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Escucha borrego, trabajarás 60 horas y serás más feliz

Fuentes: Kaos en la Red

Nos lo merecemos, por borregos, por ciegos, por ignorantes, por sumisos. Unos gánsters se reunen en Bruselas y deciden que los europeos trabajaremos 20 horas más a la semana. Y además nos escupen a la cara al decirnos que es «un paso adelante para los trabajadores». Imagino que, una vez cerrado el trato, brindarían con […]

Nos lo merecemos, por borregos, por ciegos, por ignorantes, por sumisos. Unos gánsters se reunen en Bruselas y deciden que los europeos trabajaremos 20 horas más a la semana. Y además nos escupen a la cara al decirnos que es «un paso adelante para los trabajadores». Imagino que, una vez cerrado el trato, brindarían con cava y champán en compañía de sus amigos empresarios.

Pues no es un paso adelante para los trabajadores, es un retroceso de un siglo en las conquistas sociales que tanto esfuerzo, sudor y sangre ha costado a tantos trabajadores valientes y sacrificados. Lo hicieron por ellos y por sus familias, pero nosotros nos hemos beneficiado. Mientras tanto la clase empresarial no ha dejado de intentar reconquistar sus cuotas de poder y explotación. Han recurrido a lo que han podido, a la fuerza, al soborno, a la propaganda, según las circunstancias. Al fin lo han conseguido.

Nos cuentan que es bueno para nosotros, claro, no van a decir que nos quieren explotar y que la vida familiar se va a ir al carajo. Y como somos borregos, nos lo tragamos. Es todo por nosotros, por la competitividad, por el progreso, por una sociedad moderna. Tenemos que igualarnos con los países del Este, que ya trabajan esas horas y por eso son tan felices y competitivos. ¿Empieza a quedar claro el interés en ampliar la Unión Europea? Igualarnos por abajo, nunca por arriba.

Nuestro periódico «progre», El País, pese a una fachada de rechazo a la medida, implícitamente se une a ella:

«Es cierto que la norma sólo permite y no impone la jornada de 60-65 horas. De modo que en los países más sensibles a los derechos sociales, como el nuestro, no se pondrá en marcha.»

¿Cómo que «permite y no impone»? ¿Acaso la actual jornada de 40 o 48 horas se ha impuesto? ¿Están obligados los empresarios a hacernos trabajar esas horas? No, pero a ver quién es el guapo que se presenta a una entrevista a exigir 30 horas semanales. Le dirán «bueno, aquí tenemos algunos candidatos dispuestos a trabajar más. Ya le llamaremos». Eso es lo que significa «permite», vía libre a la explotación.

¿Y qué cuento es éste de que somos más «sensibles a los derechos sociales»? ¿por qué hemos votado al PP, entonces? ¿y por qué hemos votado a un gobierno «socialista» (añádanse 60 comillas más) que hace prácticamente lo mismo que la «derecha», aprobando los contratos-basura, permitiendo la especulación salvaje, sobornando a los sindicatos para que no hagan nada, bajando los impuestos a los ricos, cargándose la educación y aumentando hasta lo nunca visto el presupuesto militar?

Nuestro «sensible» y «obrero» gobierno se ha ABSTENIDO en la votación de esta ley de explotación. Hasta ahí llega su sensibilidad. ¿Qué pasará cuando se vayan imponiendo los contratos de 60 o 65 horas semanales y aquí sean de 40? ¿alguien es tan iluso de pensar que el gobierno de turno tendrá algún escrúpulo en vender que «no podemos ir contracorriente» y que «por nuestro bien» conviene hacer como los demás?

¿Pero qué significa 60 horas a la semana? Pongamos media hora para ir al trabajo y media para volver, con una hora para comer. Eso significa, por ejemplo, salir de casa a las 7:30 de la mañana para entrar a las 8, comer de 14 a 15, seguir trabajando hasta las 21 de la noche y llegar a las 21:30. ¡Qué felicidad, eso sí es un paso adelante! Es que no quepo en mí de gozo ante la perspectiva. Claro que también podemos trabajar «sólo» 10 horas de lunes a sábado. En ese caso podemos volver a a las 19:30 a casa, llenos de energía para estar con la familia. Y el domingo, ¡fútbol!

Ahora me pongo en la piel de uno de esos grandes empresarios que deciden nuestras vidas. Ellos ganan mucho dinero, y sus sueldos crecen muy por encima de la inflación, es decir, muy muy por encima de la masa aborregada. Las jornadas laborales no van con ellos. Lo suyo son comilonas de empresa, charlas con colegas en campos de golf que nunca se quedan sin agua y salidas en yates que nunca se quedan sin gasolina. En su tiempo libre, es decir, el que es todavía más libre, acuden a cenas de gala, se codean con sus socios polítcos, son entrevistados en televisión para dar lecciones de moral y reciben homenajes por su generosidad. ¡Cuánto se habrán reído! ¡cómo estarán frotándose las manos pensando en los beneficios extra que sacarán de la explotación laboral!

He dicho que somos borregos porque, igual que los borregos, nos explotan y no nos quejamos, nos ponen una zanahoria delante y ahí vamos, nos hacemos viejos y nos desechan. Pero no hemos nacido así y no tenemos por qué aceptar ese destino, por mucho que hayan conseguido erosionar nuestro inconformismo natural, ya desde la niñez. Sabemos lo que están haciendo y sabemos que no lo queremos. Bruselas no está tan lejos.