveles con sus compromisos jurídicos y morales. Puede que Jordania, Líbano y Turquía no hayan tratado muy bien a los refugiados, pero teniendo en cuenta sus limitados recursos y los millones de seres que han aceptado, los europeos deberíamos sentirnos avergonzados.
El auge de los partidos antiinmigrantes de extrema derecha en Europa, en parte impulsado por las atrocidades inspiradas por el Estado Islámico, no ha hecho sino empeorar las cosas. Pero construir muros y barreras no es la solución y Europa no puede convertirse en una fortaleza. El futuro de la UE, no sólo el acuerdo de Schengen de fronteras internas abiertas, está en gran medida en juego. El Reino Unido puede marcharse pero no puede evadirse y escapar de este problema. El tiempo de una estrategia eficaz y unida, dotada de los adecuados recursos y del apoyo de la voluntad política, hace mucho que se agotó.
Para aquellos que descartan esto quejándose con complacencia de que la crisis de refugiados ha alcanzado ya su pico, uno tan sólo necesita mirar hacia el brutal asedio de Alepo para ver de dónde procederá la próxima oleada de refugiados. Puede que la crisis esté sólo empezando debido al fracaso a la hora de poner fin al conflicto sirio en sí, el fracaso más grande todos.
Chris Doyle es el director del Consejo para el Entendimiento Árabe-Británico (CAABU, por sus siglas en inglés). Como principal portavoz del mismo y experto en la región suele intervenir como comentarista en radio y televisión, ofreciendo numerosas conferencias por todo el país sobre temas como la Primavera Árabe, Libia, Siria, Palestina, Iraq, la islamofobia y los árabes en Gran Bretaña, etc.
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