En un contexto europeo de recesión, e incluso de deflación, con una guerra al Este del continente y el ascenso de las fuerzas de derecha y de la extrema derecha, Francia constituye un país singular: un país en el que se combina el ascenso de la extrema derecha de origen fascista y una fuerte crisis […]
En un contexto europeo de recesión, e incluso de deflación, con una guerra al Este del continente y el ascenso de las fuerzas de derecha y de la extrema derecha, Francia constituye un país singular: un país en el que se combina el ascenso de la extrema derecha de origen fascista y una fuerte crisis política gubernamental e institucional.
La dimisión del primer ministro Valls cuatro meses después de que formara su primer gobierno y la formación de un segundo por el propio Valls es una expresión más de esta crisis política que las instituciones de la V República se muestran cada vez más incapaces de resolver. La respuesta del nuevo equipo gubernamental a estas convulsiones es continuar profundizando su política neoliberal y autoritaria. Se trata de que exista una coherencia total entre una política de austeridad sin precedentes y la composición de un equipo gubernamental totalmente liberal en el que destaca el nombramiento de un dirigente de la banca Rotschild, Emmanuel Macron, como ministro de economía. Un ministro que afirma, sin ningún complejo, que «la izquierda clásica es un astro muerto» y que hay que destruir «el área pública»; es decir, todas las conquistas sociales y servicios públicos que aún constituyen una garantía para las y los trabajadores. Muchos observadores políticos, e incluso las y los cargos electos del PS, consideran que el nombramiento de este banquero como ministro es una provocación.
Un gobierno neoliberal
Optar por este segundo gobierno Valls constituye una fuga hacia delante en la aplicación de lo que actualmente se llama una política de «oferta», una política al servicio de los beneficios capitalistas basada en otorgar cada vez más ayudas a la patronal y de imponer más austeridad en la perspectiva de la próxima aprobación de unos presupuestos que giran en torno a las ayudas otorgadas a las empresas (40 millardos) y la reducción drástica de los gastos sociales y de las inversiones en los servicios públicos. Medidas coherentes con la política adoptada por Hollande y la dirección del partido socialista de aceptar las exigencias de los mercados financieros y el pago de la deuda y sus intereses. Esta política, que Valls hizo explícita en su discurso en la Universidad de verano de Medef, fue aplaudida por la patronal. El nuevo gobierno es la expresión política de la alianza directa con la patronal en el marco del «pacto de responsabilidad».
Asistimos a una política de austeridad sin precedentes. A diferencia de las políticas de austeridad implantadas a finales de los años 1970-1980, la ofensiva neoliberal actual tiene como objetivo destruir lo que queda de las conquistas sociales arrancadas tras la Segunda Guerra Mundial. En un contexto de competencia mundial exacerbada ante Estados Unidos, países emergentes como China y Europa, las clases dominantes europeas y la burguesía francesa han decidido destruir el «modelo social europeo» o lo que queda de él. Su objetivo es reducir los salarios entre un 20 y un 30% como en España o Portugal, que pasa por la congelación o la reducción de salarios y, también, por la prolongación de la jornada laboral. El actual ministro-banquero ya ha declarado que se podrían anular los acuerdos que existen en las empresas en torno a las 35 horas semanales. La agenda social de la patronal y del gobierno contempla continuar desmantelando la Seguridad Social, reducir los servicios públicos y cargarse los convenios colectivos y el código laboral con el fin de priorizar los acuerdos a nivel de empresa. Hasta ahora, si se compara con los países del sur de Europa, la realidad de la economía y de la sociedad francesa -6ª potencia económica mundial- han amortizado la dureza de las contrarreformas, pero las exigencias de la patronal y la política gubernamental actual indican que se va a dar una mayor aceleración en las mismas.
Una crisis política abierta
El origen de la crisis hay que situarlo en las modificaciones históricas que han producido los sucesivos gobiernos a través de la destrucción brutal de las condiciones de trabajo y de vida de millones de personas. Estas políticas son ampliamente rechazadas y provocan una crisis de representación debido a que los partidos tradicionales se han convertidos en la expresión política de los mercados financieros y de las transnacionales capitalistas. Aún cuando las instituciones de la V República le permitan seguir gobernando a Hollande y Valls, estas instituciones no pueden ocultar la relación de fuerzas real en el país: la política de Hollande y Valls es minoritaria en el país, es minoritaria en la izquierda e incluso en el partido socialista. En estas condiciones, ¿hasta cuando podrá aguantar el presidente?
