Era el año 2001, iniciaba la cumbre del G8 en Génova, Italia, cada vez el ambiente se hacía más pesado en la capital Liguria con la llegada de cerca unos 300 mil manifestantes anticumbre de todo el mundo. Un movimiento que involucraba distintas realidades desde delegaciones sindicales, organizaciones humanitarias, movimientos pacifistas y ecologistas, Boy Scouts, anarquistas hasta asociaciones católicas y de diferentes religiones. La ciudad fue dividida en diferentes zonas de seguridad, crecía el temor incluso entre los propios residentes, se preveían ataques terroristas propiciados por guerrillas urbanas; inclusive en el aeropuerto Cristóbal Colón se instalaron baterías antimisiles. Dentro de los movimientos que arribaron a Génova estaban los Black Block, un grupo anarquista alemán.
El 19 de julio se llevó a cabo una marcha en la que participaron unas 50 mil personas exigiendo el respeto de los derechos a los inmigrantes y extracomunitarios, justo el día de la apertura de la cumbre del G8. En esa manifestación se dan los primeros desórdenes y saboteos por parte de los Black Block los cuales fueron dispersados por los demás movimientos participantes. Los días 20 y 21 de julio los Black Block toman el control con una presencia masiva en las calles de Génova, y proceden a saquear, destruir negocios, e incendiar automóviles en una demostración de violencia sin precedentes. El desorden se apodera de la ciudad y empieza la actuación de los cuerpos de seguridad italianos, en medio de la confusión Carlo Giulani, un joven de 23 años pierde la vida por un disparo a manos de un carabinero que aún continúa en libertad. El 21 de julio se desata el infierno en la capital Liguria en contra incluso de los manifestantes pacíficos, que en acción de paz estaban desarmados con las manos levantadas. Estos eran de diferentes nacionalidades y edades, incluyendo ancianos, pero fueron golpeados salvajemente por los carabineros, a algunos se les impidió recibir la atención de los paramédicos que se encontraban en el lugar.
La masacre de la Escuela Diaz
En la noche del 21 de julio de 2001 los carabineros y las fuerzas de seguridad italianas procedieron a la toma por asalto de las Escuelas Díaz, Pertini y Pascoli, lugares donde los manifestantes pernoctaban en sacos de dormir y cuyas instituciones habían sido cedidas para este fin por la autoridad de la Provincia de la Liguria. En la Escuela Diaz se vivirá el terror y una verdadera masacre que arrojó la detención sin cargos de 93 personas, 82 heridos de gravedad, 63 hospitalizados (como criminales esposados) y 19 ciudadanos de distintas nacionalidades que fueron llevados a la comisaría de Bolzaneto donde les propiciaron diferentes tipos de torturas en violación fragante de sus derechos humanos. Fueron cientos de policías y carabineros los que participaron en esta operación con equipos antidisturbios, máscaras antigás, destruyendo a su paso ventanas puertas de cristal y toda clase de mobiliario. Los gritos de auxilio y terror de los manifestantes pacíficos y desarmados inundaron la calle donde se encuentra la Escuela Diaz, a la fecha se ha documentado que dentro del recinto no había armas de ningún tipo. Amnistía Internacional denominó a la operación “la mayor suspensión de derechos democráticos en un país occidental desde la Segunda Guerra Mundial”, y el policía Michelangelo Fournier describió en una sala de justicia seis años después las acciones llevadas a cabo por los cuerpos de seguridad, como una “carnicería mexicana”. Las terribles imágenes de la Escuela Díaz dieron la vuelta al mundo las paredes salpicadas de sangre, mechones de pelo pegados a los bordes de los escritorios, huellas de sangre de las manos de los que fueron arrastrados por la fuerza, un infierno dantesco.
Los destrozos de la Escuela Pertini y Pascoli
La Escuela Pertini también fue asaltada, desde ese lugar estaba transmitiendo la Radio Gap, también fueron desalojados los manifestantes pacíficos con brutalidad. Las fuerzas de seguridad se encargan de destrozar las computadoras, los registros audiovisuales que los distintos miembros de los movimientos habían realizado de los día anteriores, pero ya la mayoría del material había sido transmitido por internet. En la primera planta de la Escuela Pertini funcionaba la Sala de abogados que también fue totalmente destruida en una acción solo comparable con una furia fascista. En la escuela Pascoli dormían 93 periodistas, casi todos acreditados, ochenta de ellos fueron salvajemente golpeados por la policía. El periodista británico Mark Covell fue uno de los más afectados, le fracturaron ocho costillas, perforaron un pulmón, sufre la pérdida de 16 dientes y daños a la médula espinal. Las denuncias no se acaban, una activista alemana para ese momento de 20 años llegó al hospital con el cráneo fracturado y seis costillas rotas y otro joven de la misma nacionalidad ingresó con una grave hemorragia interna y trauma craneal.
La comisaría de Bolzaneto
Los detenidos trasladados a la comisaria de Bolzaneto no corrieron con mejor suerte, fueron gravemente torturados. Un joven con una prótesis de pierna recibió una terrible paliza por no poder sostenerse en pie, hay denuncias de varias víctimas que fueron humilladas por los médicos en las instalaciones de la policía. A ninguno de los afectados se les comunicó el porqué estaba siendo detenidos, no se les proporcionó defensores, no hubo traductores para quienes no hablaban italiano, todo se desarrolló en la más vil ilegalidad.
La impunidad
En 2015, la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo calificó los sucesos de las Escuelas Díaz, Pertini, Páscoli y la Comisaría de Bolzaneto como “delitos de tortura” pero dado que Italia carece de una legislación adecuada para castigar esta tipología, se presentó un vacío legislativo que ha facilitado la impunidad que continua galopante en un país que se ufana de ser una república democrática.
Yoselina Guevara López es corresponsal en Italia