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“Estamos en una guerra”… ¿Contra quién?

Fuentes: Rebelión

La campaña de desinformación por parte de todos los medios occidentales, una vez cerrados los del enemigo, es brutal.

El pasado 28 de febrero, en Eldiario.com, el “alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, hizo esa afirmación, ‘estamos en una guerra’ y continuó, no voy a dar ninguna información que pueda servir a la parte a la que nos enfrentamos. No voy a contar con pelos y señales por dónde y cómo va a pasar la ayuda que vamos a proporcionar a Ucrania. Estoy seguro de que Rusia estaría muy contenta de saberlo». Gracias Sr Borrell, ya sabemos contra quién estamos en guerra.

En coherencia con esta declaración de guerra por parte de la UE, se adoptaron medidas de “guerra”, como aumentar los gastos militares (Alemania el 20%), el envío de más tropas a las fronteras con Rusia o el cierre de medios de comunicación “prorrusos”; además del endurecimiento de las sanciones económicas y medidas sociales que llegan a la expulsión de directores de orquestas italianas, por no condenar el ataque ruso a Ucrania.

La campaña de desinformación por parte de todos los medios occidentales, una vez cerrados los del enemigo, es brutal. Todo se centra en tres ideas, una, Rusia es la culpable de todo, dos, los imperialistas occidentales hicieron lo posible por evitar el ataque, tres, la guerra es entre Rusia y Ucrania.

Que Ucrania lleve años bombardeando el Donbass, no existe para estos medios; que en el Donbass se realizara unos referendos donde el 87% de la población decidiera separarse de Ucrania, tampoco. Que Ucrania lleve años recibiendo armamento occidental, mucho antes de que se produjera el ataque ruso, ni palabra, por mucho que la ministra española de defensa Margarita Robles lo reconociera expresamente.

La guerra no es entre Rusia y Ucrania

El Sr Borrell en su afirmación ni tan siquiera menciona a Ucrania, sino que la única nación que aparece en sus declaraciones es… ¡Rusia!. Por mucho que los medios lo digan y repitan hasta la saciedad, la guerra es entre la Unión Europea (y los EEUU como hooligans animándola) y Rusia; Ucrania y su pueblo solo ponen el teatro de operaciones y las víctimas civiles.

Una de las máximas que rigen las leyes de la guerra es el que “la primera víctima es la verdad”. De la misma manera que es una mentira como un templo que la intervención rusa sea para “desnazificar” Ucrania, no es más que un banderín de enganche para que se sumen a apoyarlo todos los “antifascistas” europeos, lo es que la UE defienda la soberanía de Ucrania.

Son dos mentiras para crear una “unidad popular” alrededor del conflicto de fondo, el que enfrenta a un bloque imperialista, la UE, con una nación que pide su parte en el reparto del mercado mundial, las repúblicas ex soviéticas, en alianza con su “hermano mayor”, China. Así, la guerra no es únicamente entre Rusia y Ucrania sino entre la UE y Rusia por el control de Ucrania; entre dos potencias que se disputan su control.

En román paladín, si la clase obrera ucraniana no es capaz de tomar en sus riendas la lucha por la soberanía nacional, es decir, por una Ucrania Socialista, su futuro es o bien ser una semicolonia rusa o bien un protectorado de la UE en el marco de la OTAN. En cualquiera de los dos casos, estaría muy alejada de la soberanía como nación.

Dos bandos burgueses “contrarrevolucionarios”

Cierto es que tanto la UE como Rusia son dos entidades contrarrevolucionarias, capitalistas ambas, cuyos objetivos no vienen marcados por las necesidades sociales sino por el aumento de los beneficios de sus clases burguesas.

En este sentido hay que desmontar, también, la propaganda euro norteamericana, que llenan la cabeza con conceptos despectivos (oligarcas, regímenes vs. democracias occidentales, “comunidad internacional” que solo componen los EEUU y sus aliados europeos, etc.), puesto que lo único que buscan con esas campañas es subjetivizar de manera xenófoba a sus poblaciones contra lo “ruso”, presentado como símbolo del atraso y la brutalidad: los eslavos siempre fueron un poco bestias y muy antidemocráticos (Hitler no se cortaba y les llamaba “subhumanos”).

En el artículo del diario digital Público, del 02/03, titulado “¿Qué es un oligarca ruso y en qué se diferencia de un millonario al uso?”, se hace una definición del término que usualmente se usa para definir a los poderosos rusos, “oligarca” que el articulista define de la siguiente manera: como aquellos que “no solo son hombres de negocios”, sino que “todos están involucrados políticamente, más o menos cercanos a Putin”.

Por lo que parece, un “oligarca” es un espécimen ruso, pues la característica que los define no es que sean “hombres de negocio”, esos existen en todos los países, ni que estén involucrados en política (Trump era un hombre de negocios que fue presidente de los EEUU, y nadie le llamó “oligarca”); sino que estén “más o menos cercanos a Putin”.

