Entre muchas más cosas, Antonio Cuesta es periodista, corresponsal en Grecia de la agencia Prensa Latina, colaborador del periódico Rebelion.org y coordinador de la editorial Dyskolo (www.dyskolo.cc), un proyecto sin ánimo de lucro por la cultura libre. *** Felicidades por tu último libro: Solidaridad y autogestión en Grecia. ¿Por qué, de dónde tu interés por […]
Entre muchas más cosas, Antonio Cuesta es periodista, corresponsal en Grecia de la agencia Prensa Latina, colaborador del periódico Rebelion.org y coordinador de la editorial Dyskolo (www.dyskolo.cc), un proyecto sin ánimo de lucro por la cultura libre.
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Felicidades por tu último libro: Solidaridad y autogestión en Grecia. ¿Por qué, de dónde tu interés por Grecia?
Bueno, Grecia es -y aún será por unos años- el lugar de acogida donde por razones profesionales resido. Mi trabajo como corresponsal comenzó en 2011, en plena efervescencia del movimiento popular y obrero contra las primeras medidas de austeridad. En tales circunstancias era inevitable que acabara empatizando con un pueblo que se organizaba para resistir contra unas políticas bárbaras e inhumanas.
Hablas en el título de «autogestión». ¿Cómo la definirías?
La autogestión es un concepto que tiene que ver con la democracia, la participación y la responsabilidad. Tanto a nivel económico como a nivel social. La autogestión significa que tanto en empresas cooperativas, con una dirección asamblearia, como en organizaciones populares, sus miembros deciden en pie de igualdad y de manera colectiva los objetivos que pretenden y de qué forma se va a trabajar para conseguirlos, así como su relación con el resto del sistema económico y social, mediante procesos democráticos en los que todos aportan sus capacidades y, a la vez, son responsables de los resultados. La autogestión también es, como dice Iñaki Gil de San Vicente, «el proceso por el que construimos nuestro futuro desde nuestro presente».
El libro lo has editado en castellano y en euskera. ¿Por qué?
Verás, aunque yo llevaba meses recavando datos, informaciones y entrevistas sobre distintas iniciativas sociales que se estaban llevando a cabo en Grecia, no había encontrado una forma adecuada para dar a conocer una buena parte de ese material. La oportunidad me la dio la fundación Manu Robles-Arangiz Institutua, un centro de investigaciones laborales, vinculado al sindicato vasco ELA, que me propuso la edición de un libro cuyo contenido se ajustaba, más o menos, a la idea que ya tenía y al trabajo iniciado. Ellos publican todos sus trabajos en edición bilingüe.
Con posterioridad también la editorial Dyskolo lo ha publicado en formato digital [.pdf .epub .mobi], y además acaba de salir otra edición en papel en Argentina.
¿Editorial Dyskolo? Perdona mi desconocimiento. ¿Nos das cuenta de esa editorial?
Dyskolo es un proyecto editorial sin ánimo de lucro, concebido contra quienes pretenden convertir los libros en mercancía y buscando establecer una nueva relación entre quienes escriben y cuantas personas disfrutan de la lectura. Los libros de Dyskolo (solo en formato digital) no tienen un precio marcado, ni copyright, ni DRM. Pero en contrapartida contribuyen a difundir la cultura y generan un beneficio social.
La parte I del libro lleva por título: «¿Cómo hemos llegado hasta aquí?». Me centro en este primer capítulo.
En este momento, escribes, en 2007, «pocos imaginaban la magnitud de una catástrofe que iba a empequeñecer las dimensiones del famoso crac del 29». ¿Por qué tan pocos? ¿No estaba ante los ojos las dimensiones de aquella estafa financiera inconmensurable?
Para muchos economistas críticos y de referencia sí que parecía claro el punto hacia el que se encaminaba la economía mundial. Pero para los grandes medios de prensa -que son los que conforman en gran medida la corriente mayoritaria de opinión- ese era un tema que no se debía abordar, hasta que ya fue inevitable hacerlo. Desde luego en Grecia la cuestión estaba fuera de la agenda, salvo para una minoría muy concienciada y que tenía claro cuál era el futuro inmediato.
Grecia, afirmas también, despertó de la resaca de las Olimpiadas y del sueño europeo el 6 de diciembre de 2008. ¿Qué pasó ese día?