Recordemos que durante las primarias para las presidenciales de 2012 en el PS, Valls sólo consiguió el apoyo del 5,63% de votantes. Con los que siguen a Hollande su apoyo puede alcanzar el 15 o el 20% en el partido socialista. El gobierno puede disciplinar al grupo parlamentario echando mano del artículo 49.3 y exigiendo un voto de confianza a su política, pero ¿será suficiente? Ya no se puede descartar la hipótesis de un gobierno minoritario en la Asamblea Nacional. A partir de ahí, todas las hipótesis son posibles: desde un nuevo gobierno socialista hasta la disolución de la Asamblea Nacional. La amenaza de una disolución puede llevar a los diputados socialistas a alinearse tras el gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que en la situación actual lo más probable es que unas nuevas elecciones consagren la victoria de la derecha y de la extrema derecha y generen un proceso de ruptura en partido socialista. Ahora bien, al mismo tiempo, las y los electos socialistas saben que Hollande y Valls les llevan directos al abismo.
La división de la derecha y la presión de la extrema derecha
Hoy en día lo que acecha al país es que el hundimiento del PS abra espacio al crecimiento de la derecha y del Frente Nacional sobre el trasfondo de un ascenso del racismo y de todo tipo de ideas reaccionarias. ¿Qué nivel de votos podría alcanzar el Frente Nacional en unas elecciones anticipadas -que le vendrían al dedo- o en las previstas para 2017? Es el problema que está planteado, y que sobredetermina el resto, en el seno de la derecha. Al mismo tiempo, ¿en qué situación se encontrará la UMP, a punto de estallar debido a los casos de corrupción y la guerra de liderazgo? El conjunto de estas cuestiones pueden derivar en reorganizaciones en la derecha, en la que algunos pueden situarse en la órbita del Frente Nacional y de una derecha populista y autoritaria y otros en torno a posiciones «centristas», dispuestos a formar una coalición de unión nacional que vaya desde el PS y los Verdes al centro derecha… bajo la batuta de la Unión Europea y del gobierno de coalición alemán (CDU y SPD).
Ahora mismo no estamos en esa situación; fundamentalmente, porque las instituciones y el modo de representación de la V República impiden la formación de una coalición de Unión nacional. Además, hay que tener en cuenta que todas las encuestas muestran que en unas previsibles elecciones presidenciales no es seguro el candidato del PS logre pasar a la segunda vuelta. Sólo una división profunda de la derecha podría darle alguna posibilidad…
El fantasma del estallido y hundimiento del PS
La trayectoria «social-liberal» del partido socialista no es nueva. Su integración en la cúpula del aparato Estatal y del capital financiero viene de hace años. Incluso el calificativo «social» de «social liberal» constituye una exageración. Su proceso de transformación de partido social-demócrata en un partido «demócrata» a la americana está muy avanzado. Incluso J-C Camabadélis, secretario del PS, reconoce, a su manera, que «la identidad del PS se disuelve en la gestión». Pero el coste de estas transformaciones estructurales en la actual coyuntura de crisis histórica es tal que provoca tensiones, enfrentamientos, fisuras y fracturas. ¿Quién puede decir cual será la situación del PS en las semanas o los meses que vienen? Hasta ahora parecía descartado un proceso semejante al del PASOK, pero ¿podrán las opciones de Hollande-Valls provocar ese hundimiento? 200 diputados socialistas han firmado un comunicado apoyando al gobierno, pero son 300 los electos: ¿qué hará el resto?… Por el momento, estas divisiones no cristalizan en corrientes de izquierda. Ante un posible fracaso de Hollande-Valls, no se puede descartar que se de una reorganización del aparato socialista en torno a Martine Aubry o de otros que se presentan como «más a la izquierda» que la dirección actual. Sin embargo, hasta el presente, todos ellos han aceptado las políticas de austeridad. Por otra parte, todos los «contestatarios» que emergen actualmente han apoyado e incluso participado en el gobierno que adoptó el «pacto de responsabilidad», ese acuerdo infame con la patronal. Montebourg, exministro de desarrollo productivo, estuvo a la cabeza de esa política, lo que no impide que ahora piense que «se han pasado todos los límites». El Partido Socialista de Cambadélis ha perdido más de 25 000 adherentes en estos dos últimos años. El debilitamiento del partido constituye, en sí mismo, uno de los elementos de la situación actual: ¿cuál será la dimensión de sus divisiones internas, cuál la evolución de unos y otros? ¿Hasta qué punto la situación actual puede abrir, en las filas de los militantes socialistas y más allá, espacios de crítica, de debate y de posibilidades para la acción contra la política de austeridad?