Por contra, cojamos algunos ejemplos de millonarios/capitalistas occidentales y veamos si hay diferencias cualitativas con el “oligarca” ruso.

¿Hay que recordarle al articulista que ya un presidente de los EEUU alertaba contra el poder que ese «complejo militar industrial», el mítico Ike? Un poder que no se ha reducido, sino que ha crecido hasta convertirse en el 50% de la economía yanqui, dominando desde la producción de videojuegos, donde utilizan a los jóvenes como conejillos de indias para probar la efectividad de nuevas armas y tácticas de guerra, hasta Hollywood. Intentaron quitarse el síndrome de Vietnam a base de filmes de Rambo. Es este «complejo militar industrial» el que hace posible las guerras de Biden, de Obama, de Clinton, de Bush, los dos Bush, de Nixon, etc. etc., etc.

Sin cruzar el charco; hay que señalarle al autor el papel de lo que algunos llaman el verdadero centro del poder en el Estado Español, el “palco del Bernabéu” donde se dan cita políticos, periodistas y … empresarios o, ¿oligarcas?. O hablamos de la “corte” del rey, que va allí donde este pase sus “vacaciones”.

No hay mucha diferencia entre ambos conceptos; el “complejo militar industrial” yanqui vive de las inversiones y subvenciones que el estado les da para el desarrollo y venta de armamento de la misma manera que los “oligarcas” rusos viven a la sombra del Kremlin. Por su parte, el “capitalismo castizo” español que se mueve alrededor de la “villa y corte” de Madrid y el Palco del Bernabéu, vive de los presupuestos generales del estado; de subvenciones, de obras concedidas a dedo, etc. De igual manera que hacen los “oligarcas” rusos.

Cierto es que hay capitalistas que viven alejados de las “villas y cortes”, sea el Kremlin, el Pentágono o el Palco del Bernabéu; que su futuro no depende de las políticas y subvenciones de los gobiernos de turno, sino que acumulan su riqueza sobre la base de la explotación directa de la clase obrera. Pero este tipo de capitalista existe en todos los estados del mundo, incluido Rusia.

¿Cuál es la diferencia entre Rusia y el resto?

Sin lugar a dudas el carácter de “nuevos ricos” que los capitalistas rusos tienen a consecuencia de la restauración del capitalismo, como bien señala el articulista. Son “acaudalados empresarios de las antiguas repúblicas soviéticas que cuentan con una riqueza acumulada rápidamente durante la era de privatización rusa en el periodo posterior a la disolución de la Unión Soviética en los años 90”.

Exacto, algunos son acaudalados empresarios como lo son los “Florentinos Pérez” que pueblan el Estado Español, pero no todos. Estos serían los “oligarcas”; sin embargo, tanto en Rusia como en el Estado Español, también existen empresarios que, como se dice más arriba, acumulan su riqueza sobre la base de la explotación de la clase obrera pura y simple.

La diferencia es meramente formal, son “nuevos ricos”, la mayoría de ellos (los más viejos) provenientes del mismo aparato del estado soviético, que aprovecharon las privatizaciones de los 90 para hacerse con la propiedad de fábricas y empresas y pasar de gestor burocrático a capitalista.

La democracia de los corsarios

Llamarles «oligarcas» porque se enriquecieron a partir de la expropiación de las propiedades del estado soviético, como si esto le diera un origen “inmoral” a sus fortunas revela una doble moral.

Se le atribuye a Balzac la máxima de que “detrás de toda gran fortuna hay un delito”; y la construcción del capitalismo lo demuestra. La nación que primero llegó a un desarrollo capitalista pleno, Inglaterra, debe su riqueza en gran medida a los “corsarios”, es decir, piratas a los que el estado les daba “patente de corso” para hacerse con las riquezas de imperios enemigos, fuera la monarquía hispánica, la francesa o la que fuera.

La nación que hegemonizó el mundo desde 1945 se construyó sobre la base de robar las tierras a los nativos americanos, bajo la consigna de que “estaban vacías”; la misma consigna que los sionistas han utilizado para ocupar las tierras palestinas.

Y ya no se hable de la mancha que tiene la humanidad y en concreto el capitalismo, que encontró la base para su crecimiento en uno de los delitos más execrables, el esclavismo. Absolutamente todos los estados capitalistas en el siglo XIX, en alianza con los comerciantes árabes, se construyeron sobre el secuestro y deportación de millones de seres humanos de un continente, África.

Eran naciones democráticas que construyeron su riqueza sobre delitos legalizados por el estado. Así que no nos vengan con lecciones de “moral” sobre los “oligarcas” rusos que viven en la cercanía de Putin, porque más allá de los contextos históricos que determinan la construcción del capitalismo en cada nación, a todos les une la misma condición: son propietarios de los medios de producción y distribución, acumulan su riqueza sobre la explotación de la clase obrera y saqueando las riquezas de los pueblos oprimidos y tienen al estado para defenderlos ante los enemigos internos y externos.