Ese día la policía asesinó a sangre fría a Andreas Grigorópulos, un joven de 15 años, tras una protesta estudiantil. Su muerte desencadenó por todo el país los disturbios más graves de los últimos 25 años. Las fuerzas de izquierda convocaron una jornada de huelga general y el país despertó de un letargo para darse cuenta de que el país estaba atravesado por la corrupción de la clase política y que la crisis había llegado para quedarse.
¿Qué pasó con Siemens en las concesiones multimillonarias que se hicieron durante el gran negocio que fueron los JJOO?
Los JJOO de 2004 fueron sin duda una de las mayores estafas cometida contra los ciudadanos de cualquier nación en la historia moderna. Un país como Grecia no puede asumir la factura de lo que significa un evento de estas características en la que los intereses empresariales están por encima de cualquier consideración social, económica e incluso deportiva. El presupuesto inicial se cuadriplicó oficialmente llegando a los 9.000 millones de euros. Pero a día de hoy aún se desconoce el importe exacto desembolsado, que muchos sitúan en torno a los 28.000 millones. De hecho, la deuda externa de Grecia aumentó durante los años en que se llevaron a cabo las obras -entre 2001 y 2004- en 30.000 millones de euros, sin que nadie sepa a ciencia cierta dónde fueron a parar el dinero.
Las comisiones y los sobornos pagados por las grandes corporaciones para hacerse con su parte del pastel debieron de ser astronómicas. Empresas como la alemana Siemens, que ya había sobornado a varios ministros griegos en otras licitaciones, lograron concesiones multimillonarias en el gran negocio que fueron lo JJOO.
¿Cómo es que sólo Syriza fue capaz de oponerse a la celebración de los Juegos? ¿Y las otras fuerzas de izquierda?
La Olimpiadas también llegaron a Grecia merced a una campaña propagandística sin precedentes mediante la cual se convenció a los ciudadanos de que era el momento de mostrarse como un país moderno y de vanguardia. El ímpetu nacionalista fue tan grande que la oposición de Syriza -entonces un minúsculo partido con poco más del 3% de los votos-, por entender que Grecia no podría asumir ese coste, le valió para recibir ataques muy duros y ser acusada de antipatriota. Y hay que conocer lo que significa, y hasta qué extremos llega, el sentimiento nacional en Grecia para hacerse una idea de lo que supusieron esos ataques.
Desde tu punto de vista: ¿qué significa política, económicamente, históricamente incluso, el Tratado de Maastricht de 1992?
Hace años solo el preclaro Julio Anguita fue capaz de predecir sin error lo que significaba Maastricht. Después de 2008 lo sorprendente es que aún haya quien mantenga que la estructura de la Unión Europea diseñada entonces puede ser reformada en beneficio de los ciudadanos. La arquitectura europea está al servicio de las corporaciones alemanas y mientras los habitantes del sur hemos podido consumir sus productos y endeudarnos a buen ritmo no ha habido mayor problema. Pero una vez agotado el modelo que se nos había impuesto, la opción más sensata sería abandonarlo antes de que una nueva crisis arrastre aún más a los países deficitarios.
¿Cómo se consiguió el apoyo de los países de la periferia europea al euro? Muchos economistas señalaron la inviabilidad de una más que diversa UE concebida monetariamente de ese modo.
Digamos que los intereses de las grandes corporaciones no coinciden con las aspiraciones de los ciudadanos, y por ello la amarga medicina debió de tomar la apariencia de un dulce jarabe. A los trabajadores del sur se les prometió que la moneda común evitaría la inflación y, por tanto, garantizaría de forma efectiva sus aumentos salariales. La realidad fue un tanto distinta. Para mantener la inflación por debajo del nivel del 3% los salarios fueron tendiendo a la congelación, por lo que para paliar la pérdida de poder adquisitivo las autoridades monetarias rebajaron los tipos de interés, aumentaron el crédito, y así la clase trabajadora se vio forzada a aceptar salarios reales más bajos a cambio de préstamos personales y tarjetas de crédito, endeudándose cada vez más.
¿Cuándo empezó a tomar Grecia políticas mal llamadas de austeridad? ¿Quiénes apostaron a su favor?
