Compartir: La Europa que conocíamos hasta el 25 de mayo era la Europa virtuosa, construida políticamente con el objetivo de evitar una tercera guerra europea, integrando a Alemania, siempre imprevisible, en un espacio político más amplio. Así se esperaba consolidar a las democracias europeas mediante intensas fórmulas de cooperación y transformar a Europa en un […]
La Europa que conocíamos hasta el 25 de mayo era la Europa virtuosa, construida políticamente con el objetivo de evitar una tercera guerra europea, integrando a Alemania, siempre imprevisible, en un espacio político más amplio. Así se esperaba consolidar a las democracias europeas mediante intensas fórmulas de cooperación y transformar a Europa en un continente que promoviese la paz en un mundo amenazado por la guerra fría (a veces caliente) impulsada por los dos imperialismos, el norteamericano y el soviético. Ya sabíamos, por experiencia dolorosa propia, que este proyecto sufrió un colapso. El 25 de mayo pudimos visitar las ruinas. En cuanto las contemplamos, tal vez menos tranquilos de lo que parecemos, extrajimos tres lecciones.
Lo que vivimos fue en gran medida desolador, como es propio de las ruinas, sobre todo cuando humean. El brillo de los barnices aún es visible en el mobiliario destrozado que no ha sido alcanzado por el fuego. La historia europea sabe que un partido de extrema derecha puede ser elegido democráticamente para destruir la democracia. Así comenzó la ascensión del nazismo. En las elecciones europeas, la extrema derecha y los ultraconservadores ganaron en Francia, Reino Unido y Dinamarca; fueron segundos en Hungría y Letonia; y terceros en Austria y Grecia. Es probable que estos partidos no obtuviesen los mismos resultados si las elecciones fuesen a los parlamentos de los diferentes países. Por otro lado, sólo un pequeño grupo es nazi convencido. No existe, por ahora, peligro de nazificación de los países europeos. Pero sí que existe el peligro de la nazificación de la idea de Europa (racismo, antisemitismo). Y no hay que dejar de subrayar que el nazismo es una herencia cruel de la Alemania del siglo XX. Si bien es cierto que la Alemania federal ha sabido hasta ahora controlar la pulsión nazi en su país, ha dejado que campase libremente en el resto de Europa. Imagínese lo que se diría hoy de Portugal si los fascistas europeos pintasen la cruz de Cristo en los cementerios judíos de toda Europa. Si tenemos en cuenta su historia, Alemania lidió con la crisis europea de modo criminal, ya que nadie como ella podría haber frenado la pulsión nazi en Europa.
La segunda lección de las elecciones europeas es más confortante y está en las antípodas de la primera. La contestación de esta Europa no procede sólo de la derecha sino también de la izquierda, y tiene varios matices. Syriza en Grecia, Movimento 5 Stelle en Italia, Podemos en España y CDU (Partido Comunista coligado con Los Verdes) en Portugal. En estas victorias vibran las ideas de solidaridad, de cohesión social, de democraticidad, de respeto por la soberanía de los países que presidieron el nacimiento de Europa y que los diferentes países europeos adoptaron como suya en la posguerra (Portugal, Grecia y España, después de que conquistasen la democracia). Pero estas ideas comenzaron a ser contestadas en el interior de las instituciones europeas antes de serlo en el interior de cada país (con la excepción de Thatcher en Inglaterra) y fueron ejerciendo una presión antisolidaria, autoritaria y hostil con el modelo social europeo sobre todos los países, especialmente sobre los más vulnerables. Primero, usaron la vía institucional (euro, tratados de Maastricht, de Lisboa y de libre comercio con China); después, la extrainstitucional (causada directamente por la anterior): la crisis. Este perverso engaño de salvar a Europa (rica) a costa de los países europeos (pobres) acaba de ser denunciado por estos partidos, en los que reside la esperanza.
La tercera lección es que los grandes derrotados en estas elecciones han sido los partidos que más habían contribuido a la construcción de la Europa que conocemos: partidos de centro izquierda y de centro derecha que siguen pensando que, con más o menos remiendos, esta Europa sobrevivirá. ¿Cómo se comprende que el partido portugués que se proclamó como alternativa a la coalición conservadora que preside el mayor desastre social en Portugal de los últimos noventa años apenas la supere por cuatro míseros puntos? La deducción es simple: para que el Partido Socialista sea la alternativa tiene que reconstruirse como alternativa a sí mismo.
Fuente: http://blogs.publico.es/espejos-extranos/2014/06/07/esta-europa-se-acabo/