¿Y el Frente de Izquierda?
La actual crisis política gubernamental también corre el riesgo de acelerar las tensiones y fracturas en el interior del Frente de Izquierda (FdG). La fórmula inicial del FdG está «caduca». Durante las elecciones municipales recibió un fuerte batacazo con la opción de los dirigentes del PCF de aliarse con el PS en las ciudades más importantes. Un PCF que continúa discutiendo con el PS de cara a posibles alianzas para las próximas elecciones al Senado. Al PCF le gusta decir que los militantes socialistas no siguen a su gobierno… al mismo tiempo que continúa discutiendo con la dirección del PS, la misma que apoya al gobierno Hollande-Valls. En cuanto a Jean-Luc Mèlenchon, que ha dimitido hace poco de la dirección del PG (Parti de Gauche) para sentar las bases de un movimiento a favor de la VI República… alrededor de su candidatura para las elecciones presidenciales de 2017… ¿Cómo pretender luchar por la democracia inspirándose en métodos de tipo «bonapartista» que pasa de los partidos y rechaza la democracia real de los de abajo? La crisis de representación política puede darnos sorpresas, pero aún cuando Chavez jugara un papel progresista contra el imperialismo americano en condiciones históricas específicas propias de América Latina, ¿puede un proyecto chavista constituir en Europa del siglo XXI una respuesta a la crisis?
Elementos de una respuesta anticapitalista
En esta brecha abierta entre la realidad del poder y el de las relaciones de las fuerzas sociales en presencia, las tensiones sociales y políticas se exacerban y la explosión social y democrática puede darse en no importa qué momento y sobre cualquier cuestión. Tampoco se pueden descartar manifestaciones racistas o reaccionarias. Cuando las clases dominantes y los aparatos tradicionales no pueden resolver los problemas más candentes de la situación a través de la vía parlamentaria, entonces, es la irrupción de la juventud, de las clases populares la que está al orden del día. Las polarizaciones sociales y políticas entre una derecha ultra del tipo «Tea Party» a la americana y de los movimientos sociales radicales también pueden constituir uno de los elementos de la situación. ¿Cuáles son, en ese contexto, las pistas de una respuesta democrática, radical y anticapitalista a la crisis?
-La cuestión social está en el centro de la situación política. Toda la política económica y social del gobierno debe ser rechazada, empezando por el «pacto de responsabilidad» y el presupuesto que pone en marcha los regalos a la patronal y los ataques contra los servicios públicos y la Seguridad Social. La crisis es tal (con un paro -más de 5 millones de personas- y una pobreza que explotan), que lo que está al orden del día no es un apaño del pacto de solidaridad con el Medef sino un programa de urgencia al servicio de los trabajadores y trabajadoras y de la mayoría social: prohibir los despidos, aumentar el SMIC y los salarios, creación masiva de empleos públicos, defensa de las 35 horas y reducción del tiempo de trabajo, defensa de la Seguridad Social, nacionalización de sectores clave de la economía bajo control de las y los trabajadores, planificación ecológica, anulación de la deuda ilegítima, ruptura con los tratados europeos. La crisis es tan profunda que las medidas de medio pelo no pueden constituir una respuesta duradera. Las exigencias de las clases dominantes son tan fuertes que la satisfacción de las necesidades sociales elementales no puede evitar la confrontación con los mercados financieros, la gran patronal y la Unión Europea y la necesidad de emprender una reorganización anticapitalista de la economía.