Las prácticas corruptas y la frivolidad política (como subir las pensiones en periodo electoral con cargo a un nuevo préstamo con la banca extranjera) llevaron al país a la bancarrota. Aunque quien abrió la puerta a las crueles políticas de austeridad fue la socialdemocracia (PASOK), con Yorgos Papandréu al frente, los conservadores, como demostraron poco tiempo después, tampoco dudaron en envolverse en la bandera de la salvación nacional para justificar el expolio al que ha sido sometida la mayor parte de la población. Como no podía ser de otra forma, la falta de legitimidad y el menguante apoyo popular ha hecho que finalmente ambos partidos (los únicos que defienden las brutales políticas neoliberales) hayan formado una coalición en la que no existe fisuras ni diferencia de matices.
Citas a David Harvey y su concepto de destrucción creativa. ¿Y eso qué es?
No, ese concepto económico no es de Harvey, aunque se sirve de él para explicar cómo se utilizan los programas neoliberales contra el cuerpo jurídico y social del Estado. Originariamente la «destrucción creativa» fue un concepto ideado por el sociólogo alemán Werner Sombart y popularizado por el economista austriaco Joseph Schumpeter. Con él describía el proceso de innovación que tiene lugar en una economía de mercado en el que los nuevos productos destruyen las viejas empresas y los modelos de negocio antiguos. Para Schumpeter «es el hecho esencial del capitalismo» y la fuerza que hay detrás de un crecimiento económico sostenido a largo plazo.
Esa misma lógica ha sido aplicada contra los marcos normativos y las instituciones existentes, como motor de los cambios neoliberales hacia el progreso sin límites. Harvey alerta ante unos procesos que no solo se llevan por delante las formas tradicionales de soberanía estatal, sino también todo lo que tiene que ver con los derechos y la división del trabajo, con las relaciones sociales, las áreas de protección social, las formas de vida y de pensamiento, los vínculos con la tierra y, en general, todo lo que ha caracterizado al ser humano en la historia como persona y como miembro de una sociedad.
¿Qué eso que señalas del abismo entre el sector productivo y el especulativo a finales de 2013?
Es algo que cualquier persona medianamente sensata puede constatar en su vida cotidiana. En Grecia el poder adquisitivo de las familias ha caído en los últimos años cerca de un 40%. El desempleo pasó en cuatro años del 10 al 27%. En los barrios y en el centro de las ciudades los locales comerciales son más proclives al cierre que a la apertura con nuevos negocios. La producción industrial ha descendido un tercio, la construcción un 75%, el volumen de negocio de las pequeñas empresas (que suponen el 99,6 por ciento del total) disminuyó igualmente en un 75%. Pero curiosamente, en 2013, las grandes corporaciones aumentaron sus beneficios en un 26% (y un 44,3% en 2012), y la Bolsa de Atenas creció un 50% durante el último cuatrimestre del año, mientras que la producción industrial caía cerca de un 9%. Parece claro que en Grecia hay dos realidades económicas y que las reformas aplicadas solo buscan dar un mayor respaldo al capital financiero.
Citas a Friedman: conseguir que «lo políticamente imposible se convierta en políticamente inevitable». ¿Es eso lo que estamos viviendo? ¿Todo, menos la resistencia popular, empuja hacia allí?
Bueno esa es al menos su jugada, la del 1% que gobierna el mundo. Esa elite que se ha servido de la crisis financiera para dar una patada al tablero y llevar a cabo unas políticas que, de no ser por los estragos económicos y sociales vividos a partir de 2008, nunca hubiéramos imaginado posible su aplicación. Pero en eso se basa la doctrina del shock, como explica Naomi Klein, en programar decenas de cambios desde múltiples direcciones que impiden a las personas poder desarrollar respuestas efectivas y acaban por agotarse, hundirse y abandonar.
La capacidad, apuntas al finalizar el capítulo, para «construir estructuras, prácticas y relaciones diferentes a las hegemónicas actuales, dependerá que la correlación de fuerzas durante los próximos años sea favorable a las clases populares, o todo lo contrario» ¿Y cómo ves, en esos momentos, la correlación de fuerzas en Grecia?
Aún débil para el campo popular. Es cierto que mi libro es un intento de visibilizar el enorme y meritorio trabajo que se está realizando desde las iniciativas de solidaridad y desde el terreno de la economía social. Con importantísimos avances en lo que se refiere a la participación y cooperación, la democracia directa y la autogestión. Pero a nivel político no existe aún una conciencia clara de cómo plantear una alternativa desde la base, que gestione desde las instituciones el discurso que tan claramente se escucha en los barrios y desde los movimientos sociales.
Pasamos si te parece a la parte 2: «Buscando alternativas».
Me parece. Cuando quieras.
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