Ahora, de nuevo, los gobiernos occidentales actúan como lo que fueron, como corsarios; este es el sentido que tienen las sanciones contra las fortunas de millonarios rusos, vulnerando lo que para ellos es la sacrosanta propiedad privada. Según el derecho, una persona no puede ser responsabilizada por un acto que no practicó. Además, ¿dónde queda el derecho de propiedad en esa historia?, en consonancia con el artículo 17 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), »Todo ser humano tiene derecho a la propiedad, solo o en sociedad con otros. Nadie será arbitrariamente privado de su propiedad».

A los capitalistas rusos no hay quien los defienda, no obstante, la acción de los Estados Unidos y la UE de rapiñar bienes ajenos de personas sin sentencia que lo avale, demuestra que actúan como corsarios en el poder, adaptando según sus intereses los principios del derecho burgués a la propiedad.

El carácter de una guerra: el capitalismo imperialista es el problema

Las declaraciones del Sr Borrell ponen sobre la mesa una discusión clave para enfrentar un conflicto de estas características sin perdernos en los laberintos identitarios, atizando la lucha entre los pueblos, con los que los medios de comunicación velan su verdadero carácter. Esta definición es clave para levantar una política.

No es lo mismo una guerra de liberación nacional, tenga la dirección que tenga (el Vietcong y Vietnam, la dictadura argentina y las Malvinas, o el FLN y Argelia), que una guerra interimperialista. Son perspectivas distintas que implican posiciones diferentes.

La guerra en Ucrania, como la de Siria o la del Yemen son los ejemplos muy recientes de que su guerra con Rusia sea el problema. Para entender esta guerra es preciso abrir el foco; sacarlo de donde los medios de comunicación nos lo quieren poner, y tener una perspectiva más amplia.

La crisis sanitaria generada por la pandemia, como la crisis climática o la decadencia de una sociedad entera, que se expresa en la violencia “gratuita” que hoy vemos en las calles, en los campos de futbol, etc., tienen un hilo conductor: las decadencia enfermiza de unas relaciones sociales de producción capitalistas basadas en la acumulación en manos privadas de la riqueza generada por la sociedad; manos privadas que determinan que es lo que se produce y lo que no, a quién se le distribuye y a quién no, dependiendo del nivel de renta.

No obstante, quedarse en esta definición podría inducir a una generalización que desarmaría cualquier respuesta: «como el problema es el capitalismo imperialista en abstracto, no hay responsables directos». Y nada más lejos de la realidad; el capitalismo imperialista es como una fórmula algebraica que define la ecuación de las relaciones sociales.

Seriamos unos metafísicos si no le pusiéramos ojos y cara; sino visibilizáramos los nombres y los apellidos de las personas que llevan a la práctica diaria esas “fórmulas algebraicas”; los seres humanos que agrupados en instituciones (estados, partidos, etc.) definen las políticas diarias; eso si, siempre determinados por la resolución en positivo de esas fórmulas algebraicas que son las “relaciones sociales de producción capitalistas”. Son los gobiernos, las alianzas interestatales, y las instituciones de las que ellas dependen. El capitalismo imperialista es el problema en forma de estados y ejércitos que luchan en defensa de los intereses de las facciones nacionales en las que se corporeiza ese “capitalismo imperialista”.

La correlación de fuerzas construida a lo largo de la historia ha impuesto a unas naciones el papel de potencia imperialista y otras de semicolonias en una dinámica no cerrada. Como decía Lenin en El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo, el mundo está repartido, “ahora solo caben nuevos repartos”; repartos que generaron dos grandes guerras mundiales, cuyos protagonistas fueron las potencias en decadencia (Gran Bretaña y Francia) y las emergentes (EEUU, Alemania y Japón). El resultado es de todos conocido.

80 años después el capitalismo imperialista se encuentra en la misma disyuntiva, un conflicto por el control del mercado mundial entre las potencias en decadencia (EEUU y la UE) y las emergentes (China y Rusia). Para ubicarse ante los enfrentamientos que se vienen, es preciso recuperar la máxima leninista de “no engordar” a uno de los bandos frente al otro, sino enfrentarlos desde la independencia de la clase obrera, única víctima de cualquier guerra interimperialista.

Por esto Borrell tiene razón al decir, “estamos en una guerra” y no señalar a Ucrania, sino a Rusia. Ucrania es un aliado de uno de los bloques imperialistas y a día de hoy el “teatro de operaciones”, pero poner el foco en su guerra con Rusia es unilateral y hacer perder de vista el conflicto en su conjunto.

Que el pueblo ucraniano tiene derecho a su soberanía, eso no lo duda nadie, como los habitantes del Donbass lo tienen a su autonomía; pero el gobierno ucraniano no tiene ningún derecho a tomar bando en este conflicto y como tal debe ser enfrentado por la población ucraniana, porque no serán ni la UE (la OTAN) ni Rusia quién se lo garantice; los ejemplos por uno y otro bando son innumerables y están en las hemerotecas para quién quiera consultarlo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.