-La crisis política exige también repuestas democráticas radicales. Una vez más, las instituciones de la V República muestran su carácter antidemocrático: mientras que la política del gobiernos es minoritaria en el país, Hollande y el gobierno, concentrando todos los poderes, continúan imponiéndose. Para desatascar esta crisis política es preciso dar la voz al pueblo. Ahora bien, la cuestión no está en reemplazar una mayoría por otra en el marco de las mismas instituciones y continuar con las mismas políticas de austeridad emprendidas por la derecha o la izquierda tradicional. Por otra parte, ¿qué sentido tiene la reivindicación de la VI República si se conservan, como defienden Mèlanchon y los responsables del FdG, la clave de bóveda de la V República; es decir, la elección del presidente de la república mediante el sufragio universal? Es necesario un descalabro institucional, un desmantelamiento de las instituciones de la V República: acabar con la elección presidencial y con el actual escrutinio mayoritario a dos vueltas. Más en general, la crisis actual de representación política exige la ruptura con las actuales instituciones y la apertura de un proceso constituyente que sitúe en el centro la «democracia real»: asambleas nacional de electos mediante el sufragio universal a nivel comunal, que decidan todas las cuestiones políticas, sociales y económicas. Los mercados capitalistas no deben primar más sobre la democracia. Las decisiones han de ser adoptados por el pueblo y sus representantes, no por los banqueros y los capitanes de la industria. Es lo que defenderemos los anticapitalistas en este proceso. Esta nueva democracia también debe estar acompañada de una representación proporcional de todas las corrientes y posiciones políticas. Se debe poner en pie un proceso de desprofesionalización de la política. Los salarios de los electos no deben estar por encima del salario medio del país. La acumulación de mandatos debe estar excluida. Las y los ciudadanos deben ser consultados regularmente al nivel al que afecten las decisiones que se tomen, a través de asambleas o referéndum. En resumen, una democracia del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.
El bloqueo político actual exige que los trabajadores y las clases populares irrumpan en la escena social y política. Es verdad que los objetivos sociales y democráticos que defendemos los anticapitalistas exigen otra relación de fuerzas sociales y políticas, pero se esperan cambios bruscos. No se debe dejar que la «crítica» de las políticas actuales se circunscriba a las diversas maniobras parlamentarias o a la derecha y la extrema derecha. Se debe de expresar en la calle. Nuevas generaciones, como las que surgieron durante la huelga de la SNCF, muestran que las y los asalariados, cuando se reúnen las condiciones para luchar, resisten a los ataques gubernamentales y patronales, aún cuando pueda darse un desfase importante entre la combatividad y la conciencia política anticapitalista. Las manifestaciones contra la agresión israelí en Gaza también dan testimonio de la movilización de un sector de la población de los barrios populares. El último 12 de abril, una coalición de sindicatos, asociaciones y partidos logró movilizar decenas de millares de manifestantes contra las políticas de austeridad. Es preciso señalar que en estas movilizaciones el NPA, junto a otros, jugó un papel positivo. Ahora es necesario redoblar el esfuerzo en esta vía unitaria y juntar a todos y todas que quieran oponerse, desde la izquierda, a la política gubernamental, en base a objetivos y reivindicaciones concretas, como el rechazado de los presupuestos de Hollande-Valls. Es necesario apoyar cualquier iniciativa de movilización popular. Pero, una vez más, no se puede caer en la rutina de buscar combinaciones «más a la izquierda» en el marco de las políticas de austeridad y de las instituciones actuales. Frente a la crisis política que desorienta y desmoviliza al pueblo de izquierdas, es precisa la acción y la discusión común, pero no para situarse al remolque de ex-ministros que hasta hace poco apoyaban el pacto de responsabilidad. La eficacia frente a la patronal, la derecha y la extrema derecha se sitúa en la ruptura con todas las políticas de austeridad y la independencia neta ante el partido socialista y de todas las fuerzas que se alíen con él.
Es en este marco que se pueden construir los elementos de una alternativa y de una convergencia anticapitalista.
François Sabado es Miembro de la dirección del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA)
Fuente original: http://www.vientosur.info/